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La Policía española acusa al médico colombiano Alberto Beltrán Niño de ser el jefe de una red de distribución de sustancias prohibidas entre grandes deportistas, especialmente ciclistas. Por estas actividades fue detenido en el aeropuerto de Barajas cuando se disponía a viajar a Bogotá. Hoy está detenido en la cárcel de Soto del Real, en Madrid. Los investigadores lo sindican de darles a los deportistas dopaje de última generación.

REPORTAJE

El capo del ‘doping’

¿A qué hora el prestigioso médico Alberto Beltrán Niño dejó su exclusivo consultorio en el norte de Bogotá y terminó acusado de haberse convertido en el rey mundial de las sustancias prohibidas?

24 de marzo de 2012

Apesar de su juventud -por aquel entonces rondaba los 30 años- el médico deportólogo Alberto Beltrán Niño no daba abasto para atender a su exclusiva clientela en el barrio San Patricio, en el norte de Bogotá. "Era muy bueno, muy responsable y siempre le inculcaba a uno que había que mimar el cuerpo con comida sana, dormir bien y hacer el ejercicio adecuado", dice uno de sus pacientes. Nada hacía pensar que ese profesional sería el mismo que hoy pasa sus horas en la cárcel de Soto del Real, en Madrid, España, sindicado de ser "el capo internacional de la distribución de sustancias prohibidas" con las que se dopan algunos deportistas de élite en las competencias más prestigiosas del planeta.

Lo acusan la Policía Nacional española y los Mossos d'Esquadra -la gendarmería de la Generalitat de Cataluña-, que le siguieron la pista durante un año. El sábado 7 de marzo, cuando Beltrán Niño, de 48 años, estaba en la fila del vuelo del aeropuerto internacional de Barajas con destino a Bogotá, fue requerido. Él reaccionó con amabilidad y acompañó a los agentes, que le revisaron su maletín y hallaron varias dosis de AICAR y TB-500. "Son medicamentos", explicó sin saber que las autoridades ya conocían que no eran unos simples calmantes para el dolor de cabeza sino dos de los productos dopantes conocidos como de última generación. Beltrán Niño palideció y dijo: "Soy veterinario y eso es para caballos". "Ya sabemos", le respondieron, y él guardó silencio.

Atrás quedaron sus días de lujosas fiestas, agasajos fastuosos e ingresos astronómicos en el reino de Baréin, donde tenía fijada su residencia. Beltrán Niño se había marchado en 2009 a este pequeño pero rico país del Golfo Pérsico, en parte, para escabullirse de las autoridades europeas que esperaban que cometiera un error para capturarlo, y en parte para poner en práctica sus conocimientos, sancionados por la ley, para mejorar el rendimiento deportivo. Se dice que personas cercanas a la familia real lo contrataron para que los atletas empezaran a ganar títulos internacionales.

Y en eso Beltrán Niño tenía gran experiencia. No en Colombia, en donde era un médico del que, según se sabe, siempre actuó con criterios éticos, sino en España, en donde empezó a moverse por el oscuro mundo del dopaje, en especial en el ciclismo y en el atletismo. En efecto, cuando abandonó su cargo como médico del equipo Café de Colombia y se mudó a la península ibérica, ingresó a una red que acompañaba las caravanas ciclísticas para potenciar a los deportistas.

"Tenía una mente brillante, era muy inteligente, no sé cómo terminó en esas", dice el periodista colombiano Héctor Urrego, una de las voces más autorizadas en el mundo del ciclismo. Graduado de la Universidad Javeriana con una especialización en Medicina Deportiva del Hospital Salpêtrière y Cochin de París y miembro de la Comisión Médica del Comité Olímpico Colombiano, su hoja de vida le auguraba lo mejor. Todo cambió en abril de 2001, cuando era el reputado médico del equipo Selle Italia y fue detenido en la población de Módena. En su carro llevaba productos dopantes. Aunque aseguró al fiscal que las sustancias -hormonas y anabolizantes, entre otras- eran para clientes privados y no para el equipo, los carabinieri hallaron otras similares en las habitaciones de tres de sus corredores. Expulsado de la escuadra italiana, Beltrán llegó en 2004 al Baqué, español, y posteriormente pasó al Kaiku, donde Serrano, uno de sus corredores, fue expulsado de la Vuelta a Murcia de 2006 por un problema de hematocrito. Era evidente que ya se movía como pez en el agua en las fronteras de la ilegalidad. En agosto de 2009 tres corredores del equipo portugués Liberty dieron positivo por EPO Cera en vísperas de la vuelta a su país. Uno de ellos, Nuno Ribeiro, que ganó la competencia y fue despojado de su título meses después, lo acusó a través de la prensa de suministrarle la sustancia prohibida.

Ese 2009 fue el punto de quiebre para Beltrán Niño. Las autoridades detuvieron al ciclista del Xacobeo David García por positivo con EPO Cera en la Vuelta a España. El deportista dijo que colaboraría con las autoridades y acusó al galeno colombiano de suministrarle las sustancias. Y cuando un juzgado de Cataluña decidió abrir una investigación formal, emprendió la retirada hacia Baréin con una fachada que paradójicamente propició su captura: la de veterinario.

Hasta ese reino árabe llegó con sus dosis de AICAR y TB-500, productos de venta libre en Estados Unidos para los caballos de carreras. En esencia, lo que hace es engañar al músculo del animal de tal forma que este llega a una competencia el domingo y compite como si hubiera entrenado toda la semana. La potencia es máxima y el cansancio es mínimo. Aunque discutido, el producto es aceptado en los hipódromos, pero a nadie se le había pasado por la cabeza dárselo al ser humano. Según la Policía Nacional de España, a Beltrán Niño sí. Y qué mejor excusa que los 300 caballos del hermano de un miembro de la casa real del sultanato, que él cuidaba.

En el Tour de Francia empezó a circular el rumor de que algunos ciclistas estaban usando tanto el AICAR como el TB-500. Aunque no pasó de eso, las autoridades que luchan contra el dopaje dirigieron sus miradas hacia Beltrán Niño, pues las coincidencias eran demasiadas. Con paciencia decidieron seguirles la pista a los envíos para saber si tenían alguna relación con los casos de dopaje que manchaban las grandes competencias. Pasó el tiempo hasta que en 2011 quedó en evidencia que las dosis pedidas por el colombiano "eran alarmantes", como calificó la Policía española.

Con la cercanía de los Juegos Olímpicos en Londres y la obsesión de los países árabes de hacerse a alguna medalla, los controles se hicieron más rigurosos sobre el médico. Cuando Beltrán llegó al aeropuerto de Barajas no sabía que en ese mismo instante eran detenidas diez personas más -entre preparadores físicos, deportólogos y distribuidores de estos medicamentos con contactos en reconocidas figuras del deporte mundial-. "Es la red más importante de distribución de productos para el dopaje de última generación", informó la Policía de España. "Y el colombiano era el capo", puntualizaron los Mossos d'Esquadra. La noticia cayó como un baldado de agua fría entre la comunidad de médicos deportólogos en Colombia. "Es difícil de creer. Cuando ejercía en Bogotá, Alberto era muy buena persona y siempre estaba pendiente de la salud de la gente", dice un colega suyo. De eso dan fe sus sorprendidos pacientes, que no pueden creer que se hable del mismo profesional eficiente y amable que atendía en su consultorio de San Patricio.