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EL CHORRO DE BABAS

La historia secreta de los 'ires y venires' de dos exploradores de paz.

MARIA ISABEL RUEDA
13 de octubre de 1997

"Al país lo tomaron del pelo". "Son jugadores de póker que mostraron las cartas". "Un chorro de babas". Estas, y otras críticas, inundaron el ambiente cuando los comisionados de paz, José Noé Ríos y Daniel García-Peña, rindieron la semana pasada su informe exploratorio con respecto a las posibilidades de un tratado de paz a corto plazo en Colombia. La opinión tenía enfilada toda la artillería para criticar una propuesta osada, concreta, innovadora y comprometedora que habría 'chillado' con la realidad del país y particularmente con la violencia preelectoral. Los negociadores salieron por delante con una propuesta tímida para los sectores más lanzados, pero todavía algo criticable para los más conservadores. De todas maneras el marco de la realidad fue uno: durante estos tres meses no hubo ninguna actitud por parte de los grupos armados que pudiera entenderse como un gesto hacia la paz. Pero además los asesores del gobierno se encontraron con otro problema que se vuelve definitivo cuando se va a iniciar un proceso de paz: no encontraron interlocutores directos. A punta de razones se puede palpar un ambiente, pero a punta de chismes no se puede iniciar un proceso institucional de cambio. El 'chorro de babas' del que se acusa a Ríos y a García-Peña es, más bien, una crítica a favor: en un gobierno que agoniza en medio de la necesidad de pasar a la historia de alguna manera, aunque sea con una propuesta de paz escandalosa e irrealizable, los comisionados se fueron por la línea cautelosa y realista: sobre la paz, por ahora, no hay posibilidades concretas.
La pareja dispareja
José Noé Ríos y Daniel García-Peña son una pareja dispareja de principio a fin. Ríos tiene facha como de sindicalista de Colpuertos. Esa imagen se disuelve rápidamente en una conversación en la que uno descubre a un especialista en resolver conflictos institucionales. Quienes lo conocen lo describen como un "perro viejo", marrullero y experimentado porque, al fin y al cabo, no ha estado ausente ni de un amago de paz realizado por un gobierno colombiano desde 1986. García-Peña es como un bebé Quaker en grande, que primero fue periodista con las mejores fuentes en la guerrilla y que ahora, como negociador, las ha venido encontrando cerradas. Pero asegura no darse por vencido en un proceso en el que, con respecto a su 'partner', José Noé, se declara menos realista y más romántico. Al fin y al cabo Daniel es un 'izquierdozo' consuetudinario, mientras José Noé es un 'arregla pleitos' por esencia. De esta pareja tan dispareja salió una recomendación al gobierno que dista mucho de tener la clave para la paz en Colombia a corto plazo, aunque hay que reconocerle que constituye un esfuerzo responsable para no cerrarle la puerta en las narices a todo colombiano que no ve la hora de resolver este conflicto enloquecedor.Estas recomendaciones, por cautelosas que hubieran sido, desencadenaron en Colombia un mar de críticas y en el exterior una impresión de derrota. Mientras para los colombianos quedó claro el mensaje de que durante este gobierno no hay posibilidad de alcanzar la paz, en el exterior, por cuenta de informes como el aparecido en el New York Times, los asesores del gobierno "reconocieron que la guerrilla en Colombia está ganando".Pero los negociadores se fueron tranquilos para sus casas. La labor estaba cumplida.

Ires y venires
A través de una astuta jugada Samper consiguió un salvoconducto sacándoles a los llamados 'Cacaos' una carta que le abriera la puerta a un proceso de reconciliación, basado en el éxito internacional logrado por el Presidente a raíz de la liberación, sanos y salvos, de los 60 soldados secuestrados por las Farc. Pero había algo más: una carta enviada durante el proceso de liberación de los soldados por Manuel Marulanda, 'Tirofijo', advirtiendo que para las Farc todavía quedaba tiempo en este gobierno para un entendimiento. Las peticiones eran concretas: desmontar las Convivir y las autodefensas, eliminar las zonas de orden público, modificar la teoría de la seguridad nacional, 'despenalizar'la protesta social y hacer cambios democráticos en las estructuras políticas y económicas. A partir de ahí el Presidente habló de un plazo exploratorio de 45 días. Pero Ríos, que no pudo dormir esa noche, muy madrugadito la mañana siguiente le pidió con éxito que el plazo de tamaña misión fuera ampliado a 60 días. ¿Dónde se reúne una pareja como esta a iniciar un proceso tan complejo, con la necesidad del anonimato, de la confidencialidad, de la discreción, de la privacidad? Decidieron que en sus propias casas. Y el primer objetivo era diseñar un plan de acción para llegar a los voceros de la guerrilla.Su primera traba, después del visto bueno de los 'Cacaos', inducido por Samper, fue la oposición de lo que ellos, en sus propias palabras, bautizaron como la opinión de 'los chocolatines': los respetados dirigentes antioqueños Nicanor Restrepo y Fabio Rico salieron a los medios de comunicación a afirmar que la opinión de los 'Cacaos' no involucraba a toda la dirigencia gremial del país. Ríos y García-Peña resolvieron quedarse callados de ahí en adelante. Siguieron las reuniones. Todas las conclusiones se apuntaban en un block universitario de García-Peña, porque los lenguajes de computador de la pareja de negociadores eran tan incompatibles como sus propias personalidades: Macintosh vs Windows 95. Hubo que contratar un experto que convirtiera en pareja a la pareja dispareja.La herramienta más valiosa para los negociadores era el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr), que había demostrado su poder de penetración entre todos los grupos en conflicto durante la entrega de los soldados en el Caguán. Su cabeza visible, Pierre Gassman, fue el principal intermediario. El primer resultado de esta intermediación fue una cita de García-Peña en México con Marcos Calarcá, vocero de las Farc, antigua fuente del ex reportero del noticiero AM-PM. Se hizo claro el procedimiento, que se prolongaría durante todo el proceso: no habría nada oficial. Hablaban con Daniel, y no con el funcionario. La escapada a México contó con la coartada que involuntariamente le otorgó a García-Peña la revista Cambio16, que en un pie de foto de un indígena que colocaba un collar en el cuello del funcionario informaba sobre una gira del mismo durante cuatro días a Leticia. La reunión se hizo en una hamburguesería gringa en Ciudad de México, con Calarcá y Olga Marín, la compañera de Raúl Reyes. Aunque hubo varias horas de conversación, García-Peña se propuso un ejercicio: el de preguntarles qué harían ellos en su lugar. De esas recomendaciones hay varias citadas en el documento final de los negociadores. De allí surgió una carta a las Farc, que fue circulada a través de todos los contactos posibles menos el directo: la Cruz Roja, los amigos de México, monseñor Augusto Castro, obispo de San Vicente del Caguán, y hasta la Internet, que durante este proceso se convirtió en aliado fundamental de los mensajes de los exploradores. Al mismo tiempo la pareja visitaba en la cárcel a los posibles voceros de otros grupos guerrilleros, como Francisco Galán y Felipe Torres, del ELN. A pesar de los visibles 'celos' políticos que podrían tener y que evidentemente tienen ambas agremiaciones guerrilleras, los elenos recomendaron profundizar con las Farc, "que son las que están jalonando el proceso". Al respecto, durante la liberación de los soldados en el Caguán, se comentaba una anécdota no confirmada: hasta las 4 a.m. de un día no precisado se reunieron los dos Manueles, 'Tirofijo' y el Cura, y la conclusión de ambos a sus tropas fue solo una: "Somos distintos..."Irónicamente, los negociadores habían comenzado con un escenario distinto al que terminaron, en el sentido de que era el ELN, y no las Farc, el que estaba más cerca del diálogo: el ELN, durante una asamblea de la USO el 26 de agosto de 1996, se había hecho presente mediante una carta de Manuel Pérez, aceptando que era posible sentarse a hablar con el gobierno sobre la política de hidrocarburos. El entonces ministro Serpa calificó la propuesta de interesante. A los dos días la masacre militar de las Delicias ennegreció el panorama. Para los negociadores-exploradores hasta este momento el proceso seguía sin interlocutores. Todo continuaba haciéndose mediante razones, porque ni aun los contactos en México tenían una garantía cierta de que contaban con toda la autorización política de negociación. Siguieron unos encuentros clandestinos en los sitios más obvios de Bogotá, como el Centro Andino, donde los negociadores se encontraron en diferentes citas clandestinas y casualmente en una oportunidad con el presidente de Semana, Felipe López, y en otra con el comediante Jaime Garzón, sin consecuencias graves para los contactos. Fue entonces cuando irrumpieron las autodefensas: si había coqueteos de paz no podían excluirlos. Los exploradores aplazaron la cita lo que más pudieron, temiendo que este contacto dañara el proceso con la guerrilla. Pero finalmente accedieron a entrevistarse con ellas el 20 de julio. Los citaron en Montería, y hasta ese instante contaban con la intermediación de la Cruz Roja. Pero posteriormente se los llevaron durante un tramo largo, la mitad en carro y la otra a caballo, ante la complacencia de García-Peña pero el disgusto de Ríos: este último quedó obsesionado con un accidente durante una gestión de paz en Urabá, cuando se le rompieron varios ligamentos de la rodilla. Pero para las autodefensas (en el encuentro la mitad de civil y la otra mitad de camuflado) las reservas de Ríos eran infundadas: "¿Usted no se la pasa a caballo con la guerrilla?". A lo que Ríos contestó: "No, yo con ellos me movilizo por el río, o en helicóptero". Los paramilitares agregaron: "Trataremos de traerlo en helicóptero la próxima vez". Y Ríos dijo: "O sino, en el mismo caballo".Después de este comentario distensionador los delegados del gobierno escucharon. Pero en la siguiente reunión, que fue el 28 de agosto, hablaron: por ahora no habrá tratamiento político para los paramilitares colombianos y se les combatirá con el mismo rigor que a los guerrilleros, con una compensación: se les reconoce como actores del conflicto en el marco del Acuerdo de Ginebra. En el segundo encuentro los paramilitares revelaron que el Defensor del Pueblo les había enviado un instructor de derechos humanos. Para que no lo retiraran decidieron ofrecerle sueldo propio, "para que tengamos un profesor solo para nosotros de derechos humanos". En adelante no hubo mayores contactos directos con la guerrilla. Se produjo un nuevo viaje a México pero el día programado, a pesar de las precauciones de los asesores del gobierno, fueron detectados por un reportero del noticiero NTC que casualmente estaba en el aeropuerto esperando a un futbolista. A la llegada a México los posibles contactos oficiales 'se chuparon' pero las conversaciones se hicieron con Olga Marín: a pesar de que en Colombia se dijo que a los negociadores no los habían recibido, ellos consideran que la conversación con Olga fue un canal directo con la cúpula de las Farc a través de su compañero Raúl Reyes.Sin embargo este último contacto en México, y los no contactos anteriores con alguien del secretariado de las Farc, hicieron temer a los asesores del gobierno que no podían sustentar la autoridad de sus posibles negociaciones. "Propusimos lo que en nuestro honesto entender habría querido la guerrilla como un primer paso", admitieron. En el interregno se produjo la salida forzada del general Bedoya del comando general del Ejercito y fue reemplazado por el general Bonett. Con este último los exploradores tuvieron la oportunidad de discutir la propuesta de la zona de distensión, pero jamás llegaron a discutir el documento final. El general, accidental o hábilmente, no apareció a la hora de la consulta del texto definitivo, pero declaró ante los medios que no estaba enterado de la propuesta de los negociadores porque no la conocía y que no creía en la voluntad de paz de la guerrilla. Pero para Ríos y García-Peña "los militares fueron más fáciles que algunos sectores del gobierno". Porque en el interior de Palacio el término de una propuesta 'des-samperizada' de aproximación a la paz gustó menos que poco. Dos cosas quedan claras: que con Samper no hay liderazgo para adelantar una negociación de paz. Y que con respecto a la posibilidad de que los candidatos se pongan de acuerdo para acelerar una posible negociación, es cierto que todos quieren la paz, pero con el proyecto de cada uno. Lo cual deja esta iniciativa otra vez en cero.
La propuesta de los exploradores
* Mantener disposición permanente al diálogo
* Involucrar a la sociedad civil y a los candidatos presidenciales
* Definir zona de distensión para acuerdo marco de la primera reunión entre gobierno y subversiónl Internacionalizar la paz
* Dar un papel activo de las autodefensas