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Uno de los ingredientes de la derrota de Peñalosa es que él fue un gran reformador, y los grandes reformadores pisan muchos callos

ANÁLISIS

El colapso

Era casi imposible que Enrique Peñalosa perdiera. Estas son las cuatro razones por las cuales eso sucedió. , 89211

27 de octubre de 2007

Mucha tinta se derramará tratando de explicar la derrota de Enrique Peñalosa por la Alcaldía de Bogotá. En la historia de Colombia nadie tiene memoria de un resultado electoral tan desconcertante, si se tiene en cuenta que todo el mundo lo reconoce, no sólo en el nivel nacional sino también en el internacional, como el gran transformador de la capital de la República. Además de esto, Peñalosa era considerado un personaje carismático, mediático y antipolítico, los tres requisitos básicos para conquistar un electorado independiente como el de la ciudad. ¿Cómo pudo entonces haber sido barrido por alrededor de 300.000 votos por un contendor a quien hasta hace pocas semanas sólo se le reconocía una gran simpatía?
Aunque no existe una explicación única, sí hay una serie de elementos que por lo menos en parte aclaran ese colapso y sobre los cuales hay un consenso. Son los siguientes:

1. Exceso de confianza
 
Prácticamente nadie pensó que Peñalosa pudiera perder. Había salido de su alcaldía con el nivel de popularidad más alto de la historia y su gestión había sido considerada faraónica en el sentido positivo de la palabra. Perdió al igual que Antanas Mockus su elección al Senado. Pero esta derrota fue interpretada más como el desconocimiento del nuevo sistema electoral con umbral, voto preferente y otra serie de novedades que favorecían a los partidos en detrimento de los prestigios individuales. Ese revés, si bien aplazaba sus posibilidades presidenciales, no fue visto como un obstáculo para que su regreso a la Alcaldía fuera un camino de rosas.

Antes de que Samuel Moreno derrotara a María Emma Mejía en la consulta cerrada del Polo, la ventaja de Peñalosa en las encuestas era abrumadora. Tenía alrededor de la mitad de la votación total, frente a tres o cuatro que se repartían la otra mitad. Ante un resultado así, el ex alcalde quiso volver a su antiguo cargo sin compromisos políticos. En otras palabras, si podía ganar solo, no tenía por qué buscar apoyos externos ni hacer transacciones con los innumerables intereses del Distrito. Si a este análisis racional se le suma su ya legendaria arrogancia, se estaba engendrando una bola de nieve en su contra. Si bien aceptó macroapoyos como el del Partido Liberal, Cambio Radical y La U despreció a los líderes a nivel de base por considerarlos micro. Centenares de voluntarios y docenas de dirigentes que quisieron montarse en el TransMilenio de la victoria se sintieron maltratados. En la política todos los coroneles tienen ego de generales. Y no sólo son orgullosos, sino oportunistas y a medida que cambian las encuestas se van a donde alguien que los consienta.

2. Pisó muchos callos

Otro ingrediente en la derrota de Peñalosa es que él fue un gran reformador, y los grandes reformadores siempre pisan muchos callos. La defensa del interés público requiere pasar por encima de un sinnúmero de intereses particulares. Como decía Armando Montenegro en su columna de El Espectador, “la historia muestra una y otra vez que poderosos grupos sociales no perdonan a quienes transforman las instituciones y los comportamientos sociales(...) La creación de una empresa pública para hacer vivienda social desplaza a quienes se lucran de las urbanizaciones piratas. Los colegios en concesión para los pobres, de buena calidad, irritan a quienes hacen política con la educación pública. La posibilidad del ascenso definitivo del TransMilenio amenaza a las mafias que durante décadas han manejado el transporte y la política de la ciudad”. A esto se suman contratistas resentidos, comerciantes afectados por falta de parqueaderos y hasta amas de casa que se sienten ‘bolardeadas’ porque tienen que dejar sus carros lejos, y lidiar con paquetes y niños. Y como si esto fuera poco, mil y pico de socios del Country Club influyentes y con multiplicador despotricando sin cesar contra él.
Sin duda, Peñalosa hizo muchas cosas: megabibliotecas, alamedas, ciudadelas de metro vivienda, tanques de agua, TransMilenio, entre otras. Todo esto benefició más a los estratos bajos que a los altos y sin embargo, nunca se pudo quitar el mote de yuppy solidario con los privilegiados. En otras palabras, a Enrique Peñalosa le tocó palo porque bogas y palo porque no bogas.

3. Una campaña responsable

Como Peñalosa conoce como pocos la problemática de la ciudad, sabe qué es viable y qué no. Su actitud realista produjo una campaña responsable pero poco taquillera. Samuel Moreno, que ni domina ni tiene por qué dominar el terreno que le va a tocar gobernar, podía darse el lujo de vender ilusiones. A Peñalosa le tocó el papel de aguafiestas. En cierta forma se repitió el mano a mano entre Belisario Betancur y Alfonso López Michelsen en 1982. El candidato conservador utilizó como bandera el ofrecimiento de casa sin cuota inicial que entusiasmó al electorado. El candidato liberal, quien como Peñalosa había gobernado, sabía que esto era imposible, como efectivamente sucedió. Sin embargo, ante el negativismo de López, los asesores de Betancur produjeron el lema ‘Sí se puede’, que le dio el triunfo.

Algo parecido le sucedió a Peñalosa, principalmente con la propuesta de Samuel Moreno del metro. Todo el mundo desea esta modalidad de transporte, pero es casi seguro que no será una realidad porque su financiación no depende del Distrito sino de la Nación. Teniendo en cuenta que el Ministro de Hacienda ya ha manifestado que no dispone de esos recursos y que el Presidente ha mostrado poca inclinación por impulsar la carrera de Samuel, es de anticiparse que el proyecto se quedará en estudios de factibilidad.
Al contrario de Samuel, Peñalosa pedía sacrificio y llegó al extremo de anunciar lo que ningún político debe anunciar antes de su elección: nuevos peajes y más impuestos.

4. La guerra sucia

En esta elección se vio más guerra sucia que en las anteriores. Peñalosa considera que fue objeto de campañas negativas que lo perjudicaron. Cuentos de bodegas con taxis y cierres de comedores comunitarios lo posicionaron como un candidato de los ricos. Por su parte, Moreno se considera aun más víctima de las calumnias que su adversario. Para comenzar, Peñalosa trató de desprestigiarlo al presentarlo como un producto del ‘samperismo’. Sin embargo, para el bogotano del común la guerra sucia fue unilateral y en contra de Samuel. Más tarde, algunos medios estuvieron abiertamente sesgados en su contra. Esto fue evidente en la dimensión que le dieron a su gazapo ante la pregunta de Mockus sobre la compra de votos. Cualquiera de los otros candidatos habría contestado en forma similar, pues más que una pregunta, se trataba de una celada intelectual mockusiana.

Algo parecido sucedió con la desempolvada de una entrevista que le hizo Paulo Laserna a Samuel Moreno hace 15 años, en la cual este último daba la impresión de que simpatizaba con las dictaduras y que no descartaba que los partidos tuvieran en ocasiones que recurrir a brazos armados. Esa frase daba pie para ser interpretada como un apoyo a las vías de hecho. Sin embargo, se había realizado en un contexto diferente y lo que Samuel estaba haciendo era defender la gestión de su abuelo y reivindicar el supuesto triunfo electoral de éste en 1970 que, según la Anapo, les fue robado con la elección de Misael Pastrana. También se dramatizó el hecho de que en la página web de las Farc se hubiera reproducido un artículo del periódico Voz, que defendía a Samuel de su metida de pata ante la pregunta de Mockus.

Pero tal vez lo que más impacto causó fue la actitud del Presidente de la República. Este recogió el cuento de la compra de votos y el supuesto apoyo de las Farc para dedicar tres días seguidos a pedirles a los electores que no votaran por candidatos que tuvieran este perfil, en clara referencia a Samuel, aunque nunca lo mencionó. Todos estos elementos le dieron a la campaña contra Moreno una dimensión de manguala que acabó por generar solidaridad a su favor.