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El coletazo

La crisis de Venezuela sacude a Colombia: caída en exportaciones, carteras morosas, empresas quebradas, subida del dólar. ¿Qué sigue?

7 de marzo de 2003

El martes 21 de enero los venezolanos recibieron una noticia que los dejó atónitos. El ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega, suspendió la venta de divisas por cinco días hábiles en espera de que se pusiera en práctica un nuevo régimen cambiario. Se trataba, según Nóbrega, de un intento por contener la depreciación del bolívar, que en lo que va corrido del año llega a 35 por ciento.

La medida reflejó la magnitud de la crisis cambiaria que afecta a Venezuela. Y puso sobre el tapete la amenaza que esta situación representa para los empresarios colombianos. La devaluación del bolívar encarece los productos nacionales en ese país y conduce a la larga a una pérdida de participación en el mercado venezolano.

Son muchos los exportadores colombianos que se están sintiendo directamente afectados por lo que ocurre en el patio del vecino. Sectores como el automotor, textil, confecciones, artículos de papel y cartón, transporte, materiales para construcción, alimentos y grasas son algunos de los más golpeados. Se trata, al fin y al cabo, de un comercio bilateral en el que se intercambian, o intercambiaban, mejor, unos 2.600 productos por un valor de 2.700 millones de dólares cada año.

Durante los 53 días de paro las ventas colombianas hacia ese país han disminuido en 40 por ciento. En plata blanca, los exportadores nacionales han dejado de facturar entre 200 y 300 millones de dólares. La caída en el flujo de divisas ha terminado por presionar el precio del dólar en Colombia a tal punto que, el viernes de la semana pasada, alcanzó 2.948 pesos, el punto más alto de su historia.

Las perspectivas futuras no son nada halagüeñas. La decisión del gobierno de Venezuela de suspender por cinco días las operaciones cambiarias desembocará, muy seguramente, en el establecimiento de un régimen de control de cambios similar al que estableció el gobierno de Rafael Caldera a mediados de la década del 90. La idea con este mecanismo es que el Banco Central de ese país tenga el monopolio de las divisas y pueda contener la caída en las reservas internacionales, que disminuyen a una tasa de 1.500 millones de dólares mensuales, según cálculos de la Corporación Andina de Fomento (CAF).

Hace siete años, cuando Venezuela adoptó la medida, Colombia la enfrentó con relativo éxito al utilizar un esquema de pagos de crédito recíproco. Este mecanismo lleva las importaciones y exportaciones entre dos países a una cuenta de compensación, una especie de cruce de cuentas en el que sólo hay movimiento de divisas por el saldo. "Lo mejor para todos sería repetir el mismo esquema de esa época. Es una figura que permite tener un gran volumen de comercio con una mínima cantidad de divisas", dice Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores (Analdex).

Pero la gravedad del asunto en materia de control de cambios no sólo se limita al futuro de las exportaciones colombianas. También afecta los pagos pendientes de ventas ya realizadas que todavía se adeudan. "Para la mayoría de empresarios el problema no será tanto vender, sino más bien cobrar", asegura el presidente de una importante ensambladora de carros, quien prefirió no revelar su nombre. La cartera que tienen muchas empresas colombianas en Venezuela es considerable y ahora se verá afectada por la devaluación que transcurra desde el momento en que se expidió la factura hasta cuando se efectúe el pago.

En río revuelto?

Pero los riesgos para las empresas colombianas no paran ahí. Las relaciones entre el sector privado colombiano y su contraparte en Venezuela atraviesan por uno de los peores momentos.

Los gremios venezolanos acusan a sus colegas colombianos de sacar partido de la actual situación de Venezuela y atender pedidos de Chávez para el suministro de combustibles y de alimentos. En una carta firmada por las principales asociaciones industriales de ese país señalan que "de continuarse estas operaciones comerciales estaría gestándose un acto inamistoso para el futuro del comercio y de la integración binacional". Para rematar el presidente, Hugo Chávez, exoneró de aranceles las importaciones de algunos alimentos que hacen parte de la canasta familiar dado el desabastecimiento del mercado venezolano. "Toda esta situación, además de afectar el proceso de integración andina, propicia el contrabando de bienes hacia terceros países, como Colombia, vía Venezuela", señala el presidente de la junta directiva de la Cámara de Comercio Colombo-Venezolana, Rafael Mendoza.

Lo cierto es que hoy por hoy la mayoría de productos que están ingresando a Venezuela lo están haciendo ilegalmente a través del comercio informal en la frontera con Cúcuta. "Me cuentan que en Caracas se está consiguiendo cerveza Aguila y gaseosa Postobón -productos que normalmente no se exportan- a un precio de 7.000 pesos la botella", dice José Abril, director encargado de la oficina de Proexport en Venezuela.

En Colombia la situación económica de Venezuela, además de causar temor entre los inversionistas y exportadores, desvela también a las autoridades monetarias y financieras del país. Al fin y al cabo, después de Estados Unidos, Venezuela es el principal destino de las exportaciones nacionales. Solamente entre enero y agosto del año pasado se vendieron casi 800 millones de dólares en ese mercado. Las inversiones de colombianos en Venezuela fluctúan entre 50 y 80 millones de dólares anuales. Y los giros de los expatriados colombianos en ese país, junto con el comercio de las fronteras, pueden sumar otros 1.300 millones de dólares al año, según cálculos de la oficina de Proexport en Caracas.

De ahí que la perspectiva económica venezolana y la evolución de la política sean, quizá como nunca antes, vitales para los intereses económicos colombianos.

En ese sentido los analistas proyectan dos escenarios posibles. El primero de ellos, el más optimista, es la llamada 'fórmula Carter', que consiste en llegar a un acuerdo para reanudar actividades el próximo 3 de febrero. Bajo este escenario se necesitarían 12 meses para restablecer la producción petrolera en tres millones de barriles diarios. Se tendría una caída del sector petrolero de 20 por ciento anual y una contracción del PIB venezolano de 10 por ciento.

El segundo escenario, el más probable, es el de un conflicto prolongado con un cese de actividades de manera intermitente. Bajo esta óptica el gobierno venezolano trataría de extraer al menos unos 850.000 barriles diarios de crudo, con lo que el sector petrolero acumularía una caída de 48 por ciento anual y la economía una de 23 por ciento. A corto plazo, está situación no desencadenaría en una de cesación de pagos en el exterior. Este año se vencen 5.000 millones de dólares de deuda pública venezolana, de los cuales 3.000 corresponden a deuda interna y apenas 2.000 millones a deuda externa. Venezuela tiene de sobra las divisas que necesita para pagar la deuda de este año.

En el mediano todo depende de lo que pase con Chávez y sus opositores y hasta qué punto el gobierno es capaz de controlar la fuga de capitales, que durante los últimos tres períodos es de 10.000 millones de dólares anuales. La lectura de la economía venezolana es compleja y la incertidumbre es grande. Por eso nadie de este lado de la frontera puede ser indiferente.