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Nt J. Colleta actualmente se desempeña como consultor para algunos gobiernos (incluyendo Indonesia y Filipinas) en asuntos de prevención de conflicto y reconstrucción del post-conflicto. | Foto: SEMANA

ENTREVISTA

“El conflicto en Colombia está cerca del punto de quiebre”

Nat J. Colleta, experto en construcción de paz del Banco Mundial, habló con Semana sobre las cosas que el país ha hecho bien en la reintegración de ex combatientes, pero también del camino que falta recorrer.

Alfonso Cuellar, editor jefe de SEMANA
8 de mayo de 2009

Nat J. Colleta es uno de los mayores expertos en las áreas de conflicto, construcción de paz y desarrollo en el mundo. Colletta fundó la Unidad de Post-Conflicto del Banco Mundial y actualmente se desempeña como consultor de varias organizaciones internacionales (incluyendo el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, UNDP y UNICEF) y algunos gobiernos (incluyendo Indonesia y Filipinas) en asuntos de prevención de conflicto y reconstrucción del post-conflicto. Colleta estuvo esta semana en el Congreso internacional sobre Desarme, Desmovilización y Reintegración que se celebró en Cartagena.
 
Semana habló con él sobre el futuro del proceso de integración y la paz en Colombia.

Usted acaba de realizar un estudio exploratorio sobre Colombia. ¿Qué encontró?

Estuvimos analizando el programa de reintegración en Bogotá, en Medellín y en algunas áreas rurales. Nos pareció interesante el énfasis en la consejería. Asumimos en general que lo único que necesitamos es enseñarles a estos ex combatientes herramientas productivas o técnicas pero en realidad hay gran variedad de habilidades básicas en la vida que damos por hechas, como por ejemplo cómo usar un banco, cómo llevar a cabo una entrevista laboral, que muchos de estos combatientes no tienen. Por eso nos parece tan atractivo este programa de habilidades. Es algo especial que está haciendo Colombia.
Comparado con lo que encontró cuando estuvo en Colombia con el Banco Mundial hace unos años, ¿qué cree que ha aprendido el gobierno colombiano?

Creo que está mucho mejor que hace algunos años. Se siente un país mucho más seguro. En cuanto al programa, lo que me parece verdaderamente interesante es el enfoque del gobierno, pues no sólo están mejorando la seguridad en esas áreas sino que están reestableciendo rápidamente el Estado, de manera particular el sistema de justicia y la estructura administrativa. No es sólo sobre seguridad sino también sobre justicia y desarrollo.

De manera comparativa eso es lo que hacen los talibanes cuando se toman un área. No sólo ofrecen seguridad, sino que establecen la ley y un sistema predecible legal y de justicia. A algunos puede no gustarles, pero es una contra-observación interesante. Lo importante es tener esta combinación: no sólo seguridad sino también la justicia y la administración de servicios básicos.

¿Cómo describiría el conflicto en Colombia dada su experiencia en Camboya, Ruanda y Somalia?

Creo que estamos ante un punto de quiebre. No quiero predecir un final rápido, pero ciertamente se están moviendo rápidamente en dirección a la resolución. Lo que sucede en Colombia es que el Estado está reclamando territorio que había cedido ya sea a las Farc o al ELN. Ahora han reestablecido la presencia del Estado en muchos lugares y aparentemente las tasas de deserción son bastante constantes y se están incrementando. Por eso están ante un punto de quiebre.

Usted ya mencionó en qué el gobierno colombiano está haciendo bien las cosas, pero ¿qué está haciendo mal o en cuáles aspectos se podría mejorar?

Es difícil tener los incentivos correctos, porque si uno lo mira desde un punto de vista económico el Estado tiene un competidor tremendo en la industria del narcotráfico. La gente puede ganar más plata en la industria de las drogas que siendo un microempresario o un agricultor.

Entonces, cuando la idea es atraer combatientes que estaban siendo remunerados de muy buena manera por su relación con la industria de las drogas, es difícil darles un incentivo con el que se pueda competir. Dicho esto, sin embargo, al final del día muchas de estas personas, aunque han recibido una remuneración alta, están cansadas de estar escapando y sobreviviendo y lo que quieren es volver a entrar a la legitimidad. Por eso están dispuestos a dejar parte de sus ingresos para tener un trabajo normal en una sociedad normal. Este es un reto especial para países como Colombia y Afganistán, que también tiene una inmensa industria de drogas.

¿Qué enseñanzas de sus estudios en países como Ruanda y Guatemala son aplicables a la situación en Colombia?

Algunos de los programas de reintegración económica que he visto en otros países podrían ser aplicables a Colombia. Una agro-industria a gran escala para emplear a ex combatientes convirtiéndolos en accionistas de la empresa.

Esto parece estar funcionando en Malasia. Allá lo introdujeron cuando tuvieron un conflicto racial entre los chinos y los malayos. Esto es algo en lo que Colombia debería pensar, especialmente en el sur donde hay un gran potencial industrial en la agricultura.

La forma en que los combatientes son contratados implica que no sólo están involucrados en la parte laboral sino que también reciben las utilidades de la agricultura.

Uno de los retos más grandes es tratar de convencer a las compañías para que contraten a estas personas. Cómo logra que la gente conviva con ex miembros de la guerrilla. Ellos dicen ‘usted va a secuestrar a mi familia’. ¿Cómo lo maneja?

Creo que los empleadores quieren saber un par de cosas. Acá es donde entran a jugar un papel las habilidades vitales. Ellos quieren saber si estas personas pueden funcionar como ciudadanos normales, que están funcionando con base en las emociones o el temperamento, que pueden resolver sus problemas pacíficamente, que pueden discutir, que pueden hacer una entrevista.

¿Cómo prepara a la sociedad civil para aceptar y perdonar a estas personas?

Primero, la suposición es que la población general no quiere olvidarlos, no quiere aceptarlos. Mi experiencia es que ayuda si ellos saben que han sido tratados de algún modo y que están siendo ayudados para que se normalicen y regresen a la sociedad.

¿Cómo trabajan con los mandos medios, que no son comandantes pero que lo habrían podido ser?

Hay que darles una oportunidad, una alternativa al crimen, eso es lo primero. Es como un alcohólico anónimo, tiene que tratarse de conversos exitosos, de personas que han pasado por todo el proceso. Hay que hacer que ellos pasen a la primera fila y convenzan a los otros.

Otro aspecto que funciona acá es la legitimidad. De verdad creo que al final del día subestimamos este concepto. Las personas quieren tener una vida en la legitimidad, han sido estigmatizados como criminales y eso cansa un poco. No es muy diferente a la mafia en Estados Unidos. Después de un tiempo quieren tener una vida normal. De esto me doy cuenta cuando pienso en la transformación de la mafia en Norteamérica, en los descendientes Italo-Norteamericanos, sus padres y sus abuelos habrían querido que hiciéramos eso, habrían querido que fuéramos legítimos.

En su experiencia, la gente querría ser legítima pero en Colombia las cifras varían en cuanto a la incidencia de las personas que se desmovilizan. ¿Cómo ha visto este problema en otras áreas que conoce?

Es un problema y es por eso que el Estado permanece cerca de estas personas por un tiempo. Por eso me gustan estos centros de servicio y de consejería pues ponen mucho esfuerzo en la dimensión sicosocial. Hay otras sociedades africanas en las que no tienen los recursos, no pueden seguir a estas personas, no pueden darles asesoría. Tienen suerte si los ve alguna vez un sicólogo.

Como en el ejemplo de alcohólicos anónimos, estas personas están en un proceso de transición y lo que más les ayuda es alguna red, apoyo social, personas en su misma categoría. Este es un concepto interesante porque mucha gente cree que es como una unidad rebelde.
 
Pero hay que mantener algún tipo de cohesión, se rompe el liderazgo si no quiere que vuelvan al crimen, pero se mantiene un poco de la cohesión para que se apoyen, apoyo sicosocial. Eso lo encontramos en el estudio reciente que hicimos, contrario al tratamiento convencional, ellos acostumbraban a romper la cohesión, la estructura del comandante, pero no la red de apoyo, al menos en la transición.

¿Cuál debe ser la mezcla ideal entre justicia e impunidad? ¿Cómo ha sido su experiencia y cómo cree que el sistema colombiano lo ha logrado con la desmovilización de los paramilitares y la deserción de las Farc?

Tiene que haber una forma de decir la verdad y de reparación, al menos una forma de transición.

En Camboya están siendo juzgados en un tribunal internacional que está basado en Camboya y cuyos jueces son tres camboyanos y dos extranjeros. Pero eso no es para todo el mundo, eso es para la transición. Hay verdad, hay justicia, le están devolviendo a la sociedad algunas de las cosas que hicieron.

¿Cómo se puede conseguir la paz y la justicia sin impunidad?
 
Se manda la señal equivocada cuando la gente puede quedar impune con estas cosas. Créame, cada lugar debe afrontar el mismo problema. Esto no es un caso solo de Colombia. ¿Cómo logra que el ejército de resistencia se vincule? Cuando el hombre fuerte y los comandantes dicen ‘entramos si a) no nos juzgan, b)nos dan una forma de vivir c) nos dan un lugar seguro para vivir y nos dan seguridad’. Están pidiendo cosas normales.

Uno de los más recientes artículos que escribió es sobre seguridad en la posguerra, la preocupación por programas adicionales, desarme y desmovilización, que no estaba tan convencido de que estaban funcionando bien. ¿Podría darme unas conclusiones sobre su escrito?

En el escrito básicamente argumento que debemos: a) pensar en entender si son correctas las condiciones en la economía política y social antes de sacar otra vez a las personas y b) tenemos que comprar tiempo y espacio hasta que sea correcto y entonces tendremos que crear un programa de estabilización interna.

Como en Sudáfrica, cuando ellos estaban por absorber a estos combatientes del ANC al final del Apartheid que estaban en los ejércitos de rebelión, el ejército del ANC. ¿Qué hicieron con estas personas? Regresarlas a la economía, pero no había economía. Crearon un grupo especial que estaba en el ministerio de defensa, algunos pensaron que debía haber estado en el ministerio del trabajo, por el núcleo del desarrollo de Sudáfrica. Y pusieron a estas personas allá y les dieron capacitación, mantuvieron la cohesión y los controlaron. Lo que no hicieron fue simplemente botarlos a la sociedad, esperando que lo lograran. Esto es lo que podemos llamar una medida de estabilización interna.

¿Dónde lo pondría en práctica en Colombia?

Definitivamente lo pensaría en lo agroindustrial que ya le he mencionado, donde básicamente se les convierte en accionistas para que no crean simplemente que son explotados sino para que vean los resultados de tener una participación en la industria. De pronto crearía algún tipo de servicios de desarrollo social en algún tipo de capacitación vocacional y capacitación para habilidades vitales, de pronto en el ministerio del Trabajo. Cuando a la gente le pagan y sólo llevan un arma y recibiendo respeto, no es fácil darles una pala.

¿Vería esto, por ejemplo, en Putumayo?

Definitivamente.