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Según el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, aunque el crecimiento del primer trimestre suene bajo es sobresaliente, teniendo en cuenta el choque recibido por la caída del precio del petróleo. | Foto: Daniel Reina

CRECIMIENTO

Crecimiento de Colombia pasó de 6,5 % a 2,8 %

Aunque se trata del primer trimestre del año, el PIB refleja el desaliento en materia económica. Cada vez se ve más inevitable una reforma tributaria.

13 de junio de 2015

Un aire de pesimismo se respira en materia económica. Los empresarios están molestos por la carga tributaria que recae sobre ellos, los analistas muy preocupados por la situación fiscal del país y los comerciantes y consumidores desanimados, según dice la más reciente encuesta de confianza de Fedesarrollo.

Para acabar de completar el panorama, el viernes se conoció el informe sobre crecimiento correspondiente al primer trimestre de 2015, y la cifra mostró que la desaceleración de la economía se ha profundizado. El producto interno bruto (PIB) varió 2,8 %, menos de la mitad de la cifra alcanzada en igual periodo de 2014, cuando se había expandido 6,5 %. Cabe anotar que el primer trimestre del año pasado fue excepcional y marcó el fin de un ciclo boyante. Frente al periodo inmediatamente anterior (octubre-diciembre) la economía avanzó entre enero y marzo 0,8 %.

Ya nadie ve posible un crecimiento por encima del 4 % para 2015, como pensaban algunos, hace ocho meses. Todos los analistas privados han revisado a la baja sus pronósticos, incluido el FMI, la Ocde y el Banco de la República. Las nuevas proyecciones se sitúan entre 3 y 3,4 %. Algunos expertos internacionales son algo más pesimistas, pues incluso vaticinan una tasa inferior al 3 % este año. El gobierno es el más optimista, pues acaba de fijar su meta en 3,6 %.

Ahora bien, crecer al 3 % no es, ni mucho menos, una debacle. De hecho Colombia es la segunda economía –después de Perú– más dinámica en América Latina. El asunto es que esta desaceleración tiene impactos significativos en lo social y en lo fiscal. De entrada significa menor recaudo de impuestos. De hecho, Anif estima que este año caerán en términos absolutos, frente a 2014. Pero también el menor ritmo de crecimiento retrasa el cumplimiento de los objetivos sociales trazados por el gobierno. Por ejemplo, sería difícil aproximarse a la tasa de desempleo a la que aspira el Plan de Desarrollo de 7,6 % para cuando termine el actual mandato. Anif cree que se estancaría en 9,1 %.

El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, usa un símil para describir lo que está aconteciendo en materia económica. Afirma que durante la última década, América Latina estuvo en la cresta de la ola, que iba ganando fuerza y tamaño gracias a la liquidez mundial y a los precios de los commodities. Todos los países iban al mismo ritmo hasta que la ola reventó y tuvieron que ponerse a nadar a la velocidad que les daban sus propias fuerzas. En estas, dice, a Colombia le ha ido mejor que a otros, porque no lleva sobrepeso (no tiene una alta deuda); tiene sentido de orientación (una meta clara que le da la regla fiscal) y tiene un buen flotador (gracias a la tasa de cambio flexible).

El ministro sostiene que dada la magnitud del choque petrolero es sobresaliente el desempeño de Colombia. “Nos pone de punteros en América Latina. Así parezca baja la cifra del primer trimestre, es la mejor dentro de los países de la región”, dice.

Esto que es cierto no cambia en nada la sensación de pesimismo que hay en el ambiente y la preocupación de los expertos, para quienes la situación no es tan color de rosa como la presenta el ministro.

El exgerente del Banco de la República Miguel Urrutia le dijo al diario La República que si fuera ministro de Hacienda sería más realista y no pintaría las cosas diferentes a las reales. Y las reales, según su opinión, es que la economía está pasando por un momento más difícil de lo que mucha gente preveía hace ocho meses. Pero, como es imaginable, no existe un ministro de Hacienda pesimista o demasiado realista.

Riesgos en el horizonte

Más allá del dato puntual de crecimiento, la mayor inquietud de los analistas está en los frentes fiscal y externo. Con respecto a este último hay que decir que la caída de las exportaciones es grave (disminuyeron 30 % en el primer trimestre) principalmente por el efecto del petróleo. El problema es que las no tradicionales también están bajando (cayeron 13 %) cuando se esperaría una recuperación, gracias a la devaluación del peso. El inconveniente es que esto no es inmediato y las ventas a varios países de América Latina se están desplomando y las dirigidas a Estados Unidos y Europa no reaccionan a pesar de los TLC.

El déficit en la balanza comercial del país (esto significa que las importaciones superan las exportaciones) en el primer trimestre del año es el mayor desde que se lleva este registro. Aun cayendo las importaciones, Fedesarrollo estima que este déficit llegará a 4,1 % del PIB este año (unos 13.000 millones de dólares). Este saldo en rojo en el comercio internacional aumenta otra cifra muy importante en economía que es el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (incluye otros ingresos y egresos diferentes a exportaciones e importaciones) a un nivel del 6,5 % del PIB (cerca de 20.000 millones de dólares).

Este desbalance externo que se debería financiar con los flujos de capital que llegan por inversión extranjera directa (IED) ya no se ve fácil de cubrir en el corto plazo. La razón es que, precisamente, la inversión extranjera está cayendo debido a la crisis del sector petrolero, en donde se concentraban muchos de los flujos que venían entrando al país. Las inversiones externas de portafolio también descendieron.

La caída del petróleo está complicando las finanzas públicas. Cada dólar que baja el precio del crudo implica una reducción de 420.000 millones de pesos en el ingreso fiscal. Aunque en los últimos días el barril de petróleo ha estado por encima de los 60 dólares, el impacto sigue siendo enorme, pues hace un año estaba en 110 dólares. Y aunque la devaluación compensa en algo el bajón en el precio del crudo, pues los dólares se convierten en más pesos cuando llegan al país, también es cierto que la mayor tasa de cambio genera un impacto negativo en el servicio de la deuda. Esta se paga en dólares.

El gobierno reconoce que el déficit fiscal este año estará en 3 %, y no en 2,2 como dice la Regla Fiscal (norma que impone metas específicas en esta materia). Aunque el Ministerio de Hacienda ya venía trabajando sobre la base de un déficit de 2,8 % del PIB, ahora lo subió otro poco. Según el jefe de esta cartera, todo está dentro de lo permitido por dicha norma que da flexibilidad ante una caída del petróleo y un crecimiento económico por debajo del potencial. Para 2016, el gobierno reconoce que el déficit aumentará a 3,6 % del PIB.

Cabe anotar que, para muchos economistas, esta especie de camisa de fuerza es más positiva que negativa, pues le envía mensaje a los mercados internacionales de que el país tiene disciplina y responsabilidad fiscal, lo que se traduce en una mejor calificación de las agencias y un menor costo por la deuda externa, tanto para el gobierno como para las empresas.

Lo que advierten los analistas es que un desfase en las metas fiscales debe ser temporal, pues en el mediano plazo tiene que ajustarse. En este sentido, Anif y Fedesarrollo creen que el país tendrá que recurrir urgentemente a un aumento en el recaudo de impuestos, pues las otras opciones serían más deuda (lo que la Regla Fiscal limita) o más recorte del gasto (lo que todo el mundo sabe que es bastante difícil).

En un horizonte más allá de 2018, el panorama se complica más pues los impuestos temporales (sobretasa Cree, 4 por 1.000 y patrimonio) terminan su vigencia y se cae un ingreso muy importante. Fedesarrollo dice que de no hacerse nada, el faltante en 2020 para cumplir la Regla Fiscal será superior al 3 % del PIB.

Aunque el gobierno por ahora no quiere hablar de una reforma que aumente impuestos, por ser este un año electoral, todos saben que llegará el momento en que lo tendrá que hacer. Y como con la anterior reforma se le fue la mano con las empresas, el reto ahora será buscar otras fuentes. Hace una semana, el presidente Juan Manuel Santos dijo, en la inauguración de la planta embotelladora de Coca-Cola, que es el primero en reconocer que “las empresas que hoy están pagando sus impuestos ya llegaron a su máxima capacidad”.

Esto hace más clara la necesidad de adelantar la reforma estructural que analiza la comisión de expertos, que estudia un sistema tributario más equitativo y competitivo. Las opciones que comienzan a barajarse es echar mano del IVA o gravar los dividendos en el caso de las personas naturales. Cualquier opción se sabe que políticamente es muy complicada.

El ministro de Hacienda, antes de meterse en un proyecto de estas honduras, prefiere darle prioridad a controlar la evasión, lo que siempre es deseable pero es más fácil decirlo que hacerlo. Cárdenas dice que llevará el 20 de julio al Congreso una reforma al régimen de entidades sin ánimo de lucro para “cerrar el boquete a través del cual hay una gran fuga de impuestos”. Según sus cuentas, estas entidades tienen ingresos por 120 billones de pesos y aportan unos 200.000 millones.

Sin embargo, varios analistas dicen que el gobierno hace cuentas alegres con este recaudo. El monto de ingresos estimado cobija un universo muy amplio donde está incluido el sector salud y el sistema educativo. Nadie esperaría poner a tributar a fundaciones en estos renglones. Muchos están de acuerdo con meterle el diente a las cooperativas y a quienes abusan de la figuras de las entidades sin ánimo de lucro, pero lo cierto es que no habría un recaudo tan significativo. De hecho, el Ministerio de Hacienda dice que espera conseguir por esta vía medio punto del PIB, lo que sumado a un poco más de deuda interna, ayudaría a financiar el mayor déficit fiscal esperado en el cortísimo plazo.

En resumen, si bien el país está mejor que sus vecinos en materia económica, tampoco hay que relajarse, porque cuando se navega en un mar tan picado como el actual, nadie puede creerse a salvo.