Home

Nación

Artículo

La violencia es parte de la vida cotidiana de los habitantes de Aguablanca. Estos niños juegan a disparar con pistolas de madera. | Foto: Luis Murcia

JUDICIAL

El desafío del distrito de Aguablanca

En un sector deprimido de Cali hay fronteras invisibles, escuelas amenazadas y reclutamiento de niños.

8 de junio de 2013

A una de las víctimas le cortaron sus extremidades y luego quemaron el tronco. A otra sencillamente la arrojaron al monte y su cuerpo fue descubierto cuando un perro jugaba con una de las manos cercenadas.La tercera fue hallada en un matorral por los vecinos.

La Policía dice que son tres y la comunidad insiste en que son nueve los cuerpos desmembrados en el último mes, en uno de los sectores del barrio El Vallado, localizado en el distrito de Aguablanca, al oriente de Cali.

La cifra exacta no importa, ya que ese no ha sido el único hecho de violencia en Aguablanca, un sector vulnerable de Cali integrado por tres comunas (13, 14 y 15). Se calcula que allí vive el 30 por ciento de los 2.100.000 habitantes que tiene la ciudad y sus comunas figuran entre las más violentas.

Para no ir muy lejos, el 18 de mayo se presentó una masacre cuando varios hombres con armas de largo alcance atacaron a cuatro personas que departían en una esquina de la invasión Brisas Comuneros.

Semanas atrás ocurrió un atentado similar en el que murieron tres jóvenes. Y en la actualidad existe un ultimátum de desalojo para cientos de familias que se negaron a pagar extorsiones de 20.000 pesos mensuales. A los dueños de tiendas les cobran 200.000 pesos y se calcula que ya desocuparon una treintena de casas.

Las bandas criminales que llegaron de otras regiones encontraron en esas comunas de Cali el caldo de cultivo perfecto para afianzar sus tentáculos. 

Detrás de esos episodios criminales están protagonistas de siempre: Los Rastrojos, Los Urabeños y las Farc. Pero en este caso en particular las autoridades descubrieron alianzas perversas que cambiaron la dinámica del conflicto urbano. De grandes estructuras criminales, optaron por pequeñas pandillas, armadas hasta los dientes. Los tiroteos callejeros son tan comunes, que los niños juegan con fusiles de madera en las esquinas de sus barrios.

Un informe reciente de la Personería de Cali registra alrededor de 3.000 jóvenes reclutados en 150 pandillas regadas por 17 de las 22 comunas de la ciudad. Lo más delicado es que esos grupos se convirtieron en franquicias criminales con capacidad no solo para defender territorios, sino cometer delitos como el sicariato, la extorsión y el control del microtráfico.

En ese estudio se plantea que en al menos cinco comunas (1, 13, 14, 18 y 20) Los Rastrojos, Los Urabeños, La Empresa y la guerrilla están reclutando jóvenes. La Empresa, por ejemplo, es una banda criminal al servicio de Los Rastrojos en Buenaventura, pero tras la llegada de Los Urabeños al puerto, fueron diezmados y desterrados. La mayoría se esconde en Cali.

De otra investigación realizada por el Ejército se desprende que detrás del reclutamiento está el frente 30 de las Farc, que en asocio con La Empresa armó a los menores. Una fuente oficial precisó que por cada niño o joven enlistado, el intermediario se gana 400.000 pesos.

Ese informe coincide con versiones de la comunidad donde relatan que en las comunas 1 y 18 reclutan niños, mujeres y hombres para el frente 30 de las Farc “En los colegios públicos y privados se están acercando personas civiles en carros haciendo reclutamiento forzoso, para llevarse la gente a Buenaventura para las Farc, porque vieron que en los pueblos ya no pueden reclutar”, se lee en un documento confidencial al cual tuvo acceso SEMANA.

Esta revista visitó uno de los sectores vulnerables y pudo comprobar que las bandas implantaron un toque de queda ilegal, fijaron fronteras invisibles y cobran vacunas por todo. “Nos están matando y nadie se incomoda”, dijo una habitante del distrito donde están en guerra cuatro pandillas: Haitianos, Milor, Centro y Buenaventureños.

Ese régimen de terror ha llegado a niveles tan absurdos, que otra mujer lleva meses sin ver a su hijo porque él quedó al otro lado de la frontera invisible que impusieron los grupos. “No puede venir a visitarme y yo no puedo ir. Y si nos vemos en otro lugar lejano y nos descubren, pues nos matan, porque piensan que estamos filtrando información”, dijo desconsolada la mujer a SEMANA.

Las amenazas también llegaron a la pequeña escuela de primaria Gabriel García Márquez de El Vallado. Como en esa sede estudian los hijos de las familias de la invasión, uno de los grupos criminales les advirtió “si le abren la puerta a esos niños, les tiramos una granada”, relataron estudiantes.

Las extorsiones también se han multiplicado. Según denuncias de la propia comunidad, provienen de un grupo armado escondido en la zona. “Dicen que como ellos tienen enemigos en todas partes, no pueden salir, que se están muriendo de hambre y por eso nos culpan a nosotros y nos vacunan”, explicó una de las afectadas. 

La mujer es madre de tres hijos y el pasado 9 de mayo salió despavorida del distrito de Aguablanca porque amenazaron con matarle a su hijo de 4 años si no pagaba la vacuna, “a esa gente hay que creerle. Ellos desaparecen a los jóvenes, los matan, los pican y arrojan al río Cauca”. Ella tiene razones de sobra para correr. En los últimos siete meses le mataron a otro hijo, le dejaron inválido a un sobrino y su hija de 15 años fue herida en la cabeza con perdigones.

Esa guerra de pandillas ya deja una estela de sangre en la capital del Valle. El pasado 5 de marzo fueron asesinados tres payasos en Terrón Colorado (oeste de Cali) cuando llegaron al sector en busca de un terreno para instalar la carpa de su humilde circo, y por simple sospecha los mataron.
El personero Andrés Santamaría tiene tan claro el problema que ya pidió la intervención de las autoridades y el gobierno local. “La expectativa de vida de esos jóvenes no puede seguir siendo de 16 años. No alcanzan a conocer la cédula”, explicó, tras revelar que solo este año 50 menores de edad han perdido la vida en hechos violentos y 221 fueron asesinados en 2012. Ni hablar de las cifras de los que aparecen judicializados.

El alcalde de la ciudad, Rodrigo Guerrero, reconoció la gravedad del problema de violencia en Aguablanca, pero aclaró que ya entendieron la complejidad del tema y cambiaron la manera de combatir el fenómeno. “Por ejemplo, tanto Policía como Fiscalía están atacando esas pequeñas estructuras conocidas como pandillas, que se convirtieron en el vehículo que usan grandes organizaciones para delinquir”. 

Dijo además, que en el caso concreto de su administración, pusieron en marcha un proyecto que se llama ‘Colectivo de Oriente’, integrado por 20 organizaciones de base que tienen como misión involucrarse con los jóvenes que integran esas pandillas, “y desde adentro resolver sus problemas y alejarlos de la delincuencia a través de arte, danza, música”, conlcuyó.

Cada vez son más fuertes las evidencias de que en Cali opera una compleja red delincuencial que recluta niños, controla barrios y vende servicios criminales como cualquier franquicia. Y lo que ocurre en el distrito de Aguablanca es la fotografía de una triste realidad. Como dijo un policía de la zona, “aquí tenemos las favelas caleñas”.