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Según Corpamag unas 10 toneladas de peces aparecieron muertos en el complejo de la Ciénaga de Pajarales. | Foto: Archivo particular

MEDIO AMBIENTE

¿Quién responde por el desastre ambiental en la Ciénaga Grande de Santa Marta?

El Ministerio de Ambiente le pidió a la Gobernación de Magdalena declarar calamidad pública por la mortandad de peces. La Gobernación dice que no tiene recursos. Abogados aseguran que el presidente tiene esa facultad.

10 de agosto de 2016

La escena es devastadora: miles de peces muertos flotan en la Ciénaga de Pajarales, uno de los complejos de la Ciénaga Grande de Santa Marta, mientras los pescadores recorren el lugar recogiendo los restos. La falta de oxígeno en la laguna costera más grande y productiva del país provocó la muerte de 10 toneladas de peces el pasado viernes 5 de agosto. Y la crisis está lejos de terminar.

Lea: La Ciénaga Grande sigue muriendo

El hecho prendió las alarmas. El ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, viajó este martes a la región y desde allá le pidió a la gobernadora del Magdalena, Rosa Cotes, declarar la Ciénaga Grande zona de calamidad púbica. Pero todo parece indicar que su instrucción no se cumplirá tan fácil.

Una fuente cercana a la gobernación aseguró que están abordando el tema con “demasiada precaución, para protegerse de los órganos de control”. Esto significa que mientras reúnen todos los argumentos para la declaratoria, se perderá su sentido: atender la emergencia.

“Estamos revisando el tema en la oficina jurídica”, le dijo la gobernadora Rosa Cotes a Semana.com. Además aseguró que “el departamento no tiene recursos para realizar una intervención en la Ciénaga en este momento”, por lo que instó al gobierno a responder con cuánto dinero los va a apoyar.

Esa misma incertidumbre que expresa la gobernadora del Magdalena reina en los 14 municipios afectados por este desastre ambiental. Aunque el ideal sería que todos se declararan en calamidad púbica, sólo Concordia lo hizo y Sitio Nuevo está a punto de anunciarlo.  

El Ministerio de Ambiente dice que no tiene las facultades para hacer la declaratoria. Pero el abogado Rodrigo Negrete, asesor en políticas ambientales, aseguró que el presidente de la república sí tiene esa potestad. Según él, la ley 1523 del 2012 permite la “Declaratoria de Desastre o Calamidad Pública” cuando existan “eventos naturales o antropogénicos” que vulneren “las personas, los bienes, la infraestructura, los recursos ambientales”.

“No se puede pensar que la afectación es sólo en el Magdalena. Cuando en 1998 el gobierno propuso declarar este complejo como el primer humedal Ramsar de Colombia, estaba reconociendo su importancia internacional. Si alguien tiene que declarar una situación de desastre es el presidente”, señaló Negrete.

La falta de oxígeno provocó la mortandad masiva de peces. 

Quienes acompañaron al ministro Luis Gilberto Murillo al recorrido por la Ciénaga Grande esta semana aseguran que estaba “muy impactado” con la realidad que encontró. “Nos comentó que en el sobrevuelo lo impactó, sobre todo, el estado de los manglares y de la sedimentación de los cuerpos de agua”, aseguró Sandra Vilardy, profesora de la Universidad del Magdalena, una de las mayores expertas del país en el tema e integrante del Comité Interinstitucional para la gestión de la Ciénaga.

El ministro se reunió con los pescadores de los pueblos palafíticos de Buenavista y Nueva Venecia, los principales afectados por la mortandad de peces. “Con un gran dolor pero con mucha dignidad, le dijeron al Ministro que se quedaron sin alimento para sus hijos y sus mujeres, que la pesca se está acabando, que históricamente se han sentido abandonados”, aseguró Vilardy.

La salud de unas cinco mil personas que habitan estos poblados, está actualmente en riesgo por la contaminación causada por la mortandad de peces. Su atención sería una de las prioridades en la declaratoria de calamidad pública.

Para entender las dimensiones de este desastre ambiental, es necesario ir al origen del problema muchos años atrás. Como dice la experta Sandra Vilardy, “la mortandad de los peces es un síntoma de un proceso de deterioro crónico. Estamos en emergencia crítica y permanente desde hace cuatro años, y no se ha querido atender”.

La falta de oxígeno, que provocó la muerte masiva de peces, se explica por la disminución radical del agua dulce que ingresa a la Ciénaga. El equilibrio de este ecosistema, declarado también reserva de la biosfera por la Unesco en el 2000, depende de la cantidad de agua dulce y de agua salada que ingresa a él.

La sequía generada por el fenómeno del Niño, sumada a un sinfín de presiones de palmicultores, arroceros, bananeros y ganaderos, llevó a un proceso de salinización que está acabando con este importante ecosistema. Actualmente el nivel de salinidad llega hasta los 69 gramos de sal por litro, una cifra muy elevada si se tiene en cuenta que en el agua del mar es de 36 gramos de sal por litro.

La importancia de este ecosistema, que se extiende por 4.900 kilómetros cuadrados y cuenta con dos áreas protegidas (la Vía Parque Isla de Salamanca y el Santuario de Fauna y Flora Ciénaga Grande de Santa Marta), es invaluable.

Es considerado el riñón del país, porque se encarga de depurar las aguas del río Magdalena en su desembocadura. Pero además, es fundamental en la economía de la región: unas 15.000 familias dependen del pescado que se reproduce allí. Es considerada la fábrica que más empleo genera en Magdalena.

Pero nada se eso ha valido para protegerlo. En los últimos meses expertos han advertido el riesgo que representa la construcción de la doble calzada Ciénaga Barranquilla y la Vía de la Prosperidad (que todavía no cuenta con licencia ambiental), sin que haya un plan especial para proteger los humedales. Estas obras se sumarían a las afectaciones históricas.

Hace un año y medio el escándalo corría por cuenta de 27 kilómetros de diques ilegales, que estaba construyendo una empresa ganadera para robarle tierra al complejo de humedales.

También ha sido noticia nacional el desvío de ríos que bajan de la Sierra Nevada por parte de palmeros, bananeros y arroceros, para alimentar sus cultivos. A eso se suma la sobreexplotación pesquera, provocada por los mismos pescadores de la región que han recurrido a artes de pesca muy dañinas, empujados por la escasez y la pobreza.

Bananeros y palmicultores desvían los ríos, caños y quebradas para uso propio, impidiendo que siga su curso aguas abajo a la Ciénaga. Foto Tadeo Martínez / Revista Semana

Hoy fue la mortandad de peces la que prendió la alerta. Pero en el pasado las víctimas han sido otras. Según Sandra Vilardy en la Ciénaga Grande de Santa Marta se produjo “la segunda pérdida de manglar más grande del planeta (después de Vietnam)”.

Entre 1956 y 1990, pasó de tener 50.000 hectáreas de bosque de manglar a 30.000. Uno de los factores principales fue la construcción de la carretera Ciénaga-Barranquilla a finales de los años 50, que bloqueó casi por completo la comunicación entre la ciénaga y el mar Caribe.

Sandra Vilardy afirma que en Buenavista y Nueva Venecia la gente se está quejando de rasquiña en la piel y en los ojos, y de problemas gastrointestinales, relacionados con la contaminación por la materia orgánica descompuesta.

Pero no se hace nada porque no existe una declaratoria de emergencia. Ni siquiera se ha recogido la totalidad de los peces muertos. Y mientras todas las instancias se chutan el balón (gobernación, Minambiente, Corpomag), los pescadores y sus familias siguen esperando una salida a esta crisis.