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| Foto: Juan Carlos Martinez

CRÓNICA

El drama de la calle 74

Diversas vivencias fueron las que experimentaron los comerciantes de la calle 74 con Avenida Caracas, tras el atentado al exministro del Interior Fernando Londoño. SEMANA.COM recrea algunas de ellas.

Katherine Saavedra Ceballos
15 de mayo de 2012

Son las 11:51 de la mañana, decenas de personas corren en direcciones opuestas, unos tratando de huir, mientras otros buscan información de lo sucedido. Blanca Gómez, una anciana de unos 76 años, se encuentra sentada dentro de los almacenes ubicados en la Avenida Caracas, a una cuadra de donde estalló la bomba. Ella, con manos temblorosas, mirada fija y lágrimas en sus ojos alcanza a comentar: "Estoy tan nerviosa que es poco lo que puedo decir. Sólo sé que yo estaba hospedada en la casa de mi amiga cuando pasó lo de la bomba, ahí todo quedó vuelto nada".

Su hijo, Leonardo Velandia Gómez, igual de afligido y nervioso, pero con más claridad de lo ocurrido agrega "yo estaba con mi mamá y con una amiga, y les propuse que nos quedáramos en la casa para hacer el almuerzo. Cuando ocurrió la explosión estábamos en la cocina de espaldas a la calle. Vidrios, humo, sangre, partes de cuerpos por todo lado, la gente saliendo del bus por las ventanas o cómo pudiera. La escena era impresionante".

Sobre las aceras abundan vidrios rotos, todos de los almacenes aledaños, los cuales optaron por cerrar sus puertas para no ser victimas de ladrones o de otro evento similar.
 
En la esquina, diagonal a la estación de la Calle 76 de Trasmilenio, una gran mancha de sangre seca obliga a los curiosos a bajarse del andén mientras miran perplejos esa evidencia, una de las tantas que dejó la bomba que explotó hacia las 11:00 de la mañana.

La zona está acordonada por una cinta amarilla, un carro del CTI y cinco busetas de la Policía que impiden tener detalles de los hechos. Solo se alcanzan a apreciar los carros y esqueleto del bus: unos metales quemados y retorcidos, ubicados a un costado de Ferricentro, un almacén de cinco pisos, que con sus vidrios rotos y algunos escombros figura dentro de los más afectados.

A la buseta se le suman ocho automóviles que con sus carrocerías hundidas, puertas averiadas y vidrios agrietados, evidencian la distribución que tenían al momento de la explosión, cuando se encontraban estacionados en el semáforo de la calle 74 con Avenida Caracas.

Para los vecinos no hay una explicación clara sobre las causas de la explosión, lo que reina son los rumores "unos creen que es por el TLC, otros que era una caravana que estaba pasando, porque el carro que estaba al lado de la buseta era de unos de los escoltas de un político" dijo una de las vendedoras de la zona.

Manuel Fernando Muñoz, un vendedor ambulante que ubica su carro de golosinas diagonal a Ferricentro, ahora está acorralado a un lado de las edificaciones, consternado por haber sido testigo de lo ocurrido. "Yo vendo en esta esquina y el semáforo estaba en rojo cuando sentí la explosión, vi que la gente salía del bus como fuera, se tiraba por las ventanas y habían otros alrededor que estaban tendidos en el piso".

"Nosotras solo sentimos la explosión, la tierra tembló, los bombillos de la peluquería cayeron al piso, todo quedó lleno de tierra, la gente corría, eso fue horrible" comentó Sandra Cifuentes, una de las esteticistas que trabaja en un local pasando la vía del Trasmilenio, a ella se unió una de sus colegas, Amparo Rodríguez, quien describió que después del estallido les dijeron que había otra bomba en el lugar. "Yo fui hasta allá y vi las partes de las personas regadas, la sangre, eso fue horrible. Pero la Policía nos dijo que debíamos irnos porque había otra bomba. Entonces todos salimos corriendo, yo vine para acá y cerramos en el negocio".

Otro de los comerciantes del lugar barre el polvo y los vidrios que quedaron dentro de su almacén de fabricación de uniformes hospitalarios. Él no quiere hablar, así que prefiere que dos de sus funcionarias lo hagan. Nidia, angustiada, y Milena, con su saco ensangrentado, comentan lo que vieron: "nosotros estábamos trabajando en el segundo piso del negocio y cuando sentimos la explosión, inmediatamente cerramos el negocio y salimos a auxiliar a la gente de la buseta. Al llegar ahí lo único que veíamos eran heridos". "Había niñas y señoras ensangrentadas, los ayudábamos a salir del lugar, también vimos al conductor ya caído y la gente gritaba. Estaban muy asustados".

A pesar de los duros hechos que los comerciantes y transeúntes del lugar tuvieron que experimentar, la mayoría de ellos aseguran que desean seguir trabajando "porque sí dejáramos de hacerlo, eso les daría la razón a los terroristas y así no puede ser".