Home

Nación

Artículo

EL DRAMA CORDOBES

Los ganaderos de la región están tratando de no recurrir a la fórmula paramilitar, pero la situación se está volviendo insostenible .

27 de febrero de 1989

"Estamos dispuestos, señor Presidente, incluso a renunciar a esa legítima defensa colectiva usada en otras regiones con reconocido éxito". La escalofriante frase de los ganaderos de Córdoba, contenida en una carta al presidente Virgilio Barco en la que hacían una descarnada radiografía de la situación que vive ese departamento, no era otra cosa que un tácito reconocimiento de la supuesta legitimidad de los grupos paramilitares y la justicia privada, por parte de quienes le pedían al gobierno que el Ejército y la Policía los prótejan, efectivamente, del asedio guerrillero y de sus modalidades más dramáticas: el boleteo y el secuestro.

El mensaje se convirtió inmediatamente en el abrebocas de un debate en el que habrían de terciar, aparte de los ganaderos cordobeses, el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, José Raimundo Sojo Zambrano, y los ministros de Defensa, Manuel Jaime Guerrero Paz, y de gobierno, César Gaviria. "Cuando el Ejército sabe que hay un foco de violencia, al intentar llegar a él, casi a propósito, toma el camino equivocado", dijo el presidente de Fedegán en uno de los pronunciamientos más duros de un gremio nacional sobre la actuación de las Fuerzas Armadas, en los últimos años. "No se sabe qué sorprende más: si la evidencia de la desinformación sobre el particular o el alcance del mal que con tan injustos y destructivos pronunciamientos se causa al país y a la moral de las Fuerzas Armadas", replicó el ministro de Defensa en tono no menos airado, en una carta en la que detalla, día por día, las acciones militares en ese departamento. El ministro de Gobierno también metió baza en el asunto, tratando, como suele hacerlo, de bajarle el tono a la agria discusión, pero defendiendo la labor de los militares: "Es injusta la aseveración que se ha hecho recaer en las Fuerzas Armadas sobre su inactividad".

Pero más allá de los enérgicos pronunciamientos de uno y otro lado, la verdad es que el cruce de cartas y declaraciones ponia de presente un hecho concreto: el drama cordobés.
En ese departamento costeño la guerrilla ha impuesto su propia ley. Hoy la disyuntiva para los ganaderos de la región está entre las amenazas que les hace la guerrilla si no pagan la vacuna y las amenazas de los paramilitares si la pagan.

LAS VACAS FLACAS
Lo primero que impresiona al visitante que llega a Córdoba, a donde SEMANA viajó para observar de cerca la grave situación sólo comparable a la de regiones como su vecina Urabá o el Magdalena Medio, es que los ganaderos cordobeses, lejos de parecer prósperos hacendados y terratenientes en vias de expansión, dan la apariencia de estar más bien arruinados y en franca decadencia, como si una peste arrasadora hubiera devastado sus hatos. Casi todos son hombres sesentones de lentes gruesos y voz enronquecida. Prácticamente ninguno muestra la tranquilidad del viejo que llega a la última etapa de la vida a disfrutar de la renta, después de décadas de trabajo. La amargura de muchos que no pueden volver a sus fincas o, lo que es peor, la de quienes han visto morir a un pariente cercano que trató de resistirse al secuestro, se refleja en muchos de ellos.

Pero la peste que los ha azotado en los últimos 15 ó 20 años nada tiene que ver con la salud de sus reses. La peste que los está aniquilando se llama violencia y, más exactamente, se llama guerrilla. Las historias sobre la forma como ésta (en su variada gama de FARC, EPL y ELN) ha evolucionado-si cabe esta palabra-de algunas prácticas más bien tímidas de boleteo a principios de la década pasada, a la más inclemente extorsión, al secuestro o al asesinato cuando todo lo anterior falla. "A mí comenzaron a boletearme desde 1969. Pero en esa época incluso se podía negociar con la guerrilla y explicarle a esa gente que uno no tenía la cantidad que exigían. Pero ahora tiene que ser la suma que ellos pidan o si no matan al administrador, lo matan a uno, o, como les ha dado por hacer en los últimos tiempos, matan las reses y queman las fincas", cuenta un ganadero que afirma que no puede vender como pretenden algunos, porque no sabe hacer nada más en la vida.

Una situación similar ha llevado a muchos ganaderos en otras regiones a organizar grupos de autodefensa y justicia privada, cuya justificación parece por momentos clara ante el azote guerrillero, pero cuyas aterradoras consecuencias también parecen cada vez más claras después de las masacres de los últimos meses. Estas organizaciones no han proliferado tanto en Córdoba. Aunque es evidente que existen y que son tan sanguinarias como las del Magdalena Medio -como lo demostró la matanza de El Tomate-, estos grupos son más el resultado de la aparición en la sabana cordobesa de los nuevos ricos del agro, los narcotraficantes, que de la organización de los ganaderos tradicionales en un frente unido. Entre estos últimos, algunos han optado por colaborar con aquellos. Pero la mayoría, aunque ha llegado a calcular cuánto vale organizar un grupo de defensa privada, no se ha atrevido a dar el salto al paramilitarismo.
"¿ Quién no ha pensado algún día en matar a su enemigo? Todos lo hemos --pensado-dice un ganadero del norte del departamento. Todo el que tiene un enemigo quiere que un día desaparezca, pero hay quienes definitivamente no podemos matar ni mandar matar".

Pero si el fenómeno del paramilitarismo no ha logrado prender del todo en Córdoba, como lo ha hecho en otras regiones del país, sí ha aparecido uno peor: el paraguerrillerismo.
Este consiste en grupos de delincuentes comunes que han optado por hacer causa común con los guerrilleros para poder actuar tranquilamente. Si antes la guerrilla castigaba e incluso "ajusticiaba" a los abigeos y boleteadores que utilizaban su nombre para cometer fechorías, ahora, ante la cada vez más fuerte negativa de los ganaderos a pagar las vacunas, los delincuentes comunes son utilizados por los subversivos como intermediarios en el cobro. El proceso de lumpenización de los grupos guerrilleros de la región (FARC, EPL y ELN) ha dado lugar a una peligrosa convivencia de los otrora románticos revolucionarios con la tipica delincuencia común, que ha sabido aprovechar las coyunturas de diálogo y tregua para llenar el vacío que dejaban algunos subversivos.
"La guerrilla ya no es lo que era antes: unos tipos que pasaban y le echaban su perorata a los campesinos, exigían máximo que se les preparara un caldo y hasta pedian una colaboración voluntaria. Ahora los que llegan a las fincas son los bandidos que la gente ya conoce y no hablan de politica, sólo piden, amenazan y se van", sostiene un agricultor de la zona.

Tal vez es por esta razón que los métodos que utiliza la guerrilla tampoco son los mismos. Como los ganaderos optaron por no volver a las fincas, los guerrilleros se quedaron sin secuestrables y decidieron matar mayordomos. Pero como esto no ha sido suficiente, matan también al ganado y si no hay respuesta, queman la finca. Pero lo más dificil y lo que probablemente llevó a los ganaderos a suspender el pago de vacunas e impuestos y a dar un alto a la extorsión fue el hecho de que, aunque se lograran entender con uno de los grupos subversivos, todavía le quedaban otros a los que tenían que hacer frente y, como si fuera poco, también a los delincuentes comunes. Es tal el hibrido que se ha generado en la región, que los guerrilleros del ELN capturados después de la quema de 310 gallos de pelea de la finca del director del DAS de Montería, eran reconocidos abigeos en otra región cordobesa. Y sucede también a la inversa. Antiguos reconocidos comandantes guerrilleros de la zona se desempeñan hoy como abigeos y extorsionistas vulgares.

Lo cierto es que si el Magdalena Medio se convirtió en el foco de los grupos paramilitares y los llanos orientales han pasado a ser el principal nido de los narcotraficantes, el departamento de Córdoba está a punto de convertirse en las dos cosas. Y aunque los ganaderos más que pensar en grupos paramilitares lo que han querido es llamar la atención del pais sobre la situación de orden público en la región, es posible que los fenómenos del paraguerrillerismo y del acorralamiento de los hacendados hayan llegado a tal punto, que ya sea tarde para evitar la respuesta paramilitar. Los narcos, aprovechando el hecho de que los ganaderos están vendiendo sus fincas en una de las mejores tierras del país, han aterrizado en el departamento de Córdoba y han ocupado zonas enteras antes propiedad de ganaderos tradicionáles.
Los pocos que quedan parecen estar llegando a la conclusión de que si no les venden a los narcos, la única salida es aceptar sus pocos ortodoxos mecanismos de defensa.

A esto se suma la dificultad del Ejército para controlar la región. No tanto porque no quiera, sino porque no tiene cómo. Sus problemas tácticos y de dotación impiden la respuesta inmediata del Ejército a cualquier acción guerrillera. "Cuando llegan los soldados ya no hay ni siquiera testigos", afirma uno de los hacendados que habló con el enviado de SEMANA. "Los guerrilleros tienen capacidad de movilización, conocen la zona y se desplazan fácilmente de un lugar a otro. Cuando el Ejército llega a una población, los guerrilleros pueden estar dando otro golpe en un sitio a 100 kilómetros de distancia del primero", sostiene el ganadero que manifiesta, además, que no se explica cómo es posible que el Ejército en una zona guerrillera no tenga helicópteros.
"Aqui se dan cosas tan inexplicables que los propios mapas del Ejército no incluyen ciertas regiones. Entonces, ¿cómo van a acabar con la suhversion si no la tienen dentro de sus planes operativos?", se pregunta otro finquero de la región.

En todo caso, si los ganaderos no han declarado la guerra, por lo menos si saben que la están perdiendo. Y si bien no han asumido el papel de justicieros, si conocen exactamente cuales son las deficiencias de quien se supone está para defenderlos. Tiene completamente claro que es insuficiente el hecho de que para una extensión de 50 mil kilómetros cuadrados apenas existan dos batallones y medio. Saben a ciencia cierta que la única forma de combatir a la guerrilla en esa región es por aire con helicópteros de combate y no con los que tiene el Ejército que son para ejecutivos. "Si el Ejército no puede, le toca a uno-, afirma un ganadero, aclarando que es más fácil decirlo que hacerlo. Y esto no sólo por razones morales, sino porque el costo de la autodefensa asciende a un millón y medio de pesos por hombre al año.

La batalla por Córdoba apenas está comenzando. A diferencia del Magdalena Medio y de Urabá en donde se ha llegado a un equilibrio de fuerzas entre la guerrilla y los paramilitares, en Córdoba la guerrilla manda todavía la parada. De no controlar el gobierno esta situación, todo indica que el paramilitarismo acabará floreciendo y que este departamento será la tercera zona de guerra directa en Colombia. -