Home

Nación

Artículo

EL ENCUENTRO

Muchas conjeturas se han tejido sobre la reunión del domingo 10 entre Samper y Botero. ¿Qué fue realmente lo que pasó? ¿Hay en verdad un distanciamiento entre los dos personajes?

15 de enero de 1996

FUE UNA SEMANA DE LOCOS. COMO SI SE tratara de la definición a tiros penales de la final de un campeonato de fútbol, los diferentes bandos enfrentados en la grave crisis institucional que Colombia ha venido atravesando este año se anotaron y atajaron goles sin que al final se haya podido saber quién salió ganando.
Cualquiera de las numerosas noticias que se dieron en estos siete días hubiera alcanzado por sí sola para constituir el hecho de la semana. El miércoles el Senado de la República aprobó por amplia mayoría un artículo que convertía los delitos de enriquecimiento ilícito y testaferrato en subordinados del delito del narcotráfico, con lo cual, en la práctica, dejaba sin piso el proceso 8.000. Ese mismo día Jesús Amado Sarria, esposo de Elizabeth Montoya, la famosa 'monita retrechera' cuya conversación telefónica con el presidente Ernesto Samper en tiempos de la campaña causó gran escándalo al ser revelada en agosto pasado, fue detenido por el DAS con base en una orden de captura expedida por la Fiscalía por supuestos delitos relacionados con narcotráfico y enriquecimiento ilícito. A media noche de ese mismo día salió finalmente humo blanco de la Comisión de Acusaciones de la Cámara al decidir ésta, por 14 votos contra 1, que no abrirá por ahora investigación formal contra el jefe del Estado por la financiación con narcodineros de su campaña electoral. Y menos de 24 horas después, cuando ya nadie daba cinco centavos por la supervivencia del proceso 8.000, la Cámara de Representantes hundió el artículo aprobado la víspera por el Senado y que los medios de comunicación habían bautizado ya como el 'narcomico'.
Pero mientras todos estos temas copaban los titulares de los medios, un rumor crecía y crecía en los corrillos en relación con el verdadero origen del 'narcomico', según el cual el artículo era el resultado de un acuerdo entre el ex ministro Fernando Botero y el presidente Ernesto Samper tras la cumbre que ambos habían sostenido en la Escuela de Caballería, al norte de Bogotá, el domingo 10. Esta conseja se apoyaba en informaciones cada vez más insistentes en el sentido de que Botero y Samper se habían distanciado en las últimas semanas. En desarrollo de esta teoría, el acuerdo para el 'narcomico' aparecía como la condición que supuestamente Botero había puesto para la reconciliación. Dos episodios contribuyeron a que la teoría del acuerdo tomara fuerza. El primero, una nota de la columna 'Ecos' de la página política de El Tiempo del miércoles 13, según la cual el ex ministro de Defensa había llamado telefónicamente desde el lugar de su reclusión a varios parlamentarios en los días previos al debate. El segundo episodio que contribuía a esta lectura de lo ocurrido era que algunos funcionarios del alto gobierno le habían dicho off the record a algunos periodistas qué en efecto Botero había cabildeado en favor del controvertido artículo, que según toda esta versión lo favorecía claramente en cuanto a su situación jurídica.
El rumor alcanzó tal nivel que el senador Mario Uribe, el miércoles en el Senado, y la representante Ingrid Betancur, el jueves en la Cámara, hicieron una clara referencia al asunto; el primero para votar en favor del artículo y la segunda para votar en contra. SEMANA investigó el asunto con fuentes gubernamentales y con personas cercanas al ex ministro. La conclusión es que si bien algunos elementos de esta historia son parcialmente ciertos, la interpretación de que el 'narcomico' fue un acuerdo entre el Presidente y Botero es totalmente falsa. Y es falsa por muchas razones. La primera de ellas, porque Botero no puede comportarse como un parlamentario de provincia financiado por los carteles de la droga y al servicio de sus intereses. La segunda, porque el ex ministro no estaba interesado en desgastarse en un tema que no tenía futuro, pues de haber sido aprobado en el Congreso y después sancionado como ley de la República, la presión que habría comenzado a ejercer Estados Unidos hubiera sido insostenible. Y la tercera, porque Fernando Botero no está interesado en salir de su problema jurídico por la puerta de atrás. Como dijo a SEMANA una persona cercana al ex ministro, "Botero no quiere una salida de tinterillos".
La verdad es que el artículo fue trabajado por un grupo de parlamentarios con la ayuda de expertos abogados. Algunos funcionarios del gobierno vieron en un principio que la idea tenía cierta validez, pero luego, ante la evidencia de los caóticos alcances de la norma, comprendieron que era imperioso hundirla y que el ministro de Justicia, Néstor Humberto Martínez, había tenido razón desde un principio al oponerse a la medida.

DIFERENCIAS
El elemento fundamental para poder concluir que la historia del acuerdo es falsa radica en que SEMANA confirmó plenamente que la entrevista del Presidente con Botero en la Escuela de Caballería fue una conversación franca y dura en la que fueron evidentes numerosas diferencias entre el primer mandatario y su ex ministro y amigo, que aunque no quedaron planteadas de manera definitiva e irreconciliable, tampoco fueron plenamente superadas.
Lo cierto es que el distanciamiento no es de las últimas semanas sino de los últimos meses. Todo comenzó a finales de julio pasado cuando Botero asistía en representación del gobierno colombiano a la Cumbre Interamericana de Ministros de Defensa celebrada en Williamsburg, en el Estado de Virginia, cerca a Washington. El 27 de ese mes, un día después de la captura del ex tesorero de la campaña liberal Santiago Medina, el presidente Samper se dirigió a los colombianos y cuando se refirió a la financiación de la campaña política que lo llevó a la Presidencia manifestó que "de comprobarse cualquier filtración de dineros, su ingreso se habría producido a mis espaldas". La lectura que hizo Fernando Botero de la frase del Presidente lo dejó desconcertado. El ex ministro asumió que Samper había decidido responsabilizar a los cuadros directivos de la campaña y salvarse él. A su regreso de Estados Unidos, Botero le manifestó en tono fuerte a Samper su inconformidad con los términos de la alocución presidencial. Quienes conocen de cerca lo sucedidó le contaron a SEMANA que el Presidente le respondió que esa no era la interpretación que él había querido transmitir con sus palabras y que en ningún caso deseaba responsabilizarlo por lo ocurrido.
Tres días después se presentó un nuevo episodio que contribuyó a afectar las relaciones entre Samper y Botero. Sucedió el lunes 31 de julio cuando el alto gobierno convocó a una rueda de prensa con el fin de que Botero y su colega del Interior Horacio Serpa asumieran la responsabilidad de lo que había ocurrido en la campaña. Como se recuerda, la famosa rueda de prensa terminó en un estruendoso fracaso. SEMANA estableció que antes de que los dos ministros dieran la cara a los medios de comunicación en Palacio se presentó un nuevo incidente entre Botero y Samper. De acuerdo con la versión contada por varias fuentes a esta revista, ese día Samper desayunó con Serpa y con el entonces consejero de comunicaciones Juan Fernando Cristo para preparar la rueda de prensa. Dos horas después uno de los asesores del Presidente se comunicó con Botero al Ministerio de la Defensa y le informó que lo necesitaban con urgencia en Palacio. El ex ministro llegó media hora después y cuando ingresó al salón, Serpa le comunicó la decisión tomada sobre la rueda de prensa y el Presidente le preguntó si estaba dispuesto a decir públicamente que él y Serpa asumían la responsabilidad por lo sucedido en la campaña. Botero interpretó la pregunta como una encerrona cuya única salida era la de decir que sí estaba dispuesto. Antes de salir para la rueda de prensa, donde se mostró bastante nervioso, Botero, molesto porque las decisiones habían sido tomadas sin su participación, dejó en claro que no entendía por qué lo marginaban de discusiones tan delicadas y trascendentales.
Las diferencias se ahondaron el primero de agosto. Ese día, según las fuentes consultadas por SEMANA, Ernesto Samper y Fernando Botero se reunieron para analizar la situación de crisis que en ese momento estaban afrontando y que se había agravado después de la rueda de prensa. El Presidente le sugirió, como una de múltiples hipótesis, la posibilidad de una renuncia al ministerio para evitar que los medios lo "masacraran" como consecuencia de las revelaciones hechas en su indagatoria por Santiago Medina. Pero también dejó abierta la posibilidad de que permaneciera en el cargo unos días más y que esperara a ver si las cosas se calmaban.
Botero creyó entender que Samper, simple y llanamente, le estaba aconsejando que dejara el cargo. Por esa razón el 2 de agosto a las 10 de la mañana Fernando Botero convocó a una rueda de prensa en el Ministerio de Defensa para anunciar su renuncia. El Presidente se enteró a último minuto de lo que estaba ocurriendo y lo llamó de urgencia al despacho para decirle que a la larga lo mejor era seguir en el cargo. Al entrar la llamada a su celular, Botero ya tenía tomada su decisión y había iniciado la rueda de prensa. La insistencia de la secretaria del Ministro lo obligó -delante de los periodistas- a suspender la lectura de su carta por espacio de siete angustiosos minutos mientras dialogaba con Samper. El Presidente le insistió una y otra vez que no renunciara, pero nada logró.

EL OLVIDO
Desde el momento de la reclusión de Fernando Botero en la Escuela de Caballería el 15 de agosto, las relaciones entre el jefe de Estado y su ex ministro de Defensa entraron en un túnel oscuro. Un primer factor de tensión radicó en el hecho de que ninguno de los antiguos colegas de campaña y gobierno de Botero, con la excepción de Serpa y del director del DAS Ramiro Bejarano, lo visitaron o lo llamaron para indagar sobre su suerte. El mismo drama lo vivió su familia. Una fuente del alto gobierno dijo a SEMANA que, al parecer, los Botero han expresado su extrañeza por el hecho de que la primera dama, Jacquin Strouss de Samper, quien hasta la detención del ex ministro se había hecho muy amiga de su esposa, María Elvira Quintana, no la ha llamado una sola vez desde agosto pasado.
El primer mandatario trató de acercarse a su ex ministro a comienzos de octubre. Lo llamó a la Escuela de Caballería y le dijo que en los próximos días lo visitaría con su esposa Jacquin. Fijaron para la semana siguiente la fecha de la reunión. No obstante, el día en que ésta debía celebrarse Samper llamó de nuevo a Botero y se excusó porque la primera dama estaba indispuesta y le prometió que una semana después lo visitaría. Pero ello tampoco ocurrió. En esa oportunidad el Presidente argumentó que a sus asesores se les había olvidado tramitar el permiso respectivo ante la Fiscalía. Después vinieron otras disculpas similares. Días después el mandatario incumplió una nueva cita y Botero asumió que definitivamente Samper no deseaba visitarlo por ahora.

EL INCIDENTE
El ex ministro decidió tomar las cosas con calma e interpretar que aunque él no las entendiera muy bien, el Presidente debía tener sus razones para actuar como lo estaba haciendo. Optó entonces por dejar las cosas de ese tamaño y esperar que soplaran vientos mejores. Pasaron las semanas y nada sucedió, lo que fue aumentando la extrañeza de Botero. Por esa razón su sorpresa fue grande cuando el martes 5 de diciembre hace escasas dos semanas -a las 11:40 de la noche se desplego un inmenso operativo de seguridad en la Escuela de Caballería. En un principio pensó que se trataba de un allanamiento por parte de la Fiscalía. Pero unos minutos después se calmó cuando un agente de seguridad de la Presidencia le manifestó que el Presidente estaba a punto de llegar para visitarlo Botero le pidió al agente que se comunicara de inmediato con Samper y le informara que le era imposible recibirlo a esa hora porque el reglamento interno de la Escuela no se lo permitía, pues las visitas tienen un horario fijo. El ex ministro le dijo al agente que había que evitar que el jefe del Estado pasara por la pena de ser devuelto en la entrada de la guarnición militar.
Unos minutos después Botero se comunicó con uno de los asesores que acompañaban a Samper y le reiteró los motivos de su negativa a recibirlo. El ex ministro sugirió que se acordara una nueva fecha para la visita y fue así como se determinó que ésta se celebraría el domingo 10 de diciembre. Lo que algunos de quienes conocieron este episodio interpretaron como un desplante de Botero al Presidente no fue más que el resultado de una interpretación quizás demasiado estricta del reglamento de la Escuela.
De modo que el encuentro entre Samper y Botero finalmente se celebró ese día, cuatro meses después de que el ex ministro fuera detenido por orden de la Fiscalía General de la Nación. A la cita asistió también el ministro del Interior Horacio Serpa. Estuvieron reunidos durante cuatro horas en las instalaciones de la Escuela de Caballería. Fuentes consultadas por SEMANA afirmaron que el encuentro, aunque amistoso, tuvo momentos muy tensos y definitivamente duros.
Lo cierto es que todas las fuentes que conocieron detalles de la reunión y fueron consultadas por SEMANA coinciden en afirmar que Botero planteó con franqueza una serie de reclamos en relación con el comportamiento del Presidente a lo largo de todos estos meses. Fue evidente, para Samper igual que para Serpa, que el ex ministro se estaba sintiendo abandonado. Botero les transmitió el dolor que sentía a diario, a las seis de la tarde, cuando sus hijos, después de un rato de visita, estallaban en llanto porque debían regresar a su casa. El ex ministro expresó luego la tristeza que le producía que nadie, ni siquiera quienes habían trabajado a su lado en la campaña y el gobierno, parecieran recordar el papel que él había jugado en la elección y en los éxitos conseguidos en el desvertebramiento del cartel de Cali. "Creo que en eso Fernando puede tener razón -dijo a SEMANA una alta fuente gubernamental consultada sobre el contenido de la reunión-, pues yo creo que en nuestro discurso oficial por momentos hemos olvidado reconocer, cuando reclamamos nacional e internacionalmente los golpes al cartel de Cali, que ellos se deben en buena medida a la labor de él como ministro de Defensa".
En un momento dado Samper y Serpa hicieron un esfuerzo por dibujar un panorama optimista sobre lo que puede llegar a sucederle a Botero y le pidieron calma y paciencia. A partir de ese momento el ex ministro permaneció en silencio y escuchó con atención los planteamientos del primer mandatario. El tono general de la charla mejoró y la despedida fue bastante cordial.
Las fuentes del gobierno, al igual que los allegados a Botero, coinciden en que a pesar de ciertos momentos de tensión la reunión fue positiva y, aunque sería absurdo pensar que por sí sola limó todas las asperezas acumuladas a lo largo de estos difíciles meses, rompió la tendencia de deterioro de las relaciones entre los dos personajes. Deterioro por demás bastante explicable si se tiene en cuenta que mientras uno está en la cárcel, el otro está gobernando, y eso hace bastante difícil mantener la luna de miel que Samper y Botero sostuvieron en el pasado. Lo sucedido era pues inevitable, pero en todo caso no parece ser definitivo. Aquí parece haber sucedido lo que pasa con los buenos matrimonios, que a pesar de las altas y bajas normales la relación suele perdurar para siempre.

¿QUE BUSCABA EL MICO?
EL PASADO miércoles 13 de diciembre fue el día más agitado del año para el Senado de la República. En efecto, en momentos en que se sometía a aprobación el proyecto de ley sobre la Seguridad Ciudadana apareció de repente y sin padre reconocido un enorme mico que estremeció los cimientos del Congreso y puso a tambalear el llamado proceso 8.000. Ante la perplejidad de la opinión pública, la norma fue aprobada por 56 senadores, 10 de los cuales aparecen vinculados a las investigaciones que llevan a cabo la Fiscalía General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia. Y aunque podía haber argumentos jurídicos de cierta validez en el campo casi siempre discutible del derecho, lo cierto es que no tenía ninguna presentación que los congresistas aparecieran legislando en causa propia. La aprobación por parte del Senado obligó a una movilización de opinión, del Fiscal y del gobierno que llevó al día siguiente a la Cámara de Representantes a hundir la iniciativa. La votación de la Cámara fue unánime en contra de la aprobación del espécimen y de no haber sido por la oportuna intervención de los representantes la seguridad jurídica del país hubiera quedado por el piso.
La intención del famoso narcomico no era otra que la de dejar sin efectos reales la aplicación de las normas en contra de los delitos de enriquecimiento ilícito y testaferrato. Todo el lío se originó en una interpretación acomodada de una doctrina de la Corte Constitucional, fijada el 30 de marzo de 1993, mediante la cual se declararon exequibles las penas de prisión de cinco a 10 años para el delito de enriquecimiento ilícito. En la parte motiva de dicho fallo, la Corte Constitucional estableció que "las actividades delistivas deben estar judicialmente declaradas para no violar el debido proceso, y el artículo 248 de la Constitución Política, según el cual únicamente las condenas proferidas en sentencias judiciales en forma definitiva tienen la calidad de antecedentes penales y contravencionales en todos los órdenes legales".
¿En plata blanca todo eso qué significaba? Que por lo menos una docena de parlamentarios vinculados al proceso 8.000 acusados de haber recibido dinero del cartel de Cali no podrían ser condenados por enriquecimiento ilícito porque los jefes de esa organización todavía no han sido sentenciados por narcotráfico. Pero lo que produjo el repudio general hacia los autores del mico y los 56 senadores que lo aprobaron fue el hecho de que los parlamentarios se hayan valido de la parte motiva de una sentencia de la Corte Constitucional, la cual no obliga, como sí sucede con la parte resolutiva, para legislar en beneficio propio, en lo que el fiscal general Alfonso Valdivieso insinuó que podía constituir un conflicto de intereses. Además, aparte de este concepto de la Constitucional, otros tribunales como la Corte Suprema se han pronunciado de manera diferente.
El gobierno también hizo saber su inconformismo por la decisión tomada por la mayoría del Senado. El ministro de Justicia, Néstor Humberto Martínez, dijo en forma lúcida ante esa corporación que, en caso de aprobarse el mico, se estaría entrando por una puerta falsa a la aplicación de la justicia en Colombia. Definió la aprobación del artículo que eliminaba el enriquecimiento ilícito y el testaferrato como "un golpe al sistema penal colombiano" pues más allá de las implicaciones en el tema del enriquecimiento ilícito, el artículo planteaba el absurdo de que la Corte Constitucional podía convertirse en órgano legislador por intermedio de cada una de sus sentencias.
El ministro del Interior, Horacio Serpa, cuya ausencia en la plenaria del Senado el día en que los 56 congresistas le metieron el gol al gobierno fue duramente cuestionada por los medios de comunicación, se reivindicó el jueves ante la Cámara de Representantes y no sólo pidió que no fuera aprobado el 'narcomico' sino que fue enfático en decir que, en caso de ser aprobado, el presidente Ernesto Samper lo objetaría por inconveniente e inconstitucional. El propio jefe de Estado en su alocución del jueves así lo advirtió. Serpa se fajó esa noche en un cabildeo que sirvió para voltear una votación que estaba prácticamente perdida.
Fue así como, con la ayuda de representantes como Darío Martínez, quien se lució con su manejo del reglamento lo mismo que con su intervención en contra del artículo, la iniciativa, por cuenta de la cual se rumoró que el Fiscal General y sus más cercanos colaboradores habrían renunciado de haber llegado a aprobarse, se ahogó.
Aún así, la imagen del Congreso sufrió un nuevo golpe, pues para los colombianos del común lo que pareció quedar en claro es que muchos congresistas están dispuestos a legislar en su propio favor, utilizando para ello las peores tácticas.