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El Frankestein de las cédulas

A pocas semanas de las elecciones presidenciales las deficiencias de la Registraduría producen preocupación en el país.

1 de abril de 2002

La version colombiana de Frankenstein vive en la Registraduría Nacional. Al igual que la subhumana criatura del clásico de la literatura, hay en la Registraduría otra creación monstruosa con un pedazo de esto y otro de aquello. Si bien es cierto que para su realización se invirtieron seis años de estudio, cuatro de ejecución y un presupuesto de más de 60 millones de dólares, los resultados reales son deficientes.

El proyecto de modernización tecnológica de la Registraduría ha sido uno de los planes más ambiciosos en Colombia en los últimos 10 años. Sus alcances iban mucho más allá de fabricar documentos de identidad. Era la llave a un panorama de beneficios, como elecciones más económicas y confiables, y la erradicación de las confusiones de identidad.

Hoy es claro que estas intenciones no se cumplieron. Uno de los supuestos era que se les daría a todos los ciudadanos una nueva cédula con un número unico de identificación personal que serviría para todos los trámites, pero el país no destinó el dinero suficiente.

Otros aspectos también se interpusieron. Por ejemplo, la intensa puja que vivió la entidad entre el sindicato y los últimos cinco registradores. Esto sumado a que en el contrato quedaron cabos sueltos que permitieron varias interpretaciones de parte del contratista extranjero y de la Registraduría, que llevaron a esta a darlo por terminado.

El resultado del proyecto de modernización no es el mejor. En varios municipios se instalaron equipos que no pueden procesar las solicitudes, lo que obliga a recoger la información y enviarla físicamente a uno de los 37 centros de acopio. Y en estos centros no siempre se clasifica de forma correcta. Puede suceder que se fabriquen cédulas con la información de otra persona, que en muchos casos sólo se detectan después de producidas. Aparte de que algunos funcionarios, como dice el registrador Iván Duque, “hacen las tareas de sus hijos en los equipos y los desconfiguran”.

La tecnología de punta adquirida, llamada Afis, permite verificar la identidad y expedir la cédula en horas. Su problema es que sólo incluye a poco más de tres millones de ciudadanos, cuando todos los registrados (vivos y muertos que no han sido sacados del sistema) suman 30 millones. Verificar la identidad cuando pierden la cédula puede tomar, en cambio, hasta dos años.

Como si lo anterior no fuera complicado, hay siete millones de datos de colombianos que quedaron en un sistema intermedio. Esa información está en la memoria de una máquina de discos ópticos a la que llaman rockola y con la que se produjeron las cédulas ámbar con la información impresa en blanco y negro. Su información no se pudo consultar por más de dos años. Para algunos funcionarios el problema fue que no se pagó el mantenimiento de la máquina. Para otros manos criminales botaron las claves de acceso a su memoria. Lo cierto es que después de una inversión tan cuantiosa los resultados son decepcionantes.

A pesar de todo lo anterior los planes de contingencia sí arrojan, coyunturalmente, resultados positivos. Prueba de esto es que ya se ha fabricado buena parte de las 1.100.000 cédulas que no pudieron ser inscritas en diciembre pasado. Pero se han venido represando las 6.106 nuevas solicitudes que se hacen en promedio por día.

Y es que el tema de suplantación y doble identidad en Colombia no es el extravío de unos pocos. En solo 2001 la Registraduría con sus controles detectó 3.667 intentos de doble cedulación y 2.288 intentos de suplantación. Es decir, un promedio diario superior a 16 personas por día intentando delinquir con esta modalidad.

El pasaporte se expide en una hora y el sistema bancario sabe en segundos toda la historia económica de un ciudadano. Mientras tanto, el sistema de identificación de los colombianos sigue siendo un monstruo armado a pedazos que avanza cojeando con gran dificultad.



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