Home

Nación

Artículo

EL GOLPE DE URABA

Hay más de Macondo que de realidad en el plan que tenía pensado el coronel Velásquez para tumbar al presidente Samper.

20 de abril de 1998

El último de los coletazos del proceso 8.000 se produjo la semana pasada. Corrió por cuenta del oficial del Ejército que hace tres años encontró las más sólidas pruebas de la infiltración del cartel de Cali en las campañas políticas. Se trata del coronel (r) Carlos Alfonso Velásquez, el hombre que capturó a Guillermo Pallomari y luego descubrió los documentos que revelaron la existencia de empresas de fachada por medio de las cuales los hermanos Rodríguez Orejuela financiaron la campaña liberal de 1994. La labor de Velásquez fue tan lejos que no pudo escapar a una celada que le tendieron los capos del cartel, y que fue el comienzo del fin de su carrera militar. Algo que se desconocía fue lo que la semana pasada fue llamado 'el golpe de Urabá'. Velásquez lo relató al ex director general de fiscalías, Armando Sarmiento, y el periodista Edgar Torres, quienes abrieron este otro capítulo del 8.000 en el libro Rehenes de la mafia. En él, el coronel narra en primera persona la insólita historia de una idea frustrada: retener unas horas al presidente Ernesto Samper para obligarlo a renunciar. Pero... ¿Cuándo fue? ¿Qué fue lo que realmente pasó ? Era junio de 1995. El coronel Velásquez estaba encargado de la comandancia de la Brigada 17 del Ejército en Urabá. Samper tenía planeado un viaje a la región. Fue entonces cuando Velásquez pensó que era posible hacer un juicio público al Presidente, a través de las cadenas Caracol y RCN, para obligarlo a renunciar.Velásquez estaba convencido de que la campaña samperista había sido financiada por el cartel de Cali. Así lo había comprobado de primera mano cuando era comandante del Bloque de Búsqueda en la capital del Valle: "La detención de Pallomari, las cosas que hablé con él privadamente antes de que lo dejaran en libertad, las primeras listas que mostraban los aportes a los políticos y la confesión de Santiago Medina fueron suficientes elementos para que empezara a pensar que Samper no podía seguir ejerciendo el cargo". Pero, según él, había una razón adicional: la ola de violencia en Urabá. Las masacres de El Aracatazo, Los Cunas y El Bajo del Oso, donde hubo más de 60 muertos, lo llevaron a pensar que lo que ocurría era una de las consecuencias de la ilegitimidad del gobierno de Samper. Mientras esa situación se mantuviera era imposible buscar un acercamiento entre los grupos en conflicto.El día DPor esos días Samper anunció una visita a Urabá. Quería enterarse más de cerca de los problemas de orden público de la región y conocer los detalles de una operación del Ejército en la que fueron capturados, por primera vez, una docena de paramilitares. Velásquez, entonces al frente de la Brigada 17, fue informado con dos días de anticipación del viaje del primer mandatario: "En medio de mis cavilaciones, del intenso calor y de la soledad, pensé que esa era la oportunidad de poner en práctica lo que había pensado desde hacía algún tiempo".El plan tenía dos fases. La primera era de desinformación. Una vez en tierra el Presidente, Velásquez le informaría sobre enfrentamientos en la zona y le aconsejaría utilizar el helicóptero de la Brigada para transportarlo hasta Apartadó. Estando dentro del aparato el coronel ordenaría a los pilotos aterrizar cerca del casino de la Brigada: "Tenía pensado decirle al Presidente que no habíamos podido ir a Chigorodó porque antes quería discutir con él un asunto muy privado".Sentado en la oficina que hoy ocupa como asesor de seguridad de un importante banco extranjero, Velásquez recordó lo que iba a ser la segunda etapa del descabellado plan: la de información. Ya en el casino el coronel le pediría a Samper que renunciara: "Señor Presidente: como colombiano y como militar que ha tenido que vivir de cerca la violencia en el país, usted tiene que renunciar porque su gobierno es ilegítimo. A mí no me importa si usted es culpable o inocente. Piense en sus hijos y piense en el futuro de Colombia". Pero había algo más: "Si no aceptaba le iba a proponer que llamáramos a los directores de noticias de Caracol y RCN para que se hiciera una consulta popular. Durante ocho horas los oyentes llamarían para decir si Samper debería renunciar o seguir como Presidente. Si aceptaba mi propuesta de irse , yo dispondría lo necesario para que un avión saliera de Apartadó rumbo a Panamá. Antes de la partida Samper daría una rueda de prensa con los corresponsales de las emisoras en Apartadó en la que le anunciaría al país que dejaba la Presidencia". El plan, al parecer, fue una decisión solitaria. Velásquez asegura que ninguno de sus subalternos en Urabá conoció el plan, que no lo consultó con ningún oficial y que no dejó nada escrito sobre el tema. Y confiesa que desistió porque el que terminó recibiendo al Presidente fue el comandante de la I División del Ejército, general Norberto Adrada, quien inicialmente había dicho que no podía asistir. "Al final ni siquiera pude hablar con el Presidente. Tampoco quería agravar una situación enfrentándome con mi superior".Esta historia, tan macondiana como las de García Márquez, no le pareció tan mágica al Presidente. Ordenó al comandante de las Fuerzas Armadas que le abriera una investigación a Velásquez. Pero no faltaron entonces los interrogantes: el coronel pensó dar un golpe, pero desistió. ¿El sólo pensarlo constituye delito? ¿Jurídicamente qué le puede pasar? Especialistas consultados por SEMANA coinciden en que, desde el punto de vista penal, resulta difícil adelantar un proceso. Pensar en tumbar un presidente no constituye dolo. El oficial no pasó de la intención a la acción. "Al parecer el oficial no pasó de la fase de ideación. Para que hubiera habido delito se necesitaba, además, una preparación, consumación y ejecución. Y esto no ocurrió", dijo el penalista Guillermo Puyana. Por otra parte, una fuente del Tribunal Superior Militar, a donde fue a parar el caso después de la petición de Samper, señaló que es muy difícil adelantar un proceso penal o disciplinario contra el oficial retirado porque no habría cómo probar que se configuró un delito. El coronel parece estar seguro de que saldrá del lío. Es probable que si no lo supiera con certeza no se habría atrevido a relatar su plan de golpe: "Si a mí me llegan a juzgar por haber pensado en pedirle al Presidente que renunciara, lo mismo tendrían que hacer con la mitad de los colombianos, quienes en algún momento en los últimos cuatro años han llegado a pensar lo mismo que yo".