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A U T O D E F E N S A S

El golpe

La captura de 60 paramilitares acusados de la masacre del Naya es una dura respuesta a la presión internacional que pide que sean perseguidos con mayor vigor.

4 de junio de 2001

Lo primero que preguntó ‘Junior’, comandante del frente occidente de las autodefensas, a los oficiales de la Armada que lo capturaron, junto con otros 60 hombres en las selvas del Naya, en los límites del Valle del Cauca y Cauca, fue dónde se encontraban. “¿Qué mar es este?”, les dijo desconcertado cuando era trasladado en una lancha a la fragata que se encontraba fondeada muy cerca de Buenaventura y que había servido de base a la llamada Operación Dignidad. Paradójicamente ‘Junior’ agradeció a los oficiales que lo capturaron, pues les salvaron la vida a él y a sus compañeros. Habían impedido que cayeran en manos de grupos guerrilleros en la zona, o en las de antiguos compañeros de autodefensas, quienes, según declaró uno de los detenidos, “nos habrían dado machete sin ninguna contemplación”. También de que sucumbieran perdidos en el monte. Por eso quizá no se guardó palabras a la hora de expresar su resentimiento contra uno de sus jefes, de quien dijo que los había abandonado en las riberas del río Naya luego del primero de los ocho combates que sostuvieron contra el Ejército. “El comandante ‘Don Miguel’ nos dejó tirados como perros para que nos devorara la selva”, dijo a quienes lo interrogaron. Este joven jefe de las autodefensas dijo haber nacido en Urabá y contó además que llegó a la región del Naya el 5 abril junto con unos 100 hombres, todos bajo el mando de ‘Don Miguel’. Las autoridades aseguran que fue este frente el responsable de masacrar a por lo menos 50 personas —aunque algunos indígenas hablan hasta de 100 muertos— en las selvas del Naya, en Cauca, el 13 de abril pasado. En conversación telefónica Carlos Castaño reconoció a SEMANA que algunos capturados eran sus hombres. “La mitad de los detenidos son míos. Los demás son campesinos a los cuales las autoridades van a tener que soltar tarde o temprano”, aseguró el jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). ‘Junior’ no niega su responsabilidad en el ataque a los pobladores del Naya. Pero su versión es bien diferente a la de las autoridades. Las escenas que encontraron el Defensor del Pueblo y los fiscales cuando llegaron al Naya fueron macabras: una niña de 16 años con los brazos serruchados, unos tenían el estómago abierto y otros con señas de torturas. En cambio ‘Junior’ dijo que las personas perecieron en combates de las autodefensas contra miembros del ELN, quienes habrían sido denunciados por un ex guerrillero, el cual abandonó las filas subversivas y se habría incorporado a los grupos de Carlos Castaño. “Ellos no eran campesinos. Eran guerrilleros del ELN y murieron durante los combates”, dijo otro de los detenidos. Aseguró además que ellos sólo mataron a 15 y que “los otros murieron a manos de las Farc, que utilizaron algunos uniformes y brazaletes que nosotros dejamos abandonados y llegaron y acabaron con los sobrevivientes para echarnos la culpa a nosotros”. Las autoridades ponen en tela de juicio la credibilidad de esta versión pues ningún testimonio anterior de los hechos la confirma. Durante los interrogatorios, realizados por 15 fiscales en el buque al que fueron llevados los detenidos, ninguno reconoció el uso de motosierras durante la masacre. Castaño respaldó la versión de sus hombres y dijo a SEMANA: “Si las autoridades encuentran un solo cadáver cercenado en el Naya con motosierra yo me entrego ahí mismo”. La Fiscalía realizará una serie de pruebas técnicas para probar si las motosierras fueron utilizadas, o no, por los capturados. Las AUC en el Valle
La Operación Dignidad fue un complejo operativo en el que participaron 400 hombres de las fuerzas especiales, de Infantería de Marina y de batallones contraguerrilla de la Armada apoyados por soldados del Ejército. Sin duda dio resultados: un enorme y certero golpe a las autodefensas, que han venido creciendo con rapidez en el Valle del Cauca en los últimos dos años. Las AUC llegaron al centro del Valle hace unos seis años y se instalaron en la zona montañosa que circunda a Tuluá. En principio hicieron presencia en los municipios de Riofrío, Bolívar y Trujillo, pero hace poco más de dos años ampliaron su zona de influencia hasta Potrerillo, Pardo, Santa Lucía y Barragán. Por la misma época, en mayo de 1999, el ELN realizó el secuestro en la iglesia La María y luego, en septiembre de 2000, el otro secuestro masivo en el Kilómetro 18 en la vía que de Cali conduce al mar. “Ante el impacto que estos sucesos causaron la sociedad caleña se movilizó con manifestaciones cívicas de protesta”, dijo a SEMANA el gestor de paz de la Gobernación del Valle, Fabio Cardozo. “Sin embargo algunos pocos dirigentes locales, ante la impotencia y la falta de seguridad, fueron más allá y acordaron solicitar ayuda a las AUC”. Aunque es difícil probar hasta dónde algunos vallecaucanos se comprometieron a respaldar el trabajo de las AUC en su región y quiénes y cómo llamaron a los hombres de Castaño, las autoridades locales confirman que poco después llegó una movilización de 400 hombres de las AUC, provenientes del norte del Cauca, con el fin de controlar un sector estratégico para las guerrillas comprendido entre el río Naya y la cordillera de Los Farallones de Cali. En esta zona estuvieron los retenidos de ambos secuestros. Castaño sólo confirma en parte esta versión: “Yo tengo muy buenos amigos en Cali, es gente muy cercana a la organización y tengo una deuda de gratitud con la gente del Valle del Cauca. Pero de ahí a que me hayan dado plata para atacar al ELN, eso es una falacia”. Es en serio
La Operación Dignidad es el ejemplo más contundente que tienen el gobierno y las Fuerzas Armadas hasta el momento para demostrar que la lucha contra el paramilitarismo va en serio y que es algo más que un discurso para venderle a la comunidad internacional. “Nadie puede llamarse a engaño: nuestras Fuerzas Armadas combaten por igual a todos los enemigos del Estado, sean de izquierda o de derecha”, dijo a SEMANA el comandante del Ejército, general Jorge Enrique Mora. Pero el golpe a los paramilitares del Naya no es el único ejemplo de la reciente ofensiva contra los grupos de autodefensa. En las últimas semanas las Fuerzas Armadas desmantelaron varias bases de entrenamiento de alias ‘El Aguila’ en Yacopí (Cundinamarca), campamentos paramilitares en Pivijay y Fundación (Magdalena) y capturaron en Bogotá a Albert Narváez, sindicado de ser un jefe de las autodefensas en Bogotá. En los primeros cuatro meses del año agentes del Estado detuvieron a 161 militantes de las autodefensas, una cifra que supera a todos los paramilitares detenidos el año pasado, que fue de 140. Según voceros de la Casa de Nariño estas operaciones demuestran que el Centro de coordinación de lucha contra las autodefensas, creado en febrero del año pasado y que empezaba a ser criticado por su aparente inoperancia, es un recurso eficaz en el diseño de una estrategia militar para el desmantelamiento de las autodefensas de Carlos Castaño. La presion internacional
El presidente Andrés Pastrana declaró en Buenaventura que se trató de una acción “por convicción y no por presión internacional”.Pero es claro que el gesto de ir a Buenaventura a realzar aún más la importancia del golpe a las autodefensas fue una respuesta a la enorme presión internacional sobre el gobierno para que enfrente decisivamente a los paramilitares. Organizaciones humanitarias del mundo entero se han movilizado para presionar a sus gobiernos para que influyan en que cese la barbarie colombiana, en la cual las autodefensas han puesto la peor cuota de crueldad. Según cifras de la Policía Nacional en los primeros 10 meses de 2000 las AUC cometieron 804 asesinatos, 203 secuestros y 75 masacres con 507 víctimas. Algunos gobiernos, sobre todo los europeos, presionan respondiendo a su propia opinión pública nacional. Otros, como Estados Unidos, están preocupados más bien por el profundo daño que les hacen los paramilitares a las instituciones democráticas, pues al atribuirse el papel de las Fuerzas Armadas las deslegitiman y además debilitan el apoyo indispensable que requieren de la población civil para poder luchar efectivamente contra las guerrillas. Y la presión internacional se hizo sentir con más fuerza que nunca en los últimos días. La semana pasada, en Bruselas, la mayoría de los países europeos condicionaron la ayuda de 300 millones de dólares a Colombia a los resultados concretos que el país mostrara en su lucha contra los paramilitares. En ese sentido la Operación Dignidad no pudo llegar en mejor momento. También la semana que pasó el Departamento de Estado de Estados Unidos, en su informe anual al Congreso sobre el terrorismo en el mundo, incluyó por primera vez a las Autodefensas Unidas de Colombia como un grupo terrorista. Si bien no las incluyó en el grupo de las 29 organizaciones terroristas extranjeras (lista en que sí están las Farc y el ELN), que tiene consecuencias legales concretas en Estados Unidos, como la obligación de las entidades financieras de congelar cuentas que puedan tener en ese país sí aparecen por primera vez en la lista de ‘otros terroristas’. La razón es que las clasificadas como organizaciones terroristas extranjeras sí han atentado contra empresas y ciudadanos estadounidenses y, en cambio, los terroristas simplemente, como las AUC, nunca han atentado contra intereses norteamericanos. Para Castaño eso significa que “estamos en período de observación y visto desde ese punto todavía somos menos malos que las Farc. La preocupación de Estados Unidos obedece más a una situación interna de guerra que se está viviendo en Colombia”. La embajadora de Estados Unidos en Colombia, Anne Patterson, considera que los grupos de autodefensas son hoy la mayor amenaza al Estado de derecho del país y asegura que su participación en violaciones a los derechos humanos, que crece cada día, y su estrecha relación con el negocio del narcotráfico, convierten a estas organizaciones en enemigas de Estados Unidos. La decisión de Estados Unidos por lo menos debe desconcertar a Castaño y a sus hombres, quienes hasta el momento habían visto a ese país más como aliado en su lucha contrainsurgente. Y también debe tener a más de un miembro de las autodefensas confundido la decidida arremetida de las Fuerzas Armadas contra sus frentes y la determinación del gobierno de no tolerar a quienes apoyen o financien paramilitares. Como reacción a estas medidas Castaño anunció que le va a tocar empezar a extorsionar. “Hasta el momento he firmado 600 boletas de extorsión. Pagan o pagan. Me tocó volverme como el ‘Mono Jojoy”. Además aseguró que no tiene nada que hablar con el gobierno y que “desafortunadamente nos va tocar enfrentar a las autoridades”. ¿Qué quiere decir esto? En la práctica está por verse. También hay incertidumbre sobre cómo reaccionarán las AUC ante la presión nacional e internacional en su contra. Puede suceder que los lleve a la convicción política de que el camino de terror que han escogido impide que sea siquiera considerada la posibilidad de incluirlos en una negociación de paz. Claro está que la presión también podría llevarlos a acrecentar su crueldad, a emprender acciones de terrorismo abierto contra el gobierno e inclusive abrir la caja de pandora y hacer públicos sus nexos con dirigentes políticos o empresariales en su guerra contra las guerrillas. Con el operativo del Naya y otras acciones recientes las Fuerzas Armadas se han jugado con valor en su arremetida contra Castaño. El gobierno ha demostrando a la comunidad internacional que sí tiene voluntad política para enfrentar la barbarie paramilitar. Pero para un Estado débil como el colombiano enfrentar tantos enemigos a la vez no será tarea fácil. Así estén convencidos sus dirigentes políticos y militares de que la única vía para finalizar este largo y cruento conflicto es confiar en las instituciones democráticas, tanto para pelear la guerra como para negociar la paz.