Home

Nación

Artículo

EL GRAN ERROR

SAMPER SE HA DEFENDIDO COMO UN LEON DURANTE TODO ESTE PROCESO. SIN EMBARGO, TUVO UNA GRAN METIDA DE PATA

24 de junio de 1996

Uno de los temas de moda en Colombia es el reconocimiento de la habilidad política del Presidente. Aun sus más enconados detractores ven en su adversario un enorme talento político. Sobrevivir a la revelación de los narcocasetes, la confesión de Medina, la confesión de Botero, la descertificación de Estados Unidos, el casete y el posterior asesinato de la 'monita retrechera' es una hazaña que no estaba en las cuentas de nadie. Durante su defensa el Presidente ha desplegado un arsenal de armas que alterna a su antojo y que no se le vieron durante su campaña. Por ejemplo: cuando fue candidato era pésimo en la televisión. Ahora se ha convertido en el mejor comunicador de la pantalla chica que se ha visto en años. Mentalmente, Samper es ágil como una cuchilla para contestar preguntas a quemarropa. Forja frases de impacto como pocos. Su carisma personal no solo sale a flote en público sino también a nivel privado donde sus dotes de seductor fascina a amigos y neutraliza enemigos. Cuando se encuentra acorralado recurre a un cinismo socarrón que se convierte en su mejor coraza. Y cuando ese cinismo no es suficiente, echa mano de otro as que tiene en la manga: el populismo. Cada vez que sus enemigos le sacan los colmillos de su poder económico y sus medios de comunicación, él saca del cubilete sus multitudes: hordas samperistas convencidas de que el Presidente es un hombre bueno que quiere ayudar a los pobres y por eso los ricos lo quieren tumbar. Tampoco es manco cuando se trata de manejar el erario y la burocracia para comprar afectos. Pero a pesar de este impresionante repertorio, tal vez el arma que más le ha servido durante los dos años que lleva de gobierno es su capacidad de hacerse el loco. Samper tiene una memoria selectiva y nunca recuerda lo que no le conviene. Todo esto combinado con su indiscutible inteligencia, se ha traducido en que Ernesto Samper haya cometido muy pocos errores durante la tormenta que ha vivido. Por eso llama la atención uno que cometió el domingo 18 de febrero de este año cuando autorizó la publicación de un documento en el cual daba su versión de lo que había ocurrido en la campaña. En ese escrito decidió refutar la única acusación concreta que había contra él entre todos los testimonios del proceso 8.000. Se trataba del episodio relatado por Santiago Medina de una reunión el 2 de mayo de 1994 en el piso 33 del hotel Orquídea Real, en la cual el ex tesorero, antes de ir a Cali a solicitar los dineros del cartel, decidió consultar al candidato para asegurarse de que contaba con su bendición. La versión de Medina fue la siguiente: "Tuve la oportunidad de hablar con el doctor Samper y comentarle que el doctor Botero me había pedido que fuera con Alberto Giraldo a Cali a una reunión para conseguir esos fondos. El me dijo muy nervioso que él quería estar al margen de eso y que coordinara con Fernando Botero lo que estimáramos conveniente". Con ese testimonio, Samper, a pesar de la evasiva, quedaba comprometido de alguna forma con el viaje a Cali. Fuera de esa declaración nadie ha pretendido haber hablado con el entonces candidato sobre los dineros calientes. Para quitarse esa acusación de encima el Presidente decidió autorizar una versión oficial de Palacio sobre los hechos: "en uno de los primeros días de mayo, Medina aborda al candidato en la sede para informarle que al día siguiente irá a Cali para un desayuno con 'algunos amigos de Cali', para recoger 'una buena plata'. Sorprendido y molesto, Samper hace entrar a Medina a su oficina y en forma clara le dice al tesorero que le reitera las instrucciones y que se opone a cualquier contacto de este tipo, a lo que Medina replica diciendo que ya tiene programado y confirmado el desayuno. El candidato, enojado, le dice: 'pues cancélelo". Con la autorización de publicar esa versión, Ernesto Samper, el hombre que no se había equivocado en su defensa, metió la pata muy hondo. Su interpretación de los hechos acabó siendo más grave que la del propio Medina, quien lo presentaba simplemente como una persona ofuscada con el tema. En el documento de Palacio se confirma que el entonces candidato fue informado de manera explícita por Santiago Medina de la reunión con los Rodríguez. El reconocimiento de esto lo deja en un callejón sin salida. La primera pregunta es por qué no destituyó de manera fulminante a un tesorero que le propuso algo tan grave. La segunda es por qué no lo denunció ante su propio fiscal ético o ante la Fiscalía cuando aparecieron los narcocasetes, con lo cual se confirmaba que su tesorero había actuado en contravía de sus instrucciones. La tercera es cómo un año después estaba todavía negando que ese dinero pudiera haber entrado. Y la cuarta es por qué el Presidente y medio gabinete pasaron meses discutiendo la conveniencia de darle una embajada a una persona que le había propuesto un delito al candidato y lo había llevado a cabo contra la voluntad de éste. Como si todo esto fuera poco, el Presidente fue interrogado en la ampliación de indagatoria de Heine Mogollón sobre este asunto. Su respuesta sobre la versión de Medina fue la siguiente: "Porque en ningún momento el señor Medina me manifestó ni en esa, ni en ninguna otra oportunidad, que estuviera desarrollando los planes que finalmente se vinieron a revelar con sus propias declaraciones y con los hechos todavía más recientes que han sido conocidos por parte de esta comisión. Si hubiera tenido alguna noticia sobre las intenciones de Medina en relación con los fondos irregulares o provenientes del narcotráfico, seguramente los hubiera puesto en conocimiento no solamente del fiscal ético sino de las propias autoridades penales". La declaración del Presidente en su indagatoria contradice flagrantemente el documento preparado por Palacio sobre ese mismo punto. Esto deja tres versiones sobre un mismo episodio. La de Medina sobre el candidato incómodo con la propuesta. La de Palacio sobre el candidato indignado que prohíbe el viaje. Y la de la indagatoria, la del candidato al que nunca le tocaron el tema porque si lo hubieran hecho lo habría denunciado. Le hubiera ido mucho mejor al Presidente si hubiera simplemente reconocido la versión de Medina pero discrepado sobre la interpretación de la misma. Este es el único gran error que ha cometido Ernesto Samper en dos años. Pero no es un error insignificante si se tiene en cuenta que está relacionado con el punto más álgido de todo el proceso 8.000: si el Presidente sabía o no sabía del ingreso a la campaña de dineros del cartel de Cali.