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Esta marcha se destacó por las diversas manifestaciones simbólicas que reivindicaron la memoria de las víctimas

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El grito de las víctimas

La marcha del 6 de marzo movilizó a miles de personas. Más que una respuesta a la del 4 de febrero, se convirtió en la continuación de la protesta contra la violencia.

8 de marzo de 2008

El jueves se sintió un leve suspiro de tranquilidad en muchos sectores del país. Todos los mitos que se crearon alrededor de la marcha del 6 de marzo se fueron desvaneciendo con el correr del día.

El ruido que crearon los mosqueteros de la derecha (Fernando Londoño, José Obdulio Gaviria y Plinio Apuleyo Mendoza), al hacer rodar una versión no confirmada de que era promovida por las Farc, se diluyó rápidamente. Para ello en parte ayudó que la marcha que se convocó en un primer momento contra la violencia paramilitar y el terrorismo de Estado, terminó siendo una protesta a favor de las víctimas y contra todas las formas de violencia.

Iván Cepeda, hijo del asesinado ex congresista de la Unión Patriótica Manuel Cepeda y promotor de la manifestación, dijo que el balance es "muy satisfactorio". Y explicó: "La agencia 'Reuters' habla de ocho millones de personas movilizadas en Colombia y el mundo. Hay que destacar que logramos esto sin recursos y sin ayuda del gobierno. En Colombia participaron 21 ciudades, y en el mundo 100 más".

Lo más importante, según Cepeda, es que se logró "enviar un mensaje a la sociedad en general, de que la sociedad misma y el Estado tienen el deber de reconocer el derecho de las víctimas". Si bien la acogida que tuvo no fue tan multitudinaria como la del 4 de febrero contra las Farc, fue lo suficientemente nutrida como para concluir que no existe en el país una violencia de primera -la de las Farc- y otra de segunda -la de los paramilitares-.

Existía el temor de que a la hora de hacer comparaciones, y ante lo arrolladora que fue la marcha de febrero, la manifestación de este jueves dejara en el país un sabor agridulce de indiferencia por las víctimas. Pero no fue así: en Bogotá, por ejemplo, la carrera séptima estaba tapizada de manifestantes desde la Plaza de Bolívar hasta el Parque Nacional.

En el desfile no predominaba propiamente el luto. A pesar de que en las aceras del recorrido de la carrera séptima se habían estampado avisos fúnebres de cada uno de los muertos que ha dejado la violencia de los últimos 40 años, en las calles predominaban la sátira y la alegría. Mujeres de caminar lento cargaban afiches con fotografías de sus seres perdidos que transpiraban dolor. Y a su lado se podía escuchar una comparsa que con picardía parodiaba a los paramilitares con sus motosierras.

A diferencia de la marcha del 4 de febrero, en la cual predominó la concurrencia de ciudadanos espontáneos, vestidos con camisa blanca y sin mayores estribillos; en la del jueves se notaban grandes grupos de militantes, universidades como la Distrital con una representación bastante nutrida, muchos cánticos y mucho colorido.

Tampoco faltaron las sátiras contra el presidente Álvaro Uribe. En una parodia de una ronda infantil, los manifestantes cantaban: "Jugaremos en la calle mientras Uribe no está... ¿Uribe está?" y el animador contestaba: "Está visitando a su bancada en (la cárcel) la Picota". Y así, respuestas que iban subiendo de tono.

El movimiento de víctimas, sin duda, se sintió respaldado. Y consideran que la gente marchó en masa para protestar, según sus cuentas, por las 3.500 masacres que cometieron los paramilitares entre 1982 y 2005, y los más de seis millones de hectáreas de tierra que se robaron y que produjeron más de dos millones de desplazados.

"Nos sentimos muy respaldados después de haber superado esta prueba de obstáculos que libramos", dice Iván Cepeda. "Primero las declaraciones de José Obdulio, luego las amenazas en Nariño, la convocatoria apócrifa de Anncol, las amenazas en Córdoba, Cúcuta, el atentado contra Adriana González (líder de la marcha en Pereira), y el debate en contra del evento que se dio en todo el país". Y añade que "a pesar de todo, logramos convencer a los ciudadanos de que las víctimas merecen nuestro respeto, y pusimos de presente sus derechos".

Por ello, a la par, instalaron el jueves el IV Encuentro del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado. "La movilización nos hace sentir que tenemos autoridad para hacer propuestas de envergadura nacional. Vamos a discutir eso a ver qué proponemos".

Al final de la tarde, cuando ya estaba disuelta la marcha, se presentaron algunos incidentes. En la Plaza de Bolívar, jóvenes destruyeron la baranda de seguridad de la estatua del Libertador e intentaron acabar con las de ingreso al Capitolio. De inmediato, un grupo antidisturbios de la Policía llegó al lugar y controló el desorden. Algo similar ocurrió en la séptima con 22, pero también fue menor.

El balance entonces no pudo ser mejor; la marcha del 6 de marzo, que en un primer momento parecía una reacción a la del 4 de febrero, terminó por convertirse en el segundo capítulo de una histórica protesta en que el país entero repudia a los promotores de la violencia, sin distingos de ideología.