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CAMPAÑA

El hombre de los verdes

Mockus desplaza a Fajardo como el fenómeno del momento en el voto de opinión.

20 de marzo de 2010

Es increíble cómo puede cambiar la política en una semana. Hace apenas ocho días muchas personas pensaban que la segunda vuelta acabaría siendo un mano a mano entre Juan Manuel Santos y Sergio Fajardo. El primero, como el poder tradicional, y el segundo, como el símbolo de la renovación. En ese escenario Santos representaba una combinación de la oligarquía bogotana con la maquinaria uribista y el respaldo empresarial. Y Fajardo la opción carismática, fresca y atractiva para los jóvenes, los intelectuales y para esa franja alternativa que está cansada de la política tradicional.

En prácticamente todas las encuestas Fajardo aparecía de primero o de segundo alternando con Juan Manuel Santos. El mérito de haber llegado a ese posicionamiento es enorme: no contaba con mayores recursos económicos, ni congresistas a su servicio, ni publicidad en televisión. Era una especie de profesor Moncayo que se recorrió el país a pie, estableciendo un contacto personal con la gente.

Todo eso cambió en ocho días. Un error de cálculo en las elecciones parlamentarias desinfló de la noche a la mañana su candidatura. ¿Cuáles fueron los errores que produjeron esa caída? En primer lugar, haber participado en las elecciones parlamentarias cuando su prestigio era estrictamente personal. Aunque sí tenía posibilidades de llegar al umbral, dadas las maquinarias a las que se enfrentaba, de todas maneras hubiera quedado como un perdedor. Su nombre, que era el que arrastraba, no estaba en ningún tarjetón, y en su lugar aparecía el nombre de su movimiento Compromiso Ciudadano por Colombia, carente de toda recordación o de asociación con él. Como si fuera poco, el logo que identificaba sus listas en el Senado era totalmente diferente al de la Alianza Social Indígena, que fue el movimiento que avaló sus listas a Cámara. Votar por las listas de Sergio Fajardo era tan complejo como presentar un Icfes.

A lo anterior hay que agregar otro error estratégico: haberse negado a formar equipo con los 'tres tenores' cuando era previsible que él hubiera sido el candidato presidencial de los ex alcaldes. Si le hubiera sumado su prestigio nacional y su respaldo en Antioquia a la votación de los 'tres tenores' el Partido Verde hubiera superado el 1.600.000 votos que obtuvo en la consulta y habría sacado más de dos millones, convirtiéndose automáticamente en uno de los finalistas de la segunda vuelta.

Eso no sucedió y la cuenta de cobro va a ser alta. En política los errores se pagan caro y el efecto inmediato de la jornada electoral fue que Sergio Fajardo perdió lo que los norteamericanos llaman momentum, que podría definirse como ese impulso que genera la expectativa de triunfo.

Hoy casi nadie en Colombia contempla la posibilidad de que Fajardo esté en la segunda vuelta. Y todo lo que se decía de él se dice ahora de Antanas Mockus. El consuelo es que hace cuatro años la situación era a la inversa: los desinflados eran Mockus y Peñalosa porque sus listas no alcanzaron el umbral.

El momentum en la actualidad es para el ex alcalde de Bogotá. Esto no deja de sorprender si se tiene en cuenta que su partido quedó como la penúltima fuerza en las elecciones pasadas. Pero como en política las victorias relativas pueden llegar a ser tan importantes como las absolutas, el hecho de que los 'tres tenores' hubieran logrado un resultado muy superior al esperado los convirtió en ganadores. A eso se suma que una campaña con el concepto de un trío, que inicialmente parecía un símbolo de debilidad, acabó convirtiéndose en un símbolo de armonía, novedad, alegría y buenas vibraciones. Parecía raro que tres personas pudieran hacer campaña juntas cuando estaban compitiendo por la misma candidatura. Pero esa fórmula original acabó siendo identificada por un sector importante de votantes como la nueva política que antes encarnaba Fajardo.

Esta alternativa va a tener las mismas ventajas y desventajas que tuvo en su momento el ex alcalde de Medellín. Seguramente va a presentarse un fenómeno de entusiasmo impulsado por los estudiantes, los profesionales jóvenes, sectores académicos y mucho ruido en las grandes ciudades, como lo demuestra la avalancha de apoyo que tiene en las redes sociales. Su página oficial en Facebook tiene 76.000 personas, cifra que triplica a la de cualquiera de sus rivales. Estar con Mockus se ha vuelto in.

Pero una cosa es un fenómeno de opinión y otra cosa es la posibilidad de llegar hasta la final. Muchos de los obstáculos que ha enfrentado Fajardo también le tocarán a Mockus. Comenzando por el hecho de que ambos compiten por el mismo electorado, pues si bien la campaña de Fajardo sufrió un duro golpe, él sigue en la contienda convencido de que puede recuperar el espacio perdido. El problema es que de por sí ese espacio es pequeño para dos, pues en gran parte se limita a las principales capitales y a los sectores universitarios.

En Colombia la 'manzanilla' todavía es más grande, incluso en las elecciones presidenciales. No es sino pensar que Juan Manuel Santos con el Partido de la U y el PIN arranca con 34 senadores y Mockus con cinco para darse cuenta de que la cosa es cuesta arriba. En la mayor parte del territorio nacional la plata, los buses, las camisetas, las lechonas y lamentablemente la compra de votos definen el resultado. Y ese definitivamente no es el fuerte de Mockus.

En cuanto a imagen, tiene una favorabilidad muy alta, 55 por ciento, pero también tiene un negativo considerable, 34, lo cual significa que su empaque de profesor iconoclasta no es un producto universal. Sin duda es un símbolo de la ética y de la cultura ciudadana. Pero en el mundo de la realpolitik generalmente se impone lo que es sobre lo que debe ser. En un país con problemas tan concretos como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la guerrilla, el narcotráfico y la corrupción, las propuestas de él suenan con frecuencia abstractas y teóricas. Sus intervenciones a veces parecen parábolas llenas de metáforas donde se invocan más principios que soluciones. Indudablemente ha dejado de ser payaso y ya no se le ve bajándose los pantalones, casándose encima de un elefante, disfrazado de grillo o tirando vasos de agua. Hoy es percibido más como un profesor que se convierte en ocasiones en cura o incluso en profeta pero pocas veces en líder de multitudes. Su escenario es el de la televisión no el de las plazas. La sinceridad y la transparencia con que asume ese papel son simultáneamente su fuerza y su debilidad.

En conclusión, en lo que todo el mundo está de acuerdo es que Antanas Mockus es diferente. Lo que queda por verse es si en 2010 los colombianos, que siempre quieren el cambio, prefieren un producto tan diferente.