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El hombre

A pesar de lo anacrónico de su demagogia, Hugo Chávez fue el fenómeno político del continente.

13 de enero de 2006

Hugo Chávez Frías, el presidente de Venezuela, pudo hacer en 2005 lo que siempre había querido. En los últimos 12 meses alteró el mapa político del subcontinente, distribuyó su riqueza petrolera por los cuatro puntos cardinales, desafió a Estados Unidos, y de ser percibido como un payaso tropical pasó a posicionarse como el dirigente latinoamericano de mayor influencia global. En un mundo cada vez más interdependiente, lo que hizo el Presidente de un país indeleblemente ligado a Colombia, tiene visos históricos. Por todo eso, el ex comandante se convirtió en el primer hombre del año que ha sido escogido por SEMANA fuera de las fronteras del país.

No es fácil explicar el fenómeno Chávez. Hablar de revolución en la época de la globalización es anacrónico. Criticar al imperialismo cuando todo el mundo quiere tener buenas relaciones con la única superpotencia es una rareza. El proyecto político de Chávez, un seudosocialismo confuso desde el punto de vista conceptual, jamás habría clasificado entre los marxistas de los años 60. Pero Chávez ha logrado darle vida a este discurso, gracias al descontento que existe en el continente por los anhelos frustrados del consenso de Washington, y gracias a las condiciones muy particulares de la economía petrolera venezolana empujada por un petróleo a 70 dólares por barril. Diablo o redentor, Chávez, al finalizar 2005, es el mandatario latinoamericano más influyente en la región y el más conocido fuera de ella.

No todo el mundo estaría de acuerdo con señalar a Chávez como personaje del año. Pero este hecho no significa un premio, ni un elogio sin matices a todo lo que hace y representa, sino un reconocimiento a que en el año que termina fue el hombre que generó más impacto y tuvo más influencia. Muchos, dentro y fuera de su país, lo consideran un loco peligroso, enamorado del poder y la popularidad, que gasta dinero a manos llenas para satisfacer sus impulsos. Pero otros tantos piensan que es un personaje providencial y que sólo una mente febril como la suya, obsesiva y ególatra por momentos, es capaz de imaginar un mundo más justo y convertirlo en realidad. Ambas posiciones pueden ser un poco ciertas y un poco falsas, y quien quiera puede alinearse en ellas sin temor de estar completamente equivocado. Pero, sin importar cuál se suscriba, hay que aceptar que Chávez, por no ser nadie más que Chávez, está en la cresta de la ola mundial.

Son muchas las razones por las cuales el Presidente venezolano es el personaje del año 2005. Las siguientes son algunas de ellas.



Integrador latinoamericano

Chávez cree en la idea decimonónica del Libertador Simón Bolívar de una Latinoamérica unida y, como demostró este año, está seguro de que es posible ponerla en marcha. Esa mentalidad mesiánica no es nueva, ni extraña en una sociedad como la venezolana. Sus innumerables entrevistas y sus biografías muestran que, a la luz de lo sucedido en el año que termina, Chávez simplemente está tratando de hacer realidad su propia versión del juramento del monte Aventino. Bolívar pasó a la historia por la realización del sueño de esa tarde calenturienta en Italia. ¿Por qué, dos siglos más tarde, este latinoamericano por excelencia no podría hacer lo mismo?

Chávez entendió que el petróleo es un arma política de enorme poder. Sus ingresos por casi 7.000 millones de dólares en 2005, le permitieron aprovechar el fracaso de la democracia partidista y la economía de mercado en América Latina, un continente en el que, según The Wall Street Journal, el crecimiento ha sido menor al 3 por ciento promedio en los últimos 15 años. Y donde, por consiguiente, un vecino con plata e intenciones políticas tiene el camino abonado para vender sus proyectos.

Y lo cierto es que consiguió hacer que sus ideas de integración política para el continente fueran escuchadas seriamente a lo largo y ancho de su geografía. Libre de oposición en su país, con dólares en el bolsillo, y con su poder democrático refrendado por octava vez cuando derrotó en un referendo la revocatoria de su mandato, Chávez se lanzó en 2005 por todo Latinoamérica a una ofensiva diplomática sin antecedentes.

Entre otras cosas, con Cuba consolidó convenios de canje por los cuales envía 90.000 barriles de petróleo diarios a cambio de la participación de 20.000 médicos cubanos y otros miles de maestros y entrenadores deportivos en las misiones sociales Róbinson (educación) y Barrio Adentro (salud), mientras Pdvsa y el Banco Industrial de Venezuela abrieron oficinas en La Habana con 400 millones de dólares para impulsar los negocios en la isla y para repotenciar las refinerías de Matanzas y Cienfuegos.

En el área caribeña creó Petrocaribe para suministrar 200.000 barriles diarios de petróleo a varios países; en República Dominicana firmó un acuerdo para construir un aeropuerto internacional; en Brasil planea construir la refinería de Pernambuco con Petrobras, por un valor total de 2.500 millones de dólares, y construir el gasoducto entre los dos países, por 18.000 millones de dólares. En Argentina compró 950 millones de dólares en bonos de deuda; adquirió la petrolera Rhasa, por 100 millones de dólares; planeó la construcción de un gasoducto de 6.000 kilómetros de longitud entre los dos países, y firmó un convenio de cooperación de la industria naviera por 350 millones de dólares. En Ecuador compró 300 millones de dólares en bonos de deuda, en Paraguay firmó para invertir en una refinería, en Uruguay construirá otra y compró 176 estaciones de servicio.

La lista de sus operaciones no excluye a Colombia, donde está en proceso de comprar la totalidad de la empresas Monómeros Colombo-Venezolanos, y acordó con el presidente Álvaro Uribe la construcción del gasoducto que conectará el departamento de La Guajira con el estado Zulia, por 230 millones de dólares, a tiempo que comenzaron los contactos para un poliducto que saldrá de Venezuela al Pacífico por territorio colombiano.

Respetabilidad internacional

Con todo ello, el vituperado Chávez se convirtió en este año en cercano aliado de personajes de respetabilidad internacional como Luiz Inacio Lula da Silva, el presidente obrero brasileño a quien opacó; Néstor Kirchner, de Argentina; Tabaré Vásquez, de Uruguay, y hasta Álvaro Uribe. Y en enemigo declarado de quienes se interpusieron en su camino, como el presidente mexicano Vicente Fox, con quien cruzó sables tras llamarlo 'cachorro del imperio' por haber defendido en la cumbre de Mar del Plata al Área de Libre Comercio de las Américas, el proyecto del presidente norteamericano George W. Bush.

Su ofensiva diplomática corre en paralelo con la que ha lanzado para ejercer su influencia sobre movimientos sociales y políticos del continente, que incluyen al Partido de la Revolución Democrática de México, que podría ganar las elecciones del año entrante con Andrés Manuel López Obrador; el sandinismo de Daniel Ortega, que podría conquistar la presidencia de Nicaragua el año que viene, y Ollanta Humala, el ex militar peruano que se perfila como la sorpresa electoral del año 2006 en Perú. La victoria de Evo Morales en Bolivia es la demostración de que lo sembrado por Chávez en ese campo comienza a dar frutos.

Chávez ha logrado llevar fuera de sus fronteras sus ideas de un modelo alternativo de desarrollo basado en cooperativas, la distribución de tierras, un capitalismo con rostro humano en un marco normativo propio, un proyecto político original, no copiado de Europa. Las proclamas de Morales para la 'refundación' de Bolivia marchan en ese sentido. Chávez buscaba posicionarse como un líder del multipolarismo y del antineoliberalismo en el mundo, y lo ha conseguido.

Estados Unidos

Chávez también se convirtió en personaje mundial porque es el único líder que le canta la tabla a George W. Bush. El Presidente venezolano se inventó un conflicto con Estados Unidos, que no tiene una razón de fondo. A la actual Casa Blanca la han criticado, sobre todo la oposición venezolana, por no haber sido más audaz y proactiva en una política para desestabilizar a Chávez. Algo como lo que hicieron contra Allende, en Chile, en 1973, o contra Jacobo Arbenz, en Guatemala, en 1954, o en tantos otros lugares.

Eran otros tiempos. Hoy Bush tiene que ajustarse a los valores reinantes que obligan a respetar la democracia. Y si bien Chávez ha concentrado el poder, los partidos tradicionales están acabados, y la oposición, reducida a su mínima expresión, se ha cuidado de no cruzar la frontera de la democracia formal. Chávez ha consolidado su poder a punta de ganar elecciones. Tampoco ha expropiado compañías gringas. La pelea entre Caracas y Washington es un globo que a Chávez le ha servido para alimentar sus bases y para apuntarle, en el nivel internacional, a la simpatía de los cada vez más numerosos críticos de la actual política exterior estadounidense.

El ex comandante ha aprovechado los abusos de Bush en Irak para amenazar con llevarlo ante la Corte Internacional de Justicia como criminal de guerra. En septiembre, el presidente venezolano recibió la mayor ovación de la Asamblea General de Naciones Unidas con un explosivo discurso en el que sostuvo que Estados Unidos es un "Estado terrorista". Y no pierde oportunidad para denunciar el silencio de Washington ante el exabrupto del pastor televangelista Pat Robertson, quien dijo en un sermón que a su país le resultaría más barato matarlo que invadir Venezuela.

Y la retórica agresiva de los voceros norteamericanos le permitió anunciar su temor de una "guerra asimétrica", y desarrollar, de paso, una milicia popular, las Fuerzas Armadas Bolivarianas, creada también por su Constitución, que responde directamente al Presidente bajo la doctrina de la corresponsabilidad ciudadana en la defensa del país.

Otro hecho histórico de Chávez se dio este año, cuando no desaprovechó la oportunidad que le dieron en noviembre, 11 senadores demócratas. Los legisladores escribieron a las principales distribuidoras de combustible para pedirles que vendieran a descuento fuel oil de calefacción a las comunidades más pobres y Citgo, que es una sociedad norteamericana de propiedad del gobierno venezolano, fue la única distribuidora que contestó la carta. Como consecuencia, el gobierno de Bush se vio en la máxima humillación de que un país tercermundista como Venezuela distribuyera combustible barato a las zonas más pobres de Massachussets y Nueva York, para regocijo de miles de pobladores.

Como si fuera poco, según comentó The Washington Post, "Chávez aún no ha comenzado a usar a Citgo para sus fines políticos". Para entender la magnitud de sus posibilidades, esa compañía, que Venezuela controla desde 1990, opera varias refinerías en Estados Unidos con miles de empleados y 14.000 estaciones independientes operan con franquicias bajo ese nombre. El venezolano controla el 7 por ciento de la capacidad de refinación de petróleo de Estados Unidos. Chávez tiene a su favor, de nuevo, que su país es el tercer proveedor de petróleo de Estados Unidos, y que hace grandes negocios con compañías norteamericanas. Su amenaza de buscar nuevos mercados, como China, y obligar a Estados Unidos a buscar el crudo en el más inestable Medio Oriente, no es de poca monta.

Con Colombia

Chávez salió fortalecido de su enfrentamiento con Álvaro Uribe por el caso Granda si bien al final del año, con los dos presidentes reunidos en medio de sonrisas en Santa Marta, quedó evidenciado que el pragmatismo también influye en sus decisiones.

En efecto, la reunión de hace algunas semanas entre los dos presidentes pareció demostrar que ambos ya entendieron que son como las dos caras de una misma moneda, que van a estar frente a frente durante unos cuantos años más, y que el interés de ambos países pasa por una relación más fluida. Chávez parece haber dejado atrás la visión simplista del conflicto colombiano que tenía al comienzo de su mandato, sabe que su proyecto integracionista no puede dejar por fuera a Colombia, y que sólo por su territorio puede construir el poliducto para sacar sus productos al Pacífico.

De ahí que algunos observadores auguran que luego de las inversiones podrían seguir acercamientos aún mayores. Una experta consultada por SEMANA llegó incluso a vaticinar que el gobierno de Chávez podría ser el más propicio para resolver los litigios limítrofes. Y que, en su interés por dejar atrás su antigua simpatía por la insurgencia colombiana, podría incluso propiciar un diálogo del gobierno colombiano con la guerrilla de las Farc. El reciente episodio en el que Colombia, en desafío a una vieja tradición, le negó el asilo a un grupo de militares que participaron en el golpe contra Chávez en abril de 2002 es muy elocuente sobre la intención de ambos mandatarios de hacerse pasito y consolidar un matrimonio por conveniencia.



Todo comenzó...

Esta etapa de Chávez comenzó a mediados de 2004, cuando derrotó a la oposición en el referendo revocatorio. Su gobierno, acorralado ante una baja de su popularidad causada por sus desaciertos iniciales, había maniobrado para evitar la votación. Pero mientras los opositores, confiados en los millones de firmas recogidas, se desgastaban en la discusión, el Presidente creó los programas sociales conocidos como las Misiones, que hoy son casi unánimemente reconocidas como claves en el triunfo de Chávez.

Los programas podrán ser controvertibles, pero el pueblo más pobre de Venezuela vio en ellas que alguien se preocupaba por sus necesidades. Las misiones acabaron con las posibilidades de la oposición de conseguir votos entre las capas de menores recursos, que se volcaron de nuevo hacia su ídolo. Populismo o no, muchos de los favorecidos, por ejemplo con la Misión Barrio Adentro, no habían visto jamás un médico de carne y hueso. De modo que a ellos poco les decían las críticas de que los médicos cubanos eran agentes del "castrocomunismo", como clamaba una oposición que se veía sin propuestas. Las misiones se convirtieron, además, en los programas de mostrar en el mundo. Muchos medios, sobre todo europeos, comenzaron a llegar para ver de primera mano la manifestación más impresionante de la revolución bolivariana.

Los empresarios, siempre pragmáticos, entendieron que la victoria en el referéndum garantizaba que habría Chávez para rato y le quitaron el apoyo a la oposición, que quedó en la más absoluta orfandad. La derrota de ésta fue doble porque no sólo quedó desarticulada, sino que dejó a su enemigo consolidado y en posición de seguir adelante con su proyecto, apoyado en los precios del petróleo, que pasaron de 15 a 40 dólares el barril.

Chávez ya tenía claro que iba a usar el crudo como arma política internacional desde cuando se hizo con el control de Pdvsa, la petrolera estatal, como resultado del fracaso del paro nacional de diciembre de 2002. No es una coincidencia que luego del referéndum hubiera nombrado como ministro de Relaciones Exteriores a Alí Rodríguez, ex secretario general de la Opep y hasta entonces presidente de Pdvsa, es decir, a alguien que conoce a fondo el mercado mundial del petróleo.

El Presidente venezolano acrecentó su influencia internacional, y su proyecto está siendo seguido con emoción por quienes ven en sus movimientos un interés altruista. Pero acrecentó su tinte autoritario en los asuntos de su país, como se vio en el proceso por el asesinato del fiscal Danilo Anderson, en el que la escogencia de los acusados parece tener algo de política.

Sin embargo, el siempre contradictorio Chávez apenas avanzó en su revolución socialista con algunos tímidos intentos de expropiación de hatos ganaderos y con la ocupación un par de silos abandonados para instalar industrias de gestión comunitaria. Telesur, su proyecto estrella de comunicaciones, diseñado para hacer contrapeso a CNN, no resultó ser el vehículo de exportación subversiva que se esperaba, y en los pocos países que se ve dicen que es una estación más bien moderada. Su tan vituperada ley mordaza, que silenciaría al periodismo, no lo ha hecho. Más bien los grandes medios, con la excepción notable del diario El Nacional, han comenzado a convivir con él.

Algunos opositores señalan con cierta ingenuidad que el retiro de la oposición de las elecciones a la Asamblea General deslegitimizará al régimen venezolano, y que, en todo caso, la votación chavista fue de menos del 20 por ciento, por lo que en las elecciones presidenciales de diciembre Chávez sería vulnerable. Pero lo más probable, en opinión de expertos consultados por SEMANA, es que el año entrante predomine un Chávez en proceso de profundizar su revolución, armado con sus 33.000 millones de dólares de reserva, pero al mismo tiempo en busca de diálogo con la oposición, entre otras cosas porque su proyecto de democracia participativa requiere la presencia de todas las tendencias.

El Presidente todavía tiene los medios para asegurarse el apoyo popular sin que, por otra parte, aparezca una figura capaz de hacerle contrapeso en las urnas. Chávez dice que estará en el poder por 14 años más, pero con la Asamblea totalmente en su poder, ya se habla de autorizar la reelección indefinida.

Por eso el peor enemigo que tiene Chávez, y el único que aparece a la vista, es Chávez mismo. El exceso de confianza y las ansias de poder lo pueden llevar a cruzar una línea que hasta ahora sólo ha pisado y que marca el ingreso al territorio del autoritarismo abierto. Eso, en estos tiempos, es jugar con candela. También habría que ver hasta dónde funciona el cañazo de una inversión social sin estrategia, coyuntural y sólo sostenible si el petróleo sigue caro. O si las expectativas de los sectores populares se satisfacen. El hecho de que Chávez haya logrado someter a la oposición a su más mínima expresión, no necesariamente significa que tenga una fórmula que funciona hacia el futuro. Lo más probable es que se le presenten escollos que lo obliguen a reinventarse a sí mismo y a buscar nuevos aliados y escuderos. Es lo que ha hecho desde diciembre de 1998, cuando ganó las elecciones por primera vez. n?