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OPINIÓN

El laberinto del general

Las riberas del Atrato son tierras hostiles. Eso lo saben hasta los niños que crecen en esas comarcas miserables. El mando militar lo sabe. El general Alzate lo sabe.

Yezid Arteta Dávila
20 de noviembre de 2014

El oficio de un combatiente consiste en matar al enemigo y sólo intenta evitar que lo maten en aras de la eficacia, predicaba un capellán militar en el frente francés, durante la Primera Guerra Mundial. Eso vienen haciendo los miembros de las fuerzas militares y los guerrilleros colombianos desde que comenzó esta guerra. Mientras los plenipotenciarios del gobierno y las FARC parlamentan en La Habana, los combatientes siguen en su oficio: matando y evitando que los maten.

Una guerra es en realidad una sumatoria de homicidios. "Homicidios legales" en el caso de las fuerzas regulares. "Homicidios ideológicos" en el caso de las fuerzas irregulares. El presidente Santos ordena a sus soldados a aniquilar, neutralizar o capturar a los miembros de las FARC. Timoleón ordena a sus guerrilleros que hagan lo mismo contra los soldados y policías. Hasta aquí nada nuevo.

Una mirada a vuelo de pájaro de la prensa, la radio y la televisión colombiana alrededor de un hecho de guerra bastan para armar una enciclopedia de majaderías. Los medios no se han preocupado, o mejor, invertido recursos en la formación de corresponsales que puedan leer con profesionalismo lo que ocurre en un teatro de operaciones. En el affaire del general Álzate las campanas doblaron a rebato y los medios empezaron a disparar a la bartola.

Los medios crearon la impresión de que el país se había acostado por la noche en paz y cuando despertó en la mañana se escuchaban tiros por todas partes. En realidad, nunca hemos salido de la guerra. Eso lo saben los militares colombianos y causa asombro que reaccionen como civiles frente a hechos de guerra.

De acuerdo al Derecho de Ginebra, no hubo secuestro. Para cerciorarme conversé con Vicenç Fisas, el director de la Escola de Cultura de Pau, y compartió la misma impresión. Técnicamente,   dijo Fisas, en el caso del general Álzate no hay secuestro. Un general que está conduciendo operaciones de guerra no es un civil y el secuestro sólo opera cuando la persona afectada no es combatiente, agregó Vicenç. En estricto Derecho de Ginebra cabe en la categoría de retenido, capturado o prisionero de guerra. Hasta aquí el derecho.

Las riberas del Atrato son tierra hostil. Eso lo saben hasta los niños que crecen en esas comarcas miserables. El mando militar lo sabe. El general Álzate lo sabe. Las hipótesis acerca de las razones que llevaron a un general a abandonar su puesto de mando varían de acuerdo al grado de ignorancia o conocimiento que el analista tenga sobre el abecé de la guerra. Los medios de comunicación ignoraron la guerra y se volcaron sobre la política low cost hasta el punto de que perdieron la brújula y aventuraron conjeturas traídas de los cabellos.

Cuando te desplazas por áreas enemigas, repiten hasta el cansancio los instructores de guerra de las fuerzas armadas y la guerrilla, debes hacer un reconocimiento y aseguramiento de la ruta mediante adelantadas y debes contar con los hombres y la capacidad de fuego para repeler un ataque. Registra y asegura el perímetro del lugar donde vas a llegar, insiste el instructor a los futuros mandos del ejército y la guerrilla.

¿Qué pasó en la región del Atrato? Nunca lo sabremos. Hay toda clase de lecturas. Desde los expertos en teorías conspirativas que hablan de una chocolatina envenenada, hasta los novelistas que se fijan en las debilidades mundanas e interpretan el acto del general Álzate como una expresión de su naturaleza humana, demasiado humana, como decía mi amigo Federico.

Las partes, con el apoyo de los países garantes, acordaron en un abrir y cerrar de ojos la manera de resolver el asunto. Saben que no hay más salida que seguir juntos hacia adelante. Son como Toro y El Llanero Solitario que pertenecen a linajes distintos y cabalgan caballos diferentes pero se defienden y atacan en pareja.  

Pienso que los medios deberían tomarse las cosas con más tranquilidad. A veces parecen esos tipos que de pronto les cae un arrebato, van hasta el escritorio, sacan la pistola, salen a la calle,  disparan a los primeros nueve parroquianos que encuentran y los matan. De repente recobran la cordura pero ya es demasiado tarde y la policía los abate. Los titulares de prensa pueden resultar más terribles que los tiros.

Estamos en el momento crítico del proceso de paz y por tanto el más vulnerable. La resolución del tema de las víctimas resuelve en gran parte el futuro de las FARC. Los ataques de artillería pesada contra las negociaciones vendrán en estos días. Los refractarios al proceso saben que si las partes consiguen ponerse de acuerdo sobre el tema de las víctimas no hay vuelta atrás.  

En medio de este asunto del general, un estudiante me preguntó en un conversatorio en la Universidad Rey Juan Carlos, sobre qué pensaba de los militares y la negociación. Lo que te voy a decir, respondí, no gusta a muchos de mis amigos izquierdistas, pero te lo diré: sin el compromiso de las fuerzas militares en el proceso todo se volverá humo. Pienso que los militares procesados y condenados deben recibir los mismos beneficios que los guerrilleros, pienso además, que el papel del expresidente Uribe es relevante para sellar un acuerdo definitivo de paz.

La guerra es un muro. Mientras exista ese muro no hay manera de hacer política plena. No veo por dónde. No creo en niños que nacen por la manga de una camisa. Prefiero ser un izquierdista políticamente incorrecto que un gil.

Yezid Arteta Dávila
En twitter: @Yezid_Ar_D
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