Home

Nación

Artículo

“La clase política sabe que el país la desprecia pero nada de eso le importa porque tiene el poder real en sus manos”

EN PLATA BLANCA

"El lenguaje de los congresistas de la Unidad Nacional es la extorsión"

El exalcalde de Bogotá y excandidato presidencial Antanas Mockus habla del proyecto Pido la palabra, y confronta lo que llama la vieja Colombia con la nueva que se abre paso.

María Jimena Duzán
18 de agosto de 2012

María Jimena Duzán.: ¿En qué consiste Pido la Palabra?

Antanas Mockus.:
Pedir la palabra es la manifestación más cotidiana posible de una actitud democrática. Lo más antidemocrático es no dejar hablar al otro. Pedir la palabra es recordarles a los otros que uno los considera sus iguales. Claudia López, Alonso Salazar, Iván Marulanda, José Antonio Ocampo, Antonio Navarro, incluso Cecilia López o yo mismo y los demás participantes aceptamos pedir la palabra. 

M.J.D.: ¿Pero para decir qué?

A.M.:
Para decir que no estamos conformes con la inequidad, con la guerra, con la baja calidad de la política. Queremos ser propositivos y por eso decimos que en vez de encerrar al país en polémicas que se vuelven estériles, queremos darle la palabra a otras voces. 

M.J.D.: Usted ha sido visionario, quíntuple, luego verde. Ninguno de esos movimientos ha llegado para quedarse. ¿Pasará lo mismo con Pido la palabra?

A.M.:
Cada uno de esos intentos, tuvo un saldo pedagógico notable. La gente me quiere, me dice 'profesor' y confía en que no me voy a equivocar de chip. De cierta forma nosotros representamos a una Colombia zanahoria que ha podido preservar su libertad para juzgar y para indignarse. Una Colombia que no está intimidada, integrada por sujetos relativamente independientes en materia económica que han construido condiciones materiales para poder opinar libremente. Muchos de ellos han estudiado en el exterior y forman parte de élites más cosmopolitas y modernas que las que tradicionalmente han imperado en el país. Discutir o criticar, es visto todavía en algunos sectores de la sociedad colombiana como grosería, pero en Francia, por ejemplo, es un deporte nacional. Tras la guerra liberal-conservadora Colombia interrumpió su proceso de secularización y se frenó la construcción de una ética en la que uno pudiera opinar libremente. Desde entonces Colombia se volvió uno de los diez países más religiosos del planeta Tierra.  

M.J.D.: Y esas nuevas élites cosmopolitas que tanto protestan en las redes sociales, ¿votan en las elecciones?

A.M.:
Yo sí creo que hay una parte creciente de colombianos que no le debe nada ni le teme a los políticos. Les indigna más bien lo prosaico que son en sus manifestaciones e intereses. Y creo por eso que hay dos Colombias: la nueva y la vieja, y que a la nueva le da como pena a ratos la vieja.  

M.J.D.: ¿Cuál es la Colombia vieja?

A.M.:
La vieja es la que se aferra a valores como el de la lealtad personal. Si fueran leales a las instituciones sería una maravilla, pero es que son leales es a las personas. El expresidente Uribe es el mejor exponente de esa Colombia. Para él la lealtad personal que le debía Santos ha sido quebrantada hasta lo más profundo al punto de considerar al presidente un desleal.  Sin embargo, el Santos 'traidor', representa una Colombia más moderna. En ese sentido podemos decir que inicialmente la 'traición' de Santos fue exitosa.

M.J.D.: ¿Santos es un 'traidor' exitoso?

A.M.:
Pues logró que mucha gente se hiciera a la idea de que esa era una traición a la persona con el objeto de superar las lealtades personales e implantar las institucionales. Y en varias cosas eso lo ha cumplido: Santos no se mete en todo como lo hacía Uribe. Es más, muchos lo critican por eso, porque no hace guiños por ningún candidato, precisamente porque respeta las instituciones. Tomó la agenda de los candidatos que perdieron y la incluyó en sus banderas de gobierno. La cuestión es que la Colombia nueva  todavía se cree más pequeña que la otra. En parte la gente vota tradicional porque cree que no hay suficientes votos libres, que no hay chance de ganar.

M.J.D.:  ¿Y cómo diría usted que es la Colombia nueva?

A.M.:
Sabemos más sobre cómo y qué mueve a la Colombia vieja que a la Colombia nueva. La nueva es más independiente, más impredecible, tiene más oportunidades porque ha estudiado más. La Colombia vieja tiene el gran riesgo de la corrupción, que ha ido desplazando a la ideología. Hoy están en los medios las declaraciones del exjefe jurídico del IDU Eugenio Meléndez quien afirma que "le entregaron el IDU a Iván Moreno". Ello demuestra que el clientelismo es la puerta directa hacia la corrupción. 

M.J.D.: ¿Si cree que el presidente Santos va a ser capaz de construir esa lealtad institucional para llevar al país a la modernidad?

A.M.:
Pues es que él es la persona más preparada para hacerlo. La habilidad de jugador de póker produjo ya los resultados que debía producir: ganó la presidencia. Pero ahora le toca gobernar. El pertenece a esa élite que estudió afuera y que conoce de la modernidad y ha crecido con los dos chips en su cabeza, el de la Colombia vieja y el de la moderna.

M.J.D.: ¿Y por qué no nos sentimos yendo hacia la modernidad?

A.M.:
Es que yo diría que estamos en un momento de transición en el que Santos tiene un pie en una Colombia y el otro en la otra. A veces estoy tentado en decirle:  ¡no más!,¡saquémonos uno de los dos chips de la cabeza y pongámonos una hora cero!  En el 91 se pensó que la constituyente era esa hora, pero se nos pasó el tiempo. El reto de Santos es el de empezar a edificar una lealtad que sea verdaderamente institucional. Si él se amarra a la clase política por cuenta de la lealtad personal, comete doble traición porque traicionaría a Uribe y a la promesa de modernidad.

M.J.D.: ¿Eso de los chips dobles no es un eufemismo para decir que somos es una sociedad oportunista?

A.M.:
¿Sabe cuál es el colmo de la buena educación entre camaleones? Cerrar los ojos mientras el otro cambia de color. Aquí eso se traduce así: cierre usted los ojos, mientras el otro cambia de chip. En todo esto hay una intención noble: mantener la unidad.

M.J.D.: ¿Acaso me está describiendo a la Unidad Nacional?

A.M.:
Los congresistas que integran la Unidad Nacional no son progresistas y pertenecen a la Colombia vieja. Su lenguaje es el de la extorsión. Tanto Uribe como Santos han querido ganar gobernabilidad de corto plazo haciéndole concesiones de largo plazo al Congreso y el Congreso no ha dejado de extorsionarlos. Ese círculo hay que romperlo. La clase política es  igual de desalmada, de cruel y de obstruccionista que las Farc, guerrilla que pertenece por eso mismo a la Colombia vieja. La clase política sabe que el país la desprecia y que en ciertos momentos la condena pero nada de eso le importa porque tiene el poder real en sus manos.

M.J.D.: ¿Es fácil hacer política por fuera de los cánones tradicionales?

A.M.:
En Colombia los partidos son iglesias sin fe. Se parecen a las empresas afiliadoras de buses: tienen el monopolio de las rutas y le abren las puertas a unos y se las cierran a otros. La política debe servir para sacar adelante lo mejor de cada cual y eso es a lo que yo aspiro. El viejo chip amerita un entierro de primera y cada vez que cualquier colombiano no se deja confundir por la lealtad personal y hace su tarea bien hecha, participa en ese entierro.   

M.J.D.: ¿A qué le temen los políticos corruptos?

A.M.:
A los medios y a los políticos como Yidis, capaces de no ceder ante el 'hagámonos pasito'. Si hubiera más políticos como ella, dispuestos a contar todo, aún pagando costos altos, el chip viejo saldría del mercado por obsoleto.  

M.J.D.: Al presidente Santos se le critica desde el uribismo por estar queriendo adelantar un proceso de paz de espaldas al país. ¿Usted comparte esas críticas?

A.M.:
Yo creo que Santos quiere hacer con las Farc lo que Uribe hizo con los paramilitares sin que exista por parte de Santos la afinidad ideológica que existía en su momento entre Uribe y los paracos. Uribe, dentro de la ley y los paracos fuera de ella, representan el mundo agrario y tenían en común un interés de clase. Entre Santos y las Farc no lo veo. Si Santos quiere abrir un proceso de paz con las Farc debe hacerlo sin bulla. Si se trata de abrirle espacio a un proceso de paz con las Farc, para dentro de 20 o 30 años, la etapa de prenegociación es la más difícil, porque es donde se fijan los alcances y también donde se define si lo que se está haciendo es por mamar gallo o por aprovechar esa pausa. Creo que el país no le va a perdonar a Santos los movimientos que le den la impresión de un regreso al Caguán.

M.J.D.: Ese es el argumento que tiene el Puro Centro Democrático.  

A.M.:
Yo no soy uribista pero me parece que Santos da muestras de debilidad frente a las Farc. En vez de seguir construyendo un camino donde lo único posible sea el desarme y su vinculación al proceso democrático, les alcanza a decir que depronto se puede lograr algo más.

M.J.D.: ¿A qué se refiere con "algo más"?

A.M.:
No nos metamos en la subasta de ofrecerle cosas a las Farc. Punto.

M.J.D.: ¿Qué político admira?

A.M.:
La respuesta es de pura reina de belleza: Gandi.

M.J.D.: ¿Y qué le enseñó Gandhi?

A.M.:
A que todos los días debo sospechar de mí mismo.