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Los familiares de los secuestrados tienen cifradas todas sus esperanzas en la mediación del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Yolanda Pulecio y Gustavo Moncayo (en el sofá) fueron algunos de los que se reunieron con él en el Palacio de Miraflores

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El libertador

Si Chávez no logra el acuerdo humanitario, nadie lo logra.

25 de agosto de 2007

Si el presidente de Venezuela Hugo Chávez asumió la tarea de mediar para lograr el intercambio humanitario, por algo será. La situación no puede ser más difícil. Mientras Uribe puso a sus más entrañables escuderos, como el ministro Andrés Arias y el asesor José Obdulio Gaviria, a recorrer el país para promover el No al Despeje, Chávez arregla maletas para venir a reunirse con el Presidente y buscar una fórmula que resulte justa y atractiva para las Farc. En medio de mensajes tan contradictorios, parece que por fin la guerrilla entregará los cadáveres de los diputados, mientras los familiares de quienes siguen aún secuestrados se aferran a la esperanza de que Chávez saque sus ases. ¿Puede realmente el Presidente venezolano desatar el nudo gordiano del intercambio?

A pesar de que muchos comentaristas han visto este escenario como una ruleta, en realidad se está más bien frente a un tablero de ajedrez donde el resultado final dependerá de las jugadas de cada uno.

Chávez tiene mucho margen de maniobra. Para empezar, es el mediador ideal. Es una de las pocas personas a las que las Farc miran con admiración y respeto. Si bien él no tiene contacto con los miembros de esa organización, es muy posible que gente de su gobierno o su partido sí lo tenga. Enviar o recibir un mensaje no será un problema. De otro lado, Chávez no está solo. Tiene excelente interlocución con el gobierno cubano, que es un actor importante si se trata de acercarse a las Farc. No hay que olvidar que Rodrigo Granda, el guerrillero liberado de la cárcel por el presidente Uribe hace algunos meses, está en la isla con la supuesta misión de trabajar a favor del intercambio.

También hay acercamientos con el gobierno de Francia y Chávez tiene el liderazgo suficiente para vincular a otros gobiernos de la región en una gestión que se convierta en un gran propósito humanitario internacional. Ofrecerles a las Farc oxígeno político internacional no es algo desdeñable en un momento en que la muerte de los diputados, la fuga del policía secuestrado Jhon Frank Pinchao y hasta los juicios contra 'Simón Trinidad' y 'Sonia' les han hecho perder completamente la aureola revolucionaria.

A Chávez este nuevo papel de mediador le cae como anillo al dedo. Por un lado, convierte un estigma -la supuesta presencia de cabecillas de las Farc en su país- en un elemento a su favor. Acaba con las suspicacias y de paso, si le va bien, gana indulgencias. Como si fuera poco, el tema le sirve para echarle un poco de humo al escándalo de la maleta con 800.000 dólares que le decomisaron al empresario Guido Alejandro Antonini en Argentina y que se podría convertir en la prueba de que el gobierno de Venezuela financia campañas en otros países. Visto así, para Chávez su nuevo papel es un gana-gana.

Aun así, lo que le espera no es fácil. El gobierno colombiano está cada vez más cerrado a la idea del despeje y busca convertir esa negativa en un propósito nacional. O sea que cuando Uribe le dio carta blanca a Chávez, lo hizo como un último recurso para ablandar a las Farc, pero está elevando el costo de cualquier cesión por parte del gobierno.

La apuesta de Uribe también es ganadora. Le delega a Chávez el 'chicharrón' más grande de su segundo mandato. Si a éste le va bien, el gobierno colombiano se lleva el punto de haber buscado al facilitador adecuado. Si le va mal, el gobierno no pierde porque se ratifica en su postura de que las Farc son el obstáculo para el intercambio.

Con este escenario hay razones para estar moderadamente optimistas. Como dijo el ex presidente Alfonso López cuando se conoció la muerte de los diputados, "la crisis hizo crisis". Después de lo que ha ocurrido este año, la situación difícilmente puede empeorar para los secuestrados. Por eso habrá que esperar a que se cumpla el viejo proverbio de que el día está cerca, cuando la noche parece más oscura.