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EL MISTERIO DE JACKY ABADI

SEMANA analiza los cabos sueltos que las autoridades tratan de unir sobre el asesinato del empresario.

21 de octubre de 1996

Jacky Abadi entrenaba diariamente para cumplir uno de sus sueños más anhelados: correr el mes próximo la maratón de Nueva York. Este deportista aficionado era uno de las personas más queridas de la comunidad judía y de la sociedad en general. Un exitoso empresario en la industria textil que se había ganado el respeto y la amistad de todos los que tuvieron la oportunidad de conocerlo. Era sencillo y generoso. Amante de las motocicletas, de los aviones y de otros 'juguetes', Abadi era una de esas pocas personas que disfrutan cada minuto de la vida. El lunes 16 a las 8:30 de la mañana Jacky Abadi se movilizaba, como lo hacía todos los días, en una motocicleta Honda 650. Iba rumbo a Hilacol, la empresa textilera que heredó de su padre, la cual visitaba por lo menos tres veces por semana. Al llegar a la calle 100 con carrera 48 en el barrio La Floresta de Bogotá, fue interceptado por una camioneta Luv blanca con cuatro hombres a bordo que lo atacaron. Recibió seis impactos de bala de una pistola 9 milímetros, dos en el cuello, dos en el tórax, uno en el abdomen y uno en la pierna. Según algunos testigos, los hombres se bajaron del vehículo e intercambiaron palabras con Abadi, quien al parecer opuso resistencia, tuvo lugar un forcejeo y lo asesinaron. Abadi murió con el casco puesto. Su muerte produjo consternación entre propios y extraños. Fue un golpe a una comunidad que nunca se imaginó que uno de sus más populares integrantes terminaría siendo una nueva víctima de la violencia que azota a Colombia. Acabaron con la vida de un líder del mundo textil. Un hombre que decidió competir frontalmente contra los grandes de esa industria y dejar así su propia huella en una respetada trayectoria empresarial que había comenzado su padre hace 40 años.
Un empresario audaz
Jack Abadi Ruben nació el 27 de junio de 1955, el primer hijo de Mike Abadi y Corina Ruben. Bachiller del Colegio Nueva Granada y graduado del Philadelphia College of Textiles, Jacky siempre era considerado una fiel réplica de su padre y el heredero natural del negocio. Fue el gestor de la ampliación de Hilacol al campo de la comercialización de prendas por medio de sus almacenes Azúcar, que luego agregaron un departamento para niños, Azuquita. Hoy hay 103 puntos de venta en el país, 35 en Bogotá y 68 por fuera con el sistema de franquicia. En 1988 emprendió su mayor aventura: constituir una empresa para fabricar tela de tejido plano -driles y géneros- y montarle competencia a Coltejer, Fabricato y Tejicóndor. Siempre alerta a nuevas posibilidades de inversión, vislumbró una oportunidad de oro en las exenciones tributarias otorgadas a la región afectada por la erupción del nevado del Ruiz. Escogió a Ibagué como el centro de operaciones por su ubicación estratégica dentro del triángulo Bogotá, Medellín y Cali. Igualmente por su cercanía a los cultivadores de algodón de Tolima y Huila, lo que representaba una reducción en los costos de transporte y la mayor facilidad para despachar su producto a los puertos de Buenaventura y Cartagena. Así nació Fibratolima, su obsesión. Viajó a Alemania donde compró una pequeña fábrica y trajo la maquinaria a Ibagué. El proyecto comenzó operaciones de tela terminada en noviembre de 1992, aunque ya producía hilados desde enero de 1991. Fibratolima fabrica telas para uso de vestuario exterior (pantalonetas, sudaderas y camisetas) y para cortinas y muebles. Es, por ejemplo, un gran proveedor de los uniformes de camuflaje del Ejército. Fibratolima ha logrado quitarle participación de mercado a las tres grandes y es hoy un importante actor en el sector textilero. La empresa se ganó el respeto de sus competidores quienes le reconocen su éxito. "Es muy fuerte, particularmente en driles", dice René Gómez, presidente de Coltejer.
La crisis de la apertura
En 1992, Fibratolima, aprovechando el boom del sector financiero y con el fin de capitalizar la empresa que crecía vertiginosamente, tomó la decisión de volverse pública e hizo una emisión de acciones nuevas equivalentes al 30 por ciento de la compañía en la Bolsa de Bogotá. Pero los gastos requeridos para mantenerse competitiva en una economía abierta obligaron a Fibratolima a hacer en 1993 y 1994 dos emisiones primarias de acciones en busca de mayores recursos. Los nuevos accionistas titulares, los que compraron en 1992, absorbieron las emisiones y lograron el control de la empresa. La familia Abadi, en cabeza de Hilacol, quedó con el 22 por ciento de las acciones. La apertura y la revaluación afectaron a toda la industria textilera y las empresas de los Abadi no fueron la excepción. Pero los cambios estructurales no solo tuvieron lugar en Fibratolima. También en Hilacol. En 1995 esta empresa llevó a cabo una reestructuración que significó el retiro de Jacky Abadi y de su familia de las posiciones directivas, aunque continuaron como miembros de la junta. En mayo de este año, Hilacol, cuyas deudas superaban los 20.000 millones de pesos, llegó a un acuerdo con los bancos sobre la necesidad de liquidar sus activos no productivos. Decidió entonces entregar la totalidad de sus acciones de Fibratolima en fideicomiso a Granfiduciaria con instrucciones de que se vendieran para pagar pasivos a sus bancos acreedores. Fibratolima también adelanta una reestructuración de sus créditos y sus otros propietarios están vendiendo un paquete de acciones que equivale a no menos del 60 por ciento de la empresa. Granfiduciaria tiene un mandato irrevocable de venta. Según Luis Fernando Beltrán, presidente de Hilacol y ex presidente de Fibratolima, todo indica que el sector financiero se quedará con la mayoría de las acciones. Al final de su vida, Jacky Abadi se había quedado sin la empresa que gestó y creó y estaba en el proceso de vender su casa para pagar deudas pendientes. Le dedicó toda su energía para volver realidad su sueño y para lograrlo se vio obligado a endeudarse.

Relaciones peligrosas
Las vicisitudes financieras de Jacky Abadi lo llevaron a cruzarse con dos personajes conocidos por la opinión pública por una trayectoria muy controvertida: el ex piloto Luis Guillermo Angel y el empresario Henry Guberek. Angel y Abadi se conocieron en 1985 por una afición que los dos compartían: ser pilotos. Jacky Abady, deportista y aventurero en todo el sentido de la palabra, era un apasionado de los aviones. Luis Guillermo Angel, un antioqueño de muy buena pinta y muy popular, era un peso pesado en ese mundo. Inmediatamente se hicieron amigos. Desconocido para Abadi era el hecho de que su compañero de hobby estaba jugando con candela. Se había convertido en uno de los principales enlaces para los negocios del cartel de Medellín. El factor clave para el éxito era el transporte aéreo y 'Guillo' Angel, además de piloto, era un eficiente administrador y organizador. Angel, de buena familia y aventurero, era simultáneamente amigo de Jacky Abadi y Pablo Escobar. La amistad con el jefe del cartel de Medellín se acabó abruptamente en 1988. Escobar pasó de narcotraficante a narcoterrorista de tiempo completo y en eso Angel no estaba dispuesto a seguirlo. Para Escobar el que no estaba con él estaba contra él. Cuando Angel se negó a contribuir económicamente para la guerra contra el Estado, el capo sentenció a muerte a su amigo piloto. Luis Guillermo Angel tuvo que salir del país y años después se convirtió en una de las 12 personas que habrían de jugar un papel clave colaborando con las autoridades en el desmantelamiento del aparato terrorista del cartel de Medellín. Por esta colaboración el 26 de junio de 1993, el fiscal general de la Nación, Gustavo de Greiff, le otorgó a él y a sus compañeros de lucha conocidos como los 'Doce del Patíbulo' perdón, olvido e inmunidad. A partir de ese momento Angel quedó a paz y salvo con la justicia. Sin cuentas pendientes dejó atrás el mundo azaroso de los vuelos clandestinos e ingresó con su fortuna intacta al mundo de la legalidad. Se convirtió en un inversionista abordado por muchas empresas con problemas de liquidez, y hoy controla Croydon. Luis Guillermo Angel le había prestado a Jacky Abadi cuatro millones de marcos alemanes para comprar la maquinaria original de Fibratolima. Como la crisis textilera no permitía que la empresa despegara, esta deuda fue creciendo con el tiempo. Finalmente, a través de múltiples cruces, Abadi acabó pagando su deuda con las acciones de Fibratolima que hoy están en manos de familiares de Angel, conocidos y respetados en el mundo de los negocios. Hoy esas personas controlan Fibratolima y todos los que conocen los detalles de transacción coinciden en que nunca hubo problemas graves entre Angel y Abadi, y que el arreglo fue cordial y de común acuerdo. La amistad entre ambos se mantuvo hasta el final.

Relación conflictiva
No pasó lo mismo con Henry Guberek. Este se convirtió en personaje al ser vinculado a la investigación sobre la muerte de Elizabeth de Sarria, la 'Monita retrechera'. La Fiscalía dictó orden de captura contra él por estar investigado como uno de los autores intelectuales del crimen. Guberek es muy conocido en los altos círculos sociales de Bogotá por su afición al polo. Acostumbraba traer polistas y caballos argentinos para jugar torneos en Colombia. Guberek y Abadi fueron socios en la creación de la empresa Texcomander. Esta recibía las telas de Hilacol, las confeccionaba y las vendía a los almacenes Azúcar. Con la reestructuración esa empresa se fusionó con Hilacol. En 1994 los dos socios tuvieron un enfrentamiento sobre el manejo administrativo y financiero que Guberek, quien era el presidente, le estaba dando a la compañía. Se le acusaba de hacer gastos innecesarios y de despilfarrar el dinero de la empresa. Se rumoró que esto llegó a crear un hueco de 7.000 millones de pesos, que como era de esperarse acabó con la amistad entre los dos socios. Abadi, quien pudo haber metido en la cárcel a su viejo compañero universitario, prefirió llegar a un acuerdo financiero. La disputa terminó en un acta de transacción donde Abadi se comprometió a comprar la participación de Guberek en Texcomander y éste a irse de la compañía. Después de múltiples cruces de cuentas se llegó a un acuerdo del orden de los 10 millones de dólares. Además de descontarle los 7.000 millones de pesos del desfalco, Abadi le pagó una suma adicional a acreedores de Guberek. Ninguna de las dos partes quedó plenamente satisfecha con el arreglo. Para Abadi los 10 millones de dólares que le costó el episodio eran una fortuna. Guberek, por su parte, no recibió un centavo. Lo cierto es que nunca más se volvieron a ver. El tono de su separación pudo medirse en un aviso publicado en El Tiempo en el cual Texcomander anunciaba la renuncia de Guberek y advertía que él no podría comprometer a la empresa en forma alguna. A pesar del evidente interés que podría existir por vincular la muerte de Abadi con el sórdido episodio de la 'Monita retrechera', las autoridades no han encontrado relación alguna entre los dos asesinatos. No hay que olvidar que Abadi y Guberek se habían separado hace varios años. Los problemas que pudo haber tenido Guberek con el mundo de los Sarria fue posterior a su relación con Abadi. Durante los últimos años, Guberek aparentemente ha tenido problemas financieros importantes con personas de dudosa reputación. Las autoridades no lo han podido encontrar y están preocupadas ante rumores de que por incumplimiento de obligaciones financieras esté actualmente secuestrado en una finca del Valle del Cauca. Guberek es un hombre muy controvertido y las versiones sobre sus deudas no sorprenden. Sin embargo, ni siquiera sus detractores lo ven involucrado en el crimen como el de la 'Monita retrechera' . Los hechos anteriormente descritos son los únicos elementos que manejan las autoridades que investigan la muerte de Jacky Abadi. Son cabos sueltos, no hay una teoría definitiva, sólo especulaciones. En términos generales una cosa es segura. Por creer en las posibilidades de Colombia Jacky Abadi se embarcó en proyectos importantes para los cuales tuvo que endeudarse en forma sustancial. La apertura y la revaluación dieron al traste de la noche a la mañana con el sector textilero del país. A partir de ese momento la única preocupación de Jacky Abadi fue cumplir con sus acreedores. El y su familia, que en el pasado constituyeron un grupo empresarial ejemplar en su campo, y muy solvente económicamente, entregaron prácticamente la totalidad de su patrimonio para cumplir con sus obligaciones y responder a la confianza que se había depositado en ellos. Había entregado de su propio patrimonio en dación de pago 15.000 millones de pesos y los compromisos pendientes estaban siendo atendidos. Cuando murió Jacky Abadi, por primera vez en mucho tiempo se sentía a paz y salvo. El gran interrogante, entonces, es si el intento de secuestro que le costó la vida era porque había quedado algo pendiente o porque a Jacky Abadi le acabaron cobrando cuentas inmerecidas.