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El Moreno está jugando

Más allá de sus excentricidades, el senador Carlos Moreno de Caro está moviendo la agenda legislativa.

13 de junio de 2004

Cada vez que se anuncia una intervención de Moreno de Caro en el Senado, se dispara el rating del canal institucional de televisión. No en vano la gente lo recuerda por los gatos que llevó para que se devoraran "las ratas políticas", el insecticida con el que fumigó a algunos de sus compañeros y los alacranes que liberó para que 'picaran' a los opositores de la reelección.

Pero Moreno va más allá de sus salidas pintorescas. Como un buen estudiante, se sienta en primera fila. Sin saco, con la camisa remangada y cargado de documentos, asiste con rigurosa puntualidad a todas las sesiones. Y la capacidad de trabajo que ha demostrado recientemente lo está convirtiendo, dentro de su folclorismo, en uno de los congresistas más pilos.

Como vicepresidente de la comisión de paz del Senado y por iniciativa propia, se ha reunido con los jefes de las Farc y de las AUC. A principios de año, el Bloque Casanare de las Autodefensas pidió su mediación en la entrega de 21 prisioneros de guerra del Bloque Centauros. A esta entrega Moreno no asistió como facilitador oficial, pero el solo hecho de haber sido escogido por el comandante paramilitar Martín Llanos para hacerlo le dio esperanzas para cumplir lo que quiere. Que lo reconozcan como "un facilitador de la paz".

Pero su máximo juicio se ha visto en el terreno legislativo. De lejos, es el senador que más proyectos de ley ha impulsado. Y aunque el número de proyectos no es indicador automático de la capacidad de un congresista, sí lo es la calidad de sus iniciativas. En los dos años que lleva Moreno en el Congreso, ha conseguido que temas como el subsidio al desempleo, la eliminación del impuesto del 3 por ciento a las remesas que envían los colombianos que viven en el exterior, el cobro de las tarifas de servicios públicos según su consumo y la adopción de un sistema de calidad de gestión de las empresas del Estado sean hoy leyes de la República.

Hace tres semanas, el presidente Álvaro Uribe sancionó la Ley de los Ojos Morados, también impulsada por Moreno. Con ella, se imponen penas a hombres y mujeres que maltraten a sus familiares. Y en curso están otras valiosas iniciativas como la que daría la posibilidad de que los colombianos lleven el apellido materno y la reglamentación de los trasplantes de órganos.

Aun cuando la mayoría de sus propuestas son de interés nacional, su obsesión por Bogotá, a cuya alcaldía fue aspirante dos veces, es evidente. De ahí que entre sus mayores orgullos esté haber gestionado recursos importantes para Bogotá en el Plan de Desarrollo de la Nación. "Ayudé a que el gobierno comprometiera dineros para extender TransMilenio a Soacha y para construir la Avenida Longitudinal de Occidente, ALO", señala.

Otra faceta de la nueva imagen de Moreno es su incondicional uribismo. Sus defensas de la reelección son apasionadas y en las plenarias no desaprovecha ninguna oportunidad para elogiar al Presidente. Esa admiración lo ha llevado a pedalear a un ritmo similar al de Uribe. Los fines de semana asiste a la mayoría de los consejos comunitarios y en algunos se roba las cámaras. En Quibdó, por ejemplo, en un acto de clara demagogia donó 500.000 pesos de su bolsillo para construir el primer baño público de la ciudad.

Para sus contradictores, el gobiernismo de Moreno no es más que una estrategia para colgarse de la popularidad del Presidente. Muchos congresistas le reconocen su capacidad de trabajo, pero lo ven como un personaje pintoresco que acude a toda suerte de artilugios mediáticos para mojar prensa. A diferencia de Mockus, cuyas excentricidades estaban cargadas de mensajes semióticos y pedagógicos, las salidas de Moreno son una forma caricaturesca de llamar la atención. Sin embargo, independientemente de si el uribismo del senador es una táctica para subir en popularidad, la mayoría de los senadores le reconocen su puntualidad y dedicación, y ya no se le puede medir sólo por sus shows.

La meta de Moreno es suceder a Uribe en 2010. Quizá esa sea otra de sus excentricidades, pero lo cierto es que seguirá dando de qué hablar. Porque como él mismo dice: "El Moreno aprendió que si no lo dejan jugar, él, solito, se mete a la cancha".