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EL MURO DE LOS LAMENTOS

Filtraciones del acueducto o falla de los constructores, la duda en torno de la cual gira el debate por el desastre de la calle 72.

13 de junio de 1994

EL LUNES PASADO, EN LAS horas de la tarde, los directivos de la firma constructora Cuéllar Serrano Gómez se encontraban reunidos con sus abogados en un ambiente de desastre. La discusión giraba en torno de un comunicado dirigido a todo el país que debía explicar lo inexplicable: por qué razón se vino abajo un muro de contención construido en la calle 72 con carrera séptima, en Bogotá, en los cimientos sobre los cuales se levantará un edificio de 19 pisos para la sede administrativa de Concasa. El derrumbe, que se presentó a las dos de la tarde de ese lunes, provocó el hundimiento de dos carriles de la calzada sur de la 72 y ocasionò la muerte de tres personas que se presume quedaron sepultadas bajo la tierra.
Inicialmente los directivos de la constructora redactaron un comunicado en el que señalaban la obstrucción de una tubería de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) como la causa más posible de la tragedia. El mensaje decía que "hasta el momento, se ha detectado el comportamiento irregular de una tubería de aguas lluvias que aparentemente se encontraba obstruida y ocasionó un represamiento que pudo haber sido en parte culpable de la falla". La firma distribuyó esta versión a los medios de información, que esperaban atentos cualquier pronunciamiento de la empresa.
Sin embargo, ese comunicado fue el causante de una fuerte discusión entre los directivos de Cuéllar Serrano Gómez, el alcalde Jaime Castro y los representantes de la Empresa de Acueducto. Tanto el Alcalde como los demás funcionarios del Distrito opinaron que la constructora había lanzado un juicio muy apresurado al afirmar que la culpa del hecho recaía en las fallas de un tubo. Incluso, Castro catalogó el mensaje como "desafortunado e inoportuno".
Ante esta situación, los directivos de la constructora echaron reversa y llamaron a los medios de comunicación para pedir que hicieran caso omiso del boletín. A las 10 de la noche dieron a conocer un segundo comunicado en el que decían que "Cuéllar Serrano Gómez, una vez celebrada una reunión con el Alcalde Mayor de Bogotá, los altos funcionarios de ella y de sus empresas, se permite aclarar su primer comunicado (...) y establece que aún no tiene ninguna base técnica para señalar que el derrumbe de los muros de la construcción se debió a un comportamiento irregular de una tuberìa de aguas lluvias".

¿UN TUBO TUVO LA CULPA?
A pesar del cambio en el comunicado, hasta finales de la semana pasada muchos en la compañía seguían pensando que un tubo pudo ocasionar el desastre. Son varios los argumentos expuestos en respaldo de esta versión: el primero es que el muro llevaba seis meses en pie, algo que debería descartar cualquier error en su construcción. De haber existido fallas en el estudio de suelos o en los materiales, el muro se hubiera venido abajo tan pronto se terminó o durante las siguientes semanas.
Esto conduce a atribuir el derrumbe a una causa externa. Y es ahí donde entra en la historia la tubería de alcantarillado que pasa por el sector. Exactamente al mismo tiempo en que el muro se caía, un tubo del alcantarillado explotó y dejó escapar fuertes chorros de aguas negras durante 10 minutos. Según varios expertos, no es normal que una tubería de alcantarillado se rompa -pues no lleva presión- y cuando se parte, no produce tanta descarga de agua. Así que el hecho de que hayan salido a flote aguas negras con tal fuerza -y por ambos extremos- es indicio de que el tubo pudo estar taponado y eso haya ocasionado la caída del muro.
Sin embargo, los directivos de la Empresa de Acueducto no comparten esta teoría, pues tiene evidencia de qúe ni la red de acueducto ni la de alcantarillado presentaban problemas. La posibilidad de que la tubería del acueducto haya fallado ha sido descartada por ellos, pues existen gráficos que señalan que las redes venían funcionando bien y sólo a las dos de la tarde de ese lunes registraron una baja de presión en el servicio de la zona, justo cuando el terreno se desmoronaba. "El tubo de acueducto se vio afectado por la caída del muro, pero no fue el causante del derrumbe", dice Mauricio Jiménez, director de operaciones de la EAAB.
El Acueducto también tiene sus razones para negar que el desastre se haya debido al represamiento de un tubo del alcantarillado: dos días antes del hecho y justo en esa zona, el ingeniero Isaac Cajigas Castro realizó la revisión de la red, inspeccionó los pozos para detectar posibles obstrucciones y comprobó que el sistema operaba normalmente. A los ojos de muchos, que esta revisión se haya producido dos días antes de la tragedia parece demasiado coincidencial. Pero los funcionarios de la EAAB aseguran que la inspección formaba parte de un programa de revisión de tapas de alcantarillado que se venía realizando junto con periodistas del noticiero de televisión Criptón en diferentes zonas de la ciudad. Ese fin de semana le correspondió a la calle 72. "Esto deja en claro que fue el derrumbe del muro lo que provocó los daños en los tubos y no al revés", agrega Jiménez.
Lo grave para Cuéllar Serrano Gómez es que, en la medida en que la EAAB consolide su defensa, la responsabilidad recaerá de manera creciente en la constructora, pues si el muro no se vino abajo por el peso de filtraciones de agua de las tuberías, resultará inevitable buscar las causas en la propia obra.

MIL Y UNA OPCIONES
Para quienes descartan la historia del tubo- y con ella la responsabilidad de la EAAB- y se inclinan por la idea de una falla en la obra, las posibilidades son tantas como las complejidades de una obra de cimentación semejante a la que estaba en curso. En efecto, las técnicas utilizadas por la firma para hacer la profunda excavación destinada a garantizar cinco pisos de sótanos para parqueaderos, implica el manejo de numerosas variables tanto en la fase de cálculos, como en la de construcción.
SEMANA consultó a algunos ingenieros que pidieron mantener su nombre en reserva. Los profesionales coincidieron en que la variedad de explicaciones puede ir desde un mal estudio de suelos hasta la falta de controles de seguridad. "Pudieron haber fallado en el cálculo de estructuras, o haber equivocado la selección y uso de algunos materiales -dijo uno de los ingenieros-, pero también es posible que no hubieran detectado una falla geológica".
Otro de los especialistas afirma que los constructores pudieron haber pasado por alto la pesada carga vehicular de la calle 72, que necesariamente pesaba sobre el subsuelo contenido por el muro. Otra teoría apunta hacia la posibilidad de que el revestimiento del muro estuviera diseñado para un nivel de humedad bajo y que cuando éste aumentó, a causa del fuerte invierno, los materiales no lo soportaron.
Pero la eventual causa que es citada con mayor frecuencia por los expertos está relacionada con el sistema de anclaje del muro. Este consiste en que desde la parte exterior del muro, y por medio de unos tubos que penetran profundamente la tierra sobre la cual éste se recuesta, se inyectan grandes cantidades de concreto que al salir al otro lado del tubo y secarse, se convierten en especie de anclas o ganchos que afirman la posición del muro sobre el corte del terreno (ver gráfico) .
En este caso, según los ingenieros pudo suceder que los constructores no colocaran los ganchos con la tensión correcta, o que el número de anclajes haya resultado menor al necesario para sostener la carga de tierra. La distancia entre los anclajes pudo haber sido mal calculada en los estudios previos.
Pero más allá de los detalles técnicos, lo que desafía la credibilidad de los especialistas en cuanto a la posible responsabilidad de la firma constructora, es el historial de Cuéllar Serrano Gómez y Cía. Se trata de una firma que lleva 60 años construyendo y que se ha caracterizado por su seriedad y por el profesionalismo de sus ingenieros.
Es difícil imaginar a una empresa con tanto que perder, cometiendo equivocaciones que se hubieran podido evitar. De ahí que algunos no descarten que la causa de la tragedia se sitúe en esa estrecha franja de los errores donde lo fortuito y lo azaroso tienen mucho que ver. Esa clase de errores de los que la ingeniería -y en general todas las profesiones- aprenden para no repetirlos en el futuro. En esta actividad, al igual que sucede con los errores de los pilotos en los aviones, se presentan equivocaciones que no necesanamente equivalen a culpa o a negligencia.
La firma constructora está dispuesta a responder por cualquier responsabilidad que se derive de la investigación que actualmente adelanta la Sociedad Colombiana de Ingenieros, cuyo resultado han aceptado de antemano tanto la compañía como las autoridades distritales. "Llevamos seis décadas construyendo -dice Santiago Alberto Botero, gerente de la empresa-. Y vamos a dar la cara, porque nosotros no sólo aparecemos en las buenas sino también en las malas".