Home

Nación

Artículo

Alberto Santofimio Botero tuvo en sus manos un gran capital político que desperdició en su carrera pública. Se le pronosticó un futuro exitoso que nunca llegó.

PROCESO

El ocaso de un líder

De Alberto Santofimio se esperaba una carrera política brillante y precoz. Pero terminó en una historia de cárcel y contactos con la mafia.

13 de octubre de 2007

Con 64 años cumplidos, Alberto Santofimio Botero no deja de ser el controvertido protagonista de la vida nacional que ha sido toda su vida. Hoy su nombre aparece ligado por un fallo de un juez de la república como partícipe de uno de los asesinatos políticos más dolorosos de la segunda mitad del siglo XX. El de Luis Carlos Galán Sarmiento, jefe del Nuevo Liberalismo, que vio frustrada su llegada a la Presidencia por las balas que unos sicarios del narcotráfico le propinaron el 18 de agosto de 1989.

Hasta el mediodía del jueves 11 de octubre, cuando se conoció la noticia de la condena, en Ibagué las emisoras radiales le pronosticaban a Santofimio un fallo favorable. Y por esto, cuando algunos medios soltaron en primicia que Santofimio había sido absuelto, empezaron a invitar a la gente a las calles para una nueva manifestación de apoyo por la decisión que dejaba al presidiario caudillo como inocente de los cargos. Pero la fiesta se aguó pronto. Al conocer que la noticia era contraria, los ánimos se apaciguaron y llegó el silencio. En Tolima la política se jugó los restos siempre por el santofimismo, y ahora la condena los deja mal parados en un juego electoral al que le quedan pocos días.

Nadie esperaba que el fantasma de Luis Carlos Galán reapareciera en un puesto de aguacates en Armenia, donde Santofimio escogía los mejores para el almuerzo del 12 de mayo de 2005. La orden de detener al político se posó sobre un Santofimio que empezaba el camino hacia la vejez y al reposo tras una agitada vida pública llena de discursos, elogios, triquiñuelas y carcelazos. Hoy cumple ya dos años y medio de cárcel en La Picota de Bogotá, en donde recibió la noticia de su condena. El aguerrido peleador tolimense se prepara para apelar esta decisión de la justicia, que podría ser la última de tantas batallas que ha dado para salvar de la ley su pellejo.

Amigos y contradictores reconocen en Alberto Santofimio una inteligencia superior, sin duda prodigiosa, que le sirvió para hacer uso exquisito del cinismo. Santofimio vivió dentro de la política colombiana como si se tratara de una novela de ficción sin demasiado apego hacia la ley.

Entró por primera vez a la cárcel en 1977. Como presidente de la Cámara de Representantes se le acusó de realizar contratos irregulares, en los que menores de edad y gentes sin experiencia laboral aparecían como empleados de la corporación. Pasó meses en la cárcel hasta cuando un tribunal de Bogotá precluyó la investigación y lo dejó libre. Después se conocerían las evidencias de los dineros que entraron a las cuentas personales de Santofimio en el Banco Cafetero, pero misteriosamente los microfilms de esas cuentas fueron borrados.

Santofimio, sin embargo, volvió a prisión por el testimonio de un funcionario de banco que sostenía la acusación en su contra pero, sólo un mes y medio después, una jueza encargada revocó la medida, a petición de la Procuraduría de Guillermo González Charry, cercano al presidente Julio César Turbay.

El joven político tolimense, nacido en Ibagué el 17 de junio de 1942, salía indemne de su primer antecedente judicial. Abogado de la Universidad del Rosario y especialista de Ciencia Política y Administración Pública, empezó su vida política en 1968, cuando logró ser el presidente del directorio liberal del municipio de Ibagué, y de Tolima en 1970. Luego fue concejal de su ciudad natal y luego de Bogotá. Llegó al Ministerio de Justicia de la mano del presidente Alfonso López Michelsen en 1974. Pasó al Congreso y entre 1975 y 1978 fue presidente de la Cámara de Representantes. En las elecciones del 78, justamente, impuso un récord para la época en los registros electorales: su movimiento político en Tolima sacó 185.000 votos con los que alcanzó a tener tres senadores y seis representantes a la Cámara.

En Tolima llegó a tener tanto poder, que era común escuchar que no se movía una hoja en el departamento sin su autorización. En la plaza pública conquistaba multitudes por su facilidad oratoria y en sus debates en el Congreso hacía gala de un amplio conocimiento de la vida y las obras de líderes políticos mundiales, y con una mezcla de argumentos, labia, poesía y literatura, llegó a ser considerado el mejor orador del país.

Rafael Caicedo Espinosa, el líder político de Ibagué, reconoció ese talento y en ausencia de hijos, tomó a Santofimio como suyo para 'hacerlo'. Los amigos de la infancia recuerdan que Alberto tenía una memoria prodigiosa y dicen que aprendió a hablar antes que a gatear. Se aprendía textos enteros de memoria y por esto se ganó pronto el apodo de 'Cerebro'.

En quinto bachillerato lo echaron del colegio en Ibagué porque, pasado de tragos, agredió una procesión del Corpus Christi. Y desde ahí salió a Bogotá a terminar la secundaria en el colegio del Rosario. Luego pasó a la Universidad, a donde llegó becado por el Concejo municipal y por la Asamblea. Doblemente protegido, viajaba en las vacaciones a su ciudad natal y, como si se tratara de un príncipe en apuros, lo nombraban secretario de gobierno por dos meses para que el joven tuviera carro y acompañantes en sus días de jolgorios. Cuentan en la capital tolimense que Santofimio tuvo líos para graduarse como abogado, pero que una tesis apoyada por el doctor Darío Echandía facilitó el cartón. Volvió a Ibagué y empezó a ascender rápidamente en la política.

En 1981, reencauchado de la cárcel, se preparaba como candidato del movimiento Alternativa Liberal para la convención liberal en la que se escogería el candidato a las presidenciales de 1982. Fue justamente en ese momento cuando apareció en su vida Pablo Escobar Gaviria. El capo aparecía como suplente del representante Jairo Ortega, que meses atrás había decidido colarse en el Nuevo Liberalismo y había sido expulsado del mismo por Luis Carlos Galán. Heridos, Ortega y Escobar llegaron a los brazos de Santofimio que los recibió en Alternativa Liberal. La campaña empezó a volar en helicóptero, a gastar en publicidad, fiestas y las demás ostentaciones de la política. Una vez en la convención, Santofimio retiró su nombre y apoyó al candidato Alfonso López Michelsen.

Circuló en esa época la versión de que Santofimio prefirió el retiro a que se hicieran públicas sus andanzas con Escobar y Ortega. Igual, el Partido Liberal perdió las elecciones y empezó el gobierno de Belisario Betancur, en que el Santofimio desde el Congreso, y sus amigos ya casi en la clandestinidad, se dedicaron a abonar el terreno para las siguientes elecciones.

Pero no era la primera vez que a Santofimio se le conocían devaneos con la mafia. Después de su primer carcelazo, tuvo en sus filas a un hombre al que le decían el 'Palomo' Aguirre, El día que éste fue detenido en Bogotá por líos de drogas, su esposa explicó que debía ser un error porque su marido era amigo del ex ministro de Justicia. Aguirre después fue asesinado en Bogotá.

Las reuniones de Santofimio en compañía de Escobar quedaron registradas en varias fotografías que lo confirman. Es famoso el viaje a Madrid, España, a donde llegó en compañía de Ortega y de Escobar a una reunión del Partido Socialista Obrero Español a la que supuestamente estaban invitados, pero no pudieron entrar.

Santofimio en su vida también le dejaba espacio al amor. Se ha casado cuatro veces. La primera con Constanza Hernández, con quien tuvo dos hijos; después conoció a María del Rosario Kairuz; celebró con Liliana Jaramillo las terceras nupcias y con ella tuvo un tercer hijo. Ella estuvo también en la cárcel por malos comportamientos siendo concejal de Ibagué. Y la cuarta, por casualidad, también se llama Liliana Jaramillo y es de Armenia.

En 1989, cuando se preparaban las nuevas elecciones durante el gobierno de Virgilio Barco, ya Pablo Escobar tenía azotado el país con el narcoterrorismo. Los asesinatos de líderes políticos de la Unión Patriótica atribuidos también al capo tenían temblando a la justicia. Santofimio estaba en plena campaña y su mayor rival, y el único que podría meterse en sus planes, era Luis Carlos Galán Sarmiento. El Espectador, unos días después del asesinato de un primo de Escobar, Gustavo de Jesús Gaviria, publicó que en abril de ese año le había entregado a Santofimio 450.000 dólares. La información no fue rectificada por él, ni en ese momento ni después.

Después del magnicidio de Galán, Santofimio siguió su carrera en el Congreso. A principios de los 90 se acercó a los capos de la droga de Cali, los hermanos Rodríguez Orejuela. Este cambio de bando enfureció a Escobar que, según los testimonios de Virginia Vallejo y de 'Popeye', no quiso volver a verlo. En el 93 Escobar perdió su guerra y cayó muerto, lo que facilitó la aproximación de Santofimio a los Rodríguez. En el proceso 8.000, en 1996, lo volvieron a encarcelar y fue condenado por haber recibido dinero del cartel. Pasó 1.189 días de cárcel. Se declaró culpable y se acogió a sentencia anticipada.

Cuando salió, en 1999, Santofimio no estaba acabado. Aunque no podía volver a aspirar a ningún cargo de elección popular, se declaró listo para la revancha. "No conozco la derrota y soy de los que caminan erguidos", le dijo a SEMANA en esa ocasión. Al llegar a Ibagué fue recibido con caravanas y fiestas. Después se refugió en la lectura y el periodismo. Le abrieron espacios como columnista en la prensa nacional y en cadenas radiales, y hasta tuvo un programa de televisión llamado El café del espejo. Pero estas actividades no lo alejaron de la política. Participó activamente en la campaña de Álvaro Uribe a la Presidencia en 2002 y en la de la reelección en 2006.

En Tolima no soltó las cuerdas. Pero hoy, cuando la cárcel le ha quitado kilos, años y le ha puesto achaques de salud, y muchas canas, Alberto Santofimio asiste al ocaso de ese esplendor que mal utilizó en su vida. Ahora, según un juez, es autor intelectual del asesinato político que más conmocionó el país en la segunda mitad del siglo pasado.