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El ‘Alemán’ Julio tuvo que desplazarse en 1997 de Chocó por amenazas . Recientemente regresó a Unguía donde vive con su familia

PERFIL

El otro ‘Alemán’

Un campesino y líder comunitario afrocolombiano, fue desplazado por la violencia del bloque paramilitar encabezado por su tocayo sangriento de Urabá.

9 de junio de 2007

En estos días todo el mundo ha oído hablar de el 'Alemán', uno de los líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia. Muy pocos saben, en cambio, del alemán de las comunidades afrocolombianas, que han padecido la mano de hierro del cabecilla paramilitar. Lo único que tienen en común ambos personajes es su sobrenombre, pues son dos alemanes diametralmente opuestos. El primero, Freddy Rendón, alias 'José Alfredo Berrío', es jefe del Bloque Élmer Cárdenas. El 'Alemán' de las negritudes es Jorge Julio, un campesino que llegó a la zona en 1957 y que en repetidas ocasiones ha sido víctima de la violencia de las Autodefensas Unidas de Colombia y que se ha visto obligado a desplazarse y a convivir con la muerte.

Jorge Julio es un hombre cálido, de una gran claridad para expresar sus ideas. Toda la vida ha cultivado la tierra para darle de comer a su familia y lo único que le pide al gobierno es que lo dejen trabajar en paz.

Tiene pinta de cualquier cosa menos de alemán. "¿Que por qué me dicen el 'Alemán'? Es una historia larga, dice con una gran sonrisa. A mí me bautizaron a los dos años de nacido. Cuando a mí me colocaron el nombre, mi abuelo no supo decirlo. El no pudo decir Jorge. El único nombre que encontró fue alemán y así me quedé".

Se define como "un campesino por naturaleza" y vive en Unguía, Chocó, un municipio ubicado cerca de la desembocadura del río Atrato, en el golfo de Urabá. Es padre de 15 hijos. "En realidad tuvimos 17 hijos, pero dos varones murieron muy chiquitos. Ahora tenemos 15 hijos en distintos sitios del país. Seis varones y nueve mujeres. Tres en Bogotá, tres en Apartadó, en Boyacá, en Panamá...".

Con 52 años de feliz matrimonio, , el 'Alemán' ha sido testigo de la historia reciente del Urabá. Natural de Necoclí, un puerto de pescadores en la parte nororiental del golfo, llegó a Unguía en 1957 recién casado y cuando todavía era adolescente. En aquel entonces esa región era una enorme selva que formaba parte de la reserva forestal de Chocó. La llegada de colonos a estos territorios baldíos muy pronto alteró el paisaje. "Llegamos como aserradores. En esa época había roble, caoba. Todo eso era pura montaña (como le dicen a la selva). Allí viví 40 y pico de años sin moverme, pero en 1995 conocí las tierras de Riosucio, Atrato arriba. Me gustaron mucho, compré allá y a los nueve meses nos tocó salir porque nos amenazó el grupo de Autodefensas. Cuando ellos invadieron la zona, consideraron que todos los campesinos éramos guerrilleros y arrasaron con todo a su paso".

En marzo de 1996, el 'Alemán' y su familia tuvieron que huir y dejarlo todo abandonado. "A Pavarandó arrimamos el 28 de marzo 5.700 personas. Mi familia éramos mi esposa, un hijo con su familia de siete, otro hijo con familia de seis y otro con familia de tres". Siete meses después pudieron volver a Riosucio, pero la violencia no desapareció. "Después de estar allí siguieron los ataques y mataron a muchas personas", recuerda.

Hace casi tres años regresó a Unguía y volvió a trabajar la tierra, pero el conflicto no ha cesado. "Las autodefensas están radicadas en la zona. La guerrilla de pronto aparece, me comentan, pero yo no los he visto". Agrega que hace unos meses las AUC cogieron a cuatro campesinos que habían vuelto a trabajar, y los mataron. Es un estilo de vida muy azaroso. El miedo sigue porque las autoridades están en el casco urbano, pero en la zona rural "no se ve ni un soldado ni un policía". Todos los días salen del pueblo a sus parcelas, pero no saben si van a regresar vivos.

Aunque la Ley 70 de Negritudes ampara su territorio, aún no les han hecho la titulación colectiva porque buena parte del territorio que les corresponde está en manos de las Autodefensas. "Alguna vez nos dijeron que nos las iban a entregar, pero eso no se ha visto. El Incoder se la pasa en charlas, conversaciones y promesas, pero en la realidad las cosas no se ven. La tierra sigue en manos de las autodefensas", señala. Echa de menos los tiempos de la Caja Agraria, cuando había crédito y los campesinos los pagaban con su cosecha. "Esta zona tuvo mucho desarrollo, pero todo eso se alteró con la llegada de las autodefensas".

Él es muy escéptico del actual proceso de paz. Considera que ahora están legalizados, pero que otra vez están ingresando en la zona y se comportan como antes. "Ahí me parece que no hubo buena fe de parte de ellos".

Señala que los campesinos nunca le han pedido al gobierno "ni una libra de panela". Dice que ellos han resuelto de la mejor manera posible sus problemas domésticos. "Pero cuando uno no puede trabajar, vienen el hambre, la enfermedad. Y con hambre uno es capaz de cualquier cosa".

Por eso considera que si el gobierno no le pone seriedad a la desmovilización, en la práctica todo seguirá igual.

—A propósito, ¿qué sabe usted de su tocayo, del otro 'Alemán'?

—No he tenido la dicha de conocerlo, -responde con su amplia sonrisa.