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En el cónclave liberal, César Gaviria confirmó que no se lanza a la Presidencia y recibió el apoyo de los 54 congresistas y los 32 presidentes de directorios departamentales. Fue uno de los ganadores de la jornada

POLÍTICA

El Partido Liberal se pellizca

El trapo rojo volvió a agitarse con vigor tras el cónclave. Pero la realidad es que César Gaviria enfrenta un dilema de difícil solución: si se va a consulta puede ganar Piedad Córdoba y si el congreso elige puede ganar Rodrigo Rivera.

21 de febrero de 2009

Cuando el ex gobernador del Meta Alan Jara quedó en libertad tras siete años de secuestro, contó que según el comandante guerrillero que lo acompañó en los últimos días, lo mejor que le había podido pasar a las Farc era que Álvaro Uribe hubiera llegado a la Presidencia. "Uribe nos hizo pellizcar y nos ha obligado a poner a funcionar otra vez la máquina de guerra", le decía el guerrillero a Jara.

Algo similar está ocurriendo con el Partido Liberal. La resurrección del conservatismo parece ser lo mejor que le puede haber pasado en los últimos tiempos. Justo cuando el partido de Caro y Ospina empezó a resucitar entre sus cenizas, el Liberal comienza también a 'pellizcarse'.

Y en esa línea de darle un renovado vigor a su 'máquina de guerra', el ex presidente César Gaviria convocó la semana pasada a toda su bancada en el Congreso y a los presidentes de los directorios de todos los departamentos para conversar sobre el futuro del partido. Dadas las circunstancias políticas del país, en las que cunde la incertidumbre y ningún partido tiene muy claro cuál será su destino, la cumbre liberal resultó ser un relativo éxito. Asistieron 106 dirigentes -entre ellos el 98 por ciento de la bancada-, todos ratificaron su apoyo a Gaviria como presidente del partido y lo dejaron en total libertad para reglamentar la consulta interna que debe llevarse a cabo en septiembre u octubre.

Por momentos el entusiasmo hizo sentir a los liberales como en los tiempos de gloria. Cuando hicieron uso de la palabra los que estuvieron secuestrados por las Farc, Alan Jara, Consuelo González y Luis Eladio Pérez, y le echaron flores a Piedad Córdoba, en el auditorio se sintieron tronar los aplausos.

Al término de la cumbre de nueve horas, Gaviria dio una rueda de prensa en la que agitó de nuevo el trapo rojo. "Quiero medirme el mismo día de la consulta con los conservadores. Las mayorías conservadoras son una mentira. Este país es de liberales". Y añadió: "El día de la consulta, así se haga el 24 de diciembre, les demostraremos quién tiene las verdaderas mayorías".

A pesar de todo el entusiasmo, a la hora de la verdad las señales de fortaleza son más retóricas que realidad. En primer lugar, porque los que hoy aparecen como precandidatos son tan débiles, que dos aspirantes que estaban prácticamente descartados de ese abanico, Piedad Córdoba y Rodrigo Rivera, se convirtieron en protagonistas del cónclave y parecen tener más músculo electoral que cualquiera de los otros interesados en ser ungidos como candidato rojo.

Después de la cumbre quedó más claro que César Gaviria enfrenta un verdadero dilema. Si decide elegir el candidato por consulta interna podría ganar Piedad, siempre y cuando la senadora logre mantener la intención de voto que ha cosechado, gracias a su gestión para liberar a los secuestrados. En un Opinómetro contratado por SEMANA hace 15 días, Piedad obtenía un 32 por ciento de los votos y doblegaba a Rafael Pardo, que aparecía segundo.

Y si Gaviria decide que el congreso del partido, que se debe llevar a cabo unos dos meses después de la consulta interna, elija el candidato, Rivera tendría ventaja sobre sus contendores. La razón es que demostró que tiene a su favor a una buena tajada de los dueños de los votos en el congreso de la colectividad: 27 de los 54 congresistas y a 17 de los 32 presidentes de los directorios departamentales, que incluso están pensando en agruparse bajo el nombre de 'Liberalismo seguro'.

De todas maneras no será tan fácil el aterrizaje de ninguno de los dos en una candidatura oficial. Si bien Piedad ha seguido fiel al partido, se ha mantenido también firme en advertir que no está en competencia. "Soy candidata, pero para avanzar en el acuerdo humanitario y acabar el secuestro en el conflicto", dijo. El día que decida lanzarse será su prueba de fuego en las encuestas.

Y en el caso de Rivera, el propio César Gaviria, sin mencionarlo con nombre propio, insistió en que no será bienvenido en el partido mientras no acate la directriz según la cual los liberales están contra una nueva reelección de Uribe. Pero quedan interrogantes abiertos: ¿qué pasaría en caso de que Rivera regrese poniendo sus propias condiciones con el argumento de que tiene una gran tajada de la bancada parlamentaria? O ¿cuántos parlamentarios se irían con Rivera en caso de que él se despida definitivamente? "A más de uno de mis compañeros le he oído decir 'no, yo no pierdo más'", le contó un congresista liberal a SEMANA. Y planteó un pronóstico delicado: "Si se llega a elegir a un candidato sin opción de ganar, los parlamentarios terminan deslizándose a otros partidos, porque necesitan garantizar su reelección en el Congreso".

Ante esa realidad, otra de las conclusiones del cónclave de la semana pasada es que César Gaviria dejó abierta la puerta del partido, de par en par, con la intención de que se unan al Partido Liberal pesos pesados de las urnas como Lucho Garzón, Germán Vargas Lleras o incluso, aunque más difícil, Juan Manuel Santos. Ni siquiera lo desanimó la noticia de esta semana de que el jefe de Cambio Radical decidió anunciar su interés en participar en una consulta entre partidos uribistas. "En el Partido Liberal le mantenemos  la propuesta de que la haga con nosotros", insistió Gaviria. Y fue aún más allá, dijo estar dispuesto a hacer una consulta para escoger un candidato de unidad con otros partidos "sean de la izquierda o del uribismo" e incluso con quienes se inscriban con firmas antes de la primera vuelta presidencial.

No son nada fáciles las decisiones que Gaviria tiene por delante. Es claro que en su demostrado realismo político, va a jugarse todas las cartas para evitar que se le desgrane el partido. Lo más paradójico de toda esta historia es que si Gaviria no hubiera regresado al país para asumir las riendas del partido y se hubiera quedado con sus obras de arte y su trabajo por las ballenas desde Nueva York, no habría sufrido el desgaste que le ha significado ponerle el pecho a la contienda política y podría estar recibiendo decenas de llamadas desde Colombia pidiéndole que regresara a ser el candidato único del partido.