Home

Nación

Artículo

paz

El pastorcito mentiroso

Este es el mejor momento para una negociación entre el gobierno y el ELN. Pero después de tantas salidas en falso, ¿se puede creer en este grupo guerrillero?

12 de febrero de 2006

Si algún pan se ha quemado siempre en la puerta del horno es el de un proceso de paz con el ELN. Por eso esta vez no hubo aspavientos. El anuncio de que el Comando Central se podría reunir con el gobierno de Álvaro Uribe para iniciar un diálogo de paz, se recibió con indiferencia. No hubo el despliegue periodístico de otras épocas, ni el desfile de personalidades anunciando la buena nueva. Ni comunidad internacional. Lo paradójico es que este parece ser el avance más importante durante el actual gobierno en lo que se refiere a acercamientos con los elenos. ¿Un buen momento para la negociación? Tanto a Uribe como a los guerrilleros les viene como anillo al dedo una mesa de diálogo. Al Presidente, porque en plena campaña electoral podría mostrar que su voluntad de hacer la paz va más allá de los paramilitares. Al ELN, porque lo hace visible, y le ofrece una tribuna, en un momento político crucial. Una guerrilla que no está tan débil como muchos creen, ni tan fuerte como ellos mismos suponen. El ELN nunca ha sido una máquina de guerra. Su actividad armada se ha destacado más por el sabotaje y el secuestro que por la confrontación directa con la Fuerza Pública (ver cuadro). Aun así, según el Ministerio de Defensa, con este grupo hay un combate cada día. La mayoría por iniciativa de la Fuerza Pública. En los últimos dos años, esa guerrilla ha sufrido golpes considerables en sus frentes más importantes. En Antioquia, la Operación Marcial que se realizó hace dos años prácticamente aniquiló al frente Carlos y Alirio Buitrago que operaba en la autopista Medellín-Bogotá y cuya mayor actividad era el secuestro. De tener cerca de 300 hombres, hoy las autoridades calculan que cuenta con 40. Algunos de sus más importantes dirigentes en Antioquia están en la cárcel. Es el caso de José Luis Mejía 'Byron', segundo comandante de ese frente quien fue capturado en abril de este año. Éver Castillo, alias 'El Gallero', que fue capturado en julio, y es considerado uno de los cerebros del secuestro del avión Fokker de Avianca, en 1999. Similar situación han vivido otros frentes, incluso urbanos. En Medellín habían construido milicias desde 1990. Hace dos años la Operación Orión, que se desarrolló en la comuna 13 de esa ciudad, prácticamente acabó con ese proyecto. Un sector de esa guerrilla urbana ya se había cambiado de bando, y trabajaba con los paramilitares al mando de 'Don Berna'. En otras regiones como el sur de Bolívar, Barrancabermeja, Cesar y Santanderes, las autodefensas derrotaron a los elenos a punta de masacres contra su base social, sin que estos pudieran protegerles. Barrancabermeja es el caso emblemático. Hasta finales de los 90, el ELN tenían allí milicias, incidencia en diferentes organizaciones sociales, y capacidad de movilizar a la ciudad. Hoy el puerto petrolero tiene más incidencia paramilitar que guerrillera y en todo caso las Farc ha copado gran parte de sus espacios. Otro factor de debilidad han sido las deserciones masivas. Hace meses se entregó al Ejército toda una columna del frente Héroes de Anorí, que opera en el norte de Antioquia. Ramiro Ruiz, 'Edward', el jefe de ese grupo, dijo en su momento que "lo que está haciendo el Coce en la Serranía de San Lucas es resistir y defenderse con el poco acumulado militar y político que le queda. Pero los frentes están replegados, aislados y hambrientos". Según su testimonio, el declive parece irreversible. Un sentimiento muy extendido entre algunos mandos medios de esa organización. Luciano* es un curtido ex guerrillero que comandaba una columna en Santander. "Estábamos sin plata. Yo le dije que la única manera de sostener esta guerra era metiéndonos con la coca, como las Farc, pero no quisieron", dice. Cansado de no combatir, y sin ver el futuro revolucionario que le prometía el discurso, se desmovilizó. Juan Carlos Garzón, analista de la Fundación Seguridad y Democracia, asegura que en muchas regiones el ELN depende militarmente de las Farc (ver mapa). Es el caso de Nariño, Putumayo, y el Valle. Es bien conocido que el ataque a la base de Iscuandé, en el Pacífico, fue una acción combinada entre ambas fuerzas, y el reciente ataque a un campamento de paramilitares, en el Cañón del Garrapatas, en el Valle, también fue conjunto. Además, destaca que su presencia tiende a desplazarse hacia lugares donde se cultiva coca. Aunque el lugar común indica que el ELN no se ha metido en el negocio del narcotráfico, casos recientes demuestran que por lo menos algunos frentes sí lo hacen. Ocurre en Norte de Santander y Arauca, desde tiempo atrás. En este último departamento, por ejemplo, hace ya dos años se encontraron 38 laboratorios para el procesamiento del alcaloide, vinculados con el Frente Domingo Laín. También se explica en los cultivos el crecimiento de esta guerrilla en el sur de Chocó, el Eje Cafetero, y en Nariño, en la frontera con Ecuador. Para una guerrilla tan federalizada como esta, que el narcotráfico se extienda por sus frentes es apenas cuestión de tiempo. No obstante, el secuestro sigue siendo su gran fuente de finanzas. "Ellos tienen una cuarta parte de los hombres que tienen las Farc, pero hace la mitad de los secuestros que ellas", dice un analista de inteligencia militar. De ahí que siempre que se habla de cese del fuego, el ELN excluye el secuestro, o pide tácitamente que se financie su estructura si hay tregua. En el terreno político también ha perdido espacio. En Arauca fue desarticulada buena parte de la red de militantes y cómplices que gobernaban el departamento de la mano con esta guerrilla. El ELN, que toda su vida ha sido abstencionista, y considera el voto una especie de pecado capital, entró en la política regional por el peor camino: el de la corrupción. Después de haber sido declarado como grupo terrorista, muchas puertas se cerraron para los comandantes de este grupo. Ahora están limitados a Cuba y Venezuela, donde permanecen algunos de sus más importantes cuadros. Pero quizá lo que más ha debilitado al ELN son sus paradojas morales. Aunque ha sido visto como una guerrilla menos dura que las Farc, en la práctica actúa como el pastorcito mentiroso. En septiembre entregaron los huesos del patriarca de Armenia Ancízar López que había muerto en cautiverio tiempo atrás. Esa misma semana asesinaron a dos sacerdotes en una carretera de Norte de Santander, hecho por el que presentaron disculpas públicas. Pero ningún compromiso de cesar las arbitrariedades. Sin mencionar que es considerado el grupo que más minas antipersona siembra en el país. A pesar de su relativa debilidad, este no es un grupo fácil de doblegar en la mesa de negociación. Los elenos se han caracterizado por ser como el ave fénix, que renace de las cenizas. A pesar de los golpes que ha recibido, de las deserciones y las capturas, el número de sus combatientes se mantiene estable, según los datos que maneja el Ministerio de Defensa. Actualmente tiene aproximadamente 3.500 hombres en armas. Según fuentes de inteligencia, aunque su situación financiera no se parece en nada a la bonanza de otros tiempos, los ingresos del secuestro, la extorsión a las administraciones públicas y lo que empieza a percibir por narcotráfico son suficientes para sobrevivir, pero pocos para hacer una guerra. Esto indica que el ELN no crecerá militarmente, seguiría comportándose como una guerrilla que hace pequeños ataques y hostigamientos, y que, según lo definió el sexto pleno de su dirección, buscará como prioridad "un amplio acuerdo nacional con diversas fuerzas políticas y sociales procurando unir la fortaleza de la patria toda contra el guerrerismo y el reeleccionismo uribistas". Esto parecería indicar que los elenos, que han navegado entre dos aguas, las del plomo y la política, se han decidido por esta última. Les interesan las elecciones, aunque no sea muy claro cómo será su participación en ellas. Si para el ELN este es un buen momento, para la reelección de Uribe también sería una gran ganancia que este proceso de diálogo esté andando. De no ser así, el gobierno no hubiese hecho por lo menos tres gastos políticos importantes. El primero, que el propio Presidente se reuniera con el dirigente guerrillero Felipe Torres en 2003, cuando éste acababa de salir de la cárcel. Charla que le costó a Torres la animadversión de buena parte del Comando Central. Segundo, que buscara la mediación del gobierno mexicano, a través del embajador Andrés Valencia, quien este año renunció a su intento de buscar un acercamiento, cuando el Comando Central se 'indignó' por el voto de México contra Cuba en la ONU. Y, finalmente, que se abriera la Casa de Paz, en Medellín, para que Francisco Galán iniciara diálogos con la sociedad civil. Así empezó un intenso carteo que terminó esta semana con el inicio de una exploración, muy condicionada por cierto, para sentar a gobierno y ELN en una mesa. Se sabe que tras las cartas que se han enviado durante los últimos meses, ha habido gestiones serias de dos países europeos. Alguno de ellos podría ser la sede del encuentro y eventualmente se estaría acordando los detalles para financiar la tregua. No obstante, el gobierno tiene que actuar con tacto, y no confundir esta negociación con la de las AUC. El modelo pragmático, de desarme efectista, y a espaldas de la opinión pública no le servirá. El ELN no tiene afán. Si ha sobrevivido a tres años de ofensiva uribista, puede sobrevivir más. Tampoco abandonará su bandera de que la sociedad civil esté en la mesa, ni desistirá de discutir una agenda política. Por ahora, el poco entusiasmo que suscitó la posibilidad de que se abra un nuevo proceso de paz es apenas entendible. En 1998, cuando se daban los primeros pasos con la sociedad civil para la Convención Nacional, los elenos volaron un oleducto y causaron una tragedia en Machuca. Pocos meses después, realizaron los secuestros masivos más inauditos de la historia: primero un avión con todos sus pasajeros, luego a los feligreses de la iglesia La María, a los turistas que tomaban chocalate en el kilómetro 18, cerca de Cali, y a unos pescadores en la ciénaga El Torno. Episodios que aún están en las mentes de los colombianos. Para muchos, el ELN es como el pastorcito mentiroso al que llegó el momento de creerle. Sin embargo, más allá de la retórica, se requieren gestos y hechos que demuestren que su intención de entrar a la política es también un camino para dejar la guerra. Y no para aplicar la fórmula perversa de combinar todas las formas de lucha.