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El que pega primero...

El acuerdo comercial entre Estados Unidos y Perú alteró el tablero del TLC. Se cierran los espacios de negociación para Colombia.

12 de febrero de 2006

Eran las 4 de la tarde del pasado miércoles 7 de diciembre, cuando sonó el celular del principal negociador colombiano, Hernando José Gómez. Al otro lado de la línea estaba un funcionario de la embajada norteamericana, quien le confirmó una noticia que Gómez estaba esperando desde hace varias semanas. Perú había llegado a un acuerdo por separado con Estados Unidos. La decisión peruana no sólo puso fin a la unidad andina, sino que desbarató una de las falacias con las que se habían sustentados las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio (TLC) desde el inicio: que era mejor negociar como bloque y no bilateralmente con Washington. En otras palabras, que la unión hacía la fuerza. Colombia, que había liderado el proceso y que por lógica debería ser la primera, se veía en la extraña posición de estar por fuera de la foto, de los brindis y de los abrazos congratulatorios. Inmediatamente, el gobierno colombiano, encabezado por el ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, y el negociador Gómez, se empleó a fondo para mostrar el acuerdo entre peruanos y gringos como positivo. Según le dijo Gómez a SEMANA, "aunque falta conocer los textos, hemos recibido seguridades verbales de los peruanos de que en nuestra área común de mayor preocupación -la propiedad intelectual- lo acordado guarda en general nuestros intereses". El gobierno sigue confiando en cerrar las negociaciones de aquí a enero. A pesar de las declaraciones tranquilizadoras de los funcionarios de que era predecible la jugada peruana y que todo sigue igual, la realidad es otra. Cuando hace dos años Colombia aceptó la propuesta gringa de incluir a Perú y Ecuador en el cuento del TLC en vez de negociar sola con Estados Unidos, lo hizo con el entendimiento de que los tres vecinos andinos irían juntos al final. Ese pacto, sin embargo, comenzó a desmoronarse en septiembre cuando salieron a flote las continuas y grandes discrepancias entre colombianos y norteamericanos en varios temas sensibles y, al mismo tiempo, se redujeron los desacuerdos de Washington con su contraparte peruanas. En la decimotercera ronda de noviembre, ya era evidente que Lima y Bogotá andaban a ritmos e intereses disímiles. Mientras los colombianos regresaron al país con un sabor amargo el pasado 23 de noviembre, los peruanos se quedaron en la capital norteamericana finiquitando el acuerdo que anunciaron el pasado miércoles. Estados Unidos, que había insistido en la negociación regional y no la bilateral, aprovechó el papayazo de los andinos. Divide y reinarás. Hoy, la negociación del TLC es a otro precio. Para empezar, ya existe un texto convenido entre un país andino y Estados Unidos, un precedente que no es de poca monta. Si no fue posible para Colombia convencer a Estados Unidos de que dejara de lado los textos de sus anteriores acuerdos y discutiera uno nuevo, no será nada fácil para el país apartarse del lenguaje y los principios del TLC con los peruanos. El 7 de diciembre también se firmó el acta de defunción de cualquier posibilidad de que se extienda la ley de Promoción Comercial Andina y de Erradicación de las Drogas (Atpdea) más allá del 31 de diciembre de 2006. Aunque el gobierno y el Congreso norteamericano siempre lo han dicho, para algunos observadores colombianos era apenas un elemento de presión para obligar al país a ceder a las pretensiones gringas. Perú alteró la ecuación. No tendría presentación ante el Congreso y la opinión pública ofrecerle preferencias unilaterales a Colombia por la lucha contra el narcotráfico, cuando su vecino, que también sufre del flagelo, estuvo dispuesto a darle mayor apertura a los productos y las inversiones norteamericanos. No se descarta, incluso, que el mismo gobierno peruano encabezara el lobby en contra de un nuevo Atpdea. Perú ha explicado que su decisión de adelantarse a Colombia y Ecuador se debió a la necesidad de defender sus intereses. También es cierto que la situación política interna es diferente en cada país. Para el presidente Alejandro Toledo, quien no aspira a la reelección y quien ha liderado una administración impopular, un TLC con Estados Unidos no quita ni pone en el corto plazo, pero en el largo, sí puede convertirse en su mayor legado. Independientemente de esas consideraciones, en plata blanca la movida peruana obliga a Colombia a ajustar su estrategia, como ya lo anunció el ministro Botero. El problema radica en que quedaron menos espacios para maniobrar en el tablero y el reloj corre.