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El Plan Castellanos

El general Reinaldo Castellanos, hombre fuerte del Plan Patriota, es el nuevo comandante del Ejército. ¿Qué significa su ascenso?

14 de noviembre de 2004

Al nuevo comandante del Ejército, general Reinaldo Castellanos, le encaja perfectamente la definición que tienen los chinos para sus mejores guerreros: algodón por fuera y acero por dentro. El mismo hombre de figura menuda, que habla en voz baja y pausada, es el que le frustró a las Farc el plan de cercar a Bogotá, y el que se metió a las entrañas de la selva, para dirigir la operación militar más ambiciosa de las últimas décadas: el Plan Patriota. Sus logros en el campo de batalla, sus calidades de estratega y su estilo dialogante sumaron méritos para que fuera nombrado comandante del Ejército. Una decisión que esperaban los militares desde hacía varios meses.

Los cambios en la cúpula parecen de rutina y todos los esperan por esta época del año, pero esta vez el ambiente se vio enrarecido porque de toda la plana mayor, sólo fue relevado el comandante del Ejército, y con una premura inusitada. El miércoles se anunció el relevo y en menos de 24 horas se hizo la ceremonia de transmisión de mando. En su discurso, el presidente Álvaro Uribe destacó la "agresividad y transparencia" del saliente general Martín Orlando Carreño. Pero sobre sus debilidades fue directo al grano cuando le dijo a Castellanos: "Si se es agresivo pero no hay transparencia, buenas relaciones humanas y trabajo en equipo, entonces no se puede ser eficaz en esa lucha, no se puede conseguir la paz y por el contrario se crea confusión".

De tiempo atrás se conocía el malestar en las tropas y la oficialidad por el trato que recibían del general Carreño. A eso se sumó la falta de trabajo en equipo, un asunto crucial en este momento en que las Fuerzas Armadas empiezan a operar cada vez más en comandos conjuntos. También jugaban en su contra complicados casos que dejaron en la opinión pública la sensación de un reversazo en derechos humanos como Guaitarilla, Cajamarca y la muerte de tres sindicalistas en Arauca. Estos asuntos que se venían acumulando en pequeños incidentes rebosaron hace dos semanas con la fuga del mayor César Maldonado, que estaba recluido en el Batallón de Policía Militar. El entonces segundo comandante de la Brigada 13, coronel Jesús María Vivas, explicó públicamente que "ya se había oficiado al Comando Superior y al Inpec solicitando el traslado del oficial hacia Tolemaida, que es una cárcel que reúne las condiciones de seguridad requeridas para un condenado". Vivas hizo público un oficio en el que el Inpec dice que "en coordinaciones adelantadas directamente con el comandante del Ejército, general Martín Orlando Carreño, éste dispuso mantener recluido al interno en las instalaciones militares donde se encuentra actualmente". Varias fuentes afirmaron que esta decisión fue crucial para precipitar la salida de Carreño. Pero más allá de los episodios puntuales, y de los problemas de temperamento que pudo tener el general saliente, hay asuntos militares de mayor calado.

El primero es que Carreño no logró la suficiente sintonía con el cambio que se está dando en la forma de operar de las Fuerzas Armadas. De tiempo atrás los asesores de Estados Unidos vienen recomendando que se adopte un modelo de comandos conjuntos. Eso implica que todas las fuerzas: Armada, Fuerza Aérea, Ejército y Policía, actúen unificadas, bajo un mando único, en determinadas zonas. Así está operando la Fuerza Tarea Conjunta del Sur con el Plan Patriota, que es el laboratorio para replicar el modelo en otras regiones. De hecho, ya se está trabajando en crear una fuerza similar en la Costa, al frente de la cual estará el general Mario Montoya.

Este modelo, que los especialistas consideran un requisito para ganar la guerra, genera fricciones y celos entre las distintas Fuerzas Armadas. La llegada de Castellanos a la comandancia del Ejército, después de liderar el trabajo conjunto en el sur del país durante el último año, puede garantizar un trabajo unificado con menos traumatismo. Eso por lo menos piensan los asesores norteamericanos que resentían en Carreño la falta de trabajo en equipo y con quien la relación no era fluida.

Otro asunto de fondo es el de las relaciones humanas. Más que un asunto de sensibilidad, este es un tema de administración de recursos humanos de la empresa más grande del país. Para internarse en la selva por dos o tres meses, en medio de la soledad, la inclemencia del clima, en unos territorios minados y con francotiradores, se necesita una altísima motivación de la tropa. El propio Presidente dijo que el mando con energía pero sin relaciones humanas "no alcanza a tocar el corazón y a promover el compromiso de todos los soldados".

Ese fue el gran talón de Aquiles de Carreño. Su estilo chocaba con el de un importante sector de oficiales que se sentía excesivamente presionado. Al presidente Uribe le llegaron varias quejas en este sentido por las que cada vez se hacía más inminente la salida de Carreño. Por eso no es extraño que el nuevo comandante sea exactamente la antítesis del oficial regañón. Tal vez por su ferviente religiosidad, este general ha hecho del buen trato a los soldados y oficiales su punto más fuerte. Un capitán asignado a un batallón del sur del país le dijo a esta revista que "Castellanos sabe hablar de frente sin intimidar. Pero sobre todo da ejemplo".

En el tema estratégico, el ascenso de Castellanos puede significar un nuevo aire para el Ejército. Aunque Carreño se destacó por ser un hombre con buena capacidad operativa y tropero, la guerra contra la insurgencia está en una fase donde estas cualidades no bastan. La tarea de inteligencia y sobre todo la conquista de la población civil son centrales para evitar que las Farc retomen la iniciativa.

En aspectos como la inteligencia y la planeación de operaciones sostenidas la hoja de vida de Castellanos habla por sí sola. Fue director de inteligencia y contrainteligencia, comandante de la Brigada Trece y de la Quinta División. Desde allí lideró la Operación Libertad I, que desarticuló en el año 2003 la estructura de las Farc en Cundinamarca y frustró la intención de esa guerrilla de cercar a Bogotá. La clave de su éxito estuvo en que supo ganarse el apoyo de la población y adoptar un modelo flexible en la operatividad, dividiendo su tropa en pequeños grupos, con el objetivo preciso de llegar hasta los jefes guerrilleros. En esa ocasión demostró que conoce la guerrilla, cómo opera y cuáles son sus puntos débiles.

De su papel como comandante del Plan Patriota aún no puede hacerse un balance tan positivo. Castellanos dice que "a las Farc se les ha destruido infraestructura, incautado material de guerra, se les han copado los corredores estratégicos y se han dejado fuera de combate a 480 terroristas. Y la población civil ha ido entendiendo que es importante mantenerse de la mano de la Fuerza Pública. No obstante, esta es una campaña de largo aliento cuyos resultados están por verse y cuya fase más importante apenas comienza.

Por eso, el cambio en la comandancia del Ejército, más que algo rutinario, es un mensaje de que los militares no sólo deben mostrar buenos resultados operacionales. En un momento tan definitivo en la guerra como el actual, es impensable que continúen las fricciones entre las distintas fuerzas. Fortalecer el trabajo conjunto y lograr una mayor transparencia para que no se repitan casos de corrupción y de dudosas actuaciones en derechos humanos serán sin duda los grandes retos de Castellanos.