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El plan B

Mientras el gobierno se ratifica en la campaña por el referendo, algunos jefes uribistas sostienen que la reforma política en el Congreso lo reemplazaría.

23 de febrero de 2003

La sorpresa no pudo ser mayor. En declaraciones al noticiero RCN el senador Germán Vargas Lleras, una de las cabezas visibles del uribismo, insinuó que la aprobación del proyecto de reforma política que cursa en el Congreso dejaría sin sentido la campaña por el referendo. "Si el acto legislativo se aprueba en segunda vuelta sin introducirle modificaciones a los temas del referendo y se convierte en reforma constitucional podríamos pensar que éste quedaría sobrando", afirmó el presidente de la comisión primera.

El avispero político se alborotó. ¿Cómo era posible que el senador Vargas, jefe uribista y promotor del referendo, abriera la posibilidad de que uno de los temas más importantes de la agenda gubernamental se obviara? A esto se les sumaron las posiciones del senador Carlos Holguín Sardi, director del Partido Conservador, otro de los pilares de la coalición de gobierno. "Si la reforma política pasa en junio, habría la alternativa de pensar que en ese caso el referendo no sería necesario", declaró Holguín a la emisora La FM.

A pesar de que al día siguiente el senador Vargas aclaró sus comentarios y ratificó su apoyo al referendo, el ambiente terminó enrarecido. ¿Por qué razón dos de los más conspicuos promotores revivían el camino de la reforma política por la vía del Congreso?

El año pasado, el Partido Liberal radicó un proyecto de acto legislativo para la reforma del sistema político. Ahí quedaron registrados no sólo temas como la financiación estatal de las campañas electorales sino también se incluyeron los puntos del referendo de corte eminentemente político. Se habló entonces del "Plan B": si el trámite del proyecto de referendo se embolataba, quedaba el acto legislativo vivo para no hundir la reforma. Los huevos así no quedaban todos en la misma canasta.

No obstante, no es lo mismo un cambio en la política que se obtiene con amplio respaldo popular en las urnas a otro que es aprobado por los parlamentarios. "Aprobar el acto legislativo es poner a los ratones a cuidar el queso", dijo el senador Antonio Navarro Wolff, líder de la bancada abstencionista. Como en toda reforma el articulado implica ganadores y perdedores que en los debates presionarán por sus intereses mientras que el voto popular es contundente.

Otros sectores del uribismo reaccionaron con vehemencia a las polémicas declaraciones. El senador Rafael Pardo no sólo defendió el referendo sino que acusó al acto legislativo de ser un "contrarreferendo". Por otra parte, la senadora Claudia Blum y las representantes Gina Parody y Nancy Patricia Gutiérrez firmaron una carta de respaldo a la campaña para promover el referendo. Así, para este sector del uribismo, referendo y acto legislativo no son sinónimos ni son intercambiables.

Sin embargo, aunque los puntos políticos del referendo fueran los mismos que los del acto legislativo, su componente fiscal es quizá más clave para el gobierno. Sin referendo no habrá congelación del gasto, ni se profundizaría la reforma pensional, ambas condiciones indispensables para la credibilidad del manejo económico de la administración Uribe. De ahí que el ministro del Interior y Justicia, Fernando Londoño, fuera tan vehemente en su defensa: "Ni remotamente hemos pensado en retirar el referendo; es el plan A, B, C y hasta Z". Pero el sólo hecho de dar estas declaraciones de respaldo y aclarar que el gobierno no abandonará esta campaña indica que la tesis de que el referendo se está convirtiendo en una papa caliente para la Casa de Nariño no es tan descabellada.