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El preocupante zumbido de las abejas

La disminución de esta especie ya preocupa al mundo entero. ¿Qué hacer con los pesticidas que las matan?

14 de septiembre de 2013

La única vez que las abejas y avispas se convirtieron en una preocupación nacional fue en las elecciones parlamentarias de 1991, cuando el Partido Liberal decidió crear numerosas listas con el fin de obtener el mayor número de escaños en lo que llamó Operación Avispa, una estrategia que ha sido repetida en otras campañas. Por lo demás, estos insectos son vistos por la mayoría de colombianos como una amenaza, pero también como valiosos productores de miel y polen.

Por eso sorprende el interés que han despertado las denuncias que Daniel Samper Pizano y otros por el peligro en el que estarían las abejas en Colombia a causa del uso sin control de nuevos nicoplaguicidas que ya han sido prohibidos en varios países de Europa y que están en la mira de otros. El asunto es de tal importancia, que la revista Time le dedicó su portada a este tema bajo el título: “Un mundo sin abejas”.

La preocupación, que ya trascendió al mundo científico, se entiende si se sabe que una tercera parte de los alimentos que consume la humanidad son posibles gracias al papel polinizador de las abejas, y que sin ellas los granos, las frutas, las hortalizas y las verduras prácticamente se acabarían. Por eso se ha repetido la frase que supuestamente dijo Albert Einstein: “Si las abejas desaparecieran del globo, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida”. ¿Cuál es la fuente de semejante preocupación?

Desde 2006 apicultores y agricultores de Estados Unidos, Francia, Italia, España, Suiza, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Canadá, Brasil, Japón, India, Argentina o Chile empezaron a ver una preocupante reducción del número de abejas en sus panales y en muchos casos la extinción de colonias enteras. 

Esto empezó a preocupar no solo a los productores de miel sino a los agricultores, que en gran medida dependen del papel de estas trabajadoras incansables en el éxito de sus cultivos. Desde ese momento ha sido frecuente ver imágenes de cerros de miles y miles de abejas muertas recogidas a lo largo de grandes cultivos que por alguna razón murieron o no pudieron regresar a sus colmenas. 

Los científicos empezaron a investigar y, tras varios años, hay casi un consenso que apunta a que la causa estaría en la nueva generación de pesticidas neonicotinoides, que empezaron a ser usados hace más de una década, y a las grandes plantaciones sembradas con semillas transgénicas producidas por un puñado de multinacionales. Insecticidas como imidacloprid, clotianidina y tiametoxam contienen una sustancia que hace que las abejas mueran al consumirla o que al detectarla no se acerquen a las flores y mueran por no tener suficiente alimentación.

La otra hipótesis, que se basa en estudios publicados el año pasado en la prestigiosa revista Science, sugiere que al ingerir el polen de las flores que producen las plantas transgénicas las abejas consumen la proteína Bt, una sustancia que con el tiempo las lleva a desarrollar lo que se ha llamado el Síndrome de Deficiencia Cognocitiva de Camino, que hace que pierdan la orientación y terminen muriendo por no ser capaces de regresar a sus colmenas. También hay una clara disminución de abejas reina por panal.

La denuncia que ha hecho Samper en sus últimas dos columnas es que frente a esta tragedia, cada vez más países están prohibiendo estos pesticidas. En diciembre pasado la Unión Europea decidió vetar por dos años tres de los más peligrosos nicoplaguicidas y en Estados Unidos la presión es enorme para que siga el mismo camino. 

Lo contradictorio es que mientras esto ocurre, en Colombia las autoridades ni se han enterado y por el contrario han expedido 59 registros comerciales a productos elaborados con las peligrosas sustancias, que son usados ampliamente por multinacionales gringas como Monsanto, Dow, DuPont y las casas europeas Bayer y Syngenta. “Los principales asesinos de abejas y pájaros se llaman clotianidina, imidacloprid y tiametoxam, pero suelen disfrazarse con alias comerciales, como Actara y Cruiser”, dice Samper.

El problema es que los efectos que tanto las semillas transgénicas y los pesticidas neonicotinoides estarían causando en Colombia son prácticamente desconocidos, en parte porque no hay ninguna entidad que hoy se encargue de estos asuntos. En el mundo hay más de 20.000 especies silvestres de abejas, de las cuales se han detectado más de 600 en Colombia. La más conocida es la melífera, que fue traída al país por los españoles, sin embargo se cree que en el país podría haber entre el 5 y el 10 por ciento de todas las especies que hay en el planeta. De hecho, hace poco fueron descubiertas dos especies nuevas que viven en Bogotá.

“No hay duda de que los pesticidas que han sido denunciados tienen efectos negativos en las abejas. Hay evidencia suficiente en Estados Unidos y en varios países de Europa que así lo demuestran. Lo recomendable es que en Colombia, en donde también hay reducción de las poblaciones de abejas, se siga el mismo camino y se comience de inmediato un intenso programa para estudiar a estos insectos, monitorearlos y mirar los efectos que hay por el uso de estas sustancias”, dijo Victor Hugo Gonzalez Betancourt, profesor e investigador de Southwestern Oklahoma State University, Ph.D en Ecología y Biología Evolutiva y uno de los especialistas mundiales en abejas. 

Sin embargo, para este y otros expertos, la reducción también se debe a otros factores. El colombiano Allan Smith Pardo, Ph.D en Entomología, especialista en abejas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos y consultor de la FOA, dice que en el síndrome del colapso de las colonias inciden muchos factores, no solo los neonicotinoides o los transgénicos. 

La urbanización, la extensión de la frontera agrícola, el uso intensivo de agroquímicos, de insecticidas, los monocultivos, la reducción de la vegetación nativa o las bacterias y parásitos que atacan a las abejas también están cumpliendo su papel. “Es urgente hacer un trabajo en Colombia, por un lado con los apicultores para ver el comportamiento de sus colonias, y por el otro estudiar rápida y extensamente las abejas silvestres en zonas agrícolas y conexas para determinar lo que está ocurriendo”, dijo Smith.

En vista de que el paro campesino ha generado un inusitado interés de los colombianos por el campo, se espera que los ministerios de Agricultura y de Ambiente, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) y el ICA trabajen como abejas para tomar una decisión frente a unos insectos que son vitales para el desarrollo del país.


PODEROSA ALIADA

Las abejas son fundamentales para la polinización de la mayoría de plantas y árboles. Muchos de los cuales son indispensables en la alimentación del hombre.

En Europa y otros países 
se ha restringido el uso de algunos nicoplaguicidas que estarían relacionados con la muerte de millones de abejas. En Colombia hay más de 59 registros de plaguicidas que tienen estas sustancias, que podrían estar causando un efecto dramático no solo en estos insectos sino también en las aves. El gobierno apenas está reaccionando.

En el mundo
hay 20.000 especies de abejas silvestres. De todas, solo seis, conocidas como melíferas, son usadas para extraer polen y miel.

En Colombia 
hay más de 600 especies conocidas, pero se cree que pueden ser el doble porque no han sido estudiadas a fondo. Solo en los últimos 15 años se han descubierto más de 100 especies.

Desde 2003 
se ha registrado la caída del número de abejas en casi todo el mundo. Los últimos estudios apuntan a que la nueva generación de pesticidas y algunos cultivos transgénicos son los responsables, sin embargo en Colombia no hay ninguna investigación al respecto.

Las abejas son fundamentales para la cosecha o aumento de la producción de
  • Café 
  • Algodón 
  • Aguacate 
  • Brócoli 
  • Cebolla 
  • Limón