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EL QUE RIE DE ULTIMO

El fenómeno político del domingo fue Noemí pero el palo de la noche fue Serpa.

29 de junio de 1998

Cada vez que un político va perdiendo en las encuestas invariablemente recurre a una frase manida: "Para mí, la única encuesta es la del domingo en las urnas". Sin excepción, todo los que han dicho esto han terminado siendo rectificados por los votos. Esta vez Horacio Serpa rompió la tradición. Noemí Sanín no fue la única triunfadora de las elecciones del domingo. El candidato liberal, contra todos los pronósticos, también salió ganando. Y salió ganando porque las encuestas, aunque lo anticipaban como fijo para pasar a la segunda vuelta, dejaban claro que su mayor contendor, Andrés Pastrana, lo podría aventajar en cinco o seis puntos, es decir por 500.000 ó 600.000 votos. No sólo eso. Hasta se llegó a especular que Serpa de pronto no pasaba a la segunda vuelta ante la disparada final de Noemí. Serpa, no cabe duda, ha sido el mejor candidato del Partido Liberal en los últimos años, pero también es cierto que ha enfrentado la más difícil coyuntura. Fue el hombre fuerte del gobierno más desprestigiado y con más problemas de legitimidad de la última época. Como si fuera poco, ha cargado con el lastre de una grave crisis económica y un partido dividido, cuestionado, desgastado con 12 años en el poder y con un ex ministro, dos contralores, un procurador y cerca de 20 parlamentarios en la cárcel por vínculos con el narcotráfico. La situación para él no podía ser más difícil. Pero a pesar de los factores en contra tuvo uno muy grande a su favor: la maquinaria liberal. Esta se estaba jugando sus restos para permanecer en el poder y, aunque las señales que había recibido en las últimas semanas eran más bien pesimistas, la cosa funcionó. Sin embargo no fue lo único que funcionó. La estrategia de Serpa de ser Serpa, sin libreto, ni asesores, ni maquillaje y prácticamente sin campaña dio resultados.De todos los candidatos Serpa fue el menos postizo, el más auténtico. En una campaña de telepronter y de frases hechas Serpa siempre dijo lo que pensaba y se le pasaba por la cabeza. Y demostró que los discursos populistas y veintejulieros en plaza pública todavía dan votos. Tenía claro que su fuerte no era posar de estadista. Aprovechó su origen humilde y el hecho de haber llegado a donde está no por ascensor sino por escaleras para meterle lucha de clases a las elecciones. La estrategia tuvo sus movimientos audaces. No sólo le jugó a la polarización, sino que inauguró algo que no se había visto en Colombia: la campaña negativa. Serpa no sólo utilizó agravios e insultos personales contra Pastrana, sino que se valió de todos los recursos de la publicidad para crearle una imagen desfavorable. Eso en la política colombiana es jugar duro, pero es indudable que le trajo beneficios. En varias ocasiones Pastrana tuvo que salir a contestarle o para decir que se le había llenado la copa o para desmentirlo. Al comienzo se creía que jugaba en contra el hecho de sostener su candidatura con el apoyo de varios de los parlamentarios más cuestionados por la opinión, pero Serpa les sacó los votos y no los mostró en las fotos. Después de los resultados del domingo queda claro que Serpa y María Emma no son los únicos que están de fiesta. Aunque el candidato liberal ha dicho que Serpa es Serpa y Samper es Samper, para el Presidente el triunfo de Serpa lo es también suyo.