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En abril de 2000 Alfonso Cano lanzó formalmente el Movimiento Bolivariano en el Caguán frente a un parada militar de 7.000 guerrilleros

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El radical

Al contrario de lo que se ha especulado,'Alfonso Cano' puede acabar siendo más duro que 'Tirofijo'.

31 de mayo de 2008

Después de la muerte de 'Tirofijo' muchos colombianos han especulado sobre la posibilidad de que con la llegada de Alfonso Cano a la máxima comandancia de las Farc se abre una esperanza de paz que no existía en el pasado. Esta teoría se basaría en dos premisas. Uno, que Cano es un ideólogo y no un hombre de armas. Y dos, que Cano le ganó al ala guerrerista de las Farc, representada por el 'Mono Jojoy', el pulso por el liderazgo de ese grupo armado. Estas circunstancias, sumadas al hecho de que las Farc están atravesando su peor momento militar y político, serían el fundamento para un viraje que podría llevar al inicio de un proceso de negociación serio con el gobierno.

Lamentablemente, ninguna de las premisas del análisis anterior es totalmente válida. La única que se acerca a la realidad es que las Farc han perdido terreno militarmente. Las otras dos, la de que Cano no es un hombre de armas y la de que le ganó el pulso al 'Mono Jojoy', son falsas.

Cano encarna la llegada de una nueva generación al Secretariado. La que se formó en la Juventud Comunista, inspirada en el paradigma de la cortina de hierro e imbuida de marxismo-leninismo hasta los tuétanos. Es una generación muy diferente a la de campesinos empíricos y rebeldes de Marquetalia que lideró durante años a las Farc y cuya concepción del mundo pasa por la problemática rural.

Esta nueva generación que, aunque lleva años en el monte, es urbana, con mayor formación académica y cultural, pero no necesariamente más flexible, es una que se formó en la universidad pública, ideologizada, dogmática y cuyo discurso no se ha movido un ápice a lo largo de 20 años a pesar de las grandes transformaciones del mundo como la caída del muro de Berlín o la globalización.

Quien mejor representa a esa generación es justamente Alfonso Cano, hoy día el miembro más antiguo del Secretariado y de quien se puede decir, sin temor a equivocaciones, que ha sido el escultor que ha convertido a las Farc a lo que son actualmente.

Guillermo Sáenz Vargas, como se llama Cano en realidad, empezó su militancia revolucionaria hace cuatro décadas en la Juventud Comunista (Juco), justo cuando ingresó a la Universidad Nacional a estudiar antropología. Era el quinto de siete hermanos, todos con pensamiento de izquierda, que habían crecido en medio de libros y discusiones políticas, animadas por sus padres, ambos maestros. Pero de toda la saga, fue el que único que se involucró con la izquierda radical en los años revoltosos de la década del 70, de paros, huelgas, cocteles molotov y pancartas de Mao.

Pronto se destacó entre los jóvenes comunistas por su férrea disciplina de estudio y porque dedicaba casi todo su tiempo al trabajo político. A pesar de que participaba activamente de los debates universitarios, que a inicios de los años 70 eran acalorados e interminables, su verdadera habilidad era la organización. "Era capaz de aglutinar a la gente alrededor de la juventud comunista. Era muy comprometido", recuerda el ex concejal Carlos Romero, quien era su jefe en la Juco. Cuando se trataba de hacer crecer su organización, echaba mano de los proyectos que fuera. Organizó un cineclub en la universidad, llevaba funciones de teatro y hasta fundó un periódico que se llamó Hoy por Hoy.

A mediados de los años 70 Cano empezó a trabajar directamente con las Farc. Por su talante intelectual y prusiano lo empezaron a invitar con frecuencia a las zonas del Huila y el Sumapaz a dictar conferencias sobre marxismo a frentes guerrilleros. Había abandonado la universidad sin graduarse y entró al mundo de la clandestinidad.

En aquel entonces las Farc eran una guerrilla rural cuyos núcleos urbanos servían sobre todo para la logística. Cano se convirtió en un hombre de confianza para los dirigentes de la época. Era una especie de comisario político de la red urbana de Bogotá, y quien dirigía la parte militar era el ingratamente recordado Fedor Rey o 'Javier Delgado', que después se volvió disidente de las Farc y fusiló a 160 de sus propios hombres en la escalofriante masacre de Tacueyó.

Sin embargo, los organismos de seguridad le seguían la pista y en 1981 allanaron el apartamento donde vivía Cano con su esposa y su pequeño hijo. En las paredes, debajo del papel de colgadura, las autoridades le encontraron cerca de 50.000 dólares, algunos de los cuales eran falsos. Terminó en la cárcel La Modelo, donde se destacó de nuevo por su estilo analítico y su disciplina. Se pasaba el tiempo en una biblioteca que él mismo fundó, y mantuvo un bajo perfil. Mientras sus compañeros de patio organizaban fugas, él se concentró en planear una estrategia jurídica con su abogado.

No necesitó de muchos artilugios jurídicos para defenderse. En 1982 Belisario Betancur ganó la presidencia con la bandera de la paz, y al año siguiente, Cano salió amnistiado. Duró poco tiempo en Bogotá antes de que decidiera, de una vez y para siempre, quedarse en las montañas, como guerrillero. Sólo que no tuvo que hacer carrera en ningún frente, ni someterse a combates con el Ejército. Llegó de una vez a Casa Verde, el campamento donde vivían los comandantes de las Farc, que estaba ubicado en La Uribe, Meta. Muchos atribuyen su salto con garrocha de soldado a general a su fuerte empatía con Jacobo Arenas, el entonces gran ideólogo de las Farc.

En el proceso de paz del gobierno de Betancur, durante el cual desfiló medio establecimiento colombiano, el Secretariado tenía el problema de la falta de formación política para entablar una negociación viable. A él pertenecían los sobrevivientes de Marquetalia como Manuel Marulanda, Jaime Guaracas, y Joselo Losada. Por eso Arenas, el único histórico con estatura política, ideó un comité asesor de jóvenes comunistas destacados y con calibre intelectual. Cano era el más sobresaliente. Varios de quienes hoy están en el Secretariado también pasaron por allí: Timochenko, Pablo Catatumbo e Iván Márquez. También estaban Braulio Herrera, Iván Vargas (recientemente extraditado a Estados Unidos), Iván Ríos (asesinado en marzo por su guardia personal) y Andrés París.

De todos ellos, el primero en ser ungido miembro del Secretariado fue Cano, a comienzos de los 80, sólo pocos años después de irse para el monte. Era el más lector y el mejor informado, lo cual le granjeó la simpatía inmediata de Arenas, que pasaba largas horas discutiendo con él. Pero Marulanda también solía escucharlo con respeto desde esos primeros años. Al parecer, Cano era reverente con los viejos dirigentes agrarios y no tenía la arrogancia de otros militantes del Partido Comunista y la Juco. Era ortodoxo, lo que solía ser una virtud en el mundo de la ideología y la insurgencia, y encarnaba la estoica moral del revolucionario. Había hecho votos de pobreza y de obediencia. Nunca ha tenido privilegios más allá de los de sus combatientes, a lo largo de su vida guerrillera sólo se le conoce una compañera, y siempre ha acatado las decisiones que se toman colectivamente, sean estas que conduzcan a una mesa de negociación o al fragor del campo de batalla.

Se convirtió en vértice de Casa Verde porque se instaló justo en el medio de un Jacobo Arenas ideólogo impulsivo y audaz, que soñaba con ser presidente, y Manuel Marulanda, viejo zorro militar, sobreviviente de mil batallas y experto en la defensa estratégica. Cano les aportó a ambos algo de lo que carecían: organización. "Era quien volvía realidad los sueños políticos de Jacobo", dice un ex militante de la Unión Patriótica (UP) que los conoció a ambos en La Uribe.

Dentro de la clásica estrategia revolucionaria de combinación de formas de lucha, Arenas y Cano diseñaron el movimiento de la UP, como un brazo político del aparato militar que complementaría sus objetivos. Arenas estaba tan entusiasmado con la idea, que él mismo sería candidato a la Presidencia de este nuevo movimiento. Cano simpatizaba con la idea de un proyecto político amplio, pues era muy crítico de la extrema burocratización del Partido Comunista, que era el aliado natural de las Farc.

No obstante, desconfiaba profundamente de la clase política del país y fue uno de los que contuvieron a Arenas en su idea de abandonar las armas y lanzarse sin más a la política. Cano advertía que podían matarlos, y así ocurrió. La masacre de los miembros de la UP, que era un movimiento pactado con el gobierno como parte del proceso de paz, lo marcó profundamente, y en adelante defendería la idea de hacer un partido y un movimiento clandestinos, más como un instrumento para la guerra que para la lucha electoral.

La habilidad de Cano como organizador fue crucial para que durante la tregua pactada con Betancur las Farc multiplicaran sus frentes y se hicieran las escuelas de formación de cuadros militares y políticos, que dotaron a las guerrilla de mandos medios, convencidos de la ideología comunista. Durante los años siguientes, cuando las Farc llegaron a tener más de 60 frentes, el país empezó a conocer la verdadera dimensión de su capacidad terrorista: toma de pueblos, campos minados, secuestros selectivos y masivos, sabotajes a la infraestructuras, atentados a políticos y militares, etcétera.

Cuando el comunismo colapsó en Europa, Cano comentó que había fracasado el modelo soviético y que en adelante las Farc deberían buscar un modelo propio, basado en un ideario criollo cuya figura paradigmática no podía ser otra que Bolívar. El viejo Jacobo Arenas era experto como pocos en la vida y obra del Libertador, pasión que heredaron Cano y en especial, Pablo Catatumbo, quien ha sido su gran aliado y amigo.

Muerto Arenas, Marulanda quedó como único líder histórico y Cano quedó de hecho como segundo en la jerarquía durante dos décadas. Sería el hombre que daría la cara en posteriores negociaciones de paz, lo que hizo que muchos en el país lo vieran como un hombre más proclive al diálogo que a las armas. Pero no era Cano, con una espesa barba negra y su anteojos de profesor universitario, quien estaba por la negociación en aquel entonces. Eran las Farc que habían definido en la séptima conferencia la búsqueda de una salida política.

El gobierno de César Gaviria y las Farc estuvieron explorando la posibilidad de que esta guerrilla participara de la Asamblea Constituyente. Las Farc, según el gobierno de la época, pedían la mitad de las curules y asistir a la misma sin haberse desarmado, algo que se consideró inadmisible. La exigencia de los guerrilleros era exagerada, pero negociable. No hubo acuerdo y un bombardeo acabó con ese santuario guerrillero llamado Casa Verde. Gaviria lo ordenó con el argumento de que la guerrilla había incumplido una y mil veces los pactos de La Uribe.

Desde entonces, Cano suele decir que la oligarquía colombiana no sólo les debe a las Farc la UP, sino una constituyente. A partir de ese momento se convirtió en uno de los miembros más radicales del Secretariado.

El nuevo intento de negociación con Cano a la cabeza, iniciado en 1991, también se frustraría. La Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar -que reunía varias guerrillas- había quedado diezmada después de que cuatro de los grupos que la componían depusieran las armas (M-19, EPL, PRT y Quintín Lame) . Sólo quedaban las Farc, el ELN y un sector del EPL.

Cano expresaba un inmenso desprecio por un modelo de negociación como el del M-19. Creía que las Farc merecían mucho más a cambio del desarme. No sólo unas cuantas curules, ni unas cuantas reformas, sino el poder político del país. La pretensión de Cano, y de las Farc, frente a una negociación con el gobierno, revelaba cuán distante estaban de lo que podía estar dispuesta a la sociedad. Lamentablemente, ese abismo hoy, 17 años después, no se ha acortado.

Las Farc tuvieron que reinventarse en la guerra. En 1993 realizaron su octava conferencia que definió el rumbo de esta. Lo que seguiría, según el Plan Estratégico, era el crecimiento de las Farc en todo el territorio. Desde allí Cano empezó a diseñar su propuesta de movimiento bolivariano y partido clandestino (ver recuadro), los que serían armas políticas para la guerra, contradiciendo la vieja premisa de Clausewitz de que la guerra es la política por otros medios. Cano sabía que sin ideología a la vista, si quería mantener su influencia y ser respetado por los demás, tenía que hacer méritos militares. Por eso ahora su política estaba al servicio de la guerra.

Enfundado en un camuflado se ubicó en las cordilleras que dividen el Valle y el sur del Tolima, en el territorio del Comando Central Conjunto. A pesar de que Cano se ha cuidado siempre de no aparecer empuñando el fusil, ni al frente de una acción demoledora como la toma de un pueblo, sí tuvo que emular con el 'Mono Jojoy', que ya estaba en el sur del país concentrando grupos enormes de guerrilleros, financiados por la coca, para atacar bases militares a sangre y fuego y poner en jaque al gobierno.

La idea de que Cano no era un hombre de armas no era cierta cuando se iniciaron los diálogos del Caguán. Su bajo perfil en esa coyuntura se debió a que en esa ocasión realmente las Farc no estaban por una negociación en serio.

Cano fue al Caguán realmente a ampliar las bases políticas de las Farc. Se dedicó a contactar líderes de todo el país, a hablar con ellos y vincularlos al movimiento bolivariano; a entrenar militantes y dirigentes, y también a informarse. Prácticamente no se perdió ni una sola de las largas, tediosas y estériles audiencias públicas. Las que aprovechó sin desmayo para reclutar gente para el movimiento bolivariano.

Es un convencido de la lucha de clases y de lo que en términos izquierdistas se llama "el odio de clase". Para él, quienes deben financiar la guerra son los ricos y las multinacionales. Por eso se le atribuye a él la iniciativa de lo que las Farc han llamado la Ley 002, que no es más que la extorsión a las empresas. En su concepto, por razones políticas, no humanitarias, la guerrilla debería secuestrar por dinero sólo a personas muy poderosas y dedicarse con más ahínco al secuestro político, haciendo sufrir a las elites.

Puso en práctica ese concepto después del Caguán, con el secuestro de los 12 diputados del Valle, acción que habría planeado junto a Pablo Catatumbo. Esta ha sido quizá la acción más audaz que han hecho las Farc en toda su historia y que más muestra una capacidad de operatividad urbana muy escasa en esa organización en el pasado.

Aun así, Cano parecía mucho más interesado que el resto del Secretariado en el tema del intercambio humanitario. De hecho, los avances que hubo en este terreno antes de que el presidente venezolano Hugo Chávez entrara en escena, se hicieron en el Valle y el Tolima, en conversaciones con Pablo Catatumbo, que es su persona de confianza. Cano confía en los países amigos y desconfía de la Iglesia, según fuentes cercanas a las gestiones que se hicieron en aquella época. Algunos de estos mediadores prevén que en el tema de un posible intercambio Cano retome la iniciativa, a través de países europeos (como Francia) y que le dé menos juego a una persona como Chávez. Pero todo esto lo hace más por razones estratégicas que humanitarias.

Durante el tiempo que Cano ha estado en el centro del país, este Bloque es el que más ha crecido y al que menos golpes le ha infligido el Ejército. Se han lanzado por lo menos tres operaciones de gran envergadura que no han dado grandes resultados en Valle, Cauca, y ahora en el Cañón de las Hermosas, Tolima.

La última operación se inició a principios de este año y aunque hay desplegada toda la infantería de la Tercera Brigada, no es cierto que haya estado cercado, como afirmaron algunos medios.

Cano aprendió de sus maestros sobrevivientes de Marquetalia lecciones importantes. Está en una zona montañosa donde la gran ventaja de los militares, que es la aviación, es poco eficiente, y en una región donde han habitado tres generaciones de bases sociales de la guerrilla que no han perdido la lealtad con un movimiento guerrillero que hace parte de su historia, su identidad, y al que ven como propio.

Desde hace años se sabía que, por capacidad y por antigüedad, Cano sería el sucesor de Marulanda. Pero esta decisión, que no estuvo exenta de tensiones, tampoco se ha visto obstaculizada por otros. Raúl Reyes era, de todos modos, un hombre muy importante en las Farc, pero percibido como alguien menos riguroso y capaz que Cano. Aunque estuviera vivo, la sucesión de Cano sería un hecho. 'Jojoy' es una especie de general de la guerra que se somete al mando elegido por el Secretariado. De hecho, Cano y 'Jojoy' tienen una buena relación y para nada se puede decir que el uno sea político y el otro no.

Si 'Tirofijo' era un campesino zorro, pragmático, y no un marxista convencido, Cano es un hombre de doctrina, inflexible y dogmático, bien informado, pero con más respuestas que preguntas. Un hombre que no ha cambiado sus ideas ni su discurso, cuya lectura de la realidad es la misma hoy que hace 20 años. Lo que en el movimiento comunista todos le admiran es exactamente lo que afuera se ve como un defecto: es un hombre que no cambia. Un inamovible.

En realidad, lo que hubo en el Secretariado de las Farc, y con la llegada de Cano a la cabeza de ésta, es un cambio generacional. Atrás ha quedado la generación de Marquetalia, que peleaba por un programa agrario y con su visión rural del país y del mundo. Esta generación, que ya es mayoría en el Secretariado, se formó en la militancia urbana del comunismo ortodoxo. Alfonso Cano, Pablo Catatumbo, Iván Márquez, Timochenko y Joaquín Gómez, y Mauricio -él médico- pasaron por la Juco y se formaron en los países de la Cortina de Hierro.

El único de origen rural que queda es el 'Mono Jojoy'. Por eso este Secretariado, que más bien parece un politburó del Kremlin soviético que un grupo de campesinos rebeldes, puede ser más difícil de mover hacia una negociación. Entre otras cosas porque Cano tendrá que llegar pisando firme, para intentar salvar a las Farc de la derrota.

En las Farc de hoy deberá mostrar mucho más que es un hombre de acción y un estratega de la guerra. Por eso muchos analistas prevén una ofensiva de la guerrilla más que una mano tendida.

Por eso no le falta razón a Álvaro Leyva cuando dice que esta no es la nueva generación de las Farc, sino la última. Con estos se acaban las Farc, bien sea porque se negocie o porque se les derrote definitivamente. Porque lo único que no puede hacer Cano, que ya casi cumple 60 años, es morirse de viejo en la montaña, en los brazos amorosos de su compañera, como le ocurrió a 'Tirofijo'.