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"EL RAPONAZO"

Renuncia alvarista de robo ideológico de sus banderas por parte del candidato liberal.

2 de junio de 1986

"El raponazo", lo denominó Alvaro Gómez. Y se refería, ni más ni menos, al hecho de que, según él, Virgilio Barco le había robado sus banderas ideológicas tradicionales. El robo se habría descubierto en la intervención que en la noche del 28 de abril hizo por televisión el candidato liberal. Lo denunció en grandes titulares en El Siglo del día siguiente, a todo lo ancho de la primera página: "Barco acoge programa de Gómez". Los que no habían podido ver la alocución de Barco, se volcaron a escudriñarla para buscar la evidencia de la conversión: Barco habría pasado del ideario liberal al desarrollismo alvarista. Voceros liberales llegaron inclusive a defender al candidato alegando que "a Gómez no hay cómo robarle ideas, porque las ha escondido y las ha cambiado por una feria de insultos".
La lectura cuidadosa del texto, sin embargo, no satisfacía estas interpretaciones. La intervención de Barco en T.V. se destacaba no tanto por un viraje ideológico, cuanto por la generosidad y extensión de sus promesas. Era simplemente el catálogo de lugares comunes que son rutinarios en cualquier campaña. En los quince minutos de su intervención, no hubo problema del país que no obtuviera el compromiso del candidato de ser solucionado en el próximo cuatrienio. Barco proponía rescatar la industria y la agricultura, acabar con el desempleo, eliminar el despilfarro, devolver la honestidad en el servicio público y hasta eliminar el ocio en la diplomacia. Todo esto, más que a un robo, se parece a las promesas tradicionales de todos los candidatos en las campañas que a la pura doctrina de los herederos de Laureano. En realidad sólo había un párrafo de cinco líneas que podría coincidir con el talante alvarista: "Hay que dejar trabajar a la gente. Hay que eliminar las trabas que desaniman al inversionista, al que quiere ampliar su industria, al que quiere correr riesgos al que desea abrir un negocio, llámese tienda, centro comercial, microempresa o gran industria". Estos anhelos universales que los alvaristas consideran propios y muy originales, fueron los que probablemente los pusieron a gritar frenéticamente: ¡robo! ¡robo!
Más significativo, si se quiere ya buscar la letra menuda, es otro párrafo sí podria tener algún alcance; pero no por sus implicaciones desarrollistas, sino por el contrario socialistoides. Dijo el candidato liberal: "... mi gobierno establecerá un sistema de bienestar social regido por normas únicas y centralizadas, pero descentralizado en los aspectos operativos. Por medio de ese sistema se coordinará la acción de todas las entidades encargadas de velar por el bienestar de los colombianos, comenzando por las instituciones de salud". Este punto, un poco menos abstractos que los otros, tenía claros elementos del famoso "estado benefactor" -welfare state- que, precisamente están desmontando todos los alvaristas del mundo: Reagan, la señora Thatcher, etc.
De todas maneras en las campañas presidenciales no es qué se dice pues al fin y al cabo todos los candidatos ofrecen el oro y el moro, sino quién lo dice. Y, en este caso, lo dice Virgilio Barco que para todos los observadores políticos es el próximo Presidente de la República. Y no sólo importa quién lo dice sino cómo lo dice. Y, en esta oportunidad, Barco lo dijo bien. Hablando con más seguridad que nunca, con relativo dominio de la televisión, el candidato reflejaba la imagen de un hombre preparado a asumir las responsabilidades del gobierno, más que la de un aspirante angustiado por incertidumbres electorales. De cualquier modo, al final de la semana, dentro de la picaresca electoral, eran los barquistas los que acusaban a Gómez de haberse vuelto liberal. Con motivo de su propuesta de matrimonio civil obligatorio con posibilidad de divorcio, algunos allegados a la campaña Barco, como Esmeralda Arboleda, acusaron a Gómez de un raponazo a sus banderas.