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EL RETORNO DE LOS COMUNEROS

El pueblo de Mogotes, que se enfrentó al ELN, revocó el mandato del alcalde por corrupto y tomó <BR>las riendas de su destino, ganó el Premio Nacional de Paz de 1999.

29 de noviembre de 1999

El 11 de diciembre de 1997 pudo haber sido una página más, teñida de sangre, en la historia
de nuestra ascendente guerra fratricida: una facción del ELN se tomó la población de Mogotes, en el
departamento de Santander. En el fuego cruzado murieron tres agentes de Policía y dos funcionarios del
municipio y el alcalde fue secuestrado por los alzados en armas. Pero ese hecho violento, que fue
registrado por los medios como cualquier otra incursión guerrillera, fue el detonante de un ejemplar
proceso de construcción democrática que llevó a la población de Mogotes a recibir la semana pasada el
Premio Nacional de Paz.
Al momento de la incursión guerrillera en el municipio de Mogotes, una población de 11.500 habitantes
incrustada en la cordillera Oriental, se vivía un tenso ambiente de polarización política y rondaba el
fantasma de la corrupción administrativa. El motivo de la retención del alcalde de la época, Giovanni
Rodríguez, por parte del ELN fue, según la organización guerrillera, el de hacerle un 'juicio político' por
supuestos malos manejos de los recursos públicos.
Pero en lugar de resignarse y dejar en manos de los violentos la solución de sus conflictos los mogotanos se
organizaron, marcharon y crearon un movimiento de desobediencia civil. Los pobladores exigieron la
liberación del alcalde acusado de prácticas corruptas. Ante la enorme presión popular el ELN decidió ceder y
entregó el funcionario a los habitantes de Mogotes.
Luego de recuperar a su alcalde los mogotanos, por decisión colectiva, llevaron a cabo una investigación sobre
sus actividades al frente de la administración y lo encontraron culpable de prácticas de corrupción. Acto
seguido, iniciaron un proceso de revocatoria del mandato contemplado en la Constitución al son de la copla:
"El pueblo lo dice, y tiene la razón ".
Luego, con la participación de la Iglesia y de líderes comunitarios, los mogotanos se organizaron y se
declararon "en Asamblea Constituyente" para darle legitimidad a sus decisiones políticas. Convocaron a
elecciones, en las que fue elegido un nuevo alcalde, diseñaron en consenso un Plan de Desarrollo que se
ajustara a las necesidades de la comunidad e iniciaron un proceso de veeduría ciudadana de la gestión
pública a través de la Asamblea Constituyente.
Desde entonces el municipio ha venido funcionando como un cabildo abierto en el que participan el alcalde,
los concejales y la comunidad. Las sesiones de la Asamblea, por su parte, son transmitidas a través de una
emisora comunitaria en lo que se ha constituido en un interesante laboratorio de pedagogía ciudadana y
cultura política para toda la población.
Desde aquel fatídico 11 de diciembre el municipio de Mogotes le ha demostrado al país que, pese a la espiral
de la violencia, los mecanismos de participación ciudadana que contempla la Constitución permiten hacer
una revolución pacífica y democrática. Y que es posible doblegar a los violentos por las vías
institucionales. Esta interesante experiencia comunitaria de paz es la evidencia de que las movilizaciones
populares tienen efectos concretos cuando están bien organizadas y que por esa vía es factible una
reconciliación. Al respecto, el presidente Andrés Pastrana, en la misiva que envió a la entrega del Premio
Nacional de Paz que le fue entregado a la comunidad de Mogotes, dijo que "la negociación es también
ponernos de acuerdo en nuestros propios municipios, con nuestros vecinos, en el interior de nuestras
familias, con los compañeros de trabajo. Tenemos que entender, de una vez por todas, que ser diferentes no
nos enfrenta sino que nos enseña". Según los líderes mogotanos, que quieren que su experimento se
replique en todos los municipios del país, una de las claves del éxito fue la toma de conciencia de los deberes
y derechos ciudadanos.
En esa región de Santander el civismo, la generación de consensos y la activa participación ciudadana los
ha mantenido hasta ahora por fuera de la órbita de los actores en conflicto. Por eso Luis Carlos Restrepo,
conocedor y analista de este proyecto, afirma que "si tuviéramos 1.000 Mogotes estaríamos caminando de
manera sistemática hacia la paz".
Dentro de los otros postulados al Premio Nacional de Paz, promovido por la Fundación Friedrich Ebert de
Colombia (Fescol), El Colombiano, El Tiempo, El Espectador y la revista SEMANA, estaban las
comunidades indígenas de Toribío, Ambaló y Caldono (Cauca) y las comunidades de paz de Urabá. Hubo
también postulaciones póstumas para Jaime Garzón, Jesús Antonio Bejarano y Jorge Evelio Cardona,
zapatero asesinado en Chinchiná. Los dos primeros recibieron menciones especiales por parte del jurado.
Por lo pronto el cambio democrático y pacífico que se dio en el municipio de Mogotes busca emular la
revolución comunera que se inició en las mismas montañas agrestes en octubre de 1780 y que le dio inicio al
proceso de independencia. La cultura de paz que se ha implantado en esa región del país tiene como punta
de lanza un provocador estribillo para que los demás colombianos despierten del letargo de la indiferencia:
"Mogotes le está diciendo a todita la Nación, no es con bala, ni con guerra, sino con participación ".