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El salvavidas

El proceso de paz volvió a presentar leves signos de mejoría cuando todos apostaban a que ya estaba muerto.

10 de septiembre de 2001

En el aguacero permanente de hechos de guerra que se producen en el país resplandecieron tres noticias que invitan a mirar el panorama con algún optimismo. Se trata de la reanudación de las conversaciones del gobierno con el ELN; la propuesta del comandante de las Farc, ‘Manuel Marulanda’, para una cumbre de poderes el 15 de enero en el Caguán, y la invitación de los países amigos del proceso a los candidatos a la Presidencia para que conviertan la paz en una política de Estado y evitar que ésta vaya al ritmo de cada mandatario.

La cumbre del 15 de enero es importante porque, al margen de los reparos que se le puedan hacer a la propuesta, está claro que la invitación es hecha por las Farc para que las conversaciones sigan adelante y no para clausurarlas. Igual ocurre con el ELN. El proceso con este grupo revivió tras la firma del acuerdo en La Habana, un hecho notable si se tiene en cuenta que las partes —gobierno y guerrilla— le habían dado un portazo que parecía insalvable hace cuatro meses.

Las reacciones en contra de la propuesta de ‘Marulanda’ vinieron de quienes ven en ésta otro pliego de peticiones más que desconoce los acuerdos de Los Pozos y de San Francisco de la Sombra. No obstante un observador que sigue de cerca el proceso dijo que el gobierno no tenía porqué temer escuchar a su interlocutor pues para eso estaban sentados en la mesa. “En conflictos complejos todo debe ser negociable. El gobierno debe tener la capacidad suficiente para enfrentarse al otro en la negociación por la vía política”, anotó.

Muchos colombianos pueden estar interpretando que la invitación de las Farc para que les expliquen que es “lo que es negociable con el Estado” es como llover sobre mojado pues quieren volver a sentarse para hablar de paramilitarismo, el canje de soldados y policías por guerrilleros presos, el plan de desarrollo, entre otros. No les falta razón, aunque entre las preguntas de ‘Marulanda’ hay dos que darán mucho de qué hablar y no tanto aquí sino en Washington, que es donde se definen muchas cosas. Se trata del Plan Colombia y de la fumigación. Está claro que las Farc quieren asegurar que el Plan Colombia sea para la paz y no para la guerra —o antiterrorista como recientemente lo llamó la embajadora Ann Patterson— y también que la erradicación de los cultivos ilícitos sea manual y no como hasta ahora se ha hecho.

Lo trascendental, sin embargo, es que por primera vez tanto el ELN como las Farc proponen analizar los contenidos, es decir, entrar en materia de lo que traería la paz. O dicho de otra manera, definir por qué el país está en guerra. Esto es lo nuevo, porque hasta ahora todos los debates giraron alrededor de lo procedimental: que si hay zona de distensión o no, con qué condiciones; que si hay canje o no, etc. De igual forma las dos organizaciones, cada una por su lado, están buscando acercamientos con los candidatos presidenciales y demás fuerzas del país que no están en la negociación.

Lo importante del acuerdo con el ELN es que se reanude un diálogo informal entre esta organización subversiva y el gobierno ya que las partes entendieron que no era posible lograr esa meta en lo que queda de esta administración. El nombre de Agenda de Transición indica una intención exclusiva de llegar hasta el 7 de agosto de 2002, cuando habrá un nuevo aire para la negociación.

De todos modos, si el proceso con el ELN llega hasta el próximo gobierno, abarcaría tres administraciones, y aunque ese dato aislado no quiere decir nada se estarían dando los primeros pasos para tener una política de paz de Estado.

El presidente Andrés Pastrana declaró que su prioridad es llevar a buen término el proceso electoral. En tal sentido podría pensarse que al mantener la negociación el gobierno busca aliviar las dificultades que puede traer para las elecciones el rompimiento de los diálogos.

En el caso de las Farc hay que resaltar, una vez más, lo que ya han dicho años atrás: o la negociación es sobre cosas estructurales o no hay acuerdo. El reclamo más sentido en la carta es que no se sienten reconocidas como parte en una negociación que legítimamente puede pedir concesiones del otro, así como la otra parte se las demanda a ellas. Si el Establecimiento no hace este reconocimiento va a ser muy difícil lograr acuerdos reales dicen las Farc. Y un buen camino para que el Estado empiece a dar pasos sólidos es el hecho de tener una política de largo plazo —y no de un gobierno—, tal como lo propuso el Rey de España en su invitación a los candidatos presidenciales colombianos. Es decir, aunque la negociación está inmóvil los síntomas de vida que la semana pasada dieron los dos procesos son un respiro que invita al optimismo.