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General Óscar Naranjo

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El terror de los malos

El general Naranjo es el hombre detrás de los grandes golpes contra los narcoterroristas del país, desde Pablo Escobar hasta 'Don Mario'.

18 de abril de 2009

Las últimas semanas se habían convertido para el general Óscar Naranjo, director de la Policía Nacional, en los momentos cruciales de su vida. El lunes de Semana Santa, sentado en su puesto de mando en Santa Marta, seguía minuto a minuto la operación que habían desplegado 350 de sus hombres en Urabá. Iban preparados para una batalla campal. Por eso llevaban 11 helicópteros equipados con ametralladoras y equipos de rescate, tres aviones con capacidad de fuego, y una plataforma de inteligencia para tender un cerco de 20 kilómetros en las tupidas montañas del norte de Antioquia, donde se refugiaba el narcotraficante más buscado del momento: Daniel Rendón, más conocido como 'Don Mario'.

Mientras seguía a control remoto los movimientos de sus hombres en terreno, Naranjo tuvo un déjà vu. Exactamente dos décadas atrás, el entonces capitán Naranjo estuvo en varios cercos contra el capo de capos: Pablo Escobar Gaviria, quien a última hora lograba escabullirse entre la maleza o por las calles de las ciudades, aunque fuera de noche y en calzoncillos.

Naranjo temía que a última hora 'Don Mario' pudiera romper el cerco y escapar en medio de la manigua del Urabá antioqueño. Pero no fue así. Con los días el cerco se estrechó y finalmente, el pasado miércoles un comando elite de la Policía lo encontró prácticamente solo en un cambuche mimetizado entre la maraña.

A diferencia de Pablo Escobar, que logró burlar la inteligencia del Estado durante 10 años, la persecución de 'Don Mario' duró apenas un año y medio, a pesar de que había logrado corromper a varios funcionarios del gobierno, y de que tenía supuestamente un ejército bajo su mando.

Pero ni 'Don Mario' es Pablo Escobar, ni las bandas emergentes del narcotráfico son los carteles de Medellín o de Cali, ni la Fuerza Pública es la misma, ni el general Óscar Naranjo es el joven capitán de antaño.

Hace exactamente 20 años, Pablo Escobar tenía una guerra declarada contra el país. La sociedad estaba atemorizada porque era un hombre capaz hacer volar en mil pedazos un avión comercial en pleno vuelo o poner una bomba en un centro comercial el día de la madre. El Estado estaba arrinconado con el terrorismo que se había manifestado desde el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla hasta el magnicidio de Luis Carlos Galán, además del baño de sangre contra brillantes jueces, funcionarios y periodistas. Y logró doblegar al establecimiento con los secuestros selectivos de sus figuras más insignes como Andrés Pastrana, Diana Turbay y Francisco Santos.

'Don Mario', a pesar de ser un peso pesado del narcotráfico, nunca tuvo la capacidad de Escobar de desestabilizar el Estado o amenazar la democracia. Se dedicó a una guerra intestina con otros narcotraficantes y aunque tenía un ejército privado que le garantizaba la seguridad personal y la de su negocio, no hay pruebas de que tuviera la magnitud de miles de hombres que algunos medios y analistas le han atribuido.

Indudablemente es un hombre sanguinario con los que considera sus enemigos -como todo capo que se respete-, no obstante tuvo su mayor éxito comprando y corrompiendo funcionarios locales y regionales, como lo evidencian sus ya prácticamente probadas relaciones con políticos, empresarios y fiscales de Antioquia, y como lo ha evidenciado la depuración de la Fuerza Pública en Urabá, que, al parecer, había sido captada por la mafia.

Pero la brecha que hay entre Pablo Escobar y 'Don Mario' en cuanto a acumulación de poder, capacidad de desestabilización y duración en la cúspide del crimen organizado, demuestra que dos décadas de lucha contra las mafias si bien no las han derrotado, sí han debilitado su poder. Y quien más personifica esa larga y valiente lucha de la institucionalidad contra la ilegalidad, de la democracia contra el terror de los poderes mafiosos, es Óscar Naranjo.

La persecución de Pablo Escobar fue su gran escuela. Como hombre reflexivo que es, estuvo durante las épocas del Bloque de Búsqueda en labores de inteligencia en las que descolló como analista, como alguien con capacidad de innovar y adelantarse a los mafiosos. Muerto Escobar, Naranjo se convirtió en la mano derecha del general Rosso José Serrano para combatir el cartel de Cali. Sus apuestas por la inteligencia de mediano plazo a través de infiltraciones y por reforzar la tecnología, por ejemplo para interceptar llamadas (que fue clave para dar con Escobar), fueron clave para la captura de los Rodríguez Orejuela, jefes del cartel de Cali.

Para entonces, mediados de los 90, Naranjo había persuadido a la cúpula de la institución de crear una especie de FBI en Colombia. Una oficina dedicada a la inteligencia estratégica, altamente calificada y apoyada por varios países que estaban, junto a Colombia, en la lucha internacional contra el narcotráfico. Así nació la Central de Inteligencia de la Policía, más conocida como Dipol, que estuvo durante varios años a cargo de Naranjo.

Desde allí se dio cuenta de que mientras morían los dos grandes y temidos carteles y la calma volvía a ciudades tan importantes como Medellín y Cali, los lugartenientes de los grandes capos empezaban a fundar lo que hoy se conoce como 'Baby carteles'. Eso traería nuevas guerras, nuevos muertos y nuevos capos. Al principio de esta década emergía con todo su poder el cartel del Norte del Valle con un nuevo organigrama de grandes jefes como 'Rasguño', 'Chupeta' y los temidos 'Varela' y 'Don Diego'. Tarde o temprano todos ellos fueron cayendo: 'Rasguño' en Cuba, 'Chupeta' en Brasil, 'Varela' fue asesinado por sus propios amigos en Venezuela, y 'Don Diego' fue capturado por el Ejército en un cerco similar al que la Policía le tendió a 'Don Mario' la semana pasada.

Justamente en la batalla contra este cartel, Naranjo y la Policía recibieron uno de los golpes más duros de su vida, cuando una patrulla del Ejército que protegía a hombres del narcotraficante 'Don Diego' masacró en Jamundí a un escuadrón elite bajo su mando que iba tras el capo. Este episodio se convirtió en una herida abierta en las relaciones entre Policía y Ejército que apenas recientemente empieza a cicatrizar.

La guerrilla de las Farc, que es sin duda la dueña de gran parte de la coca que se produce en el país, ha sido también perseguida por la Policía. En particular el año pasado, cuando unidades elite al mando de Naranjo, y en coordinación con las Fuerzas Militares, hicieron una operación de asalto al campamento de 'Raúl Reyes', donde encontraron, además del jefe guerrillero, varios computadores que han sido clave para entender cómo funcionan las alianzas entre la guerrilla y organizaciones de narcotraficantes alrededor del mundo.

Naranjo tuvo también una activa participación en el desenlace que tuvieron los jefes paramilitares hoy extraditados a Estados Unidos. Decenas de grabaciones, seguimientos e infiltraciones le sirvieron al gobierno del presidente Álvaro Uribe para concluir que ellos le estaban haciendo conejo al proceso de paz, que tenían gasolina suficiente para encender la hoguera de la violencia en varias regiones y que la única manera de lograr desarticular sus redes mafiosas era si pasaban el resto de sus vidas en las cárceles y lejos de aquí.

Pero no habían terminado de apretar los grilletes de los jefes paramilitares en las cárceles gringas cuando ya el país estaba lleno de bandas emergentes del narcotráfico y nombres como 'Cuchillo', el 'Loco Barrera' y 'Don Mario' estaban en las primeras planas de los periódicos. Tras comenzar como 'lavaperros', como se llama en el argot criminal a los que empiezan de abajo, se fueron convirtiendo en cabecillas, como en el caso de 'Don Mario'.

Cuando un gran capo es capturado o dado de baja por el Estado, el país duerme más tranquilo. ¿Significa esto que se está ganando la guerra contra el narcotráfico? ¿O que no volverá a haber mafiosos capaces de monopolizar el negocio y el crimen? ¿O que la mafia está herida de muerte?

En absoluto. Lo que demuestra todo lo anterior es que el crimen organizado ha mutado en cada batalla con las autoridades. Pero también estos años de guerra revelan que el Estado ha evolucionado y sofisticado sus instrumentos para combatirlos y que hoy es casi imposible que surja un nuevo Pablo Escobar.

Lo que ocurre ahora es que la 'vida útil' de los capos es cada vez menor. La atomización del negocio ha hecho que las luchas intestinas sean a muerte. Algunos de los considerados mayores jefes de la mafia murieron a manos de sus propios hombres, como Carlos Castaño, Miguel Arroyave y Varela. Por no hablar de la llamada Oficina de Envigado, donde no ha parado el desangre desde hace cuatro años y cuyas vendettas han dejado decenas de muertos en las últimas semanas.

Otro factor que los hace más débiles hoy es la falta de control territorial. Mientras en los 80 Pablo Escobar tuvo sometido a Medellín y construyó una hegemonía combinando el populismo económico con el terror sicarial, y los paramilitares lo hicieron en los 90 a punta de masacres y apelando al discurso contrainsurgente en varias regiones azotadas por el secuestro y la extorsión de la guerrilla, estas nuevas organizaciones criminales ejercen controles limitados en zonas de frontera y en regiones tradicionalmente abandonadas por el Estado. Mientras los Rodríguez Orejuela, jefes del cartel de Cali, despachaban sus negocios criminales en los 80 desde el Hotel Intercontinental, o Chepe Santacruz y Pacho Herrera tenían inversiones en más de 2.000 apartamentos en Cali, hoy el 'Loco Barrera' parece estar en Venezuela; 'Cuchillo', en Vichada, y 'Don Mario' estaba escondido en una recóndita vereda de Urabá con seis celulares para tratar de monitorear a distancia su negocio y organización criminal.

Y es que, a pesar de todo, el negocio global sigue boyante. No se puede afirmar que 15 años de fumigaciones fueron un verdadero fracaso, pero sí dejan mucho que desear. Los cultivos ilícitos simplemente migraron a otros lugares y las toneladas de coca siguen saliendo de Colombia. Los laboratorios pululan en varias regiones fronterizas y costeras del país, y la logística se ha sofisticado tanto, que ya existen hasta astilleros que producen submarinos de película. A medida que más se fragmenta el negocio, más gente se vincula a él, bien sea como mulas, como testaferros o como pistoleros de uno u otro bando de mafiosos. Como si fuera poco, la mafia ha alcanzado un nivel de globalización preocupante. Ya no se trata de enviar coca a Estados Unidos. Sus tentáculos se entrelazan con redes criminales poderosas en Europa, Rusia, los Balcanes y África. Por no hablar de México, que se ha convertido en el epicentro de los nuevos grandes carteles de la droga

"Las drogas son tan viejas como la humanidad, la tragedia es tener la producción en el país de uno", dice el general Óscar Naranjo. Y es por eso que el esfuerzo por combatir al narcotráfico ha sido monumental en estos años en que los mejores colombianos han dado su vida.

Aunque el narcotráfico goza de buena salud, los costos económicos y jurídicos para la mafia en Colombia son más altos que antes.

La extradición sigue siendo una espada de Damocles temida por todos los narcos. Sólo a instancias de Naranjo han sido extraditados 585 narcotraficantes. Aunque muchos de ellos negocian y recuperan su libertad, las delaciones y la pérdida de la seguridad, las rutas y los capitales son golpes duros para cualquier miembro del crimen organizado. La lucha contra el lavado de activos también les ha amargado la vida a los narcotraficantes. El fuerte control sobre las transacciones bancarias y la extinción de dominio los han obligado a mantener el dinero en caletas y a usar testaferros para todos sus bienes. Algo también muy riesgoso. La Policía ha incautado más de cuatro billones de pesos en cuatro años.

Una consecuencia lamentable del estrechamiento de los espacios para los narcos en Colombia es que otros países con menos instrumentos legales y policiales para dar la batalla contra los carteles están viviendo la pesadilla que Colombia vivió en los 80. Es el caso de México, que ha tenido más de 5.000 muertes violentas en un año, por cuenta del narcotráfico; ha visto cómo poderosos y temidos capos desafían la democracia y las instituciones. México se ha colombianizado y por eso sus autoridades tratan de mirarse en el espejo de Colombia y de aprender de su experiencia. Especialmente de la de hombres que, como Naranjo, lo han visto todo en materia de narcotráfico.

La lucha contra la mafia es cada vez más compleja y difícil. En eso Naranjo no se llama a engaños. Tal como lo ha demostrado la experiencia italiana, más que como carteles, el crimen organizado funciona hoy como un holding empresarial, o una red de negocios que combina lo legal y lo ilegal y que ha logrado penetrar los mundos de la política y el poder como nunca antes.

Prueba de ello, por ejemplo, es que muchos capos colombianos ahora prefieran una negociación rápida en los tribunales norteamericanos -lo que debilita la extradición como instrumento- con tal de legalizar parte de sus fortunas y pasar del bajo mundo a las esferas de los negocios lícitos, donde un sistema capitalista en crisis no hará mucha resistencia a recibir sus riquezas, aunque estén bañadas en sangre.

Casi 30 años lleva esta guerra contra las drogas que ha dejado tantos muertos que Óscar Naranjo ha tenido que sufrir en carne propia. Aunque los avances del Estado son indiscutibles y la capacidad de hacer daño de estas mafias ha disminuido sustancialmente, la amenaza criminal para Colombia sigue viva y coleando. El escándalo de la para-política fue un campanazo de alerta. Cuando después de 20 años de batallas se habían desarticulado los carteles de Medellín y de Cali, y se pensaba que la mafia no era una amenaza, se estaba gestando en varias regiones del país la captura del Estado por parte de los narcoparamilitares gracias a su alianza con los políticos y los gobernantes locales.

El ciclo del narcotráfico y de los nuevos rostros de la mafia se seguirá repitiendo por muchos años, hasta cuando globalmente se le cierre el camino al crimen organizado. Ayer se abatió a Pablo Escobar y hoy se capturó a 'Don Mario'. La pregunta es: ¿Cuál será el nuevo capítulo para Colombia? ¿En qué desembocarán las nuevas bandas criminales o las tristemente célebres 'Águilas Negras', que ya están tratando de atemorizar distintas zonas del país? .

Mientras haya países que como Colombia, que tengan la maldición de convivir con el narcotráfico y de enfrentar su amenaza violenta, se necesitarán hombres como Óscar Naranjo, que dediquen la vida a defender a la sociedad, a la democracia y las instituciones.