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Name definió una categoría política que era criticada en bogotá pero apreciada en la provincia

OBITUARIO

El último de los mohicanos

Con la muerte de José Name Terán llega a su fin una generación de grandes caciques liberales que controlaron el país durante varias décadas.

10 de septiembre de 2011

No sería exagerado afirmar que José Name Terán era el último de los mohicanos, entendiendo por esto una generación de grandes caciques políticos que pueden ser considerados malos o buenos dependiendo del ángulo del que se vean. A nivel de círculos elitistas, la percepción ha sido por lo general más negativa que positiva. Name fue uno de los símbolos de esa especie en vías de extinción asociada con las prácticas clientelistas que buena parte del país rechaza. Sin embargo, esa especie, a pesar de las críticas en los editoriales de los periódicos y en los cocteles bogotanos, siempre ganaba las elecciones. ‘Los Name’ se convirtió en un genérico para describir a los jefes políticos cuya adhesión definía en su departamento el triunfo de cualquier candidato presidencial. En esa categoría estaban también Bernardo Guerra en Antioquia, Eduardo Abuchaibe en La Guajira, José Guerra Tulena en Sucre, Jorge Perico Cárdenas en Boyacá y muchos otros.

Sin embargo, una cosa era la percepción en Bogotá y otra a nivel provincial. El cacique era el jefe político que hacía posible cualquier obra en el departamento. También era el intermediario indispensable para cualquier puesto. En un país como Colombia, débil institucionalmente y sin carrera administrativa real, la repartición de la piñata requiere un coordinador y los beneficiarios de los dulces, lejos de rechazarlo, lo aprecian. Como el mismo Name afirmó, “yo no era un gran orador, sino simplemente un congresista útil. Sin arrogancia digo que no hay obra, en los últimos cuarenta años, de mi ciudad y en mi departamento donde yo no tenga, de alguna manera, intervención”.

Y no son pocos los que reconocen que Name, en sus 48 años de vida política, hizo mucho por Barranquilla y por el departamento del Atlántico. La lista es larga, pero vale la pena resaltar ejecutorias como la legislación sobre el río Magdalena, la creación de la CAR de ese departamento y la consolidación de Barranquilla como un Distrito Especial, Industrial y Portuario. Como congresista de peso, en el panorama nacional también dejó huella. Entre otras muchas cosas, la consagración del IVA social, la creación de la ciudadela universitaria y algunos de los grandes beneficios que reciben hoy los maestros.

Como recuerda su antiguo rival y amigo Juan Slebi, el exsenador siempre “vivió en función de la política”. Desde que era un joven estudiante de Derecho en la Universidad del Atlántico, era reconocido como un “líder activo, diligente y fiestero que caía muy bien”, según relata, en una columna esta semana, Horacio Serpa, quien estudió con él. Por eso no fue una sorpresa para quienes lo conocieron como líder estudiantil que escalara sin contratiempos hasta convertirse en un importante jefe político. Su carrera electoral en el liberalismo lo llevó a ser diputado, representante a la Cámara y, finalmente, senador. Y solo se apartó de las toldas rojas cuando, durante el gobierno de Álvaro Uribe, decidió pasarse al Partido de la U, al igual que muchos grandes caciques que no querían quedar por fuera del computador de Palacio. La curul del Senado le perteneció a Name durante 36 años, hasta que se despidió de ella en 2006 para abrirle la puerta a su hijo, José David Name, quien hoy ocupa su lugar.

No se equivocan quienes han afirmado que con la partida de José Name Terán termina también una era de hacer política en Colombia. El líder costeño hizo parte de una estirpe que hacía sus votos en la plaza pública, haciéndoles favores a sus coterráneos sin el uso de internet y sin la perversa alianza con grupos armados ilegales que caracterizó la política de la última década. Como lo reconoce una de sus críticas, la columnista Tatiana Acevedo, “era un cacique a secas”.

En la medida en que el voto independiente ha ido creciendo, la función de los intermediarios se ha ido desvaneciendo. También ha desempeñado un papel en este proceso la proliferación de medios de comunicación. Salir en televisión o en radio es hoy más útil que hacer una manifestación en plaza pública. La época de los mohicanos quedó atrás. No todo el mundo lo lamenta, pero en esa etapa del desarrollo del país fueron necesarios.