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Durante la semana pasada Álvaro Uribe y Andrés Felipe Arias lanzaron pullas a Antanas Mockus. El ex ministro insistió en que el Partido Conservador debe ir unido a la primera vuelta.

POLíTICA

El uribismo contraataca

Las fuerzas gobiernistas intentan parar la marea verde reconstruyendo su unidad, con la bandera de la seguridad democrática y con la participación, no tan sutil, del Presidente.

17 de abril de 2010

Hasta hacía apenas unas semanas nadie pensaba que la actual campaña electoral pudiera ser ganada por un candidato no uribista. La popularidad de Uribe, la aceptación de la seguridad democrática y los buenos índices de los principales candidatos de los partidos de la coalición -sumados a la pésima imagen de los opositores- vaticinaban un triunfo continuista en primera vuelta o, incluso, una segunda vuelta entre dos competidores afines al gobierno. Los candidatos del bloque uribista, Juan Manuel Santos, Noemí Sanín y Germán Vargas estaban muy tranquilos.

Sin embargo, el Partido Verde desde el pasado 14 de marzo empezó a generar nerviosismo en las toldas. Grupos en Facebook, marchas ciudadanas y manifestaciones de apoyo a Antanas Mockus -que van desde septimazos hasta convocatorias en Times Square, en Nueva York-, alimentaron la idea de que la victoria podía no estar tan segura, y las encuestas desde hace un mes acrecentaron ese temor.

Los planes del uribismo también se vieron afectados por el apretado triunfo de Noemí Sanín en la consulta interna del conservatismo. Si Andrés Felipe Arias hubiera ganado, un acercamiento con Juan Manuel Santos habría sido natural y fácil. Habría bastado un guiño presidencial para encontrar algún mecanismo para sumar las fuerzas conservadoras y de la U en aras de llevar una sola bandera uribista a la primera vuelta.

Pero la ganadora fue Noemí Sanín, quien desde el comienzo de su campaña insistió en que el Partido Conservador debería llegar con candidato propio al 30 de mayo. La agria polarización entre la candidata y el ex precandidato Arias dividió a la clase política azul y se unió al crecimiento de Mockus para reiterar que el camino no estaba tan despejado como se había creído.

El uribismo no se quedó con los brazos cruzados. En primer lugar, agitó más fuerte la bandera de la seguridad democrática para dejar en claro que su continuidad solo está asegurada si el sucesor de Uribe es un discípulo suyo. El propio Presidente atacó de frente a Mockus e insinuó que el ex alcalde no tenía las cualidades necesarias para darle permanencia a su gestión. "Ahora se presentan como las candidaturas de los independientes y de los honestos y tratan de desconocer que este gobierno ha combatido eficazmente no solo a la guerrilla, al paramilitarismo, a todas las formas de violencia, sino también a la corrupción y a la politiquería", declaró el mandatario a una emisora de Pereira. Por si fuera poco, sacó del sombrero un recuerdo para responder a la entrevista. Tratando de mostrar a Mockus como débil, señaló que el candidato era alcalde de Bogotá en 2002, cuando se posesionó por primera vez como Presidente en medio de un ataque de las Farc a la Casa de Nariño.

El día anterior Andrés Felipe Arias también había lanzado ataques contra el líder de los verdes al afirmar que "el desafío de las Farc no se enfrenta ni con mimos ni con girasoles", para descalificar el potencial de las políticas mockusianas de cultura ciudadana para atacar la inseguridad.

Mockus respondió tranquilo a las críticas de Uribe y de 'Uribito'. Se limitó a leer párrafos del discurso con el que, en 2003, el Presidente lo condecoró con la Estrella de la Policía. En él, Uribe había reconocido que la política de Mockus había sido una buena combinación de pedagogía de la convivencia y de ejercicio firme de la autoridad. "No entiendo por qué ahora dice algo diferente y además toma partido en la competencia electoral", se pregunta el ex alcalde.

Con la avalancha convergente de críticas contra Mockus, el uribismo ha tratado de ponerle freno el ascenso verde y de blindar la candidatura de Juan Manuel Santos. Sin embargo, la estrategia de atacar al ex alcalde, ahora principal contendor de Santos, no ha sido la única. Un segundo frente fue abierto para fortalecer el voto de maquinaria a favor del uribismo. Durante toda la semana pasada se presentaron movimientos dirigidos a armar una especie de revolución conservadora en el partido azul, en contra de la campaña de Sanín y a favor de la de Santos.

El lunes, 60 líderes de cuadros regionales de la campaña de Arias adhirieron al candidato de la U. Lo mismo hizo parte de su equipo de trabajo, justo una semana después de que se sumaran a esta campaña los hijos de los ex presidentes Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Guillermo León Valencia. El miércoles, 'Uribito' envió una carta al Congreso Conservador para invitar a sus miembros a pensar en la posibilidad de hacer alianzas antes de la primera vuelta en aras de mantener viva la coalición.

En el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, donde se llevaba a cabo el encuentro azul, la carta de Arias no tuvo mayor trascendencia. Pero por fuera tuvo un significado especial: Arias está en el partido y allí se queda, pero liderando una estrategia de acercamiento a Juan Manuel. No en vano, en la misiva advierte que el conservatismo "evidencia fractura en sus bases -e invita a los azules- a construir alianzas con otros proyectos políticos afines más temprano que tarde".

Por si fuera poco, a la misma hora del Congreso Conservador, algunos parlamentarios visitaban la Casa de Nariño. Aunque ese día allí había una reunión para discutir temas de la agenda legislativa, varios senadores le dijeron a SEMANA que hubo reuniones individuales entre algunos congresistas 'quemados' y otros en ejercicio en las que le manifestaron al Presidente su intención de sumarse a la campaña de la U. "Vienen senadores y representantes a decir que quieren irse con Santos y que no quieren quedarse por fuera de la campaña. Aquí se sienten cómodos", dijo un funcionario del Palacio de Nariño a SEMANA.

La estrategia de 'desgranar congresistas' no solo apunta a aquellos que están en el Partido Conservador, sino también a los liberales. La semana pasada la concejal de Bogotá Ángela Benedetti se sumó a los promotores de la disidencia en las toldas rojas y señaló la necesidad de que su partido busque alianzas antes de la primera vuelta. Sugirió que los parlamentarios de su partido busquen la unión con Santos.

Por último, la semana pasada se conoció un comunicado de Germán Vargas Lleras que señala que desde la campaña de Juan Manuel Santos se estaban enviando mensajes confusos, en el sentido de que el candidato de Cambio Radical adheriría al de la U. Según Vargas, estos mensajes buscan debilitar a los opositores y mostrar que el ex ministro de Defensa tiene ganado de antemano el liderazgo en la campaña. "Respétennos y no les hagan juego a esos rumores que buscan debilitarnos", dijo Vargas Lleras. El tercer elemento del contraataque uribista es la participación del Presidente en la campaña. Sus discursos han generado ya una polémica sobre si violan las normas que prohíben a los funcionarios participar en política. El viernes pasado, por segunda vez, Uribe recibió una conminación del procurador Alejandro Ordóñez, quien le dijo que debía permanecer "ciego, sordo y mudo" ante la campaña.

Legales o no, tampoco es claro que los guiños del Presidente sean efectivos. En 2006 afirmó casi abiertamente que prefería que Enrique Peñalosa le ganara la Alcaldía de Bogotá a Samuel Moreno. La gente sintió esto como una intromisión y reaccionó en contra. Y en 2003 hizo campaña abierta a favor del referendo 'contra la politiquería' que sin embargo se hundió porque no alcanzó el umbral.

Ahora, en 2010, la marea verde ha demostrado que la continuidad que el electorado desea en muchos temas no riñe con un anhelo de cambio de las costumbres políticas. Lo que no es claro es que el uribismo haya tenido en cuenta esa faceta al diseñar su contraataque para frenar la marea verde.