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Los senadores Camilo Romero y John Sudarsky y el exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa lograron su objetivo en la dirección de la Alianza Verde. Competirán por la candidatura presidencial del joven partido. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

La consulta de la Alianza Verde ‘maduró’

La decisión de escoger su candidato presidencial en las elecciones de marzo es un triunfo de Enrique Peñalosa.

8 de febrero de 2014

En los últimos cuatro meses, Enrique Peñalosa se convirtió en un saco de boxeo dentro de su propio partido, la Alianza Verde. Luego de que la convención del antiguo Partido Verde decidió fusionarse con Progresistas, los seguidores del alcalde de Bogotá Gustavo Petro enfilaron baterías contra su antiguo contradictor en las elecciones de 2011. Abandonado por fieles escuderos como el representante Alfonso Prada, ahora en las toldas santistas, abucheado por sus copartidarios e incapaz de detener el giro a la izquierda del partido que fundó, Peñalosa pasó de respetado líder a piedra en el zapato.

Cuatro meses después, la dirección de los nuevos verdes aprobó, con la sonora abstención de la línea de los amigos de Petro, la consulta interna como mecanismo de selección de su candidato a la Presidencia de la República. Con tres aspirantes inscritos –los senadores Camilo Romero y John Sudarsky, más Peñalosa– la elección se realizará en simultánea con los comicios parlamentarios del próximo 9 de marzo. Las encuestas muestran al excalcalde bogotano como el favorito para salir victorioso. ¿Cómo logró Peñalosa, solo y arrinconado, que el partido que lo rechaza aprobara un mecanismo que lo favorece tanto?

Enrique Peñalosa fue uno de los grandes perdedores de la fusión entre los verdes y los progresistas. De hecho, el ala izquierda del partido que fundaron los tres exburgomaestres bogotanos –Mockus, Garzón y Peñalosa– fue la promotora de la llegada de los petristas. Constituyó un matrimonio perfecto: los verdes se deshacían de su rama amiga del gobierno Santos y los progresistas entraban a un partido con personería jurídica. Y así fue: al mismo tiempo que abandonaban la coalición de Unidad Nacional el nuevo bloque invitaba a otros grupos de izquierda e independientes a la conformación de una tercería.

No obstante, a la Alianza Verde le quedaría un cabo por atar: la consulta interna. En el proceso de unión quedó definido que la nueva colectividad escogería su aspirante presidencial mediante ese instrumento. Mientras todos le apostaban a la salida de Peñalosa del partido, la respuesta del exalcalde fue mantener su postulación a esas ‘primarias’. Los ataques de los progresistas no tardaron: al exburgomaestre lo acusaban de uribista, por el apoyo del expresidente a su campaña a la Alcaldía de 2011, y de promover políticas contrarias a las de los petristas, ahora en total control del partido.

Uno de los líderes más destacados de los progresistas, el exgobernador Antonio Navarro Wolff, empezó a perfilarse como un eventual candidato presidencial de la Alianza Verde. Peñalosa le dio la bienvenida con respeto y se abstuvo de atacarlo. Simultáneamente la idea de una consulta interpartidista sonaba como una fórmula para conformar una sólida tercería a una campaña en torno a la pelea Santos-Uribe. Un proceso electoral con figuras de la talla de Navarro, el excalcalde Mockus, Aída Abella, José Antonio Ocampo y Clara López Obregón podría generar una candidatura única independiente con poder de atracción. Tras muchos ires y venires, Mockus declinó, Aída y López siguieron su camino solas y, por el peligro de no obtener el exigente umbral, Navarro Wolff se bajó a cabeza de lista del Senado. Es decir, el petrismo se quedó sin caballo en la carrera presidencial que sirviera de contrapeso al solitario Peñalosa.

Unas semanas después, la crisis política desatada por la sanción de la Procuraduría al alcalde Petro le ofreció a los progresistas otra ventana para disuadir a la Alianza Verde de la consulta. Con la doble presión de la destitución y la revocatoria los petristas, le exigieron a Peñalosa apoyar la administración distrital como condición para dejarlo seguir adelante con su aspiración. Ante la sorpresa de todos, por la fama de dogmático e intransigente que tiene, el exalcalde accedió a reunirse con Petro, su acérrimo contradictor en políticas urbanas.

Mientras todo esto sucedía, se presentaban dos hechos cruciales para entender por qué la consulta de la Alianza Verde sobrevivió. El primero fue la inscripción de otros dos precandidatos: los senadores Camilo Romero, cercano a Progresistas, y John Sudarsky, verde original de tendencia mockusiana. Ambos políticos, si bien registran menos reconocimiento e intención de voto que Peñalosa, se resistieron a que les arrebataran su día de elecciones y defendieron las primarias.

En segundo lugar, las encuestas seguían mostrando al exalcalde bogotano con un porcentaje respetable. De hecho, en la más reciente medición de la Gran Encuesta, Peñalosa, con un 6 por ciento, empata en el tercer lugar con Clara López del Polo. En Bogotá, por ejemplo, el exmandatario capitalino ocupa el segundo lugar después de Santos. Como en vez de desaparecer Peñalosa se mantenía, la pregunta para la dirección verde era entonces por qué desechar a un candidato con posibilidades de llegar a segunda vuelta.

Por último, si bien ante la opinión pública la línea de Petro surgió como la gran ganadora de la fusión, la dirección de la Alianza tiene una conformación más diversa y el control de los Progresistas no es absoluto. En la votación final, la consulta obtuvo más de 20 votos, incluidos verdes originales y seguidores de Romero, y los progresistas se abstuvieron. Esa combinación de factores sumada a la estrategia de aguante de Peñalosa terminaron por darle vida a un mecanismo que todos daban por muerto.

El 9 de marzo Enrique Peñalosa, John Sudarsky y Camilo Romero competirán por el estandarte verde, mientras la lista de Navarro Wolff luchará por superar el umbral. Dependerá de estos dos resultados que la joven Alianza Verde llegue a su primera campaña presidencial unida bajo el ganador de la consulta o partida en dos.