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Batalla de egos: las alianzas electorales están en peligro

Las coaliciones que se daban por seguras, en la derecha y en la izquierda, resultaron más difíciles de lo que se pensaba. Todo indica que habrá más candidaturas solitarias y que las alianzas tendrán que esperar a la segunda vuelta.

13 de enero de 2018

Desde que la actual campaña electoral arrancó, de manera prematura, a mediados de 2017, se asumió que la clave ganadora estaba en la capacidad de construir coaliciones. La proliferación de candidaturas –llegaron a plantearse casi 50– hizo pensar que nadie podría asegurar su paso a la segunda vuelta por sí solo. Todo esto cambió en 2018 con la inminente llegada de la fecha límite para avisarle al Consejo Nacional Electoral quiénes realizarán el 11 de marzo consultas interpartidistas para unificar candidaturas. En los últimos días ha quedado claro que hacer alianzas resultó más difícil de lo esperado.

Ya había sonado un campanazo en la llamada Coalición Colombia de Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo. Anunciada hace un año, ellos habían demostrado una fuerte voluntad de consolidarse, pero estuvo a punto de frustrarse por un tuit de Claudia López. El proyecto se salvó en el último minuto con un consenso para que Fajardo asumiera la candidatura presidencial y Robledo y López declinaran las suyas. El acuerdo incluyó un lineamiento muy general en materia programática y el compromiso de adelantar una campaña conjunta para elegir candidatos al Congreso del Polo Democrático, encabezados por Robledo, y del Partido Verde, que liderará Antanas Mockus y tendrá nombres del fajardismo.

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Pero las otras coaliciones planteadas no han corrido la misma suerte. La de los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, con el propósito de llegar a la primera vuelta con un solo candidato, no ha podido superar desacuerdos sobre la manera de escoger el candidato único. Cada uno defiende la fórmula que más lo favorece: Iván Duque pide una consulta en marzo cuando los uribistas saldrán a votar por sus candidatos al Congreso. El exprocurador Ordóñez también respalda esta receta. Pero Marta Lucía Ramírez, quien encabeza las encuestas, considera muy tardía esa fecha y sostiene que la selección se debería adelantar mediante un consenso o una serie de sondeos.

Las discrepancias son profundas y las tensiones han pasado de castaño oscuro en las redes sociales. Juan Carlos Pastrana ha criticado al candidato del Centro Democrático con varios trinos: “El gran problema de Iván Duque es su absoluta falta de experiencia administrativa”, “Duque quiere un acuerdo sin risas ni trizas para salvar el pacto con las Farc”, “Duque, quien viene respaldado por el 29 por ciento del Centro Democrático, pretende ganarse una candidatura grande sin antes confrontar ideas con Marta Lucía Ramírez”.

Del campo uribista salieron duras respuestas. El senador Ernesto Macías tuiteó: “Ya fastidia la obsesiva criticadera del hermano de Andrés Pastrana contra Iván Duque. ¿Por qué tienen que meter la nariz en el Centro Democrático?”. Y su compañero de bancada, José Obdulio Gaviria, planteó: “El Centro Democrático y su jefe, Álvaro Uribe Vélez, es la mayoría política de la nación. Algunos creen que hacer alianza es que el pez grande se deje tragar del pez chico”. Y agregó: “Negociación es para completar la fórmula en donde el candidato presidencial es el del Centro Democrático”. En plata blanca, José Obdulio considera que Marta Lucía debe ser –o elegir– la candidata a la Vicepresidencia, lo cual ella considera inaceptable.

Con el exprocurador Ordóñez también hay pelea. Los compromisarios de Uribe y Pastrana acordaron unas reglas mínimas para la coalición, que incluyen prohibir participar en la competencia a quien tenga inhabilidades o investigaciones o haya sido condenado o incurrido en posibles conflictos de interés. La frase fue entendida como una talanquera para dejar por fuera a Ordóñez, quien tiene pendiente el caso de su reelección como procurador, en la que se investiga si hubo prácticas de ‘yo te elijo, tú me eliges’. Pero en realidad su presencia en una eventual consulta podría dividir el voto conservador con Marta Lucía Ramírez y fortalecer la opción de Duque. Ordóñez considera que lo quieren “sacar de taquito”, pero anuncia que “seguirá aspirando a la Presidencia y estará en el tarjetón”. Es decir que considera ir a la primera vuelta en solitario.

En medio del fuego cruzado en la alianza de la derecha, el expresidente Álvaro Uribe ha actuado con prudencia. No se ha referido a los detalles sobre la escogencia del candidato y ha hecho alusiones a la necesidad de tener un programa “con credibilidad”. Lo cierto es que la posibilidad de un candidato único, considerada un hecho cumplido, hoy no está para nada asegurada.

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En la otra orilla también se están debilitando las fórmulas de coalición. El candidato liberal, Humberto de la Calle, ha manifestado su interés de acercarse a la alianza de Fajardo, Robledo y Claudia López, pero ha encontrado las puertas cerradas. Mientras López ve con buenos ojos los acercamientos, Fajardo y Robledo consideran que el eje de su proyecto es la independencia frente a las fuerzas políticas tradicionales, para lanzar una lucha convincente contra la corrupción. Tienen reticencias no tanto con De la Calle como con su partido. Pero el exjefe del equipo negociador considera que habría que enfrentar el momento político del país, caracterizado por la dispersión de candidaturas, con una gran coalición de quienes apoyaron el Sí en el plebiscito por la paz. Si todos los que están de acuerdo con la implementación del proceso cogen por su lado, facilitan la llegada de los partidarios del No.

Sin embargo, el argumento no convence a Fajardo, quien según las encuestas tendría asegurado el paso a la segunda vuelta sin los votos rojos. En su alianza algunos simpatizan con incluir a De la Calle. En el Polo, lo hacen Iván Cepeda y Germán Navas Talero. En los verdes, Antonio Sanguino y Luis Carlos Avellaneda. Pero no son una tendencia mayoritaria.

En cambio, en la otra hipótesis de coalición de izquierda, encabezada por el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y la exministra Clara López, sí se ha planteado la posibilidad de ampliar el espectro con el candidato liberal. Según Petro, “nos unimos o nos hundimos”. En un trino insistió en su invitación a De la Calle: “El liberalismo de ideas y contenidos puede configurar una coalición con el progresismo colombiano de cara a sentar las bases de la paz y una democracia hacia la justicia y la equidad. Hay quienes quieren impedirla y solo le abrirán el camino a la tiranía y la violencia”.

Pero De la Calle, en una columna en El Tiempo, insistió en buscar acercamientos con la otra alianza –la de Fajardo, Robledo y López– y consideró que el proyecto con Petro y Clara López “pone en riesgo y puede incluso llegar a destruir las perspectivas de esa gran coalición” por el Sí. Ante las perspectivas muy poco alentadoras para un acuerdo, la exministra López afirmó en una columna que si no hay un acuerdo, irá en solitario a la primera vuelta con el aval de la ASI.

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Queda claro que las alianzas electorales están en peligro y que la campaña de 2018 puede terminar en una atomización de candidaturas en la primera vuelta. Aunque la próxima semana seguirán los esfuerzos para unificar fuerzas, las coaliciones resultaron más complejas de lo esperado por varias razones. Una cosa es la conveniencia de buscar apoyos, sumar votos y buscar seguros para no quedarse en la primera vuelta y otra, muy distinta, definir el beneficiario. Las ambiciones personales y los egos, en política, con frecuencia pesan más que las consideraciones ideológicas y los cálculos pragmáticos.

Sobre todo cuando no hay reglas de juego acordadas de antemano. Los procesos de selección de candidatos pueden llegar a convergencias impensables cuando se sabe que las candidaturas se van a concretar por un mecanismo ya aceptado. Pero la campaña de este año se ha caracterizado exactamente por lo contrario. Haber llegado al último minuto sin acuerdos sobre las reglas del juego permite que cada competidor se aferre a la fórmula que le sirve. Y no hay razones para que una receta sea más convincente que otra. Hace unos años los interesados aceptaban las determinaciones de las convenciones partidistas. Después, las de las consultas populares. Ahora hay postulantes que simplemente recogen firmas y alianzas que echan mano de encuestas para definir quién encabeza. Hay recetas para todos los gustos y cada uno defiende la mejor para él.

Los obstáculos para las alianzas también tienen que ver con que se ha sobredimensionado el significado de los bloques agrupados por el No y el Sí en el plebiscito por la paz. Los expresidentes Uribe y Pastrana le apuntan a recomponer a los aliados que triunfaron. De la Calle, Clara López y algunos de quienes forman parte del equipo de Fajardo consideran que volver a juntar a las fuerzas del Sí, aunque haya perdido en 2016, basta para pasar a la segunda vuelta. Pero las elecciones de 2018 son muy distintas. Un plebiscito no es lo mismo que una elección.

El tema de la paz ya no preocupa a los colombianos más que los demás, según todas las encuestas. Mal que bien, los votantes asumen pasada esa página y piensan que no tiene decisiones pendientes. Tampoco está el factor de Juan Manuel Santos, cuya impopularidad aprovechó la oposición para hacer del plebiscito por la paz uno sobre el gobierno. Ninguno de los que están en la baraja está asociado con Santos –ni siquiera su exvicepresidente–, y su partido, La U, ni presentó un nombre. El actual mandatario, en consecuencia, no es un factor como en el plebiscito.

Sin esos elementos, volver a juntar al No y al Sí es poco probable. En la oposición hay diferencias históricas muy de fondo y de forma entre Uribe y Pastrana, que vuelven a salir a flote. Los une la antipatía hacia Santos, pero los separan las posiciones sobre el Caguán y discrepancias que están saliendo a flote, en las redes, entre sus seguidores. Los distintos grupos evangélicos que se alinearon con el No en 2016 –con consideraciones del momento como la ideología de género– tampoco están juntos. Hay sectores evangélicos repartidos entre casi todas las candidaturas y no se ve un factor de convergencia como el del No en su momento.

Las posiciones ideológicas tampoco son un factor de unidad. Siempre se pensó que después del proceso de paz la izquierda tendría una gran oportunidad de consolidar un gran proyecto político. Pero hoy ni siquiera se está planteando una candidatura como la de Carlos Gaviria, en 2006, respaldada por todas las facciones. El Polo Democrático, Clara López, Gustavo Petro, Piedad Córdoba y el partido de la Farc van cada uno por su lado. Incluso, varios de ellos están buscando coequiperos externos en el centro y no en la izquierda: Jorge Enrique Robledo está con Fajardo, y Gustavo Petro y Clara López pueden estar más cerca de De la Calle que de la Farc o de Piedad. La polarización del país y el temor al castrochavismo empujan a las fuerzas de la izquierda a buscar socios más moderados para blindarse del señalamiento de ser la versión colombiana de Nicolás Maduro. No es una coincidencia que nadie quiera tener a su lado a Gustavo Petro, a pesar de su apreciable caudal de simpatizantes en Bogotá y en la costa Caribe.

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En los próximos días se sabrá si la primera vuelta presidencial, el 27 de mayo, será entre unas pocas coaliciones o entre una amplia gama de aventuras solitarias. Esta segunda opción se esperaba menos, pero hoy parece la más posible. Y cambiaría muchas cosas: algunos candidatos que no habían logrado entrar a ningún equipo, pero que, solos, tienen una fuerza apreciable –como Vargas Lleras y Petro– podrían fortalecer su viabilidad de llegar a la segunda vuelta. Sus opciones serían menores, en cambio, en una competencia entre la Coalición Colombia de Fajardo, por un lado, y la de Uribe-Pastrana, por el otro.

En un sistema a dos vueltas, la batalla final se convierte por naturaleza en la formación de dos grandes alianzas. Hasta el momento, se pensaba que, para llegar a esa instancia, las coaliciones se adelantarían a la primera vuelta, el 27 de mayo. Ahora hay que pensar en que solo habrá convergencias al final, el 17 de junio. Y las consideraciones estratégicas para todos los candidatos serían muy distintas.