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Después de hablarlo con Uribe, el exministro Óscar Iván Zuluaga decidió congelar su aspiración presidencial mientras la Justicia toma decisiones sobre los aportes de Odebrecht a su campaña. / Con la salida de Zuluaga, en el Centro Democrático quedó una lista de tres presidenciables, María del Rosario Guerra, Carlos H. Trujillo García e Iván Duque. Pero esta lista no parece ser definitiva. / Para hacer alianzas de derecha que vayan más allá del Centro Democrático, Uribe primero tendrá que definir las reglas para escoger su candidato. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Elecciones presidenciales: se sacude el centro Democrático

Congelado Óscar Iván Zuluaga, llega María del Rosario Guerra a la terna de precandidatos del uribismo. Habrá nuevas caras y una nueva baraja que promete debate.

11 de marzo de 2017

Los efectos del escándalo Odebrecht se siguen sintiendo en todos los campos. Esta semana sacudió al Centro Democrático, el único partido que tenía un panorama claro para la campaña que se avecina. Desde su finca en Rionegro, después de reunirse con el expresidente Andrés Pastrana y con el exprocurador Alejandro Ordóñez, y también con sus seguidores María del Rosario Guerra y Óscar Iván Zuluaga, el expresidente Álvaro Uribe barajó de nuevo sus cartas. Desde al año pasado había postulado a Zuluaga, Iván Duque y Carlos Holmes Trujillo García como terna para que de allí saliera el abanderado presidencial. Pero los tentáculos de Odebrecht dejaron sin viabilidad esa apuesta, y todo indica que hacia adelante la baraja de precandidatos uribistas puede seguir cambiando.

El excandidato Zuluaga, quien lideraba las encuestas, dio un paso al costado después de hablar con su jefe. Lo anunció como una decisión temporal mientras la Justicia aclara su situación, pero la movida podría ser definitiva. En parte porque la Justicia cojea y la campaña política anda a alta velocidad: es poco probable que Zuluaga logre una decisión favorable en los tiempos necesarios para relanzar su candidatura. Y en parte, también, porque el daño ya está hecho: según la más reciente encuesta Invamer-Gallup, la favorabilidad del exministro de Hacienda se desplomó de 41 a 28 por ciento y la imagen negativa trepó de 35 a 52 por ciento.

Uribe, además, tomó otra carta, la de su exministra de Comunicaciones María del Rosario Guerra, que ahora es precandidata en el lugar que ocupaba Zuluaga. Ella ha dicho que no es un reemplazo, y que espera tener a este último en la competencia de nuevo, pero su llegada al abanico, simultáneamente con el retiro de Zuluaga, tiene esa connotación. Guerra es frecuente participante en los programas de opinión, cree firmemente en las ideas conservadoras, y añade una representación de género que definitivamente hacía falta.

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Pero su llegada a la baraja envía otro mensaje: no hay nada definitivo en el Centro Democrático, al contrario de lo que se pensaba. Las movidas estratégicas del expresidente y senador, la semana pasada, dejan claro que está dispuesto a buscar alternativas muy diversas y que, por ahora, no quiere cerrar opciones. Hay una lista de tres presidenciables –Guerra, Trujillo y Duque–, pero esta ya no tiene apariencias de definitiva.

El Centro Democrático se encuentra en una situación paradójica. Es la fuerza con mayor estructura jerárquica, bajo la autoridad firme de Álvaro Uribe y acaba de ratificar su poder electoral en el plebiscito de octubre. Y, sin embargo, no cuenta con un candidato presidencial sólido ni con un mecanismo de consenso para escogerlo. Los precandidatos que han estado en el ruedo desde mediados del año pasado no han despegado.

La situación ha generado tensiones internas. Un ala derecha, encabezada por Fabio Valencia, José Félix Lafourie y Fernando Londoño, cuestiona a Iván Duque por su presunta cercanía con el santismo. En especial, por haber sido parte de la Fundación Buen Gobierno. A ese sector se le atribuyen memes que lo asocian a un grupo de ‘ivanes’ –al lado de Iván Márquez e Iván Cepeda– para estigmatizarlo como un representante poco comprometido con los valores del Centro Democrático. Las peleas internas han llegado lejos y sus ecos ya se han sentido por fuera de casa.

Uribe hizo un llamado a la disciplina hace dos semanas, y a cerrar filas en torno a los principios ideológicos –conservadores, de derecha– que ha defendido el partido. Pero todo indica que la baraja de presidenciales puede crecer. Se mencionan los nombres del exvicepresidente Francisco Santos y del exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos. Este último está sub judice, pero espera un fallo absolutorio de la Corte Suprema en un proceso por parapolítica, después de que ese alto tribunal le concedió en noviembre la libertad por un asunto de forma. Uribe ha sondeado también a la senadora Paloma Valencia y a su exministro Juan Lozano.

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Más que los nombres, el dilema de Uribe tiene que ver con la forma de escoger al candidato. Algunos de sus seguidores afirman que él se inclina por una convención del partido –como la que en 2014 consagró a Óscar Iván Zuluaga–, pero Trujillo y Duque prefieren una consulta. Ambos tienen niveles altos de desconocimiento, en especial Duque, y consideran que una campaña interna les serviría de plataforma para darse a conocer.

Esa posibilidad ha abierto otra puerta: la de una consulta interpartidista, en la que podrían sumarse aspirantes de otros partidos, pero cercanos al Centro Democrático, como Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez. Se da por seguro que la facción del Partido Conservador que sigue en el gobierno se retirará en el segundo semestre, lo que permitiría buscar una alianza para escoger un candidato único. Ir a la primera vuelta con un abanderado de coalición fortalecería las posibilidades de llegar a la elección definitiva. Incluso hay miembros del Centro Democrático que analizan una improbable alianza con Germán Vargas Lleras.

Como en todos los partidos, es incierto el camino que tiene por delante el Centro Democrático. En principio, la campaña exitosa por el No, que triunfó en el plebiscito, indica que esa sería una fórmula ganadora. Los uribistas han convocado una marcha de oposición al gobierno para el primero de abril, que trataría de recoger las facciones que convergieron con el No: Centro Democrático, conservadores, evangélicos. Pero no es seguro que, sin una bandera como la del 2 de octubre pasado, el fenómeno pueda repetirse. Sobre todo, porque aún están pendientes los dos puntos más importantes de cualquier estrategia electoral: quién será el candidato y cómo se elegirá. Hace unos meses parecía que eso estaba claro, pero el tsunami político de Odebrecht obligó a Uribe a barajar de nuevo.