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La bomba en el barrio La Macarena dejó 26 policías y 4 civiles heridos. Fue el último de los 30 ataques con explosivos que ha sufrido la capital desde 2015. De acuerdo con las investigaciones han sido perpetrados por milicias del ELN. | Foto: Ricardo Mazalan

SEGURIDAD

ELN y la estrategia del terror

Desde 2015 Bogotá ha sufrido cerca de 30 ataques con explosivos de diferente magnitud, la gran mayoría perpetrados por integrantes del ELN. ¿Qué busca esa guerrilla con esas acciones terroristas?

25 de febrero de 2017

El ataque del pasado 19 de febrero en el centro de Bogotá fue macabramente planeado y ejecutado. Los terroristas que lo realizaron conocían en qué esquina del barrio La Macarena se iba a concentrar un gran número de policías ese domingo. No era muy difícil saber esto.

Durante todos los domingos de las últimas tres semanas los uniformados siempre llegaban a ese sitio, desde el cual se repartían para prestar el servicio de vigilancia en los alrededores de la plaza de toros de Santamaría. En la madrugada instalaron una carga de anfo y metralla. Y a las 10:32 cuando vieron a más de 30 policías concentrados la detonaron a control remoto. El resultado fue trágico: 26 uniformados y 4 civiles quedaron heridos. El miércoles, uno de esos servidores públicos murió a causa de las lesiones. La indignación y la zozobra se apoderaron de la capital. No era para menos.

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Durante los últimos dos años la ciudad fue golpeada en varios sectores por cerca de 30 artefactos explosivos. Muchos de ellos, la mayoría, apenas contenían unos pocos gramos de pólvora. Por eso la cantidad de heridos y daños materiales del domingo pasado llamaron la atención y encendieron las alarmas. Para las autoridades es claro que algunos de esos ataques, como el de un restaurante iraní en el barrio Teusaquillo hace tres semanas, tiene que ver con fenómenos ligados a extorsiones de bandas. Sin embargo, el análisis de los expertos en terrorismo de la Fiscalía y la Policía les permite señalar sin duda alguna que la gran mayoría han sido perpetrados por diferentes grupos de milicias del ELN.

Es claro que el ataque en La Macarena tenía como objetivo a los policías, como en otras oportunidades. En efecto, el 7 de marzo de 2016, 450 gramos de pentolita estallaron al paso de un bus que transportaba a 35 miembros de la Armada Nacional cerca al aeropuerto Guaymaral, al norte de la ciudad. El artefacto también afectó una ruta escolar que transitaba por el sector.

Esa vez 21 militares quedaron heridos, pero ninguno de gravedad. Cinco días después, al otro extremo de la ciudad, en el barrio Quiroga, un artefacto explotó al paso de una caravana de la Policía que iba rumbo a Ciudad Bolívar. El ataque dejó cinco uniformados y tres civiles heridos. Hace un año, en febrero de 2016, una patrulla del Ejército enfrentó una situación similar en la vía que conduce a Villavicencio. Cuatro militares resultaron con lesiones leves. Y a finales de diciembre de 2016 alguien asesinó a un patrullero en una estación de Policía en la carrera Séptima con calle 222. Cuando sus compañeros llegaron a auxiliarlo una carga explotó e hirió a cuatro uniformados. Afortunadamente los expertos alcanzaron a desactivar un segundo artefacto.

Todos estos ataques tienen el mismo modus operandi y las cargas explosivas y sistema de activación a control remoto eran las mismas. La Fiscalía y las agencias de inteligencia establecieron que detrás de ellos están varios expertos en explosivos del ELN que llegaron desde Arauca y entraron en contacto con integrantes de redes urbanas de ese grupo guerrillero en Bogotá.

No obstante, durante 2017 al menos seis detonaciones contra sedes de la Dian, bancos y empresas prestadoras de salud causaron desconcierto. En algunas de ellas aparecieron panfletos y banderas de un Movimiento Revolucionario del Pueblo -MRP- que reivindicó los ataques bajo la premisa de una supuesta lucha social. Inicialmente las autoridades contemplaron la hipótesis de que se trataría de un nuevo grupo subversivo. Pero las pesquisas terminaron por corroborar que son también integrantes del ELN.

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“El supuesto MRP en realidad es una fachada con la que actúan algunas de las redes urbanas del ELN. Las dos series de ataques, contra fuerza pública y las de bajo poder contra entidades, son ejecutadas por milicias que operan bajo el esquema de tríadas compartimentadas, casi siempre reclutadas en centros universitarios y que no se conocen entre sí, para evitar su identificación y dificultar la acción de las autoridades”, explicó a SEMANA un oficial de inteligencia.

Para las autoridades es claro que con estas acciones el ELN busca mostrarse como un grupo más fuerte de lo que en realidad es y, dentro de su lógica, creen que esto les puede traer algún tipo de ventaja en medio de las negociaciones de paz que adelantan con el gobierno en Ecuador. Más allá de lo equivocado de este método, lo cierto es que el desafío para las autoridades consiste en evitar que sigan estos actos y capturar a los responsables de esa estrategia de terror.