Home

Nación

Artículo

EMPALME EN LA URIBE

En una visita corta pero sustanciosa, Carlos Ossa habló con las FARC en "Casa Verde" e inauguró la nueva etapa del proceso de paz

20 de octubre de 1986

Cuando a las 9:15 a.m. del jueves 18, Carlos Ossa Escobar se bajó del helicóptero que lo condujo hasta "Casa Verde", jurisdicción de La Uribe, y estrechó la mano de Jacobo Arenas y Manuel Marulanda, se hizo evidente que el proceso de paz había sido objeto, con el cambio de gobierno, de un radical cambio de estilo.
Lo único rimbombante que había en esta escena era el nombre del cargo del nuevo "gerente" del proceso de paz: "Consejero Presidencial para la Reconciliación, la Normalización y la Rehabilitación", del que es titular Ossa Escobar. De resto, el ambiente era totalmente contrario al que se impuso en épocas del presidente Betancur: estaban presentes únicamente los periodistas que se pudieron colar, aun en contra de la voluntad del presidente Barco; y en representación del gobierno, sólo Carlos Ossa y sus tres asesores.

Empalme con T.V.
La presencia de los periodistas obligó al delegado del Presidente a hacer algo con lo que quizás no contaba. Una instalación formal, frente a las cámaras de T.V. de lo que pudiera denominarse el "empalme en La Uribe", consistente en un saludo de Ossa, como representante del gobierno, y de Jacobo Arenas, como representante de las FARC, antes de que los delegados de ambas partes se encerraran en privado en una habitación para conversar sobre el futuro de la paz.
Al calor de unos brandys, el consejero presidencial presentó al Estado Mayor de las FARC un folleto que bajo el título de "Una política de cambio para la reconciliación, la normalización y la rehabilitación", contenía las bases de la política que adoptará el gobierno de Virgilio Barco en relación con el proceso de paz.
Esta presentación duró toda la mañana, mientras los periodistas paseaban por los potreros aledaños. A la hora del almuerzo, que curiosamente estuvo constituido por típica comida china que fue transportada desde Bogotá en el helicóptero en el que viajó Ossa, los representantes del gobierno y de las FARC suspendieron las conversaciones --cuya primera parte había terminado con caras largas de ambos bandos-- para "pasar a manteles" con los periodistas.
El almuerzo, obviamente, fue tenso, y todos trataban de esquivar el tema obvio, la paz, para hablar forza damente de temas intrascendentes como el clima, lo bien construida la casa sede del Estado Mayor de las FARC y la dificultad que tuvieron que superar los helicópteros para entrar al cañón del río Duda, en una de cuyas orillas está situada "Casa Verde".
Finalizado el almuerzo, que terminó con un vaso de agua de panela fría con limón, se reanudó la reunión privada, mientras los periodistas aprovechaban "la tregua" para echarse una siesta.
A las 5 de la tarde concluyó esta segunda parte de la reunion, y los funcionarios del gobierno prácticamente salieron corriendo, porque el cielo se estaba cerrando y se corría el riesgo de que el helicóptero no pudiera despegar.
Mientras los periodistas tomaron la decision de pasar la noche en "Casa Verde" para intercambiar impresiones con los guerrilleros, Carlos Ossa y sus asesores regresaron a Bogotá con una noticia clara para el presidente Barco: la de que entre el nuevo gobierno y las FARC había logrado romperse el hielo.

Paquete de quejas
Sin embargo, no fue fácil el proceso de conciliar las opiniones. Las FARC recibieron como un baldado de agua fría que el representante del Presidente se hubiera aparecido en La Uribe con un folleto contentivo de la posición del gobierno, que no tenía cara de propuesta sino de decisión tomada.
"Cuando se va a conversar y a conciliar opiniones, no se llega con un folleto impreso", comentó a SEMANA uno de los guerrilleros. Por eso la reacción inicial de los representantes de las FARC fue la de tratar de equilibrar las fuerzas en la mesa de conversaciones con un paquete de quejas que incluía los asesinatos de los miembros de la UP, e informes de hostigamientos militares a doce de los 27 frentes de las FARC en el territorio nacional. A lo que Carlos Ossa respondió con un tratamiento semejante: como un auténtico prestidigitador, se sacó prácticamente del bolsillo otro paquete de quejas, esta vez del gobierno contra las FARC, que incluía acusaciones de secuestro, extorsión boleteo e intimidación armada a la población.
Este duelo de paquetes de quejas logró que ambos bandos volvieran a quedar en tablas, y la discusión derivara en un tono más académico y menos acalorado.
Tomó la palabra Carlos Ossa, y la aprovechó para pronunciar un breve discurso explicativo del contenido del folleto. La exposición impresionó a muchos de los presentes, hasta el punto de que uno de ellos afirmó a SEMANA: "Este hombre sabe dónde ponen las garzas".
Lo siguió Jacobo Arenas, que pronunció un discurso de sesgo militarista, en el que expresó que lo había dejado poco convencido la mención de la "desmovilización" de los contingentes de las FARC que traía el folleto. E incluso llegó a plantear una petición al gobierno en el sentido de que ellos lo que necesitaban era "recursos para asistir a sus frentes" --incluyendo helicópteros para que se pudieran movilizar por el territorio nacional--, única forma, según Jacobo Arenas, de mantener "a las ovejas en el redil".
Y finalmente tomó la palabra "Tirofijo", que dejó ver que, a diferencia de Arenas, a él le preocupa más el problema del campesinado que la ideología o el aparato militar.
La conversación concluyó en términos cordiales, con una cita para ocho días más tarde, en la que las FARC le darán a conocer al gobierno su posición oficial sobre el contenido del famoso folleto.

La nueva paz
Lo cordial de la despedida no significaba, sin embargo, que los puntos que había dejado planteados el gobierno no fueran un poquito espinosos. En primer lugar, el hecho de que las funciones que en el anterior gobierno desempeñaron las comisiones de paz y de verificación hubieran quedado en cabeza de un solo funcionario en el gobierno de Virgilio Barco, tenía una importancia capital.
La de que Ossa no era, de ninguna manera, un intermediario, como lo había sido John Agudelo Ríos, sino un representante directo del Presidente. Eso significaba que Ossa fue a La Uribe a informar sobre la posición del gobierno, y no a hacer una propuesta a las FARC.
Dicha posición incluía el reconocimiento de que el estilo con el que el anterior gobierno había manejado el proceso de paz no era que hubiera fracasado, sino que había cumplido su ciclo. "Lo que vamos a hacer en este gobierno es darle al proceso de paz continuidad y profundidad", afirmó Carlos Ossa en la presentación del folleto.
También incluía ciertas novedades como el fortalecimiento del orden civil como presupuesto para la búsqueda de la paz. Según esto, el nuevo estilo "superará las instancias interinas (léase comisiones de paz y verificación) carentes de la suficiente fuerza constitucional y legal para proceder a la institucionalización definitiva de la paz". En este sentido el documento plantea enfáticamente la necesidad de que quede claro que en el proceso de paz, el liderazgo lo tiene el Estado.

Verificación con fallo
Por otro lado, y tal vez este es uno de los puntos más controvertidos, se plantea que la verificación del proceso de paz y cualquier denuncia que surja de su violación se ventilará ante "instancias respaldadas con la fuerza de la ley", o sea, que en adelante serán los jueces de Instrucción Criminal los que asumirán las investigaciones que antes estaban en manos de los integrantes de la llamada Comisión de Verificación y Diálogo, que a diferencia de los jueces, no podía fallar.
Sin embargo, sobre este punto, Ossa admitió que todavía "queda mucha tela por cortar", ya que por ejemplo habría que inventarse algún mecanismo para hacerle frente a la morosidad de la justicia colombiana, que con toda razón, es esgrimida como un argumento en su contra.
Complementando el punto anterior, las FARC deberán dar por terminado su sistema de "ajusticiar" guerrilleros, campesinos y abigeos. Eso significará que en el futuro, si algún guerrillero comete un secuestro, boletea o extorsiona, las FARC deberán entregárselo a las autoridades en lugar de aplicarle una justicia privada. A su vez, el gobierno considera que no es posible tolerar tampoco la existencia de grupos paramilitares que hacen justicia a su antojo, en nombre "de las instituciones".

La sartén por el mango
Por último, el folleto dice claramente que "será necesario concretar un itinerario de desmovilización y reincorporación para aquellos alzados en armas que muestren su deseo de regresar al seno de la constitucionalidad y la legalidad".
Este, que fue el punto que puso "quisquilloso" a Jacobo Arenas, no tuvo mayor desarrollo por parte del gobierno, y, desde luego, las FARC tampoco preguntaron mucho. Sin embargo, la opinión pública interpretó que era una forma diplomática de hablar de desarme, y que por consiguiente haber entrado en honduras en esa materia habría amenazado con empantanar el empalme del proceso de paz, aun antes de que este se hubiera realizado.
Dos cosas más dejó muy claras el gobierno. La primera, que su compromiso con las reformas agrarias y urbana, y con las reformas políticas que se lleven ante el Congreso en los próximos días, es con todo el pueblo colombiano, y no una concesión específica a las FARC.
Y por último, que el nuevo estilo de manejo del proceso de paz incluye intimamente a los militares, que no serán tratados como un ente aparte sino como parte integral del propio gobierno. En este sentido habló tan en serio el gobierno, que según conoció SEMANA, el famoso folleto no fue presentado ante las FARC hasta que el ministro de Defensa no leyó, hizo sus anotaciones y aprobó su contenido.
En resumidas cuentas, este primer debut de Carlos Ossa Escobar como "Consejero Presidencial para la Reconciliación, la Normalización y la Rehabilitación", dejó una conclusión muy clara. Que el gobierno de Virgilio Barco tiene intenciones muy definidas de continuar con el proceso de paz, pero cogiendo fuertemente la sartén por el mango.