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EN BLANCO Y NEGRO

La busqueda del tratamiento adecuado para las noticias de violencia ha llevado a algunos <BR>medios a adoptar una estrategia simbólica. El tema de fondo, sin embargo, sigue en debate.

4 de octubre de 1999

Hace 13 años, poco después de que un pistolero de la mafia asesinara al director de El
Espectador, Guillermo Cano, los medios de comunicación decidieron hacer un 'apagón informativo'.
Durante 24 horas no circuló un periódico ni se emitió un noticiero de radio o televisión. Ese día los
colombianos oyeron música clásica. La idea era protestar contra el cobarde magnicidio y alertar al
país sobre la amenaza narcoterrorista que se cernía sobre la sociedad.
Hoy en día las circunstancias del país son muy diferentes pero la semana pasada algunos directores
de periódicos y medios electrónicos se volvieron a reunir para discutir cómo podían hacer explícito su
rechazo a los violentos. Y llegaron a un acuerdo muy distinto: divulgar las imágenes violentas en blanco
y negro, con un marco negro y el logotipo de 'No Más'. Pero esta vez la decisión periodística se
produce cuando los medios de comunicación se encuentran en el epicentro de una encendida
polémica que cuestiona su profesionalismo y responsabilidad en el cubrimiento del conflicto armado.


La calentura y las sábanas
A diferencia del paro noticioso de los 80, que generó un consenso entre los medios de la época, la
nueva propuesta del blanco y negro ha dividido al mundo periodístico y provocado una aguda
controversia en las salas de redacción. Las preguntas son innumerables. ¿Debe ser indefinida o por un
período limitado? ¿Cuáles imágenes son consideradas violentas? ¿Una gresca callejera? ¿La tragedia
humana de un niño damnificado por un terremoto? ¿El linchamiento de un ciudadano indefenso? Pero
más allá de las distintas valoraciones sobre lo que es información violenta el punto que más ha
enfrentado a los periodistas es el que concierne al objetivo de la campaña.
Para los noticieros y periódicos que la acogieron es un acto simbólico contra los que ejercen violencia
y ha generado una saludable discusión interna entre directores y reporteros sobre el tratamiento
informativo. "Si bien uno no puede terminar la violencia con transmitir en blanco y negro hechos de
violencia, es una expresión de repudio y dolor", dice Yamid Amat, director del Canal Caracol.
Para el analista Gustavo Castro, autor del libro La televisión nos mató el alma, la propuesta es buena
mientras no sea acompañada de una doble moral de los noticieros en la que las imágenes en
blanco y negro sean emitidas con ambientaciones sonoras de disparos, cámaras lentas y
acentuaciones de primeros planos escabrosos.
Pero hay quienes van más allá y consideran que la responsabilidad social de los medios frente a la
realidad que vive el país trasciende su labor informativa. El director del noticiero Hora Cero, Felipe
Zuleta, cree que "los medios tenemos una cantidad de privilegios y unas obligaciones que van más allá
de informar, y es solidarizarnos con las víctimas de la guerra" y por eso está impulsando una
propuesta para pedirles a los actores del conflicto una 'gran tregua' para el final de año.
Los que se encuentran en la otra orilla de la polémica tienen una visión muy distinta. Para ellos esta
campaña es una manera fácil de sacarle el cuerpo al problema de fondo _la falta de criterio
periodístico_ y expiar ciertas culpas por pasados excesos y desbordamientos. "La propuesta es
superficial. El fondo es el tema de la verdad y cómo cada medio debe establecer las condiciones para
un buen cubrimiento", dice César Mauricio Velásquez, decano de la Universidad de la Sabana.

Sociedad informada y sociedad saturada
La campaña del blanco y negro no es sino la prolongación visual de un debate que se ha venido
gestando en diferentes círculos sobre el papel de los medios frente a la violencia y, en particular, frente
al conflicto armado.
Algunos sectores de la sociedad, como la Asociación Nacional de Anunciantes (Anda), ya han
manifestado su rechazo a lo que consideran una "tremenda dosis diaria de crímenes, secuestros,
asaltos y violaciones". Hace un mes la Anda _que representa el 95 por ciento de la pauta en televisión_
divulgó un comunicado en el que le recomendaba a sus 85 empresas no pautar en programas en
los que predominara el contenido violento .También han circulado por Internet varias propuestas para
boicotear a la prensa por la forma "morbosa" y "gratuita" con que los periodistas explotan el drama
humano y son manipulados por la guerrilla y los paramilitares.

Frente a estas críticas que les llueven a los periodistas la pregunta de fondo es: ¿dónde está la
frontera ética que divide a una sociedad bien informada de una prensa manipulada por los actores en
conflicto? En Perú ese dilema creó serias fisuras en los enfoques a la hora de cubrir la guerra
durante la época más sangrienta del movimiento Sendero Luminoso. Mientras unos medios
consideraban que, habiéndole declarado el Estado la guerra al grupo guerrillero, la prensa, al ser parte
del establecimiento, debía ser también parte de esa lucha y minimizar así el cubrimiento, otros
siguieron informando sobre las actividades político-militares porque consideraban que eran noticia y
el país tenía derecho a saberlo (ver recuadro).
"No se trata ni de esconder la realidad ni de que los medios terminen secuestrados
informativamente por la violencia. Se tiene que encontrar una forma de representar las noticias de una
manera que no sea sensacionalista", afirma Ricardo Trotti, ex coordinador del Comité de Libertad de
Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Se trata entonces, como señala Gustavo Castro, de mostrar una violencia racional que no sea
especulativa ni esté descontextualizada con el fin de evitar que se cumpla la frase lapidaria de García
Márquez cuando hace unos años dijo que: "La irresponsabilidad y la improvisación propias del maldito
'síndrome de la chiva' están acabando con el periodismo y terminarán por acabar con el país".
Por lo pronto la opinión empezará a ver en algunos medios fotografías de hechos violentos en blanco y
negro, sin distinción alguna entre las derrotas que sufre el Ejército o las que sufre la guerrilla. La frase
'No Más' aparecerá en algunos artículos periodísticos. Son estas acciones distintas a las que, en su
momento, utilizaron países como Gran Bretaña o Estados Unidos en sus guerras recientes o aun en
países que, como Perú, enfrentaron retos similares a los que vive Colombia.
Algunos piensan que, por tratarse de un acto simbólico apenas, el impacto de lo adoptado la semana
pasada por algunos medios será mínimo. La verdad es que existe un consenso entre periodistas en
que la única respuesta saludable de los medios ante la saturación de los ciudadanos frente a la
violencia es más el de llevar a cabo un tratamiento sensato y equilibrado que el de ocultar lo que
acontece. Por lo pronto la decisión de pasar la realidad a blanco y negro, en actitud de protesta, es
más un gesto simbólico que útil. Algunos piensan que durará lo que se demore en ocurrir un
acontecimiento que sólo pueda ser explicado con la ayuda de toda la gama de colores.

Desplazados de los medios
Una investigación sobre el cubrimiento del tema del desplazamiento, hecha por Carlos García para el
Centro de Estudios de Periodismo (Ceper) de la Universidad de los Andes, deja al descubierto los
errores más comunes que cometen los periodistas al cubrir este fenómeno. El estudio se realizó
con base en 295 artículos publicados en los periódicos El Tiempo, El Colombiano y El Meridiano, de
Córdoba. Estas son algunas de las conclusiones:
· Lo que más hace falta en el cubrimiento es contexto. Los hechos se presentan como si se dieran por
sí solos, como si no estuvieran enmarcados en un contexto histórico, político y militar. No hay
explicaciones sobre las relaciones que hay entre el desplazamiento y el conflicto armado, su
geopolítica, el ámbito económico, la reforma y la contrarreforma agraria del narcotráfico.
· Los desplazados son tratados como agentes pasivos. Son víctimas de la guerra pero no tienen un
pasado cultural o político.
· El problema del desplazamiento en Colombia es más grave que el de Bosnia. No obstante es un
fenómeno casi invisible del que hay muy baja referencia de tipo editorial y de opinión.
· Las características que les asignan los medios a los desplazados (como angustia, desconsuelo,
decepción o rabia) los envuelve en un aura pesimista que aumenta el distanciamiento social hacia ellos
y sus problemas.
· Hay un gran afán por manejar sinónimos, lo cual es un riesgo al tratar este problema. Es erróneo
confundir a los desplazados con refugiados, desubicados, desarraigados, desterrados, destechados y,
en menor proporción, con desocupados, campesinos, refugiados y fugitivos de la violencia.
· Los enfoques de las historias sobre desplazados son los siguientes: descriptivos (77 por
ciento), análisis estratégico-militares (21,7 por ciento), asistenciales (19 por ciento), historias de vida
(19,6 por ciento), análisis económicos (17,6 por ciento) y otros (9,3 por ciento).