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EN EL OJO DE LA TORMENTA

Contoversia liberal alrededor de la estrategia de campaña de Fernando Botero Zea.

4 de julio de 1994

EN UNA ENTREVISTA DE TElevisión el parlamentario Tito Rueda Guarín, para explicar el no muy satisfactorio resultado electoral del Partido Liberal en la primera vuelta, manifestó: "Cuando se tiene un problema de política, uno debería trabajar con políticos". Lo que quiso expresar en medio de todo ese eufemismo era el descontento de un sector de la clase política liberal con Fernando Botero Zea, el coordinador general de la campaña de Ernesto Samper Pizano.

Los 18.000 votos de margen de la victoria liberal del 29 de mayo acabaron por ser considerados un triunfo demasiado precario para un partido acostumbrado a ganar con amplitud. Cuando las cosas no salen como se piensa, los juicios de responsabilidades son inevitables. Y en este caso el pararrayos de toda esta tormenta ha sido el ex senador Botero. Casi nadie se atreve a criticarlo con nombre propio, pero todos los entendidos saben que cada vez que se habla sobre los "técnicos" que manejaron la campaña el dardo es directo.

Concretamente, ¿qué es lo que se le critica a Botero? La acusación central radica en que hizo una campaña más adaptada para Estados Unidos que para Colombia. Según sus detractores, las técnicas electorales que domina están esencialmente dirigidas a cautivar el voto de opinión, y Colombia es un país con tradiciones ancestrales de maquinaria que no pueden dejarse atrás de la noche a la mañana.

Para los antiboteristas, Ernesto Samper siempre había sido el gordo bonachón, con un temperamento mamagallista que le llegaba a la gente. Botero está acusado de haberse inventado "el nuevo Snmper", un personaje con muchos menos kilos y muchos menos apuntes que ha tenido dificultad en encontrar su nicho en el mercado. Por último, se le sindica de haber hecho una campaña más personalista que de partido, en un país donde el liberalismo es inmensamente mayoritario y lo único que se necesitaba era agitar el trapo rojo desde el principio sin buscar 'alianzas por Colombia' ni cosas de esa naturaleza. Todas estas críticas fueron repetidas una y otra vez la semana pasada en diversas tertulias, particularmente en las de parlamentarios en cuyos departamentos la votación no estuvo a la altura de sus expectativas.

Pero si estas son las acusaciones, ¿cuál es la realidad? En primer lugar, de lo que sí no hay duda es de que Fernando Botero es uno de los dos mayores expertos en técnicas electorales modernas. El único colombiano de su nivel en esta nueva y desconocida ciencia es Luis Alberto Moreno, el coordinador de la campaña de Pastrana. La diferencia es que como la derrota de Andrés en la primera vuelta fue considerada un triunfo moral por sus seguidores, en ese bando no ha habido juicio de responsabilidades. Las dos campañas han sido manejadas por especialistas del mismo corte.

TECNOLOGIA AVANZADA
Las técnicas electorales han llegado a unos niveles tan sofisticados que sorprenden. Fernando Botero, por ejemplo, trabaja en llave con un asesor estadounidense de nombre Peter Hart, quien, en una u otra forma, ha estado presente en muchas elecciones importantes en el mundo. Hart es considerado un sabio de la medición del pulso de la opinión pública. Ha sido el encuestador de Bill Clinton, de la campaña del "No" en el plebiscito chileno y de Vaclav Havel en la República Checa, entre otros. Oficialmente su papel en la campaña es solamente el de verificar la veracidad de las encuestas y analizar sus conclusiones. Pero extraoficialmente, como el que tiene la información siempre tiene la sartén por el mango, su trabajo en equipo con Botero se ha convertido en el centro de poder en la campaña.

Entre las muchas cosas que ha hecho el coordinador de la campaña samperista es la de reunirse hasta tres veces por semana de incógnito con los denominados focus groups. Estos son grupos representativos de la población seleccionados científicamente para medir reacciones. Un moderador maneja los temas del día, que van desde opiniones sobre una cuña publicitaria de Pastrana hasta reacciones sobre el pronunciamento de la Corte Constitucional en relación con la despenalización de la dosis personal. Durante estas discusiones Botero Zea se encuentra detrás de un vidrio que para los asistentes parece un espejo. En forma silenciosa toma nota de las opiniones, las evalúa y las sopesa.

También maneja un sistema de encuestas inmediatas llamado rolling sample, el cual permite, en 74 haras hacer un sondeo científico sobre cualquier evolución que la campaña haya tenido durante el día. La combinación de los focus groups y los rolling samples permite medir el impacto de cualquier cosa, no sólo en términos matemáticos sino de sentimiento de la gente.

Estas innovaciones eran percibidas con desconfianza al comienzo. Puesto en otros términos, y parafraseando a Darío Echandía y a Jaime Castro, lo que es "apto para Dinamarca no lo es para Cundinamarca". Sin embargo, con el transcurso del tiempo, aun los escépticos se inclinaron ante los resultados. Horacio Serpa, considerado públicamente el antagonista de Botero en la campaña, manifestó a SEMANA, "Yo he tenido muchas diferencias ideológicas con Fernando, pero tengo que reconocer que en lo que se refiere a la campaña su aporte técnico le ha agregado mucho". Otro supuesto rival, Luis Alberto Moreno, afirma: "Yo le critico a Fernando que se la pasa poniéndonos cascaritas y haciendo truquitos, pero estoy convencido que si él no fuera el coordinador general de la campaña liberal, hubiéramos ganado en la primera vuelta".

Inicialmente la campaña había sido diseñada con una estructura bicéfala. La parte gerencial le iba a corresponder a Botero y la parte política a Horacio Serpa. Esta estructura nunca fue modificada, pero por cuenta de su personalidad ejecutiva Botero acabó conquistando cada vez más terreno.

Fernando Botero, un hombre de beepers, computadores y telefax, es en la práctica un extraordinario gerente. Su mundo es el de la organización y la eficiencia y totalmente ajeno al de la carreta, tan común en Colombia y tal vez tan necesaria en la política. Ha tomado cursos de lo divino y lo humano, incluyendo materias tan exóticas como la administración del tiempo personal, razón por la cual pocas veces atiende más de media hora a cualquier interlocutor. Este perfil ha polarizado su percepción ya que algunos lo consideran extranjerizante y otros, como Plinio Apuleyo Mendoza, el modelo de lo que debería ser el político contemporáneo.

Tan pronto llegó a la coordinación de la campaña, Botero hizo un diagnóstico de la situación. La primera conclusión fue que el 48 por ciento de los colombianos estaba en contra de las maquinarias políticas y votaría contra cualquier candidato que se identificara con ellas. La segunda es que el candidato más identificado con las maquinarias era Ernesto Samper. Por cuenta de esta percepción todas las encuestas le daban a Pastrana una ventaja de entre 15 y 20 puntos sobre Ernesto Samper desde hace dos años.

Con base en esta información Samper diseñó la estructura bicéfala de su campaña: los políticos serían manejados por Serpa y del voto de opinión se encargaría Botero. A partir de ese momento, mientras Serpa comenzaba a atender caciques, Botero diseñaba su estrategia de mercadeo. Como sus encuestas le demostraron que Samper era regular en televisión, lo matriculó en cinco cursos de locución en ciudades tan diversas como Washington, Madrid y Londres. Resultado final despues del grado: el candidato pasó de malo a aceptable en la pantalla chica.

La teoría era que la estrategia política y la del voto de opinión no tenían que ser excluyentes sino, por el contrario, complementarias. En la vida real, sin embargo, la teoria no coincidió con la práctica. Pasaron y pasaron los meses y las encuestas demostraban que no se lograba disociar la imagen de Samper con la de la maquinaria. Esta percepción es curiosa, pues Samper era un candidato mucho más universal que cualquiera de las alternativas existentes en ese momento en el Partido Liberal. La verdad es que en su condición de ex dirigente gremial tenía un pie en el sector privado y otro en el público. Esa ecuación no tenía por qué tener resistencias, pues al fin y al cabo en cualquier parte del mundo para ser presidente hay que ser político.

En la medida en que campaña no despegaba se fue haciendo necesario marcar distancias entre el candidato y la maquinaria. Pastrana, con su imagen de hombre independiente, se quedó con el pan y con el queso. Por un lado era considerado como el símbolo de la renovación política y por el otro aglutinó a su alrededor maquinarias tan formidables como la de los Valencia Cossio en Antioquia o la de Omar Yepes en Caldas.

La campaña de Samper, por su parte, comenzó a ser ambivalente frente a los politícos, con lo cual no logró nada diferente de enfilarlos. Se oyeron toda clase de críticas de inaccesibilidad, de samperismo excluyente, de falta de plata y de desplantes a los parlamentarios. Estas situaciones se presentan en todas las campañas, pero solo se dramatizan cuando el resultado no es el esperado. Lo que sí sucedió en realidad es que por ser casi todo el staff de la campaña exclusivamente samperista, las otras corrientes liberales se sintieron golpeadas y comenzaron a asumir una actitud pasiva frente a la primera vuelta. En todos los departamentos las rivalidades regionales son más importantes que las nacionales y el raciocinio de todo politico regional con un adversario samperista era que un triunfo contundente iba a fortalecer a ese rival.

Horacio Serpa, por ejemplo, es el samperista en Santander. Por esto Rodolfo González, su adversario local, siempre ha sido tibio. Lo mismo sucede entre Bernardo Guerra y Alvaro Uribe Vélez en Antioquia. Y en algunos casos extremos llegó a nivel de deserción, como el de Norte de Santander, dondé Félix Salcedo Baldión, rival político del samperista Jorge Cristo, prefirió impartir instrucciones a sus seguidores de votar por Pastrana.

Toda esta pasividad tenía por objeto, en algunos casos, recordarle a Samper que los necesitaba para la segunda vuelta. Y de lo que no hay duda es de que el mensaje le llegó al candidato. Desde el dia siguiente a de las elecciones ha estado llamando personalmente a cuanto parlamentario, gobernador o alcalde se ha sentido desplazado para recordarle que el liberalismo es una familia. Y esta estrategia está calando. Teniendo en cuenta que Samper sólo obtuvo el 75 por ciento de apoyo de los liberales en la primera vuelta, bastaría con despertar un poco de solidaridad en las filas liberales para asegurar un triunfo en la segunda.

Sea como sea, en la campaña samperista están convencidos de que lo más importante es aceitar la maquinaria. Paradójicamente, en las elecciones del 29 de mayo, falló más ésta que el voto de opinión. En las grandes ciudades, donde se suponía que ganaba Pastrana por el voto de opinión, barrió Samper. En cambio, en las poblaciones pequeñas la maquinaria azul se impuso sobre la liberal.

La estrategia de ahora en adelante será la de que cada cacique aumente por lo menos un 10 por ciento su votación de la primera vuelta en favor de Samper. En la capital la cosa es más compleja. El coordinador electoral para Bogotá, Alberto Villamizar, se ha dedicado en las últimas semanas a reactivar el plan manzanas, que fue la clave del éxito del galanismo en los años 80 en la ciudad. El objetivo de Villamizar es que unas 20.000 de las 40.000 manzanas de la capital tengan un jefe y promotor de la candidatura de Samper que se encargue de movilizar a los votantes. "Creo que con eso podremos aumentar los 40.000 votos de ventaja que sacamos el 29 de mayo a unos 150.000", afirma Villamizar.

En todo caso, pase lo que pase el próximo 19 de junio, la suerte de Fernando Botero está echada. Si su candidato sale victorioso, será probablemente el hombre más poderoso del régimen. Si pierde, le caerá toda el agua sucia, como le cayó a quien coordinó la última campaña en que el Partido Liberal fue derrotado: Ernesto Samper Pizano.-