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EN LA MIRA DE LEHDER

El testimonio del ex capo hace que el juicio contra el general Noriega se desvíe hacia Colombia.

23 de diciembre de 1991

LA ULTIMA IMAGEN QUE LOS COLOMBIAnos tenían de Carlos Lehder era la de un loco pronazi, vestido de Rambo, que rodeado de docenas de guarda espaldas en la selva concedia entrevistas a la prensa internacional declarándole la guerra a los Estados Unidos. Después de eso salió de circulación, y solo se le volvio a ver en fotos desde la cárcel, en las que las cadenas que permanentemente llevaba en las muñecas y en los tobillos simbolizaban la cadena perpetua a la que había sido sentenciado por narcotraficante.
De repente la imagen cambio. El hombre que apareció en el juicio contra el general Manuel Antonio Noriega o tenía aire ni de loco ni de basuquero. Inmaculadamente vestido con un traje azul y una corbata cafe, Lehder con el pelo corto, bien afeitado y de muy buen semblante podia facilmente pasar por un ejecutivo de éxito de origen latino. Ese hombre de años con facha de banquero tenía a los Estados Unidos en suspenso al haberse convertido en el principal testigo del Gobierno norteamericano contra Noriega. Su aparición en la Corte causó sensación. El fiscal lo presentó como un narcotraficante convicto quien había decidido que prestarle ayuda a la justicia de ese país podría contribuir a mejorar las condiciones físicas y de tiempo de su reclusión. Hecha esta aclaración, comenzó el interrogatorio. La primera sorpresa fue cuando Lehder, hablando un perfecto inglés, manifestó que prefería que el interrogatorio fuera en ese idioma. El fiscal le dijo que le tenían un interprete por si se varaba en alguna palabra, cosa que no ocurrió durante todo el testimonio. En forma muy elocuente y con total dominio de la situación, empezó a contestar una a una las preguntas de la fiscalia. Desde la adolescencia había ido con frecuencia a los Estados Unidos, donde su primer encontron con las autoridades tuvo lugar en 1972. Mediante un ingenioso sistema, empleados de la compañía de alquiler de carros Hertz manipulaban el computador para hacer desaparecer carros sin que nadie se diera cuenta. Se los vendían baratos a Carlos Lehder, quién los revendía a precios comerciales. Arrestado por esto, se estableció que también era responsable por la importación de 200 libras de marihuana. Fue juzgado simultáneamente por los dos delitos y condenado a dos años de cárcel. Se le preguntó entonces como había conocido a Pablo Escobar. Señaló que al salir de la prisión había montado una distribuidora de carros en Medellín, donde vendia autos de lujo como Mercedes Benz, Porsche, BMW, etc. En 1978, Escobar llegó a su agencia, buscando una camioneta Chevrolet Blazer. Se la vendió y ahí comenzó la amistad, pues el joven y robusto antioqueño de bigotes era un asiduo comprador de vehículos de lujo.
Esa amistad lo llevo al negocio de la cocaína, sobre el cual hizo algunas revelaciones originales. En primer lugar, que había dos categorías jerarquicas en la organización, los capos y los contrabandistas. Los capos eran solamente cuatro; Pablo Escobar, Gustavo Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y Rafael Cardona Salazar. Por debajo de estos estaban los llamados contrabandistas. Este grupo estaba integrado por el propio Lehder, Jorge Luis Ochoa, Alonso Cárdenas, Rodrigo Murillo y Pablo Correa. En una descripción digna de los Caballeros del Rey Arturo, Lehder indicó que cuando se reunian capos y contrabandistas a discutir negocios, los encuentros se denominaban