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ENTREVISTA MARÍA JIMENA DUZÁN

"Confieso que en una época sí fui el Stalin de la salsa"

César Pagano, animador por excelencia de la rumba bogotana por varias décadas, habla del cierre de su legendario Goce Pagano, de la escena musical colombiana y de sus clientes famosos.

María Jimena Duzán
10 de mayo de 2014

MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Se sorprendió que el anuncio del cierre del Goce Pagano hubiese causado tanto revuelo?

CÉSAR PAGANO:
Pues sí me impresionó que los últimos dos días hubiera llegado tanta gente al Goce. Llegué hasta sentir susto porque había mucha gente en el segundo piso. La calle estaba llena de personas haciendo cola para entrar. Hubo muchos conocidos y también fueron los rumberos de siempre. Yo me tensioné mucho.

M. J. D.: Y me dicen que esa última noche dio una perorata memorable en la que le hizo un reclamo a su esquiva clientela…

C. P.:
Sí, en mi perorata de despedida les dije que si hubieran ido durante todo el tiempo como lo hicieron esos últimos días yo no habría cerrado el Goce. Pero la verdad es que empecé a deber arriendos y a endeudarme y llegó un momento en que se me cerraron las puertas. Claro que también destaqué una carta de Cristóbal Díaz Ayala, un escritor cubano que vive en Puerto Rico. En ella él decía que Moulin Rouge también se había cerrado pero que había sido reabierto por cuenta de la presión de la ciudadanía parisina. Lo mismo pasó en New Orleans con el Preservation Hall, donde los viejitos tocan dixie y blues desde el siglo XIX. Lo cerraron pero luego se rescató como patrimonio. Cristóbal dijo que el cierre del Goce tenía que ser temporal. Él es muy optimista.

M. J. D.: Veo que usted no es tan optimista…

C. P.:
No lo soy. El negocio se me fue muriendo por varias razones, pero sobre todo por  el sector. La zona rosa se ha deteriorado porque ha sido tomada por la inseguridad, como bien lo prueba el caso Colmenares que le sacaron hasta libro, y por las drogas. Encima de eso, llegó una moda de Inglaterra –porque aquí somos copiones pero no de lo mejor–, que es la de tomar en la calle y parece que a los muchachos les vendieran ron ‘pelión’ porque casi terminan en tremendas grescas. Esa moda acabó de asustar a mi clientela. Por eso no me duele tanto la decisión que tomé. A la edad de 72 años tengo claro que debo dedicarme a tareas más perdurables: a escribir más artículos y libros, a mis programas de radio, a dar charlas, conferencias y a seguir con mis entrevistas. Ahora tengo que vivir de eso, porque no tengo pensión. Fíjese: Nunca pensé que había que cotizar ni que llegaría este momento. Los rumberos del Caribe somos muy existencialistas. Vivimos el momento, el presente, la sensualidad, la libertad y en todo eso se nos va la vida. Ahora tengo que repensarla para poder sobrevivir. Afortunadamente estas dificultades me cogieron enamorado. Y así es más que llevadero.

M. J. D.: ¿Y para dónde se va a llevar su inmensa y rica colección de discos que ya es una fonoteca?

C. P.:
Pues he vendido la que tenía repetida. Me imagino que ya habrá una institución que aprecie esta colección que en realidad es una fonoteca. Es más, yo digo que vivo en una fonoteca que tiene una cama para dormir.

M. J. D.: ¿Por qué le decían a usted el Stalin de la salsa?

C. P.:
Confieso que en un tiempo sí lo fui. Cuando tenía mucha clientela y mucha soberbia. Nos sobraba la gente y no había para qué poner música comercial que no fuera buena.

M. J. D.: Yo recuerdo que en una ocasión usted dijo que en el Goce no ponían nada de Carlos Vives…

C. P.:
Eso fue verdad. A mí Carlos Vives en un principio no me gustaba. Luego reflexioné sobre la música colombiana y empecé a apreciarlo y a revalidar el concepto de que no podíamos quedarnos como salseros ortodoxos y excluyentes. Fue entonces cuando empezamos a aceptar la música colombiana sobre todo, la de la costa Caribe. Acabo de llegar de un viaje por toda Suramérica y sin duda Carlos Vives es el cantante colombiano que más representa nuestro folclor. Hemos hecho el mismo reconocimiento con la música de la costa Pacífica con grupos como ChocQuibTown.

M. J. D.: ¿Qué políticos frecuentaban más el Goce, los conservadores, los liberales o los de izquierda?

C. P.:
Pues iban de todos los colores. Sabas Pretelt, Germán Vargas, Humberto de la Calle. Gustavo Petro amanecía oyendo porros. El maestro Zumaqué también iba mucho a preguntar qué era lo que se estaba haciendo en el Caribe. Y en nuestro Goce Pagano de la 74 nació un disco de él, Macumbia, que es uno de los primeros discos de jazz en el país.  

M. J. D.: Juan Formel, que acaba de morir, decía que él componía salsa para que la gente bailara. ¿Será que Bogotá decidió cambiar la salsa por el reguetón?

C. P.:
Pues en esa fiesta que el hombre se da a sí mismo y a su cuerpo en el baile, yo he visto que Bogotá ha decaído. Antes había mayor desinhibición, más motivación para bailar así no lo supieran hacer los bogotanos. Tampoco nadie me ha podido explicar por qué el rock dejó de bailarse. Ahora los muchachos lo brincan y lo hacen de manera individual y como que el baile de pareja enlazada por lo menos en Bogotá se ve menos. Sucede lo contrario en Cali, que es una ciudad que baila de noche y de día, donde hay 14.000 bailarines profesionales para exportar, y 200 academias de baile.

M. J. D.: Usted ha criticado que en Bogotá primero entró el rock que la música colombiana…

C. P.:
Sí, es que a Andrés Pastrana le debemos que hubiera habido primero Rock al parque cuando fue alcalde, antes que Colombia al parque, Salsa al parque. A Bogotá le metieron a la brava el rock. Si le hubieran dado a la música del Caribe la misma oportunidad yo creo que estaríamos muy parejos con la salsa.

M. J. D.: Recuerdo el Goce en la época en que se mimeografiaban las novelas de Gabo, de Vargas Llosa,  de Cortázar, Alejo Carpentier. ¿Nunca les cobraron derechos esos autores por las ediciones pirateadas?

C. P.:
Sí, eran famosos ‘los papeles del Goce’ que hacía Gustavo Bustamante, mi antiguo socio. Puede que fueran ilegales, pero nosotros consideramos que era la forma de divulgar la nueva literatura latinoamericana.  Jorge Amado para evitar problemas por derechos de autor nos vendió por un dólar sus derechos. Hicimos eso hasta con Tomás González.

M. J. D.: Que en ese entonces fungía como un mesero del Goce del centro… ¿Pensó que en esa penumbra iba a surgir un escritor como él?

C. P.:
Él trabajó de mesero en el primer Goce del centro y tenía sus inquietudes literarias y resultó escribiendo de verdad, aunque para mi gusto es muy pesimista. Pero no solamente estuvo Tomás,  también el Goce en esa época fue el centro de reunión de muchas mujeres que luego serían muy importantes en la música Caribe, como Berta Quintero. Fueron las primeras en llegar al sitio a bailar solas; en seducir, en exhibirse y en hacer música.

M. J. D.: ¿Y Barranquilla, que fue en su momento un templo de la salsa, cómo la ve?

C. P.:
No se qué le pasa a esa ciudad de un tiempo para acá…hay como un marasmo. Creo que primero fue atropellada por el merengue, luego por el reguetón y no ha habido quien impulse la salsa nuevamente. Ahora, me parece muy bien que un sitio como la Troja se haya asumido como un patrimonio del municipio. Esa política es la correcta. Cuando un lugar alcanza un nivel de distinción donde no hay un claro interés comercial sino que hay un interés por meter la cultura dentro de la fiesta que es lo que lo diferencia a uno de la discoteca comercial, es importante que se le apoye. Pero es una lástima que hayan cerrado La Cien, del viejo Rafi, y Taboga que era un sitio espléndido.

M. J. D.: ¿Y el bolero, también va camino a la extinción?

C. P.:
En Bogotá había muchos lugares de bolero y muchas emisoras que lo ponían. Había eventos, pero ahora está peligrosamente relegado. Y no está pasando a las nuevas generaciones. Y los géneros que no se transmiten, se acaban.

M. J. D.: ¿Y qué géneros musicales están en peligro de extinción?

C. P.:
El tango, el vals peruano, el bolero y el danzón. Y eso no solo está pasando en Colombia, sino en casi todo el Caribe. Hasta en Cuba el reguetón le está ganando a la salsa. Ojalá esta plaga pase rápido, lo que pasa es que hay capitales foráneos, recursos tecnológicos y humanos que le están apostando a esa moda.     

M. J. D.: … no se me vaya a enfurecer, pero hace rato quería preguntarle esto: ¿Le gusta Shakira?

C. P.:
Pues fíjese que hay boleros como Hay Amores, que me gusta. Ella lo hace bien cantando boleros y con mucho éxito.  Me gustaba  más esa Shakira latina cantando boleros que ahora en esta versión pop donde luce más como bailarina. También me gustan los boleros de Andrés Cepeda, y Yuri Buenaventura que a pesar de ser un salsero consumado tiene en un sitial muy especial al bolero. Hasta Marbelle canta bien los boleros. Pero lástima que el bolero ya no esté en las emisoras comerciales y que solamente esté en las culturales.

M. J. D.: ¿Y si quiere ir a rumbear a dónde va a ir ahora?

C. P.:
Pues no me gustaría ser descortés mencionando unos sitios y otros no. La verdad, al punto que yo he llegado siempre terminaba añorando el Goce.  

M. J. D.: ¿Sigue siendo un hombre de izquierda?

C. P.:
Por supuesto. Moriré en rebeldía.