Home

Nación

Artículo

ENCUENTRO EN PANAMA

Las conversaciones de Panamá culminan en la promesa de la liberación de Gómez y buscan una segunda oportunidad para la paz.

15 de agosto de 1988

Ciudad de Panamá, 14 de julio, 12:00 m. Es un día toldado, caluroso y húmedo. Una nube de periodistas, en medio de otra nube de agentes de seguridad panameños, espera a los 16 colombianos que asistirán a la reunión propuesta por el M-19 para fijar los términos de la liberación del dirigente conservador Alvaro Gómez y la fecha de una reunión cumbre, donde se discutirán "temas cruciales para abrir nuevos caminos de paz en Colombia" Hay una hora de retraso con respecto a la inicialmente fijada. De pronto, un inusitado movimiento de los agentes de seguridad, muy activos con su walkies-talkies, y la sorpresiva aparición del dirigente del M-19 Antonio Navarro Wolf -de cachucha-, anuncian la llegada de los "comisionados" colombianos. Con monseñor Darío Castrillón y el presidente del Directorio Social Conservador, Rodrigo Marín Bernal, a la cabeza, los colombianos hacen su entrada a la Nunciatura, sitio de la reunión. Navarro los saluda uno por uno. Las fuertes palmadas en la espalda que se dan Navarro y el Coordinador Nacional de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo, resuenan por encima de los clics de las cámaras y las preguntas lanzadas por los periodistas, mantenidos a distancia por los codazos de los agentes panameños. El Nuncio apostólico, monseñor José Sebastián Laboa, presencia el encuentro. Para darle "comida" a la prensa y registrar el hecho, posan para una foto que habría de publicar al día siguiente toda la prensa. Minutos después ingresan en la sede apostólica y se anuncia que la reunión se hará a puerta cerrada y que, en dos o tres horas, se dará a conocer un comunicado con las conclusiones de la reunión. Media hora antes, Rosemberg Pabón, del M-19, había leído la agenda de trabajo acordada de antemano por monseñor Castrillón y Navarro. Es el comienzo de una espera que se prolongará seis horas.

"OPERACION LA BOA"
La reunión del 14 de julio fue el resultado final de una serie de gestiones que el senador Alvaro Leyva Durán había iniciado en la última semana de junio. Leyva, quien había jugado un papel muy activo durante el proceso de paz del gobierno de Belisario Betancur, buscó la posibilidad de realizar contactos con miembros del M-19 que viven en el exterior, para negociar la liberación de Alvaro Gómez. Ramiro Lucio, ex militante y ex dirigente del M-19 -el hombre que el 15 de septiembre de 1982 se hizo presente en el Ministerio de Gobierno donde se iba a celebrar una cumbre política para discutir un memorando de 10 puntos sobre "lo que deberá constituir el marco de la nueva convivencia y de la paz política del país"- ayudó en las gestiones. Leyva, entonces, viajó a México donde se reunió con Ever Bustamante, y posteriormente a Panamá donde se hicieron dos contactos más con Antonio Navarro y Rosemberg Pabón. Durante una de esas reuniones, a las cuales asistió también el jefe de redacción de El Siglo, Juan Gabriel Uribe, Navarro le hizo saber a Leyva que Alvaro Gómez había expresado su deseo de que en las posteriores conversaciones tomara parte el presidente del Directorio Social Conservador, Rodrigo Marín.
A su regreso a Bogotá el jueves 7 de julio, el senador Leyva se reunió con el ex presidente Misael Pastrana y con Enrique Gómez Hurtado, hermano del dirigente secuestrado, y les dio a conocer el resultado de las conversaciones. Marín estaba presente y se discutió con él la oportunidad de su futura participación en las gestiones con el M-19,para buscar la liberación de Gómez. Comenzó entonces la preparación de otro viaje que, en forma supersecreta, se llevaría a cabo el fin de semana siguiente. En efecto, el domingo 10, Marín, Leyva, Uribe y monseñor Castrillón, solicitado por el M-19, emprendieron un nuevo viaje a Panamá donde habría de perfeccionarse un acuerdo y las reglas del juego básicas de la reunión del 14: anuncio de la liberación de Gómez y de la realización de una cumbre para buscar la paz.
En todo este ir y venir jugaron papel clave no sólo el gobierno panameño, sino el mismo monseñor Laboa, quien facilitó las reuniones en la sede de la Nunciatura. Se sabe, entre otras cosas, que en las conversaciones telefónicas que se realizaron existió una especie de santo y seña, utilizado no sólo por quienes estaban negociando sino aun por un alto funcionario panameño que ayudó en los contactos. Los interlocutores hablaban de la "operación la boa y sus culebras", haciendo alusión al apellido del Nuncio. Era el toque de humor en tan espinoso asunto.
Mientras tanto, ¿cuál era la actitud del gobierno? Al parecer, de total oposición a las reuniones de Panamá. Marín se entrevistó el viernes 8 con el ministro de Gobierno, César Gaviria, para darle a conocer el resultado de las conversaciones adelantadas por Leyva, y el propósito de un nuevo viaje a Panamá ese fin de semana. El ministro se mostró en desacuerdo por lo que consideraba podría ser un salto al vacío. La experiencia anterior con el M-19 le hacía temer posibles nuevas exigencias, de pronto esas sí imposibles de cumplir. Gaviria mostraba esa cierta desconfianza general derivada del fracasado acuerdo con la guerrilla durante el gobierno de Betancur. Marín, sin embargo, decidió seguir adelante. Un cautiverio no podía hacerse indefinido, dijo, y sostuvo que como los intereses de la familia y del social conservatismo parecían no ser los mismos que los del gobierno, ellos iban a seguir adelante, pues consideraban que había que hacer hasta lo último para lograr la liberación de Gómez. La suerte estaba echada. El viaje era un hecho.
El domingo 10 en la mañana, Marín, Leyva, Uribe y monseñor Castrillón emprendieron vuelo a Panamá. Lo hicieron en forma supersecreta y con toda clase de precauciones para escaparse de la prensa que los buscó sin éxito. El propósito era oír los planteamientos del M-19, negociar la liberación de Gómez y obtener respuestas. Las reuniones se prolongaron durante horas en la Nunciatura y el lunes culminaron con una misa celebrada por monseñor Castrillón. Los miembros del M-19 también asistieron a ella. Era el remate de un acuerdo para celebrar otra reunión con participación más amplia y observadores internacionales el jueves 14. Allí, el M-19 se comprometería a liberar a Alvaro Gómez y se anunciaría la realización de una cumbre en Colombia con fecha fija.
El miércoles 13, la víspera de la reunión, los ministros de Gobierno y de Defensa, César Gaviria y el general Rafael Samudio Molina, visitaron al ex presidente Pastrana y expresaron nuevamente su oposición a la reunión, argumentando que no se podía correr el riesgo de que el M-19 hiciera exigencias mayores. Pastrana se mantuvo en la decisión de apoyar la llamada mesa de trabajo de Panamá. El mismo miércoles, los liberales sostuvieron reuniones durante todo el día. No estaban muy seguros de la conveniencia del viaje y analizaron las implicaciones que tenía para Ernesto Samper el hecho de que fuera, aun a título personal. Al fin y al cabo, como miembro de la Dirección Liberal era difícil que pudiera dejar la investidura a la entrada de la Nunciatura. Después de muchas vacilaciones se mostraron de acuerdo con que Samper viajara a título personal y, en primer término, por razones humanitarias.
Por su parte, los gremios habían decidido asistir y habían nombrado como sus representantes a los presidentes de la SAC, Eliseo Restrepo, de Fenalco, Sabas Pretelt de la Vega, y de Fedemetal, Jorge Méndez. Participarían a título institucional. La comitíva, entonces, aumentaba de tamaño. La completaron el presidente de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo, el de la Comisión de Derecho Humanos, el ex canciller Alfredo Vázquez Carrizosa, el de la CUT, Jorge Carríllo, José Antequera del Partido Comunista, y media docena más de dirigentes, incluido Rodolfo González, un representante de las FARC que se encontraba ya en Panamá.


EL TOQUECITO CARIBE
Conformada la comitiva, sus miembros se dieron cita en la madrugada del 14 en el terminal de Helicol en el aeropuerto El dorado, donde había sido contratado un vuelo expreso a Ciudad de Panamá. El ambiente durante la espera y luego durante el vuelo estaba tenso. Todos se sentían embarcados en una aventura cuyos resultados finales eran una incógnita. Sabían que estaba en juego la vida de Alvaro Gómez. Pero, además, algunos de ellos, sin confesarlo, sentían secretamente que también estaban poniendo en juego su capital político. Un traguito de whisky, que habría podido contribuir a pesar de lo temprano de la hora, a relajar los nervios, fue descartado por consenso. La distensión tuvo que correr entonces por cuenta del senador Marín, quien respiraba optimismo por todos los poros y aseguraba que las cosas iban a salir bien. "Yo estoy muy optimista, ya hay un acuerdo base, prácticamente el viaje es para tomarnos una foto y dejar sellado lo convenido", le dijo Marín a más de uno de los viajeros.
El otro optimista del grupo era monseñor Castrillón. Pero su seguridad no radicaba solamente en la confianza en la Divina Providencia, sino también en la confianza que le había dado el día anterior una conversación con el número 1 del M-19, Carlos Pizarro. La charla había sido telefónica. Castrillón la había buscado con el fin de obtener una garantía del éxito del viaje: un compromiso de Pizarro de que efectivamente ordenaría la liberación de Gómez.
Todo lo anterior había logrado mejorar los ánimos para cuando el avión finalmente aterrizó en Panamá. Mientras carreteaba en el terminal militar del "Omar Torrijos", diez periodistas y camarógrafos colombianos que habíamos llegado en otro charter minutos antes, habríamos de ser testigos de una insólista aparición. "Ahí viene Noriega", dijo Raúl Gutiérrez del Noticiero 24 horas."¡Qué va a ser el general!" le contestamos en incrédulo coro. Pero a medida que esa figura bajita, en traje de fatiga y con espesos anteojos oscuros, avanzaba con paso lento y parsimonioso hacia nosotros, Gutiérrez ganaba la apuesta. Era, efectivamente, el controvertido general Manuel Antonio Noriega, protagonizando la primera y quizá la única chiva de la jornada. Todos nos lanzamos sobre él y antes de que se le hiciera cualquier pregunta, el general dijo: "¡Qué coincidencia!, yo venía a tomar un vuelo al interior. La gente que a ustedes les interesa está allá, bajándose de ese avión". Obviamente, no le creímos. Con toda seguridad, su presencia en el aeropuerto militar había sido calculada. Y aunque no hizo ningún gesto para aproximarse a la comitiva que en esos momentos descendía del Gron Man de Helicol, aceptó gustoso tres o cuatro preguntas -de los periodistas con la clara intención de, sin revelar mayores detalles, insinuar la importancia del papel cumplido por su gobierno en las gestiones para la liberación de Gómez. No en vano recordó a los periodistas que en Panamá se habían adelantado los contactos que hicieron posible, hace más de un año, la liberación de la hija del presidente salvadoreño Napoleón Duarte. Con las sonrisas y el toquecito caribe del general, los periodistas volvimos a lo que veníamos.

CONTROLE SUS EMOCIONES
Hechos los trámites de inmigración, periodistas y comitiva subimos en los buses que el gobierno panameño había dispuesto para trasladarnos a la Nunciatura, lugar del encuentro con los dirigentes del M-19. "Controle sus emociones", decía una especie de cartel pegado en una enorme moto que precedía a los buses. Era como una irónica advertencia frente a la que podía suceder en la reunión que prevista para dos horas, habría de prolongarse hasta caer la tarde.
A sabiendas de que la prensa bus caba noticias, viajeros, representantes del M-19 y el Nuncio Laboa, juiciosamente se colocaron unos junto a otros en la escalera de la Nunciatura, para que se registrara la ocasión. Después comenzaría la reunión a puerta cerrada.
La reunión, que se llevó a cabo en un amplio salón con aire acondicionado, comenzó con un saludo del Nuncio, quien presentó a los observadores panameños, y siguió con un padrenuestro encabezado por monseñor Castrillón. Terminada la oración Castrillón, nombrado coordinadol para la reunión y para la comisión preparatoria de la cumbre, tomó la palabra e hizo una breve introducción. Acto seguido y con una campanita que monseñor Castrillón hacía sonar cada cuatro minutos -la duración de cada intervención-, uno a uno fueron tomando la palabra: Navarro, Vázquez Carrizosa, Jorge Carrillo, Bernardo Jaramillo, Sabas Pretelt -quien leyó un comunicado que traía preparado y firmado por los gremios-, Marín, Samper, el representante de las FARC... Al principio la reunión transcurrió normalmente y estuvo dentro de los términos previstos. Pero habría de enredarse cuando llegó el momento de la redacción del comunicado final, encomendada a cuatro de los participantes, que elaboraron un borrador. Cuando el borrador se puso a consideración de todos, empezó a jugar su papel la semántica. No todos estaban de acuerdo con los términos. La participación del gobierno en la cumbre, por ejemplo, que para algunos debía figurar como exigencia, terminó como la expresión de un deseo.
Otro punto que se reveló complejo fue la conformación de la comisión preparatoria de la cumbre, cuya fecha se fijó entonces para el 29 de julio. Navarro insistió primero en cinco miembros, después en siete con nombre y apellido fijados de antemano. Marín sugirió, apoyado por Samper, que fueran seis, escogidos dentro de los asistentes. Jaramillo terció proponiendo que se especificaran sectores, no nombres. Así, entre una y otra voz, una y otra sugerencia, fue saliendo en limpio el comunicado final. La preocupación principal de Navarro se centraba en que a la guerrilla no la podían dejar por fuera. Luego vino la fijación del lugar de la cumbre. La discusión mayor corrió por cuenta de Jaramillo y Navarro. Mientras Jaramillo insistía en que tenía que ser en Colombia, "porque los problemas de Colombia tienen que discutirse en Colombia", Navarro no cerraba la posibilidad de que se hiciera nuevamente en Panamá. Definido que sería en Colombia, vino el problema de dónde en Colombia. De nuevo se habló de la Nunciatura, como lo había propuesto originalmente el M-19, en el comunicado de Carlos Pizarro dos semanas atrás. No todos estuvieron de acuerdo. Los parlamentarios sugirieron entonces el Congreso de la República. Pero no fue posible lograr un acuerdo, lo que explica que el comunicado haya dejado sin precisar el lugar de la cumbre.
A las seis de la tarde y tras un dispendioso trabajo, las secretarias de la Nunciatura finalmente pudieron sacar en limpio el texto del documento y los periodistas -que habían vivido en una mini-Villa Chiva duranle seis sofocantes horas que uno que otro aprovechó para darle una vuelta al comercio cercano y gastar algunos dolaritos de los viáticos- pudieron volver a encender sus cámaras y grabadoras. Rodeado por 105 demás asistentes, monseñor Laboa leyó el comunicado que minutos despues activó los extras de los noticieros radiales en Colombia y los télex de última hora de las agencias de prensa que estaban cubriendo el evento.

LOS HALCONES NEGROS
El ambiente que se respiraba a la salida era de optimismo. La reunión había tenido éxito: se había logrado un pronunciamiento público de que Alvaro Gómez sería liberado en los próximos días y antes del 29 de julio, fecha fijada para la cumbre. Los participantes daban declaraciones rápidas a los periodistas, pues en el aeropuerto el avión los esperaba para regresar a Colombia. "Por encima de la negativa del gobierno a participar en esta reunión, triunfó la voluntad de paz del pueblo colombiano", afirmó Ramiro Lucio a la salida de la Nunciatura, mientras el presidente de la SAC, Eliseo Restrepo, aseguraba que "se logró el objetivo fundamental: rechazo a la violencia y como condición sine qua non del proceso que debe seguir, la promesa de la liberación de Alvaro Gómez. La conclusión de esta reunión es que las heridas que nos hemos causado los colombianos con toda esta violencia son mucho más profundas que las diferencias ideológicas que tenemos". Las declaraciones, en medio de un ambiente de euforia, continuaban: "Hemos dado un paso decisivo a pesar del gobierno y de los enemigos de la paz en Colombia para, a través del diálogo, concertar la paz", afirmó Bernardo Jaramillo de la UP, mientras el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Alfredo Vázquez Carrizosa, señalaba que "se llegó a la seguridad de que el M-19 va a liberar a Alvaro Gómez, que es una condición sicológica y política que contribuye al diálogo nacional". Navarro, por su parte, dijo: "Hoy se está abriendo de nuevo una opción de paz. Y aunque puede decirse que es presionada, para que esa presión desaparezca por completo, el doctor Gómez va a recuperar su plena libertad ".

Pero la euforia y el optimismo, que habían logrado disipar el efecto del "roquetazo" que el ministro de Defensa le había lanzado el día anterior a las propuestas de diálogo -"No creemos que haya ambiente para el diálogo"-, encontraron en Bogotá un nuevo baldado de agua fría. El presidente Virgilio Barco, quien últimamente no se ha pronunciado sino desde los cuarteles, había vuelto a hacerlo esa mañana durante una ceremonia en la base militar de Palanquero, en la cual hizo entrega de cinco modernos helicópteros Black Hawk (Halcón Negro): "No es la intimidación ni la amenaza el medio, para preservar la paz. No puede un minúsculo grupo imponer su voluntad a 26 millones de colombianos de bien". Las declaraciones del Presidente parecían haber pasado por encima de lo que, a las mismas horas en que las pronunciaba
estaba sucediendo en Panamá. Fue lo que los principales periódicos del país destacaron en grandes titulares el viernes 15, pues el anuncio de la promesa de la liberación de Gómez fue registrado con relativa frialdad. Como si fuera poco, el desayuno de esa mañana de quienes habían asistido a Panamá en misión de buenos oficios y con la esperanza de abrir nuevos caminos de diálogo para buscar la concordia nacional, recibió otro "roquetazo". Esta vez aunque también salía de las filas de los militares, venía disparado por el comandante de las Fuerzas Armadas, Manuel Jaime Guerrero Paz, quien en explosivas declaraciones a los programas de radio de la mañana, aseguró que el diálogo "ya lo experimentamos y se respondio con bala " y agregó al referirse a la posible participación de un guerrillero en la cumbre del 29, que "quien está subjúdice, sobre quien gravita un auto de detención o una condena, hay que ponerlo a buen recaudo ante los jueces. Yo no sé si se puedan hacer paréntesis, pausas, y decir: usted fue delincuente hasta ayer y va a tener tres días en que nos vamos a olvidar que lo es".
Aunque para algunos la dureza del alto mando era explicable, teniendo en cuenta los últimos asaltos guerrilleros (17 muertos en El Bagre, Antioquia, y la toma de Andes en el Cauca), para otros lo grave no era tanto que los generales estuvieran hablando en ese tono, sino que fueran los únicos representantes del gobierno que estuvieran hablando. "Todo esto es aún más curioso en un gobierno que el 7 de agosto de 1986 se inició con la máxima de que habría un manejo civil a los problemas de orden público. Es como si los militares hubieran colonizado al gobierno civil en estos días", alcanzó a decir un dirigente conservador el viernes en la mañana. Y si algunos destacaron también la automática y vehemente respuesta que siempre se presenta por parte del estamento militar cuando el M-19 hace cualquier propuesta de diálogo, esto bien puede explicarse porque las Fuerzas Armadas, mientras toleran el radio-teléfono entre el Palacio de Nariño y Casa Verde a pesar de que las FARC tienen secuestrados, y continúan asaltando y emboscando, son particularmente irascibles y beligerantes cuando se trata del M-19, pues al parecer no han podido olvidar lo que significó el robo de las armas del Cantón Norte.
Pero las sombras proyectadas por el vuelo de los halcones negros, se fueron disipando con el paso de las horas, a medida que avanzaban los contactos entre el presidente Barco y el ministro Gaviria, con algunos de los que habían estado en Panamá. Todo indica que el gobierno tuvo muy pronto en claro que tenía que pronunciarse, como en efecto lo hizo. Por intermedio de Gaviria, hacia las 7 de la noche, dio a conocer su posición en un breve y tranquilizador comunicado: "El gobierno nacional recibe con satisfacción el acuerdo de la ciudad de Panamá, suscrito entre destacados dirigentes colombianos y representantes del M-19, mediante el cual se establece la liberación de Alvaro Gómez Hurtado antes del 29 de julio de 1988. A juicio del gobierno, los procedimientos Y los términos acordados en Panamá, constituyen el camino para la liberación del doctor Gómez Hurtado). Reiteramos, así mismo, que cualquier eventual decisión del gobierno) en diálogos o reuniones resultantes de ese acuerdo, sólo se tomará dentro de un clima desprovisto de presiones".
Gaviria había recuperado la palabra y con ella, el papel protagónico que habia desempeñado durante las semanas anteriores. El gobierno regresaba así, al final de una confusa semana, a su posición firme pero prudente y más política. Era comprensible que no hubiera ido a Panamá. El gobierno no podía sentarse en la misma mesa con 105 secuestradores de Gómez. Gaviria había sido claro con este punto, cuando afirmó que el gobierno no podía dialogar bajo chantaje. Y a pesar de haber expuesto repetidamente sus objeciones por el "salto al vacío" que podian significar las reuniones de Panamá, tampoco podía evitar subirse al tren si éste parecía estar deslizándose fácilmente por los rieles. Por exceso de prudencia o por oportunismo, el hecho es que el gobierno cerraba la semana dándole su bendición al encuentro de Panamá.
Así planteadas las cosas, la palabra la tiene ahora el M-19. Y dentro de ese movimiento, principalmente su cabeza, el comandante Carlos Pizarro, quien tiene en sus manos la responsabilidad de liberar sano y salvo a Alvaro Gómez antes del 29, para cumplir con su parte del trato y demostrar que, más allá del show publicitario y de sus ansias de protagonismo, quiere realmente que en el país se cree un ambiente propicio para un diálogo que conduzca a aclimatar la paz. Para este movimiento, si el desastre del Palacio de Justicia fue una estocada, ponerle nuevamente conejo al país en esta ocasión sería el puntillazo. Por lo pronto, el establecimiento ya pagó el rescate o por lo menos la mitad del rescate, si se asume que la cumbre del 29 es la otra mitad.
Una vez que el M-19 entregue a Gómez, no cabe la menor duda de que el recién liberado será quien tenga la palabra. El talante que imprima Gómez a sus actitudes después de su liberación, sin duda alguna marcará el rumbo de lo que habrá de seguir. Si antes de su secuestro, la voz de Gómez encontraba siempre eco, después de su liberación sus posiciones cobrarán aún más resonancia. Nadie puede negar que, independientemente de la firmeza de sus convicciones políticas y morales, Gómez no será el mismo después de su secuestro. Como tampoco lo será el M-19, que en las declaraciones de Otti Patiño dejó en claro que Gómez estaba marcando una honda huella entre sus captores. La pregunta de ahí en adelante es si e país insiste en seguir siendo el mismo el de los secuestros, las masacres, la emboscadas... o si decide darse la segunda oportunidad de un diálogo que, esta vez, se reabrió abruptamente con el secuestro de Alvaro Gómez Hurtado.

EL COMUNICADO
El siguiente es el texto de lá declaración expedida en Panamá:
"Las personas reunidas en la Nunciatura Apostólica de Panamá, con el ánimo de encontrar los caminos que conduzcan a una sociedad más equitativa, a la preservación de los derechos humanos y a la reconciliación entre los colombianos declaran:
1.El compromiso de participar e invitar a las distintas fuerzas sociales a tomar parte en una reunión cumbre en el territorio colombiano, la cual se celebrará el día 29 de julio de 1988.
2.Resaltar la condición indispensable, para evitar nuevas frustraciones a la nación, de que dicha reunion se celebre con base en un temario concreto el cual será preparado por una comisión integrada, entre otros, por siete representantes o miembros de los siguientes sectores: Uno del Partido Social Conservador, uno del Partido Liberal, uno de la Unión Patriótica, uno de la CUT, uno de los gremios de la producción, uno de los movimientos guerrilleros y uno de la Iglesia.
Esta comisión tendrá su sede en Bogotá y se reunirá inmediatamente después de la liberación del doctor Alvaro Gómez Hurtado.
3.Registrar la declaración del Movimiento 19 de Abril de liberar al doctor Alvaro Gómez Hurtado, durante el lapso comprendido entre el 14 y el 29 de julio de 1988.
La orden de libertad del doctor Gómez será expedida por Carlos Pizarro Leongómez, comandante del M-19 en la oportunidad más breve que las circunstancias permitan.
Como contribución adicional al proceso de paz el M-19 reitera al gobierno su propuesta de tregua.
4.Señalar el deseo de que el gobierno se haga presente en la reunión cumbre del 29 de julio para contribuir al éxito de sus deliberaciones.
Se adjuntan para ser conocidas de la opinión pública la declaración del M-19, la de derechos humanos, y la posición de los gremios económicos frente al diálogo.
Para constancia firman los presentes el día 14 de julio de 1988, en la Nunciatura Apostólica de Panamá:
Hernán Motta Motta, Ever Bustamante, Antonio Navarro Wolf, Rosemberg Pabón P., Rodolfo González, Edgar Salas, Alvaro Leyva Durán, Darío Bustamante, Jorge Méndez, Jorge Carrillo, José Gutiérrez, Eliseo Restrepo L., Juan Gabriel Uribe, Sabas Pretelt de la Vega, José Farid Polanía, Alfredo Vázquez, Ramiro Lucio Escobar, Darío Castrillón Hoyos, Ernesto Samper Pizano, Bernardo Jaramillo, Rodrigo Marín, Isaias Tristancho, José Antequera, Nils Castro, Col. Guillermo Wond, Carlos Azores T., Mons. José Sebastián Laboa".